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Lorenza López Mestas Camberos
 

Las piedras verdes en el centro de Jalisco
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Jadeita

Año de Investigación:  2004
Cultura:  Tradición Teuchitlán y complejo El Grillo
Cronología:  Preclásico tardío al Clásico tardío
Ubicación:  municipios de Magdalena y Tala, Jalisco, México
Sitio:  Huitzilapa y La Higuerita

Tabla de Contenidos

El uso temprano de las piedras verdes en el Occidente mesoamericano
El sitio de Huitzilapa durante el Formativo tardío
Las piedras verdes en Huitzilapa
El sitio de La Higuerita durante el Clásico tardío
Las piedras verdes en La Higuerita
Conclusiones
Lista de Figuras
Referencias Citadas

El uso temprano de las piedras verdes en el Occidente mesoamericano

Los objetos trabajados en una extensa variedad de piedras verdes fueron altamente apreciados por las culturas mesoamericanas desde tiempos tempranos. Las fechas más antiguas para el uso de este tipo de materiales se sitúan hacia el Formativo temprano, en el complejo Barra de la costa pacífica de Chiapas (Garber et al. 1993:211). Poco después su presencia tuvo una mayor amplitud, sobre todo en contextos funerarios de la fase San José, en el valle de Oaxaca (1150 - 850 a.C.), al igual que en Tlatilco en la cuenca de México (hacia 900 a.C.); para esta última fecha su uso parece ser más generalizado, incluyendo sitios tales como La Venta, en la zona costera del Golfo, hasta Copán, en Honduras (Ibid:212).

A pesar de la importancia de tales materiales, poco se conoce sobre la presencia y patrones de uso de las piedras verdes en la región del Occidente de Mesoamérica. Lo anterior se debe, en parte, a las pocas excavaciones sistemáticas llevadas a cabo en dicha región, así como al escaso interés que han mostrado los arqueólogos en el estudio de estos materiales, ya que su atención se ha centrado mayoritariamente en las esculturas cerámicas. Lo anterior, reducía la muestra de objetos trabajados en piedras verdes a las colecciones de saqueo, factor limitante por carecer de una procedencia segura. Otro problema consiste en que, en el Occidente, este tipo de objetos se ha recuperado principalmente en contextos funerarios, que no necesariamente representan la finalidad para la que inicialmente fueron elaborados.

Los datos más antiguos en el Occidente mesoamericano del uso ritual de las piedras verdes pertenecen a los complejos Opeño y Capacha, estudiados principalmente en Michoacán, Colima y Jalisco. El Opeño es un sitio de carácter funerario ubicado en el valle de Zamora - Jacona, Michoacán (Figura 1). Para 1500 a.C., las tumbas del Opeño tenían un elaborado sistema constructivo, con amplias cámaras subterráneas labradas en la toba volcánica y pasillos de acceso escalonados. Dichas tumbas presentaban una profusión de objetos ofrendados, como caracoles del Caribe (Turbinella angulatus) y piedras verdes como jadeita, amazonita o crisoprasa (Oliveros 2004:144 y 150), que muestran una gran diversificación y un complejo sistema de creencias religiosas, así como rangos sociales mejor definidos.

El complejo Capacha se distribuye en los valles intermontanos de las sierras de Jalisco, así como en los alrededores del volcán y el valle de Colima y sus proximidades. En sitios de Jalisco, los cuales presentan nexos cercanos con el complejo Capacha, como es el caso del panteón encontrado en el Embocadero II (800 a.C.), ubicado en el valle de Mascota, se han encontrado los antecedentes inmediatos a la tradición de tumbas de tiro. En las pequeñas cámaras mortuorias, también se documentó el uso de artefactos de piedra verde, como cuentas cilíndricas de jadeita y posiblemente de amazonita, al igual que fragmentos de turquesa sin trabajar (Mountjoy 2004).

En el sitio de El Camichín, en la cuenca del río Salado, Colima, se localizó una zona de enterramientos, la cual se encontraba sobre una loma elevada delimitada por dos hiladas de piedras grandes separadas entre sí, circundándola casi en su totalidad, con una entrada hacia el noreste, rasgo que da cuenta de un acceso restringido al cementerio (Ramos et al. 2005). Este aspecto, así como las variadas formas de enterramiento, indican una práctica ritual compleja. Sin embargo, una cierta constante es referida por las ofrendas que asocian cerámica elaborada, metates miniatura, valvas de Spondylus y pendientes de piedra verde.

Las ofrendas indican una incipiente especialización en la explotación de recursos, lo que permitió a estos asentamientos participar en las redes de intercambio regionales. La presencia de dichas ofrendas es un reflejo de que estas redes funcionaron desde tiempos muy tempranos, relacionando a sitios costeros de extracción, manufactura y distribución de objetos de concha, con comunidades de tierra adentro, al menos en los alrededores de los volcanes en la zona limítrofe de Jalisco y Colima. Los objetos de concha encontrados en las investigaciones llevadas a cabo en esta parte, sólo incluyen valvas de Spondylus, las cuales fueron pulidas con el objeto de quitar las espinas de su superficie.

Este tipo de ofrendas mortuorias remiten a una incipiente diferenciación social. Un ejemplo son las ofrendas de Spondylus y piedra verde, cuyo uso fue selectivo, pues no se presentaron asociadas a todos los entierros, aunque éstas no son concomitantes. Es factible considerar su uso como un indicador de status al interior de la comunidad. Este aspecto se ha referido para otros sitios del período Preclásico en diversas regiones de Mesoamérica, como los de Chalcatzingo (Morelos), Tlatilco (centro de México) y San Lorenzo, en Veracruz (Grove y Gillespie 1992a). Existe evidencia de redes de intercambio a larga distancia desde momentos muy tempranos, las que pudieron funcionar como un mecanismo de dispersión de varios conceptos abstractos de una región a otra (Flannery 1968; Grove y Gillespie 1992b). Por lo tanto, no es raro que los artículos elaborados con estos materiales, tuvieran una connotación como representativos de status, misma que se compartió con diversas regiones, donde tendrían una distribución únicamente accesible a un reducido sector de la sociedad.

Existen evidencias de que existió un contacto entre los complejos Capacha y Opeño, principalmente por la relación cerámica existente entre los tipos rojo zonal y rojo guinda/crema, al igual que por semejanzas entre tipos de figurillas de ambos complejos (Oliveros 1974; Schöndube 1980: 151). Este contacto se pudo dar a través de la zona de Tuxpan - Tamazula - Zapotlán, donde se localizaron figurillas de estilo Opeño y cerámica de tipo Capacha (Lameiras 1990: 27; Schöndube 1974: 84 y ss.); al igual que en la parte central de Jalisco, donde se han identificado tumbas saqueadas de planta semejante a las de El Opeño, así como vasijas de cerámica similares a las del complejo Capacha (Weigand y Beekman 2000: 41). Por otro lado, entre 1300 y 900 a.C., El Opeño y Capacha, tuvieron algún tipo de contacto con culturas del centro de México, como Tlatilco y la del río Cuautla, mismas que pudieron tener un mayor nivel de desarrollo sociocultural. Desde tiempo atrás, Beatriz Braniff y otros investigadores señalaron la presencia de un "tertium quid" en la parte central de México, diferenciado de las tradiciones olmeca y del centro de México, cuyo origen fue la región del Occidente (Braniff 1998: 28).


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Entregado el 1 de septiembre del 2006 por:
Mtra. Lorenza López Mestas Camberos
Centro INAH Jalisco
lmestas@avantel.net

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