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David Bolles
 

Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language

Relación de las dos entradas que hice a la conversión de los gentiles ytzáex, y cehaches

Fray Andrés de Avendaño y Loyola

Portada

Relación de las dos entradas que hice a la conversión de los gentiles ytzáex, y cehaches yo fray Andrés de Avendaño y Loiola predicador conventual del convento grande de Mérida, ministro de la venerable orden tercera de penitencia, y comisario misionero apostólico para dichas misiones en compañía de mis padres predicadores fray Antonio Pérez de San Román, notario apostólico del primer viaje; fray Joseph de Jesús María, notario apostólico del segundo viaje, y fray Diego de Echabarria; la cual primera entrada hicimos el día 2 de junio del año pasado de 1695, y la segunda en que entramos en la nación de los ytzáex fue a 13 de diciembre de dicho año y volvimos a esta ciudad de Mérida el día 6 de abril deste año de 1696. <1r>

In nomine Sanctissimae Trinitatis, Patris, nimirum filli et spiritus sancti.

Comienza la historial relación que con el amparo divino pretendo hacer de los acasos y sucesos que acontecieron en este viaje de las conversiones, abriendo el camino desde esta provincia hasta la de Guatemala, llevando por fijo norte la honra y gloria de Dios y bien de las almas que a expenses de inextinguibles fervores pretende ejecutar el señor don Martín de Vrssua y Arismendi, gobernador interino y capitán general de estas provincial por Su Majestad con no menor fomento del señor oidor don Francisco de Saraza que actualmente reside en esta ciudad de Mérida de Yucattán, hoy, dos de junio de este presente año de mil seiscientos y noventa y cinco.

Si dederit mihi Balach plenam domnum suam, argenti, et auri, non potero inmutare verbum Domini Dei mei ut vel plus vel minus loquar = Vivit Dominus quia quodcumque dixerit mihi Dominus, hoc loquar.

Buen motivo me prometen los textos presentes para no falter a la legalidad y fidelidad que de suyo pide empresa tan santa cuanto a mis flacas fuerzas difícil, más como dice el 13 capítulo de la Sabiduría.

A magnitudine speciei, et creaturae, cognoscibiliter poterit creator horum videri.

Nada repugna a la fe cuando la criatura firme navega con ella. Yo pues, armado con tan fuerte arnés, digo; que habiendo Dios Nuestro Señor movido los corazones de estos dos sobredichos caballeros, que junto convenía a otras empresas de Su Majestad (que Dios guarde) tuvo luger oportuno, el fervoroso celo de dicho don Martín de Vrssua y Arismendi favoreciéndolo (como dicho es) el señor oidor para ejecutar de un viaje, dos mandados <1v> ambos tan aceptos a Dios cuanto meritorios en servicio de la Real Corona, pues por ejecutar su empleo de gobernador interino no malogró ápice de la preciosa presea del tiempo, poniendo en ejecución sobre la empresa difícil de su gobierno la dificilísima y particular que le concedió Su Majestad de abrir el inculto camino desde esta provincia a la de Guatemala, sin satisfacerse lo activo de su celo, con los excesivos gastos de dicha empresa, dando todos los pertrechos necesarios a ciento y quince españoles y a ciento y cincuenta indios y escopeteros que junto con el cabildo de Campeche y otros amigos particulares pagaban habiéndose mutuamente, no sólo en las pages de los sueldos mas también en la ayuda de los gastos, de bastimentos no retorcediera su magnánimo pecho a otros excesivos gastos, que hacíamos cuatro religiosos e hijos de mi padre San Francisco sacerdotes, que íbamos en compañía de dichos soldados y un religioso lego, con dos donados, y diez indios cantores y sacristanes y todos los ornamentos necesarios para celebrar el sacrosanto sacrificio de la misa, cada uno con ornamento distinto, y los demás requisitos para la recta administración de los santos sacramentos que pudieran acaecer: mas reconociéndose mi madre la religión no sólo agradecida a los cotidianós favores que Su Majestad nos hace cuanto obligada a la correspondencia precise, mirando por propia la causa, proveyó proveída de todas las cosas ya referidas, sin dar lugar a que tuviese luger o cabida la ayuda de costa que Su Majestad manda se dé a los ministros evangélicos que se emplearen en las conversiones. Como tal, luego al punto que su señoría en nombre de Su Majestad rogó, y encargó a nuestro muy reverendo padre provincial fray Juan Antonio de Silva que diese religiosos para dicha función y demás conversiones <2r> que con el tiempo se of recieran, expidió liberal una paternal patente cuanto llena de su fervoroso espíritu, por toda la provincia excitando los ánimos de todos sus súbditos a la primera vocación de nuestro evangélico estado para que los verdaderos atletas de Christo e hijos del humilde serafín Francisco cuanto fieles capellanes de Su Majestad católica se alistasen, como se alistaron debajo de la bandera de Christo cargando cada uno las armas evangélicas para la destrucción de las municiones diabólicas que braman aquellas almas de tanta infinidad de infieles, como habitan en aquellos incultos montes. Entre los cuales alistados de misión fueron el padre predicador fray Juan de San Buenaventura, y el padre predicador fray Joseph de Jesús María, ambos habitantes en el convento de la Santa Recolección de esta ciudad de Mérida y el hermano fray Thomas de Alcoser, religioso lego, con el hermano Lucas, donado de dicha recolección. Todos los cuales fundaban o componían una misión. Y el padre predicador fray Anttonio Peres de San Román con el oficio de notario apostólico, con el hermano donado Alonso de Vargas y yo el más indigno de todos, que iba por su comisario misionero apostólico, todos prontos a la voz de este sonoro clarín, acudimos, como acudieron los demás religiosos todos a no impedirlo la furiosa obligación de la administración a los convertidos. Mas húbolos bastantes con los desocupados sobresalientes, no sólo para dar principio a esta tan santa empresa mas para proseguir en lo sucesivo del tiempo como se dirá en su lugar.

No contento dicho señor gobernador interino con esta empresa <2v> sin reparar en lo excesivo de los gastos, como su fidelidad acrecentase a Su Majestad servicios dispuso a un mismo tiempo despoblar unos ingleses (como lo hizo con bastante gloria suya) que habitaban en las tierras de Zacatán anexas a esta provincia los cuales habitaban por el copioso interés del palo de tinta: dio el auxilio necesario al capitán Bernardo de Lizárraga, para dicha función, que la ejecutó con victorias duplicadas, pues no perdonando el surcar espumosas ondas en que hizo cuatro presas por primera victoria, para conseguir la segunda, como diestro fue con toda su gente por las incultas selvas de intraginables montes, donde aunque con bastantes riesgos cogiendo al anemigo, las espaldas hizo su segunda entrada volviendo por despojos de su segunda victoria a coger otras presas, despoblando desde entonces dichos ingleses enemigos cesó en esto por no ser de este lugar.

En prosecución pues de dicho viaje salí con mis padres compañeros el día dos de junio de noventa y cinco años con un amplísimo mandamiento, que dicho señor gobernador interino me dio para que pudiese llevar los cantores y sacristanes que voluntariamente me quisiesen seguir. Reservando como reservo a los que me siguieron de tributos, a ellos y a sus mujeres e hijos sólo porque se lograse la empresa con el decoro del culto divino que se requiere para ejemplo de aquellas incultas plantas que vivían en aquellos yermos, y para segura asistencia de los religiosos misioneros, que en tales funciones necesitan bien de alguno de estos alivios, para tal vez poder dar al cuerpo algún tenuo descanso.

Al dar yo dicho mandamiento a las justicias de los pueblos por donde yo pasaba, luego al punto había indios que me siguieran; como lo hicieron los que me <3r> siguieron, que fueron los siguientes:

Marcos Canul, maestro de capilla del pueblo de Calkini

Lorenzo Yah, criado del capitán Belasco

Nicolás Maz, cantor de Mascanu

Diego Mo, sacristán de Mascanu

Diego Cen, regidor de San Christóval

Diego Pol, cantor de Telchac

Francisco Ku, hijo de María Chuc, mi criado

Nicolás Mai, cantor de Bolonchen y murió allá

Manuel Ppiste, cantor de Bolonchen de Cauich

Luis Ci, sacristán de Tepakam

Todos los cuales me siguieron y sirvieron con toda fidelidad y amor. Ya fuese por reservarse en premio de su trabajo de que todo mercenario es digno, o ya por el amor que me tenían por haber yo antes tratado y conversado con ellos.

Con ellos fui al último pueblo de esta provincia por aquella parte llamado Cauich donde hallé al capitán don Juan del Castillo puesto por el señor gobernador para conductor no sólo de los soldados, sino de sus pertrechos, municiones y bastimentos, el cual nos hizo singulares agasajos. Al segundo día llegado a dicho pueblo descubrimos un indio llamado Juan Ake, natural del pueblo de Hoppelcken, que hizo muchos viajes montaña adentro a comerciar con los indios gentiles. A éste, con algunas estratagemas y suaves persuasiones le saqué la noticia de tres pueblos de infieles que se hallaban cincuenta leguas de allí, con los nombres y señas que después verificamos.

Salimos de este pueblo de Cauich con tan buena noticia contentos día de San Juan Bautista a la tarde <3v> después de haber celebrado su fiesta, con todos los regocijos espirituales que pedía el dar principio a tan difícil empresa, comenzando desde esta tarde a lograr algún fruto de nuestros pasos, pues los dábamos en descuento de nuestras culpas, cogiónos a poco trecho, un copioso aguacero que desde la tarde duró hasta la aurora del otro día, con tal tempestad de rayos y truenos que parecía disolverse la máquina de los celestiales orbes: llámase el paraje adonde aquesta noche dormimos Hobonmo: dos leguas largas distante del dicho pueblo de Cauich donde Dios obró un manifiesto milagro con mi muchacho, por haberse venido una víbora de las más ponzoñosas que hay en esta provincia llamada en este idioma kan chhah a recostarse en el petate en que dormía mi muchacho, y se estuvo al lado de su cara echada, hasta que moviéndose dio lugar a que, despavorido el muchacho, se levantara y encendiendo una luz la vimos, y los indios la mataron, sin que ella hiciese lesión alguna.

Salimos al otro día por la mañana de dicho paraje distancia de una legua donde hallamos un haltun. Esto es una piedra cóncava que comunmente tiene agua llámase Hobonox (Hobon Ox) en distancia de dos leguas de este haltun, se halla otro paraje llamado Chuntzalam (Chun Tzalam) con una aguada llamada Alakceh (Alak Ceh), una legua de este paraje se halla otra aguada sobre mano derecha, llámase Vecanxan (Becan Xaan? Becan Chheen?). Poco después se halla una sabana pequeña que sobre mano izquierda distancia de tres cuadras se halla otra aguada llamada Nohhalal (Noh Halal), después de la cual, se halla otra aguada llamada Tha Ayn (Thah Ayn). Y poco después como media legua, se hallan unas columnas de piedras redondas que dicen los naturales haber servido de altar al capellán de los españoles cuyo capitán se llamaba <3'r> Mirones, al lado de dichas columnas se halla un pozo, estrecho, y redondo cuanto profundo si bien nunca alcancé el misterio para que sirviese. Distancia de media legua de este paraje se halla otro haltun con muy buena agua y una legua de este se halla el paraje llamado Sucte digno de memoria por las cosas que le componen. Lo primero, este paraje es una sabana o prado, el mayor que hasta ahora he visto. Piérdese de vista por todas partes. Todo está compuesto de albores de una frutilla llamada nanzen, y otros árboles llamados guazes, que todos hacen labor por estar con tal orden puestos que parece haberse plantado al propósito. Con que está la sabana por todas partes muy vistosa. En medio de ella se halla una aguada bien próvida, aunque en tieinpo de secas suele agotarse. A la banda del sur de dicha sabana distancia de una cuadra; monte adentro se halla otra aguada más y mejor el agua por ser manantial, crece y mengua como el mar, aunque el mar dista de ella por la parte que menos veinte y seis leguas. Críanse en ella muy buenos peces y mayores caimanes.

Desde este paraje distancia de una legua, hay otro llamado Ix Katt a Kal (Ix Kat Akal) aunque no siempre tiene agua. Dicha aguada hállase a la banda del oriente del camino: en lo restante de este camino, distancia de tres leguas, sólo se hallan algunos haltunes o riscos cóncavos que remedian las necesidades a muchos sedientos, mas no en tiempo de secas como los pasamos nosotros, todo este camino es áspero y pedregoso, que con la fatiga de andarle a pie tuvimos bastante molestia por carecer del agua hasta un paraje llamado Nohku (Noh Ku) que desde la sabana <3'v> antecedente a él, hay, cuatro leguas muy largas.

En este paraje tuvimos bastante consuelo por habernos Dios proveído de comida y bebida bastante, para ayuda de pasar el día de los Gloriosos Apóstoles San Pedro y San Pablo que en dicho paraje dijimos misa, y en él hallamos una casa de ídolos que con haber quebrado los españoles que pasaron primero muchos, quebramos nosotros más de cincuenta poniendo en su lugar, una cruz, para dar a Dios la reverencia y culto que los idólatras de dicho paraje se usuipaban. De este rumor que oímos nos nació a todos una cristiana curiosidad de ver dicho paraje para exorcizar al demonio por sus fraudes, y alabar, y bendecir al que es poderoso en todas partes. Volvimos de ver dicho paraje cerca de la hora de vísperas, que se celebraron con el regocijo exterior e interior posible en aquel paraje, dispusimos el altar lo más decente que se pudo a cuyo ejemplo y disposición cristiana nuestra, sin violencia alguna, se dispusieron también los indios para confesar y comulgar (que es gran cosa el ejemplo en las cabezas para que sin quebrarlas a voces los súbditos mudamente les sigan).

Bien podíamos decir en este día que si después del nos muriéramos sin hacer más fruto del que se hizo en los indios que nos seguían que no habíamos frustrado el viaje. Pues de las continuas conversaciones que con ellos teniamos, acerca de su facilidad en la idolatría y otros vicios a ellos anexos, resultaron en este día raros efectos de que doy a Dios las gracias porque así rodea los caminos, para atraer las almas y para probarles Nuestro Señor la resignación con que me seguían les dio unos actos de viva fe que protestaron morir predicando, cada uno según su modo a Jesu Christo crucificado, protestando de <4r> nuevo no desampararme (como lo hicieron) en los riesgos y peligros en que yo los pusiera.

Salimos de este paraje muy contentos aunque cansados y llagados los pies, por lo agrio del camino, y anduvimos espacio de cuatro leguas hasta otro paraje llamado Nohvecan (Noh Becan) cuyo paraje una legua antes y otra después, consta de unos grandes anegadizos que en esta lengua se llaman akalchees (akal che): bien se deja considerar el dolor que padeceríamos teniendo llagadas las piernas y los pies, y pasando estas dos leguas de agua y lodo, que por lo menos nos daba sobre las rodillas, quedándonos casi tullidos, luego que hicimos mansión de dicha jornada: añadiéndose otra mayor molestia, que es la abundancia de mosquitos que no nos dejaban sosegar de día ni de noche. Hay en dicho paraje una aguada muy grande y profunda, que en tiempo de aguas es un río caudaloso. Hállanse en dicho paraje algunos árboles, cuya corteza en el olor y sabor es lo mismo que la canela, llámase en esta idioma ppelizkuch (ppelex cuch); como en los carninos se halla un bejuco que en tocándole huele a ajos llégase olor distancia de una cuadra.

Siguióse a esta tormenta otro temporal muy grave de viento que parecía arrancar los árboles con grande agua, truenos y rayos, que afligió nuestros corazones con que imitando nuestra fragilidad al Apóstol San Pedro en otra borrasca semejante que le sucedió en el mar, recurrimos a Dios con el Domine salva nos perimus; con que para imitarle en todo merecimos la reprehensión de nuestra flaqueza con la respuesta que Christo dio a sus apóstoles, apaciguando por obra la borrasca, que allá les reprehendió de palabra: quid timidi estis modicaefidei? Quare dubitastis? Ostentando Su Majestad santísima su misericordia instantánea. <4v>

Al otro día por la mañana escarmentados de lo sucedido en aquel paraje, a los primeros pasos que dimos en prosecución del viaje, pasamos otra legua de aneg adizo con la misma calamidad que la antecedente, hasta un paraje llamado Oppol que dista tres leguas de éste en el cual al rumbo del noroeste, distancia de un cuarto de legua se halla una aguada profunda, de la cual se proveyó el ejército del agua necesaria para el gasto. Dos leguas de este paraje después de un despoblado antiguo, se halla un río corriente (aunque accidental) que para pasarle le hicimos nosotros el puente. Es el agua muy buena, aunque en tiempo de aguas con dificultad se podrá pasar, como otros muchos que hemos hallado en seco, por no haber llegado en tiempo de las lluvias, que en llegando la fuerza de las aguas por dichos parajes, serán intraginables los caminos.

Dos leguas adelante de este río, se halla un paraje llamado Tanche (Tan Che), el cual se halla en la falda de una encumbrada cima y a la vista de otra serranía muy alta, a la banda del poniente de este rancho, más de media legua de distancia se halla la aguada de donde los sedientos proveen su necesidad. Legua y media de este rancho para el sur (cuyo rumbo seguimos) se halla otro río permanente con un puente postizo, que de otra suerte no se puede pasar, todos son caminos muy anegadizos por las muchas serranías que le circundan. Llaman a este río Yochalek. Desde este paraje a un despoblado antiguo llamado Temchav hay tres leguas. Tiene su aguada pero no tiene agua, salvo en tiempo de llovias. Padecimos bastante sed, por venir atenidos a que allí remediaríamos nuestra necesidad, y no hallamos sino bastantes trabajos, por duplicársenos la jornada, ser los montes escabrosos, con muchas <5r> subidas y bajadas, y más vestigios de indios montaraces, que por allí paseaban, si bien no eran recientes dichos vestigios.

Con esta carestía de agua continuamos nuestro viaje por espacio de tres leguas más en distancia hasta un gran haltun, o caja concavada, que hacía mucha agua, y quiso Dios que la hallásemos llena. Llámase dicho paraje Nohpek. Al lado de este haltun hallamos una milpa, bien sembrada, y proveída de chiles, que en medio de nuestros trabajos nos sirvió de apetito, para con un poco de maíz que allí cocimos, comer aquel día gustosos aunque a este gusto no le faltó su poco de acíbar, porque en uno de los ranchos donde nos hospedamos, hallamos un árbol que en esta lengua se llama pomolche. Este cría una fruta de la misma forma que las avellanas de España, así en la cáscara como en la pepita, color, olor, y sabor. La curiosidad nos llevó a probar si eran avellanas verdaderas comiendo algunas de sus pepitas, sin hallar en largo rato diferencia. Con que como pasaba rato que no surtía efecto en contra del concepto que hicimos, comieron también los indios por imitarnos en todo: causónos alguna sed la comida de dichas pepitas dándonos lugar a que bobiésemos agua, y apenas la hubimos bebido cuando prorrumpimos todos en vómitos y cursos violentos. Dos leguas de este paraje adelante, se hallaba parte del ejército de los españoles, y sabiendo que yo iba, me vinieron a recibir dos religiosos de los que me habían precedido, con dos soldados; y uno de los cuales habiéndole sucedido lo mismo con dicha fruta dijo, que su remedio era un trago de vino. Hicimos el remedio, y después de habernos pungado muy bien quedamos de improviso sanos. <5v>

De este paraje hay dos leguas largas, a un despoblado antiguo llamado Nohthub (Noh Thub), todo el camino es de anegadizos o akalchex (akal che), en tiempo de aguas es camino muy pesado. En este paraje hallamos el real del capitán don Joseph de Estenos con toda su gente. Es paraje alegre, tiene muchos árboles de naranjas y limones. En él vimos un cercado grande que hicieron los indios para detenerse de los españoles cuando los fueron a despoblar quince años antes: tiene dos aguadas grandes. La una a la entrada de dicho paraje que en tiempo de secas se agota con otro estanque grande y redondo que Dios crió en una peña viva; otra aguada tiene a la banda del oriente distancia de media legua la cual es agua permanente y profunda, cría muy buenos peces grandes y mansos que aunque se echaban a nadar los soldados, no se huyan, con que daban lugar a que llevando un machete en la mano, los matasen. Estos los llaman peces lagartos, porque son de la misma hechura y escama que los lagartos y es muy buena comida según afirmaban todos los que los comieron.

Desde este Nohtub (Noh Tub) anduvimos cinco leguas buenas hasta un paraje que llaman Bacechac (Bacel Chac). En su medio hay tres aguadas, mas todas estaban secas: hay muchos anegadizos o akalchex (akal che). Hay grandísimos montes, con muchos árboles de copal y bálsamo, y muchas cuestas por lo cual son los caminos intraginables para tiempo de aguas. Tiene su aguada este paraje hacia la banda del poniente, y ésta, aunque tampoco tenía agua la necesidad, nos hizo expertos maestros, cavando en algunas partes de ella profundamente para que destilase la tierra sus humedades. Así sucedió dándonos Dios, de la noche para la mañana agua suficiente en dichos pozos que abrimos para remediar nuestra necesidad. <6r> Salimos de este paraje al otro día y caminamos como dos leguas, de unos parajes muy anegadizos, y no menos arriesgados, así por las sierras que le circundan, como por los ríos accidentales que se encuentran, hasta que llegamos a una cumbre, que hace arriba una gran llanada en la cual se halla una aguada llamada Çelmet (Zel Met).

En este paraje nos sucedió (en cuanto a la agua) lo mismo que en la aguada antecedente, de la cual salimos y caminamos, como dos leguas y media hasta un paraje llamado Bucte (Bucte). En este paraje hallamos doce o trece casas de los indios infieles que se acababan de entregar sin violencia alguna a los indios soldados de Sahcabchhen (Zahcab Chheen), como explicaré adelante. Este paraje tiene una aguada muy grande con mucho carrizo y muchísimos caimanes. En este pueblo y otros dos circunvecinos hallamos bastantes bastimentos de maíz, frijoles, y los demás frutos de que se sustentan todos en esta tierra, y vino tan a tiempo que ya no tenía el ejército, otro recurso, después de la hambre que tres días había que padecían. Todo lo cual sirve de ceñir al texto, propuesto de esta mi relación (al principio de ella) como a la verdad y fidelidad que profesa mi oficio y estado, no sólo debo hablar claro, mas también preciso, por excusar molestias a los que lo leyeren.

Sucedió pues que viéndose los capitanes falsos de bastimentos y que por varias cartas, que escribieron al capitán don Juan del Castillo sobre la conducción de unos bastimentos, que dejaron unos arrieros del pueblo de Teabo en un paraje de los antecedentes llamado Tzucte distantante ocho leguas de Cauich, los cuales bastimentos vi cuando pasé por hoy: como también las cartas <6v> que para dicha remisión se cruzaban y no por estas diligencias ni por otras personales de enviar soldados con mulas desde el real por ellos tenía efecto su diligencia y que en breve (como sucedió) amenazaba carestía total de bastimentos llegando a extremo de estar tres días un soldado con sola media libra de bizcocho y que tardándose más la dicha conducción de bastirnentos ni aun a onza tocaría de ración así a los capitanes como a los religiosos y soldados.

Viendo pues tan eminente y extrema necesidad dispuso el capitán Alonsso Garçía de Paredes cabo principal de los demás capitanes enviaron al capitán don Pedro de Zuriaur con alguna gente española y sus armas en seguimiento de unas confusas voces que había dicho un indio que las guiaba llamado Juan Ake que es el que declaró estos tres ranchos, en mi presencia en el pueblo de Cauich. Y aunque es verdad que allí los declaró, acá se mostró dudoso con los capitanes, mostrándose en todo ignorante de tales pueblos dando lugar a que dichos españoles se perdiesen en aquellos rmontes. Mas valiéndose los soldados de su habilidad se subían a los árboles y a las cimas de los inontes de los cuales descubrieron una grande humareda, la cual siguieron según el rumbo; y habiéndole encontrado, vieron que eran los soldados del pueblo de Zahcabchhen (Zahcab Chheen) que por mandado del capitán Alonsso Garçía de Paredes salieron por otro rumbo, al despoblado de Tzuctok (Tzuc Tok) que dicho capitán con ellos, despobló ahora quince años con que sabiendo él de antemano dichas rancherías les dio orden de que pasasen a aprisionarlos antes que llegasen los españoles que él llevaba en su compañía. Obedecieron los indios el orden de su capitán entrando con bastante imprudencia en dichos ranchos, disparando <7r> sin motivo, y matando como mataron a cinco indios, sin más conciencia que la de la codicia que los guiaba pues por meterles miedo para que se huyeran como lo hicieron muchos para a su salvo conducto hurtarles cuanto tenían como lo hicieron, y a mí me consta hicieron tan imprudente entrada.

No obstante dicha imprudencia se entregaron cincuenta y un indios, con mujeres y niños los cuales eran del dicho pueblo de Bucte (Bucte). Mas los huidos fueron de Kantemo (Kamtemo) y del pueblo de los Yames llamado ahora él de los muertos por haber allí muerto los cinco indios dichos. De estos indios que se entregaron dejaron dos para guías y los demás con sus mujeres e hijos los llevaron prisioneros al dicho despoblado de Tzuctok (Tzuc Tok). A estos dos guías que quedaron, los agasajé con particular cariño, como primer fruto de nuestros cariños, digo, trabajos; el cual reconocieron ellos pues con el amor que me cobraron me abrazaron, y pidieron que les fuese rogador ante el capitán Alonsso Garçía, para que dijese a sus soldados les volvieran toda la ropa y cera que les habían cogido, pues ellos ni se resistieron ni se defendieron, antes voluntariamente se entregaron pudiendo haberse huido y no lo hicieron, sino que llamando a los soldados no sólo se entregaron mas ellos guiaron a los otros pueblos a la hora oportuna del amanecer para que, sin estrépito, los cogieran a todos. Llámanse todos estos indios, que voluntariamente se entregaron los mayas.

Condescendí con el ruego que me hicieron los dos indios infieles y habiéndoselo propuesto al capitán adelante con darle un consejo el discurso diciéndole que advirtiese que en aquella primera función consistía la felicidad de los demás. <7v> Y así que le importaba mucho el obrar la justicia que dichos dos indios infieles pedían y yo le rogaba por muchas razones: la primera por ser servicio de Dios, ley y razón, y conforme a la caridad que debemos tener con los próximos y al buen ejemplo que en el caso presente les debíamos dar; pues mal podríamos decirles que la ley de Nuestro Dios era la mejor de todas, si veían que por principio de ella los entra matando y robando sin haberse revelado, huido ni defendido; antes sí voluntariamente entregado. Lo otro que de proveerles aquella justicia se seguía el que si algunos de ellos se huyeran fuera pregonero del buen obrar de los españoles y no se ahuyentarían los demás pueblos que en adel ante encontraríamos; y si no se huyeran servirían conmigo de embajadores para que declarando el buen tratamiento, que a ellos se les hizo no rehusaran los otros pueblos de entregarse.

Lo último que le propuse fue la máquina de cédulas que Su Majestad (que Dios guarde) tiene expedidas y las que sus antecesores de eterna memoria tienen despachadas, que afirman lo mismo que yo le pido; como son la primera instrucción que se le dio (por mandado de nuestros Católicos Reyes) al almirante don Christóval Colón que la refiere a la letra el obispo de Chiapa, el cual dice así: por ende Sus Altezas deseando. que nuestra santa fe católica sea aumentada mandan y encargan al dicho almirante vicerey y gobernador que por todas las vías y maneras que pudiere procure y trate a traer a los moradores de las dichas islas y tierra firme a que se conviertan a nuestra santa fe católica, y para avuda de ello Sus Altezas envían al devoto padre fray Buil juntamente con otros religiosos que el dicho almirante consigo ha de llevar: los cuales por mano e industria de los indios. que acá vinieron procurer que seen bien informados de las cosas de nuestra santa fe pues ellos saben y entenderán <8r> mucho de nuestra lengua procurando de los instruir en ella de lo mejor que se pueda, y porque esto mejor se pueda poner por obra. después que en buena hora sea llegada allá la armada, procure y haga el dicho almirante, que todos los que en ella van y los que más fueren de aquí adelante, traten muy bien y amorosamente a los dichos indios sin que les hagan enojo alguno: procurando que tengan los unos con los otros conversación y familiaridad haciéndoles las mejores obras que se puedan. etc.

Lo mismo se encargó después por los mismos Reyes Católicos, el año de 1501 al comendador Nicolás de Ovando yendo a gobernar la isle de Santo Domingo, la cual dice así: que procurase con gran vigilancia y cuidado, que todos los indios de la Española fuesen libres de servidumbre y que no fuesen molestados de alguno, sino que viniesen como vasallos libres gobernados y conservados en justicia y que procurasen que en la santa fe católica fuesen instruidos porque su intención era que fuesen tratados con amor y dulzura, sin consentir que nadie les hiciese agravio porque no fuesen impedidos en recibir nuestra santa fe, y porque por sus obras no aborreciesen a los cristianos etc.

Y otras muchas que en dicha conformidad se han ido concediendo en los tiempos futuros, respetiendo y apretando lo mismo por infinitas <8v> cédulas y ordenanzas de los señores emperadores, Carlos quinto, Phelipe segundo y tercero y al cuarto, que, entre otras, despachó una para el virrey y audiencia de México el año de 1628: en la cual, después de haberse escrito sobre esto apretadísimamente añadió de su real letra y mano al fin de ella, las palabras siguientes

Quiero me deis satisfacción a mí: y al mundo del modo de tratar eves mis vasallos, y de no hacerlo con que en respuesta de esta carta vea yo ejecutados ejemplares castigos, en los que hubieren excedido en esta parte, me daré por de servido, y aseguraos que aunque no lo remediéis lo tengo de remediar y mandaros hacer gran cargo, de las más leves omisiones en esto por ser contra Dios y contra mí y en total destrucción de eves reinos cuvos naturales estimo y quiero seen tratados como lo merecen vasallos que tanto sirven a la monarquía y tanto la han engrandecido e ilustrado. Todas las cuales rezones que dije a dicho capitán Alonsso García de Paredes le parecieron bien y me dio palabra de cooperar con mi ruego haciendo que se les volviese a los indios prisioneros su rope, y lo demás que les habían quitado prometiendo asimismo castigar a los transgresores, luego que llegase al dicho despoblado de Tzuctok (Tzuc Tok). Al cual luego que llegó le reconvine con la promesa hecha, mas como le tiraba más la codicia, que la caridad me respondió con desprecio diciendo: vaya, padre, con Dios. ¿cómo quiere que vo ahora sepa, quién fue el ladrón de los prisioneros? <9r> A cuyo tiempo, se llegó uno de dichos soldados malhechores a hablar con él, el cual llevaba unos calzones bombachos, hechos de la ropa que a dichos indios habían hurtado; y respondiendo yo a su áspera propuesta, le dije: vea Vuestra Merced señor capitán que lejos está el sabidor o hechor del robo, pues los calzones de este su soldado lo indican: respondió: padre, esos son gajes suyos que yo no les puedo quitar: y a ese mismo tiempo volviéndome las espaldas le dijo: mira, hombre, que yo te tengo de pagar toda la cera que tú, y los demás, tenéis. Con que el fin particular de esta entrada, bien se deja entender ser muy ajeno del servicio de Dios y del rey y sólo muy útil a los particulares de su codicia.

Viendo yo esta tibieza por principio nunca presumí fuesen felices los fines con que me entristecí lo bastante; pues por haber inhumanidades, mejor fuera no haber salido a tal empresa, y más considerando, que así sucedería en adelante, y que así el gobernador como mi prelado no me enviaban a permitir cosas semejantes, ni yo aunque me vinieran cuantos daños (la malicia humana) maquinara lo consintiera. Y porque en todo tiempo conste la verdad de lo sucedido, mandé al notario apostólico, me lo diese por testimonio, y es como se sigue.

En este despoblado de Tzuctok (Tzuc Tok) en diez días del mes de julio de mil seiscientos y noventa y cinco años fray Anttonio Peres de San Román predicador y notario <9v> apostólico de la misión del padre, predicador fray Andrés de Avendaño y Loyola, comisario misionero de ella, por nuestrc muy reverendo padre fray Juan Anttonio de Silva, ministro provincial de esta santa provincia certifico y doy fe y testimonio de verdad que protesto in verbo sacerdotis puesta mi mano en el pecho como es verdad todo lo antecedente a este auto, lo cual me consta por haberlo visto, y experimentado, y así como notario apostólico, di este testimonio de verdad en la forma y modo que se me concede, así por el derecho como por nuestros privilegios y constituciones y por particular patente que mi prelado superior, me dio para éste y otros acasos que acontecieren = Hago mi signo en testimonio de verdad = Fray Anttonio Peres de San Román notario apostólico.

Desde el sobredicho paraje de Bucte, en cuyos rededores, una legua en circuito, se hallaron los cincuenta y un indios rancheados, con más de otros cincuenta, que se huyeron; todos los cuales, con los cinco que mataron, estaban muy bien poblados con buenas milperías, muy abundantes de todos frutos con más de quinientas cargas de maíz seco, que se les quitaron, y trajeron a este despoblado de Tzuctok (Tzuc Tok) donde hoy se halla el real, para ayuda de sustentarse más de cuatrocientas personas con indios de cargo; dando los dichos soldados por mandado de su capitán en dichos ranchos como en real de enemigo destruyéndolos totalmente, no sólo de los frutos, sino de las colmenas, hacheándolas, por sacarles la cera, con más toda su ropa ya iban de sus casas con más tirania que si entraran enemigos. <10r>

Mas es tan pingüe la tierra de dichos parajes que hay dos cosechas al año, sin que haga falta el bastimento cogido, si dan luger a que los huidos moradores de ellos vuelvan otra vez a poblarlos. En media de la tristeza que tuve, cuando vi tal destrucción en una entrada que hice por aquella parte, a los mantes en busca de dichos indios huidos, no dejé de consolarme viendo lo pingüe de la tierra para socorro de aquellos huidos miserables. De vuelta de dichos mantes tuve continua tristeza sobre la que me causó no haber hallado a los dichos huidos, por ver coda día las extorsiones que se les hacían a los prisioneros, mirándolos como a esclavos, pues no respetándonos a nosotros que intercedíamos por ellos, no sólo, para que no los tuvieran en continues prisiones a ellos, sino para que a sus mujeres, ies concediesen algún descanso, del continuo trabajo, de molar con sus brazes el maíz, para hacer el pan, que todo el ejército había de comer sin respetarlas por enfermas, ni viejas y ni a unos y otros concederles tiempo para que los catequizáramos cosa que debíamos todos mirar con el respeto principal para el descargo de la conciencia de nuestro Rey y nuestras. Y por haber sacado yo en dos ocasiones la cara esto fue motive de muchos disturbios, teniéndome desde entonces por perturbador, y huyendo de mí el dicho capitán Alonsso Garçía como del demonio; mas como sé que es imposible <10v> dar gusto a un tiempo a dos señores opuestos como lo son, Dios, y el mundo, hice poco caso de aquellos desprecios por dar gusto a Dios, que era el que mi función pretendía, no admirándome de los escándalos que los considero necesarios a la humane fragilidad. Según San Matteo necesse est, ut eveniant scandula, aunque si dando gracias a Dios de que siendo yo tan male me viese libre de la horrorosa amenaza que tiene, el que tales escándalos diere: según el mismo evangelista prosigue: vae autem homini illi per quem scandolum venit.

Con la dilatada asistencia de este dicho, despoblado de Tzuctok (Tzuc Tok), tuvimos luger para hacernos más capaces de sus vestigios. Es este pueblo uno de los que redujo nuestro padre fray Christóval Sanches, aunque después se volvió a alzar. Duran hasta hoy los horcones que su paternidad puso en la iglesia que hizo. Es paraje muy alegre aunque enfermizo, por lo delgado de los vientos, el agua, es de zarca, pero también de pedernal, por lo cual es demasiadamente dañosa. Hay muchas palmas de cocoyoles, muchos árboles frutales, particularmente de limones; antes de llegar a este paraje, hay un gran manantial, o río debajo de tierra, que en espacio de una legua siguiendo sus riberas, va el camino y la concavidad de dicho río. Viendo a entender que en tiempo de aguas es muy caudaloso. Hay mucha caza de monte particularmente paves, y faisanes. El animal más común de estos mantes, es leopardo, o león adulterino, de piel roja, con manchas de varies <11r> colores. Llámanle los naturales chacekel (chac ekel).

Entre las aves hay algunas muy diferentes a las de la provincia. Un pajarito oí gorjear que de repente entendí ser silguero de los de España; imítale macho en el canto como en lo cuantitativo, aunque no en la plume. Otra ave hay, del cuerpo de una gallina de Castilla, llamada pan. Tiene el pica muy large y grueso, hasta la mitad es amarillo, y la otra mitad verde; corresponde la plume de debajo del pica hasta la barriga muy amarilla. Lo demás de su cuerpo es negro salvo debajo de la cola, que la tiene colorada; las piernas verdes y con tanta hermosura sólo grita. Pusímosle por patrón a este pueblo a San Buenaventura, por haber entrado en él su víspera, mas el capitán nos pidió que de su parte le pusiéramos San Christóval por ser de su devoción con que el pueblo tiene ese patrón. Mas la iglesia es de San Buenaventura.

En estas cosas con la educación de los recién cogidos, aunque nunca fuera de servidumbie pasamos hasta el día veinte y cuatro de julio, en que tuvimos alguna noticia de que los abridores de camino en breve darian con alguna población de la nación de los cehaches, y para no malograr la función como la antecedente discurrimos los religiosos, hablar claro con los capitanes y saber la determinación que tenían en la entrada, porque a no ser más discrete y cristiana que la pasada, estábamos resueltos a huir la ocasión de disturbios, volviéndonos a la provincia antes <11v> que ver ejecutar crueldades. Llamamos a solas a dichos dos capitanes y juntándonos los cuatros acerdotes que nos hallábamos les propusimos la embajada precise que coda pueblo que se descubriera requería, sin la cual era injusta la guerra, pues lo primero era reconvenirles con la paz según aquello, del Deutheronomio: si quando accesseris ad expagnandam civitatem, offeres ei primum pacem; para que ellos resolviesen, lo que major les pareciera, de suerte que admitiendo la paz, no se les podía hacer daño, según lo de San Lucas: neminem concutiatis, neque calumniam faciatis, et contenti estote stipendiis vestris. Por donde quitándoles alga se obligaban a restituírselo, cuya circunstancia tuvo la cogida de los indios antecedente. Y que sino admitían la paz ni querían por bien, que entonces entrasen las armas, según aquello de los Números: hostes vos sentient Madianitae, quia et ipsi hostiliter egerunt.

Admitieron gustosos los capitanes este saludable consejo comprometiendo el asenso a los que en adelante les diéramos, adelantando, de que en ofreciéndose ocasión de entrar a algún pueblo, echaría bando, con pena de la vida, al que se atreviera a ir contra esto. Pues no sólo era razón, sino expreso orden, del gobernador, y cédulas de Su Majestad de que están llenos los archivos; particularmente la novisima que le vino al dicho gobernador sobre la presente función de abrir el camino de esta provincia a la de Guatthemala, pues le dice que si encontrase pueblos, sólo vaya de paz, y paso. Y Solórçano, en su Política Indiana; trae a la letra otras muchas, muy del intento <12r> que por no molestar no las refiero, porque mejor que yo las verá alli el curioso, muy al intento explicadas, toda esta alagría que nos causó la admisión de nuestro razonamiento, que después por notificarle más en el sermón que doctamente predicó al otro día (que fue el Santiago) trató estos mismos puntos en ocasión oportuna para que ninguno lo ignorase.

A esta sazón los indios abridores de camino iban continuando su trabajo, llevando por resguardo suyo, a los indios escopeteros de Sahcabchhen (Zahcab Chheen) que nunca hicieron función buena, por culpa de dicho capitán Alonsso que por interesar los despojos de ellos, los envía solos, sin gente española de razón que los gobernase para lograr las funciones. Estando en esto descubrieron un pueblo de cehaches llamado Chunpich (Chun Pich), despoblado ya por haber oído el rumor de los españoles con que sólo hallaron en una casa como veinte y cinco cargas de maíz. Viendo los muchos vestigios de gente, entraron en temor y dando el aviso al dicho capitán de haber descubierto dicho pueblo le pidieron juntamente socorro de gente porque temian alguna guerra eminente. Dióseles el socorro de gente con sus armas aunque no llegó a tiempo; porque antes que llegara vinieron hasta veinte y cinco indios son sus cestos por aquel maíz que habían dejado. Traían con prevenidos soldados sus armas por lo que se les ofreciera que el ir armados con la prevención, siempre fue causa de muchas <12v> victorias como de óbice para muchas ruinas: minus feriunt iacula quae praevidentur. Así les sucedió a éstos; pues teniendo puestos seis indios, escopeteros de centinela por la parte que presumían la ruina para defensa suya y de los abridores de camino; ínterin que el socorro pedido llegaba; sucedió que viendo dicha centinela a dichos veinte y cinco indios venir, les parecieron millares, y con el miedo que nunca hizo cosa buena, y su mala disposición que siempre acarreó muchos males sin dejarlos entrar para lograr el tiro, rompieron el nombre que no sólo hizo a los contrarios disponerse mejor para la guerra, sino que a los nuestros que lo oyeron poniéndolos en más temores atropellaron inadvertidos atribuir a los contrarios la victoria. A la sazón iba entrando el socorro de los nuestros y la centinela temerosa desainparando su puesto, se vinieron a incorporar con el socorro que les iba: juntos todos salieron a la campal, palestra que Héctores, los contraries, desbarataron con garbo, hiriendo a tres de los nuestros sin que de ellos quedase alguno lastimado. El resto de los nuestros huyó, y los contrarios, riéndose, los dejaron tomando con grito aquellos mantes por camino en que todos habitaban. Volvieron los nuestros a seguir aquel camino, como cuatro leguas, en cuyo distrito, hallaron otros dos pueblos sin gente <13r> a ver que muy proveídos del milperías con todos sus frutos. Comieron de ello, y trajeron en señal de valentía dando por disculpa de la malograda función que aquellos no eran hombres, sino demonios, no racionales, sino brutes, pues sin temor a la muerte se arrojaban bárbaramente a las escopetas.

Juráralo yo, que el demonio había de hacer de las suyas tomando a la codicia por instrumento radical y male, para todos los acaecimientos males: radix omnium maloram. Que dice el Chrisóstomo como para óbice de todas las operaciones buenas y declinación de sus buenos caminos y fines, según lo testifica Ysaías: omnes in viam suam declinoverant, unusquisque ad avaritiam suam, a summo usque ad novissimum: todo esto acarreó el capitán llevado de la codicia, pues por alla, no quería poner españoles de respeto y vergüenza que lograran con juicio las victories en las funciones. Sinos a solos sus indios de Çahcabchhen (Zahcab Chheen) para que, espantando a los indios, entraran a su salvo conducto a las casas a juntar cuanto los pobres indios tienen en sus casas, como sucedió en el caso antecedente que refiero arriba. Inferimos todos ser permisión del dicho capitán. Todo esto, pues, viendo los sentimientos que nosotros mostrábamos de no habernos cumplido la palabra dada en la junta <13v> que hicimos. No sólo no castigó a los transgresores mas tampoco reparó los acasos que pudieran acaccer de future, siendo así que a lo uno y a lo otro sabamos nosotros con el romedio, y con buenas palabras nos apaciguaba.

Después de esta desgraciada función se fue todo el real, al pueblo dicho de Chunpich, (Chun Pich) distante echo leguas largas, de este [pueblo] de Tzuctok (Tzuc Tok) y hablándome los capitanes me pidieron que me quedase con mis compañeros a cuidar de aquellos indios, y muchachos con algunos indios enfermos, educándolos, e instruyéndolos como debía, que en ofreciéndose ocasión de encontrar con pueblo me avisarían, para que fuese allá a catequizarlos. Admití la propuesta, para lo future ejecutando su mandate en lo presente, y habiendo sabido yo, que ya habían pasado dichos capitanes del dicho paraje de Chunpich para adelante, me dispuse a ir solo con cuatro indios cantores al dicho pueblo, y registrando o talando todos sus mantes, ver si podía encontrar con los indios cehaches, que dieron guerra a los españoles, para atraerlos al gremio de nuestra santa madre Iglesia. Fui y trajiné dichos montes, en bastante distancia a todos rumbas, y no encontré alguno a esta sazón. Tenía yo algunas noticias (aunque confusas) de que pasado dicho pueblo de Chunpich al rumba del sur que seguíamos sobre la banda del sudeste se había descubierto una confuse senda: yo como sabía que a dicho rumba cae la nación del los ytzáes, a quienes, y para quienes estoy prevenido años <14r> hace, por haber yo estudiado su idioma con que me fue preciso ponerme a seguir el camino que llevaban los españoles, para verificar mi sospecha, mas no verifiqué sino continuadas desgracias; porque en el camino encontré cuatro indios escopeteros del pueblo de Çahcabchhen (Zahcab Chheen) que por rendidos, los enviaba su capitán al descanso de su casa. Estos me trajeron una carta del capitán don Joseph de Estenos, en que me decía haber encontrado otros tres pueblos sin gente, aunque con algún poco de maíz podrido; y que el tercer cabo llamado don Pedro de Suviaur, había ido con gente a otro pueblo que se presumiasen de los ytzáes. Esta carta me cogió legua y media de Chunpich, en una aguada muy grande que hay, y de allí, a tres leguas largas está otro despoblado llamado Yxbam (Ix Ban).

Volvíme desconsolado, considerando el poco fruto que se hacía al dicho pueblo de Chunpich y recreándome en sus rededores por divertir la tristeza, porque es muy alegre este paraje. Consta de una laguna al poniente, tan grande, que se pierde de vista. Muy buena agua a los rededores de dicha laguna; estando los otros dos pueblos que dije arriba; encontraron los españoles, cuando la guerrilla, todos muy llenos de frutos, y abundantes milpas, las cuales pretendió el capitán, que fueran a pisarlas y destruirlas, para que así se viniesen a entregar sus dueños; mas no lo consentimos y recreándome con <14v> todo gusto en ver dicha laguna me hallaba cuando vine un indio que yo había enviado al real con cartas del gobernador y sobre confirmar las noticias que me había escrito dicho capitán don Joseph, me afirmó haber sabido cómo había ido, el tercer cabo don Pedro de Zubiaur a uno de los pueblos de los ytzáes; sentí esto último, mas que lo demás por tener reservados yo dichos pueblos para ir a ellos sin rumor de gente de guerra y como hice concepto de que se cría como me lo había escrito, y dicho indio me lo confirmó (lo cual no fue así como después se vio) me volví más triste de lo que al principle, salí al pueblo de Tzuctok (Tzuc Tok) donde estaban mis padres compañeros cuidando de la administración de aquellos indios que me encomendaron; por considerar inútil nuestro trabajo, pues habiendo despoblado echo pueblos de los cehaches, sin fruto alguno, ver que también tocaban a los ytzáes, que también los habían de echar a perder, era mi mayor pesadumbre.

Vuelto al pueblo de Tzuctok (Tzuc Tok) y considerando junta con mis padres compañeros los inconvenientes que se seguían, ya de los indios que se huían coda día, ya de la necesidad de bastimentos que tenían, y de las continus aguas, que era causa de anegarse aquellos parajes en que amenazaba presto la ruina; ya las injusticias que dicho capitán con nosotros obraba, pues habiéndome en <15r> comendado los indios que enseñaba en este pueblo de Tzuctok (Tzuc Tok), viendo que su codicia no había logrado el tire en todos aquellos pueblos, de los cehaches, por sus indiscretas entradas; dispuso envier orden como lo envió dos veces de palabra, y la tercera por escrito al cabo de escuadra Reies que quedó con seis hombres con nosotros para resguardo de los indios para que todas las indias que se hallaban en dicho pueblo de Tzuctok (Tzuc Tok) y sus hijos se previniesen de bastimentos para que un indio del pueblo de Sahcabchhen (Zahcab Chheen) alcalde ordinario de dicho pueblo y capitán a guerra, las llevase a su encomienda de dicho capitán Alonsso Garçía de Paredes sin darme parte alguna. Yo, que vi dicho orden ejecutado, viéndome ya destituido de toda ocupación, pues sin ocuparme ni darme indios que catequizar ni administrar adelante, me quitaba aquéllos en que yo me ocupaba, a quienes no sólo catequicé, sino que los bauticé y casé. Sin advertir dicho capitán la cédula de Su Majestad que prohibe mudar de luger a los indios recién convertidos por el riesgo que se les sigue de la vida como las cite, y trae Solórzano una de las cuales dice: que no se les dé trabajos excesivos ni los lleven y compelan a partes remotas: y que sobre todo, se mire por su salad y conservación, sin pasarlos a cielo y clime o temples <15v> diferentes, y contraries a los de su natural: = Y más abajo dice el mismo Zolórzano en otra cédula que refiere dada el año de mil quinientos y cincuenta y uno, que se halla en el cuarto tome de las empresas: que los indios por razón de los servicios no sean llevados adonde enfermen, o mueran por los caminos y por el temple: como de facto les amenazaba tal peligro de muerte a las tales indias por disbar el pueblo adonde las llevaban más de cincuenta leguas a pie, anegado el camino, sin el bastimento necesario, ni abrigo de ropa por habérsela quitado cuando los cogieron, y hallarse unas enfermas y otras de parto. Viendo, pues, nosotros todos estos inconvenientes y sin rezones, por excuser pleitos y disturbios, irremediables; junta con todos los inconvenientes, riesgos y peligros que en el tiempo de tantas lluvias nos of recía coda día; nos resolvimos a volver a la provincia con ánimo de avisar de todo a nuestro muy reverendo, padre provincial desde el primer pueblo de la provincia, y cager desde allí el camino por rumba diferente que yo sabia para irnos sin estrépito de armas, a la nación de los gentiles ytzáes, pasando por la nación de los indios del Tipú que es rumba contrario al que llevaban los españoles; para lograr así, algo, de nuestro buen celo, y fin que siempre tuvimos de ir solos sin soldados ni gente de guerra a la conversión de dichos gentiles, a que desde sus <16r> principios únicamente nos habíamos dedicado, conformándonos en este fin con tantas cédulas, como los Católicos Reyes han expedido, particularmente una que expidió el año de mil seiscientos y ocho para la pacificación y reducción de los indios chiriguanáes. La cual es del tenor siguiente: Iten: aparecido ordenaros, como lo hago que si estos indios no son rebeldes, o enemigos de los vasallos míos, o concurrieren en esta conquista otros de los títulos que lo puedan justificar no se intente por fuerza de armas sino por ministerio de religiosos y predicación evangélica ni se consientan malocas, en las provincias de indios, que aún no se hubieren levantado, siendo vasallos míos, o infestaren los confines y vasallos míos: y que si a estos tales, quisieren los religiosos entrar a convertirlos, no lleven consigo soldados aunque las instrucciones antiguas, lo permitan: por haber mostrado la experiencia, que los soldados no se contentan con atender a la defensa de los predicadores, sino que, excediendo los límites de las instrucciones, hacen siempre grandes violencias, vejaciones, y demasías a los naturales.

Conviniendo, pues, mis padres compañeros y yo en este buen dictamen, escribí una carta a los capitanes, despidiéndome de ellos, sin dar motivo por qué me volvía, más que un accidentillo que me había sobrevenido; ellos, que les debía de acusar la conciencia, presumiendo que yo declararía allá en la provincia su indiscreto modo de obrar ante el gobernador que me había enviado, para mayor satisfacción suya; dispusieron maliciosamente, santificarse <16v> previniendo desdoros míos, como si yo hiciera caso de ellos enviando a toda prisa a revocar el orden dado de que fuesen dichas indias a su pueblo de Çahcabchhen (Zahcab Chheen), y mandando juntamente que se fuesen a sus pueblos donde habían sido cogidas; escribiendo a ese mismo tiempo con correo particular que hizo al gobernador como yo sin causa ni razón alguna me volvía a ia provincia, dejando desamparadas aquellas almas que él me puso a mi cargo por cuya causa se habían desperdiciado dichas indias, volviéndose otra vez a los montes.

Desazonóse el gobernador con esta carta, que le escribió el capitán Alonsso Garçía, viendo que me había escogido para desempeño suyo, y ver que yo le diese la bofetada volviéndome sin motivo como le escribían, por cuya causa suspendió el juicio hasta tener noticias de mi llegada a la provincia para informarse de la verdad. En este tiempo llegamos con hartos trabajos de vuelta, por tanto monte despoblado, como referí al principio, y todos los anegadizos llenos por ser esta vuelta en la mayor fuerza de las aguas; al primer pueblo de la provincia llamado Hopelchen (Hoppel Chheen), de donde escribí a mi prelado la resolución que habíamos traído de volver por otro rumbo a los ytzáes, porque por el comenzado, era frustrado el trabajo. Recibí respuesta de mi prelado en que me esperaba en la ciudad sin darnos luz de que volviéramos por donde le insinuábamos. Venimos a su presencia y entramos en la ciudad sábado el día diez y siete de septiembre de dicho año de mil seiscientos y noventa y cinco: todo lo cual hice al notario apostólico me lo diera por testimonio y es el siguiente: <17r> Certifico yo fray Anttonio Peres de San Román que todo lo referido en esta relación historial hecha por el padre predicador conventual y comisario misionero apostólico fray Andrés de Avendaño es verdad y por hallarme precisado por la obediencia a dar testimonio como notario apostólico de todos los casos y sucesos sucedidos en el progreso de todo este viaje, di el presente por fin de ellos que es hecho en este pueblo de Hopelchen (Hoppel Chheen) en cinco días del mes de septiembre de mil y seiscientos y noventa y cinco años = En testimonio de verdad hice mi signo = Fray Anttonio Peres de San Román notario apostólico.

AVENDANO.EDT Continued
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