Image - Cacao Pod Vessel - K6706 © Justin Kerr FAMSI © 2001:
David Bolles
 

Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language

Con esto que ya era casi a boca de noche salimos con la misma turba, para otro adoratorio que está, como cuadra y media, de la casa del reyezuelo adonde fue nuestra morada. Aunque nosotros hicimos ahí mansión, no la hizo el progreso de la novedad para ellos, porque con título de ella, no nos dejaban un punto, de día, ni de noche, porque si algunos satisfechos de habernos visto de día, se iban de noches a sus casas, venían al doble número de ellos de noche, a vernos, y dormir ahí, distintos de los que se fueron primero, sin que dejasen de volver los que satisfechos de vernos se fueron. De esta suerte estuvimos, con la molestia que se puede suponer pues no éramos dueños de proveer nuestras necesidades, sin que ellos nos fuesen siguiendo, sin ser bastante para impedirles esta demasiada novelería así el prohibírselo el rey, como el reñírselo nosotros; satisfaciendo, a lo uno y a lo otro con sólo reírselo todos: fue de forma su prolijidad, que si nos sentábamos se sentaban junto a nosotros, rodeándonos; y entonces unos por un lado, y otros por otro, nos andaban, tocando de alto abajo, sin exceptuar (si diéramos lugar a ellos) los senos más ocultos del hombre: si nos parábamos, o nos paseábamos era de la misma suerte de forma que, para poder rezar el oficio divino sin aquella molestia, discurríamos el que se sentasen en hilada, a los rededores de dicho adoratorio en los pretiles de cal y canto que tiene. Y nosotros paseando en el medio, de alto abajo rezábamos el oficio divino, siendo asunto de risa para ellos, no sólo el movimiento de nuestros <32v> labios, hablando cosas que ellos no entendían, mas las asignaciones, y cruces, que sobre nosotros hacíamos rezando. Y aunque acabáramos de rezar, siempre proseguíamos paseando, por gozar de aquel alivio algún tanto de tiempo más.

A todo esto se hallaba presente el rey que jamás nos desamparó de día ni de noche asistiéndonos a nuestro lado con dos otros sacerdotes parientes y amigos suyos, y todos los otros sacerdotes de cuando en cuando, particularmente esta primera noche, pues, después de haber ido a junta a otro adoratorio cercano, del que morábamos y en el que tenían sus bailes, idolatrías y cantos las noches que ahí estuvimos, lleguéme para ellos a ver lo que hacían, y los hallé a todos sentados en consulta, y otros que no eran sacerdotes estaban, a un lado de ellos, cantando, y bailando. Levantáronse los sacerdotes, al verme, y el que más presto pudo, me dio su banquillo en que él estaba sentado, para que yo me sentase. Sentéme con ellos, un breve rato, y les pregunté: - "¿Qué era lo que habían determinado responder a mi embajador?" A que anticipándose el rey respondió por todos las mismas palabras de arriba: - "Catto. Cato vale (Ca to, ca to uale): ahora ahora responderemos." Y hablando dicho rey, aparte, conmigo, me preguntó qué es lo que yo quería saber? A que le respondí: - "Saber si queréis admitir la ley de Dios, y amistad de los españoles, que ayer os propuse; y si queréis entrar a ser cristianos, según os lo tiene profetizado por unos profetas, supuesto que no ignoráis, es ya llegado el tiempo." A que me respondió el rey, con otros dos que con él estaban; que sí querían ser cristianos, pero que no sabían cómo había de ser aquel modo de bautismo que yo les había explicado. Entonces, tomando yo por tema aquello de Ezequiel. Effundam <33r> super vos aquam mundam et mundabimini ab omnibus iniquitatibas vestris, et ab idolis vestris mundabo vos. Y explicándoles partícula por partícula dicho texto, con las condiciones requisitas, para recibir el dicho bautismo; hubo materia bastante, a Dios las gracias, para que, saliendo de la duda en que estaban, quedasen gustosos, con la esperanza de en breve recibirlo. A que respondieron estas palabras: - "Ba valac a toca vale (Ba ualac ca to ca uale):" que quiere decir: "Así será amanezca mañana y lo veremos": con esto, venimos todos al adoratorio, que era nuestra morada, adonde asistieron toda la noche. Antes que Dios amaneciere, ya ellos habían hecho traer algunas jícaras de posole caliente, que ellos acostumbran beber, con que de eso y de los demás bastimentos que usan, como son ybes, frijoles, calabazas cocidas, carne de puerco del monte, camarones y otros géneros de peces, según con lo que cada uno se hallaba en su casa, y todo ello con muchas tortillas de pan de maíz, que no cesaban hasta la noche de traerlos; sobrándonos todo, de forma, que a ellos mismos, viendo que de ahí no se meneaban, se lo volvíamos a dar para que comiesen; como lo comían, comenzando por primero el rey.

Habiéndonos desayunado, este primer día con posole caliente, comenzamos por tercera vez a parlar sobre la plática espiritual del día antecedente, concerniente al bien que causaba el bautismo en las almas de aquellos que dignamente lo recibían, y habiéndome oído por tercera vez esta plática, deseosos de recibir dicho bautismo, aunque recelosos de lo que era, porque entendían que era alguna efusión de sangre, o circuncisión o cortamiento de alguna parte de su cuerpo, dijeron <33v> que querían ver en uno como se hacía aquello, y a este tiempo, echando mano el rey de un niño de los muchos de su familia, que detrás del dicho adoratorio tenía ocultos, para dicho efecto, me dijo: - "Haz en éste, eso que dices, y veré si es bueno, o no.", a que le repliqué: - "Y si os pareciere bueno, ¿admitiréis que yo haga otro tanto en los demás hijos vuestros?" A que respondió el rey que sí delante de toda la plebe que todo esto estaban oyendo. Entonces, cogiendo el párvulo que me ofreció el rey y tendiéndolo uno de los indios cantores, que con nosotros fueron le eché el agua bautismal. Viendo ellos que aquello era una cosa tan fácil, y sin la lesión que ellos presumían, me convidaron a que así lo hiciese con los párvulos que ahí tenía el rey ocultos, los cuales manifestó al momento, y mandó a todos los presentes, (en particular a los de su familia y parcialidad) que todos fuesen trayendo a sus hijos párvulos a recibir nombre (que así llaman al bautismo) y a los sacerdotes que ahí se hallaban presentes, que eran hasta tres o cuatro; les dijo: - "Bien es, que vengan todos nuestros hijos a recibir el nombre y a que los laven." Con este ejemplar del rey en traer el primero a sus hijos a bautizar fueron los otros indios imitándole en traer [a] los suyos a gran prisa, de forma que en los tres días y medio que tardaron en dar la respuesta de la embajada hice muy cerca de trescientos bautismos, sin darme lugar a menearme de dicho adoratorio, por ver la concurrencia de indios e indias, que voluntariamente traían sus hijos a bautizar. Yo les administré gustoso dicho sacramento, porque el rey (que en todo se mostró muy familiar conmigo) y otros tres sacerdotes parientes suyos me habían dicho admitirían de buena gana, a los españoles <34r> y su ley, y que sólo esperaban a dos caciques, con sus capitanes, para dar la última respuesta en todo favorable como la dieron; y se verá abajo.

Con que llevado de eso, y de aquel texto de San Pablo a los Romanos que dice: sine paenitentia sunt dona Dei, et vocatio. Y de que no sólo es lícito, sino válido el bautismo administrado a los hijos de los infieles, siendo voluntad de sus padres con la propuesta favorable que ellos también lo recibirían, como de facto, muchos de ellos lo pidieron pro tunc el cual suspendí hasta catequizarlos en los misterios de nuestra santa fe que para dicho efecto se requiere, y después todos conmigo pactaron, el recibirle, cuando yo volviera allá, al tiempo señalado de cuatro meses, como diré en su lugar.

En este ejercicio me hallaba, cuando en dicho día comenzaron a venir navegando por la laguna algunos de los gobernadores, capitanes y cabezas de los otros cuatro petenes o islas con sus oficiales de guerra y sus insignias, como venablos y sus mojarras de pedernal, de poco menos de una cuarta de largo y en lugar de cintas, adornados dichos venablos, con plumas de varios colores, muy vistosas, todas vueltas para abajo. Salí los yo a recibir por la cortesía que debo, mas los indios de aquel peten sólo salían llevados de la curiosidad de verlos llegar embijados, y emplumados, con sus vestidos de guerra, pintados de negro sus rostros. Yo los abrazaba y hablaba con palabras suaves y si me hallaba con alguna cosa de comer de lo que allí me daban; se los repartía a ellos por recién llegados, haciéndolos sentar junto a mí <34v> y al rey, que siempre estaba a mi lado. Con esto si tenían algún recelo, se lo ahuyentaban, o si alguna cólera o sentimiento de verme allí, se serenaban, y luego les proponía mi intento el cual admitieron y recibieron bien; que era el ser amigos de los españoles y recibir su ley en cuya señal admisiva bajaban sus cabezas y que con el trato de las hachas y machetes, que de ellos recibirían, estarían contentos.

Entre estos caciques o gobernadores, de las cuatro dichas islas vino uno viejo con un medio machete de dos filos por mojarra de su venablo y otro no tan viejo con su mojarra de pedernal que sobrevenía embijados y de guerra. Eran sus rostros tan feos cuanto la intención dañada que en su corazón tenían (según luego demostraron) causaba naturalmente horror el verlos. A éstos me esmeré en agasajarlos más, hablándoles más a menudo, y halagüeño, tratándolos en su estilo antiguo, de como ya era llegado el tiempo (según lo tenían anunciado sus profetas) de que comiésemos juntos con un plato y bebiésemos en una jícara, haciéndonos unos los españoles con ellos. A que respondió el más viejo con una fingida risa que él se alegraba mucho de eso, para salir de aquellos montes en que se hallaba y venirse conmigo a la provincia, a sacar unos títulos de tierras que sus antepasados tenían y vivir en ellas con gusto entre sus hermanos mayores los españoles; prometiéndome, al mismo tiempo, acompañarme con toda su gente hasta la presencia del gobernador en señal de verdadero rendimiento. Señales ciertas eran de su verdadera ficción, mostrar sin necesidad tanto rendimiento. Esto fue como <35r> a las cuatro de la tarde, sin haber comunicado al rey en que luego se fueron a casa de algún confidente suyo, y el rey vi que hizo poco caso de ellos, y fue porque, según supe después de boca del mismo rey, eran sus enemigos.

Como a las siete de la noche volvieron los dichos con los demás huéspedes a oírme parlar al auge retirados de donde estuvieron primero, sin que yo los alcanzase a ver (aunque hacía una luna tan clara como el día por ser cerca de posición y estar raso el cielo) si bien, no faltó quien me dio aviso de que me estaban oyendo; y llegándome adonde estaban, con abrazos y caricias, los traje adonde estuvieron primero, diciéndoles [que] deseaba parlar con ellos el modo de cantar a lo antiguo que usan así de días, meses, años, como de edades y saber qué edad era la presente (que para ellos una edad sólo consta de veinte años) y qué profecía había sobre dicho año y edad que todo consta de unos libros de a cuarta de largo, y como cinco dedos de ancho, de cortezas de árboles hechos, doblados a una banda y a otra, a manera de biombos con el grosor cada hoja del canto de un real de ocho mexicanos. Estos están pintados por una parte y otra con variedad de figuras y caracteres (de los cuales usaron en su antigualla también los indios mexicanos) que indican no sólo la cuenta de los dichos días, meses y años, sino las edades, y las profecías, que sus ídolos y simulacros les anunciaron, o por mejor decir el demonio, mediante el culto, que en unas piedras le tributan; son las edades en número trece; cada edad tiene su ídolo distinto y su sacerdote, con distinta profecía, de sucesos; estas edades trece están repartidas en trece partes que dividen a este reino de Yucatthán y cada <35v> y cada edad con su ídolo, sacerdote y profecía reina en una de estas trece partes de esta tierra según lo tienen repartido; no pongo los nombres de los ídolos, sacerdotes, ni partes de la tierra por no molestar, aunque tengo hecho un tratado de estas cuentas antiguas con todas sus diferencias y explicaciones para que a todos conste y el curioso los aprehenda, que sin saberlas aseguro que cara a cara nos pueden vender los indios.

Hízose muy de nuevo el dicho cacique respondiéndome que no entendía de aquellas cuentas, mas yo, por si era verdad lo que decía porque las entendiera, se las expliqué muy por menudo; y porque si las entendía, no les torciese el sentido (como suelen) con algunas supersticiones; tomé con mucho gusto el trabajo de sentarme muy despacio con ellos, habiéndose llegado a esta sazón el rey (que es el principal sacerdote y maestro de ellos) con otros sacerdotes y maestros, que allí se hallaban, ante todos los cuales proseguí dicho trabajo con mayor gusto y fervor, para que allí cotejáramos a vista de todos, como ya era el tiempo cumplido (según sus profetas) de que entrasen a ser cristianos. Ajustélos también, ayudándome en su opinión el rey y algunos sacerdotes que confesándose convictos, quedamos pactados en que de allí de allí a los cuatro meses que faltaban para cumplirse dicho tiempo recibirían el bautismo todos los adultos; y que para que me satisfaciese de su verdad cumpliendo con la promesa que antes me hicieron de que si les parecía bien, como de facto les pareció; iban trayendo [a] sus hijos a que recibiesen dicho bautismo y que si no tuvieran intención de recibirlo también ellos, siendo ya el tiempo de sus profecías cumplido, que ni trajeran a sus hijos, ni nos admitieran <36r> ellos. Y así, que ésa era la respuesta que daban a mi embajada, con la cual podía yo volver al gobernador que me enviaba, ínterin que se pasaban los dichos cuatro meses; después de los cuales me esperaban a cumplir el pacto hecho. Advirtiéndome que no volviese por el Chakan Ytzá por donde entonces entré, porque aquellos indios eran enemigos suyos y me podrían matar, sino que fuese por el Tipú (que es camino contrario) a donde sabiendo él, que yo había llegado saldría con toda su gente a recibirme. Advirtiendo que desde el Petén Ytzá (que es la corte de dicho rey) hasta el Tipú que me señalan hay doce días de camino, con que ya se deja entender el amor con que admitieron mi embajada y el gusto y voluntad que de ser cristianos tenían.

Envidioso el demonio del fruto que se iba haciendo y del que se haría, cumpliendo ellos y yo con el pacto hecho de volver allá a los cuatro meses dichos; apoderándose de nuevo como del corazón de Judas del de aquel cacique viejo, llamado Covoh, sin ponérsele por delante, el hallarse entre sus enemigos (como lo son el rey, con la mayor parte del Petén) y que lo que su dañado corazón pretendía, era contra lo pactado en su presencia, pues así él, como todos los demás caciques y capitanes, se dieron por convictos; no obstándo lo dicho prorrumpió dicho cacique Covoh, con bastante cólera, las palabras siguientes: - "¿Y qué importa que se haya cumplido el tiempo de que seamos cristianos, si no se le ha gastado a mi lanza de pedernal, esta delgada punta que tiene?" A que le respondí, con particular favor de Dios y valor particular: - "Sabrás, cacique Covoh, que el que permite que yo venga a disputar con vosotros (que es el verdadero Dios de las alturas! sólo podrá darte ese gusto, si para <36v> mayor gloria suya conviene el que yo muera: y si ése no lo permite en vano echas esas arrogancias, porque así como hay tiempo señalado y determinado, para que vosotros seáis cristianos, así lo hay también, para que yo por su amor muera. Y si estuviera en tu mano como piensas y tales cosas hablas, ya lo hubieras ejecutado o el demonio Pakoc (este es un ídolo que les habla muy a menudo) que adoras y tales cosas te dicta: mas allí conocerás, cuan pocas son sus fuerzas en mi presencia, supuesto que sólo se atreve a decírtelo a tí, mas no a venir a ejecutarlo en mí: y no sé tampoco (para tanta arrogancia como muestras! qué victoria será el matar tan sin razón ni motivo tantos como sois armados, a unos hombres, que sólo llevados de vuestro amor pretenden sin arma alguna sino por bien, sacáros de la esclavitud en que estáis. En fin, aquí estoy, no sé qué te detiene que no ejecutas lo que dices." Con esto (que era ya tarde de la noche) se fueron a recoger, y yo con el rey y demás sacerdotes nos quedamos tratando de lo pactado.

Al otro día, después de hacer unos bautismos que vinieron, parlando yo con el rey y algunos de los caciques de los otros petenes o islas y otros sacerdotes que continuamente estaban con nosotros, fuimos tratando varias cosas que con la ociosidad se ocurrían. Tenía yo noticia que el año antecedente habían dado vista a aquel Petén los soldados de Guatemala que vinieron desde la Verapaz abriendo el camino; como tal les pregunté <37r> si era verdad aquello; dijéronme que sí; y me mostraron con el dedo al rumbo del sur entre unos montes la parte donde estaba el camino; preguntéles qué frutos tenían para su sustento y vestidos? Dijeron haber mucho maíz, ybes, frijoles, pepitas, chile, que sembraban todo esto dos o tres veces al año: asimismo muchos plátanos, y chhunes que son como los chayotes, mas no tienen espinas: algún cacao (aunque poco) vainillas y en algunos huertos cercados de palos en sus casas, algunas coles rústicas; no las vi, ni las cebollas, que también me dijeron los cantores que me acompañaron habían visto. Hay mucho algodón, grana, añil, lo cual consta por la abundancia de ropa que tienen y dan a los indios cehaches y del Tipú a trueque de hachas, y machetes y toda ella muy curiosamente tejida con variedad de colores de hilo de algodón; es la dicha ropa muy durable, porque es como un fieltro, aunque los colores de las labores son poco permanentes porque no le saben dar el punto.

Preguntéles que cómo tenían las casas, tan cercanas a la orilla de la laguna, que si padecían alguna tormenta con sus creces y menguas? Dijéronme que no; porque nunca crecía ni menguaba: de donde se colige ser verdad también, el no entrar en ella, ni salir por sobre tierra, algún río, de rápidas ni mansas corrientes, como quieren muchos que hablan de esta laguna; porque si le entrara o saliera, no había de dejar de crecer con las avenidas; como en tiempo de secas, de <37v> menguar, si bien la comunicación oculta, y subterránea de ella a otras lagunas, circunvecinas, no se la podremos negar, para su permanente conservación. Y de dichas lagunas vecinas pueden tener origen unos ríos que corren el uno hacia el poniente, el cual hizo retirar a nuestro ejercito, habiéndole encontrado y no le haber hallado vado y el otro al oriente de dicha gran laguna y no muy distante de ella; llevando también a breve distancia de su origen muy gran caudal de agua; el cual nos dio bien en qué merecer, como diré abajo. Es muy profunda dicha laguna, pues nunca se navega con latas sino que se boga con canaletes. Cógense en ella muchos y grandes peces e hicoteas [y] camarones. Los comí, mas no sé si son de ella. Están dentro de esta laguna, los cinco petenes o islas, aunque yo no vi más de tres; en dichos cinco petenes vive toda esta nación ytzalana y, según me dijeron ellos, todas las dichas islas están cercadas de la laguna, como lo estaba aquella en que yo estuve; por lo cual, es imposible invadirlas sin hacer embarcaciones en su orilla para surcarla o entregarse al naufragio infeliz de sus causas, para sumergirlos a todos con ellos que, como peces volviendo sobre las aguas, cogierán [por] segunda vez sus canoas, arcos y flechas; y el que de los nuestros por buen nadador, quisiere escaparse de aquel peligroso naufragio, morirá a manos de las flechas, sin otros muchos ardides que me consta tienen dichos <38r> indios ytzáes que, juntándolos con la confianza española, no me atrevo a asegurar de parte nuestra la victoria; y cuando la haya no afianzo por ahora su subsistencia. Preguntéles asimismo, qué gente tendría aquella isla en que estábamos, y las demás de su nación? Y no me supieron dar razón, más que decir, que todas cinco islas eran iguales en gente y parcialidades a aquella en que estábamos. Y preguntándoles qué tanto tendría aquella?, dijeron que tantos indios como pelos tenían en su cabeza. Y es el caso, que no saben contar más que hasta veinte y en pasando este número de veinte, veinte veces, les parece que su cuenta es infinita, o imposible a su parecer; como les parece serlo el contar los pelos de su cabeza. Preguntéles cuántas parcialidades tenía aquel peten en que estábamos y, contando por los dedos de las manos y los pies, me dijeron ser veinte y dos, que me fueron señalando, por sus nombres y son los siguientes:

Parcialidades del Petén Ytzá en que vive el rey Ah Canek =

La del rey Ah Canek La de Ach Cat Baca

La de Noh Ah Chhata La de Ach Cat, Halach Vinic

La de Ah Dzic Dzin Batab La de Ach Cat Mulçah

La de el casique Noh Che La de Ach Cat, Kinchil

La de Ah Chhatan Ek La de Ach Cat Kinchan

La de Ach Cat Cixban La de Ach Cat Kayan

La de Noh dzo Can Punab La de Ach Cat, Cit Can

La de Noh dzo Can Noh La de Ach Cat Ytzá <38v>

La de Dzo Can Dzic La de Ach Cat Pop

La de Ach Cat Matan Cua La de Ach Cat Camal

La de Ach Cat Batun La de Ach Catt Mas Kin

 

Estos pueblos o parcialidades toman sus nombres del cacique o cabeza que los gobierna, como se ve por la tabla de arriba, si bien, todos tienen sus apellidos aparte; y todos están sujetos como también los otros petenes al rey Ah Canek, y todas las poblaciones que se hallan en el Chakan Ytzá con las que se hallan en la tierra firme del oriente sitas en los rededores de dichos petenes. Viénele este reinado por herencia y así siempre son Ah Canekes sus reyes, mas no por eso todos Canekes son de sangre real ni parientes porque también se llaman Canekes todos los de su pueblo o parcialidad y no por eso son sus parientes, porque tienen de demás a más sus apellidos legítimos y sólo tienen ese por la cabeza que los gobierna; bien se le conoce al rey serlo por sangre, porque es cierto, que él y su familia tienen rara naturaleza y bondad, pues por tan buena peca tanto que todos se le atreven con alguna demasía de suerte que no es dueño de mandar sobre lo que tiene. Mas a nosotros nos hizo macho agasajo y finezas con toda su familia y parcialidad, descubriéndonos los más ocultos secretos de lo que entre los indios pasaba, y declarándome, como dije arriba, la intención buena que tenían de ser cristianos y admitir a los españoles y su ley; con la mala intención que tenían el cacique Covoh y sus secuaces de matarnos cuando pasáramos con la respuesta, de la <39r> embajada que traíamos por el Chakan Ytzá donde gobernaba dicho cacique Covoh.

Tanto como éste fue el amor y llaneza que tuve con dicho rey y sus amigos, que los son todos salvo los dichos chakan ytzáes y otros pocos aunque ocultos de los petenes; porque desde que los convencí por las cuentas antiguas, cosa que ellos tenían por imposible el que otro hombre, más que sus sacerdotes, las aprehendieran, me comenzaron a amar y temer a un tiempo; diciendo que yo era algún grande de mis dioses, sin duda, pues había llegado a entender [la] lengua de sus antepasados y [la] suya, que a otro ninguno se la habían oído de todos aquellos naciones comarcanas, ni noticias de que la supieran los españoles, que poseían sus tierras (como es verdad que esa lengua no es usable por acá, y el saberla yo, es por haberla estudiado de propósito en papeles antiguos, con ánimo de ir a convertir con ella, dichos ytzáes) por cuya causa me llamaban Chomachahau (Chhomac Ahau), que entre ellos quiere decir: señor grande digno de reverencia y Citcaan (Cit Caan), que quiere decir padre del cielo. Con esta manualidad les facilitaba yo las dificultades y suavizaba los ánimos para cuantas alteraciones pudiera causarles el demonio. Además, que luego, que llegué a dicho peten bendije agua y exorcicé la tierra, ahuyentando al demonio, mediante el exorcismo para que no turbase a aquellas criaturas que, tanto tiempo había, tenía poseídas. Aunque no por eso dejaba de valerse de la mucha veleidad de los indios, pareciéndole <39v> que con eso, alteraría nuestros ánimos. Como lo hizo en una tranquilidad pacifica en que a la sazón nos hallábamos muy contentos un día antes del que habíamos de salir con la respuesta de la embajada.

Repentinamente, sin motivo alguno, se levantó entre la muchedumbre de indios con sus cabezas y capitanes y algunos sacerdotes un tumulto, en que le dijeron al rey en mi presencia muchas desatenciones, después de las cuales, prosiguiendo, dijeron que de qué les había de servir la amistad de los españoles, y su ley?: que si era por tener hachas y machetes para sus labranzas, que hasta allí o entonces, no les había faltado con que milpear: que si era por los géneros y ropa de Castilla para vestirse: que cuando ellos necesitaban de nada de eso, porque lo tenían ellos muy bueno: que si era porque los españoles los defendiesen: que cuando se acobardó de la nación ytzalana ni se humilló a ninguno, teniendo ellos tanta gente de armas para su defensa y para arruinar a cuantos a ellos se atreviesen?: que era muy mal hecho el admitirlos. Riñóles el rey en mi presencia también con bastante talento, defendiendo en todo lo que ellos y él habían pactado conmigo; y con más rigor reprehendió la altivez de las armas. Por haberlo dicho los tales en mi presencia inquietáronse más con la riña y se aumentaron los émulos y pues muchos que hasta allí no habían hablado se declararon entonces por sus contrarios, <40r> prorrumpiendo todos los dichos contra él, con palabras bien coléricas y sobradas demasias; todo esto fue cizaña del referido cacique Covoh que aún no se había ido a su pueblo. Yo que a todo estaba atento, viendo ya alterada toda aquella turbamulta, sin atenderse unos a otros, porque todos a un tiempo hablaban levantándome del lado del rey y parándome en media de ellos, les dije con algún enojo y eficacia: - "¿Qué es esto? ¿Qué turbación, y alboroto tan sin fundamento es éste? ¿Es acaso porque habéis hecho pacto conmigo de admitir la amistad de los españoles y comerciar con ellos en paz y hermandad?"

"Pues, ¿qué puñal os puse al pecho para hacer estas amistades, y capitular con vosotros estas paces más que la buena voluntad con que conmigo habéis cooperado conociendo de que va es llegado el tiempo, de que vosotros y los españoles comáis juntas en un plato y juntas bebáis en una jícara en señal de que sois nuestros hermanos? Será sin duda porque en este instante, os habéis acordado, de que sois indios inconstantes en todo: andad, tened en pecho y acordaos que sois ytzalanos, de todos respetados, por gente de entendimiento y respeto. Advertid que el pacto que conmigo habéis hecho de ser amigos de los españoles es acto de entendimiento, con el cual dais a entender que no ignoráis vuestras profecías y el ejecutarlo os ha de servir de mucha honra, porque nuestro rey y señor <40v> es el mayor monarca que se halla hoy en el mundo, a quien no sólo unos pobres hombres aislados como vosotros sino muy dilatados reinos y imperios, se tienen por muy dichosos, en rendirle y tributarle vasallaje. Y si no atended cómo vuestro gran Montezuma luego que le dieron las noticias de que mi rey era tan gran señor y, tan dilatado su imperio, le entregó no sólo su corona, sino su persona y reino, yendo como iba personalmente a entregárselo. Lo cual no pretende el gobernador que me envía quitaros nada, ni a vuestro rey de su señorío y gobierno, antes quiere que se quede en él, como consta, de aquel vestido que le he puesto, aquel bastón que le he puesto en su mano: que entre los españoles, es señal de señorío y gobierno, con que lo que quiere el gobernador, en nombre de mi rey y señor, es que le reconozcáis también, por rey vuestro, supuesto, que todos somos hermanos, y nosotros somos los sacerdotes, del Dios verdadero, cuya ley os venimos a enseñar (como lo tienen profetizado vuestros profetas antiguos! siendo pues todo esto así, ¿de qué os alborotáis? Andad ytzalanos, tened vergüenza, que es muy bueno el pacto que vosotros, y vuestro rey habéis hecho conmigo."

Con esto me volví a sentar, y ellos quedaron sin saber lo que les había sucedido; y mudando luego de conversación tuvieron mucha chacota y risa dándose chasco unos a otros, sin acordarse del alboroto pasado como si no hubiera sucedido. Todos estos <41r> modos, con mucha paciencia, y prudenciales acciones a menester quien con gente tan bárbara ha de tratar, por no dar lugar con alguna indiscreta acción a que todos se perturben y totalmente se pierda el fruto de las almas que se desea: que harta lástima fuera que después de tantos trabajos, por buscar aquellas ovejas en lugar de cargar su pesado obrar sobre nuestros hombros para incorporarlos en el gremio de la Iglesia, entrara el cuchillo de la imprudencia, degollando el mérito de tales trabajos; por no saber sufrir un instante, lo que cualquiera racional puede disculpar, por las tinieblas en que siempre han vivido; doy gracias a Dios de que jamás me admiré de lo que hacían y decían, sino de lo mucho que dejaban de decir, y hacer; pues no teniendo más freno, ni más fe que la voluntad bárbara en que han sido criados, podemos atribuir a milagro; no haber prorrumpido con nosotros en más desmedidas acciones aunque no fue así, porque antes nos estimaron mucho y nos regalaron bien.

Antes que salgamos de dicho Petén Ytzá, conviene dar las más claras noticias de él, de sus territorios, y gente para que en adelante tengan luz clara los historiadores y den con extensión las noticias necesarias. Está el Petén Ytzá sito en medio de una gran laguna y no es sólo ésta en que vive el rey sino en los otros cuatro petenes o islas <41v> que también están en dicha laguna: otros dicen que son siete estos petenes y otros que son treinta y que así los siete que unos dicen, como los treinta que dicen otros los circunda esta laguna. Lo cierto es, que yo he estado allá y [he] preguntado de propósito qué gente y petenes tenía la nación ytzalana? Y me dijeron que sólos cinco eran los petenes; la laguna que los rodea es grande, su longitud no he medido, ni he andado más de ella, que la parte' por donde entré, la cual tenía tres leguas de atravesía poco más o menos (entrando por el poniente para el oriente) hasta llegar a el peten en que vive el rey. Mas lo largo de dicha laguna que corre de norte a sur según divisamos, o por mejor decir no alcanzamos haber su término: tendría de ocho a diez leguas de largo. Hay quien diga, que dicha laguna tiene sesenta leguas; si es verdad que circunda los treinta petenes de arriba, no es difícil que las tenga. El principal peten o isla (corte en que vive el rey) tendrá más de media legua, es una isla alta, de donde se descubren muchos montes en redondo. Sitio muy alegre, por tener a la vista dichos montes y los cinco petenes, que rodean la laguna, de suerte que desde el dicho peten se ve quien viene navegando en distancia por cualquiera de los cuatro vientos y juntamente los que por dichos rumbos andan pescando en la laguna.

Por la banda del norte le demora el reino de Yucatthán; por el sur, el camino que habían abierto los de Guathemala, comenzándole desde la Verapaz; por el poniente <42r> el Chakan Ytzá, y los cehaches: por el oriente con inclinación un poco al norte la nación de los del Tipú; por la banda del sur corren de oriente a poniente muy grandes serranías, que viene a ser la Sierra Madre, de donde (en la Nueva España) sacan las minas, y como allí las hay, no hay duda las haya acá, siendo la sierra una misma: ello en los rededores de esta nación de los ytzáes, debe de haberlas, porque los más de los indios (en unas orejas grandes que usan) traen colgadas unas rosas de plata. Otros de plata y oro, y no llegando españoles a dicha nación, ni indios de esta provincia de Yucatthán, ni de otras provincias, porque todos les temen; no sé yo de dónde podrán tener dicho oro ni plata, menos que sacándolo de alguna mina. Por dicho rumbo del sur corriendo para el oriente, tienen dichos petén ytzáes sus milperías, y labranzas en tierra firme; y en dichas labranzas tienen sus casas como en el Petén, para vivir allá todo el tiempo que durare su labranza. Con que las casas son dobladas, [así] que las familias de donde se supone, presumir ser más numerosa esta nación de lo que es.

El cómputo mayor y mejor que yo puede hacer de dicha nación fue por la cuenta que el rey y sus principales me dieron. Y ésta fue decir que el peten en que estábamos, constaba de veinte y dos parcialidades y pueblos y la cuenta de cada pueblo no me la supieron dar, porque no saben contar, más que hasta veinte, y en pasando muchos veintes, no lo saben explicar porque les parece infinidad en número. Yo no tuve <42v> mucho lugar para averiguarlo, porque más quise el poco tiempo que tuve, emplearlo en hacer bautismos; mas no obstante, por lo que vi y entendí, del número de la gente de todas edades, digo, que el Petén Ytzá con los demás petenes, chakan ytzáes, y tuluncíes, con las poblaciones, que se hallan en tierra firme, serán todos hasta veinte y cuatro a veinte y cinco mil almas, millar más o menos. Este cómputo hago por el peten en que vive el rey, porque me dijo, que todos los petenes, eran iguales en gentes con poca diferencia.

Estos ytzáes son gente muy bien agestada y amestizada, casi todos de color claro y de muy perfecta estatura y prendas naturales, mas el demonio, los ha cogido con la flaqueza de hacerse horrorosos y agoreros, por parecerles más valentía espantar con su vista que vencer con las fuerzas; y así los más tienen esculpidos los rostros de negro y rayados algunos como negros araraes. Y esta fealdad la tienen también muchas mujeres con sus orejeras, de forma que no les puede servir las arracadas o zarcillos pintándose o esculpiendo en sus rostros la forma del animal que tienen por agüero. Tiénense los hombres por más galantes, que las mujeres y como así lo presumen, así se componen, amarándose el cabello con cintas de algodón hechas allá, tejidas con muy curiosas labores de varios colores, con unos cordones y sus borlas por remate, hechos con todo primor. Vístense con unas como gabachas, con medias mangas y todo, de alto abajo, con listas de varios colores, tejidas a trechos e incorporadas en la misma trama, muy vistosas. Y con todo este <43r> ornato galán de vestido, siempre se embijan o pintan de negro. Indicio es toda esta presunción y cuidado mujeril de adornarse tanto, de lo que muchos juzgan que es el vicio nefando que en ellos reina, pues si las mujeres, ni andan tan bien vestidas, ni hacen mucho caso de ellas, que sólo traen unas faldas de algodón de medio abajo, mas de allí para arriba andan desnudas y descubiertas y el pelo arrollado, sin tanto cuidado, como los varones. Estos andan siempre con unos banquillos pequeños debajo del brazo para sentarse en cualquiera parte que llegan y de noche se embozan con unas sábanas tejidas de varias listas y labores de diferentes colores, como capas; la bebida siempre es posole o saca, que es bebida hecha con maíz cocido y siempre lo beben tibio, sin que jamás sepan beber agua líquida ni fría.

Hechos, pues, los bautismos arriba referidos y recibidos muchos agasajos, junto con la respeta de la embajada en que recibían voluntariamente la comunicación de los españoles y que, como tal, me pedían que volviese a verlos al cabo de los cuatro meses arriba dichos por el pueblo del Tipú adonde el rey con toda su gente prometió salirme a recibir: y recelándose de que en mi ausencia podrían llegar algunos españoles, ya de esta provincia o ya de la de Guatemala a darles guerra, por hallarse cerca abriendo el camino; para aquietarse, pues, su corazón y en señal de paz me pidieron algunas señas ciertas o prenda conocida para que (si acaso llegaran a sus tierras, algunos españoles de esta provincia de Yucatthán o de la <43v> otra de Guatemala) no les hiciesen daño ni les diesen guerra en mostrándoles la dicha señal o prenda conocida que yo les dejara. Entonces les dejé la carta exhortatoria siguiente:

IMI

(Iesus Maria Ioseph)

(picture of a cross)

Sancte Paule Apostole ora pro nobis

Señores capitanes, de cualquiera de los dos polos septentrional o meridiano. Muy señores míos: Fue nuestro Señor servido de comunicarnos su divina gracia, para llegar a lograr lo que en muchas edades no se ha podido (pero nada es imposible al divina poder a quien se atribuye la gloria) pues con ella ha dada lugar a humillar la cerviz de esta invencible nación ytzalana, humillándose al primer impulso, de los ministros evangélicos, e hijos de mi serafín padre San Francisco ofreciendo prontos sus hijos al purísimo lavacro del bautismo, habiendo bautizado a la hora de esta muchos de ellos con esperanza segura, de en breve bautizarlos todos: si bien sus padres y madres, aunque mansos y apacibles para nosotros, tardos todavía en dejar la idolatría; y para esto más es necesario, buen modo con mucha paciencia para sufrir muchas acciones tan molestas como anejas a las tinieblas en que han vivido. Por lo cual, suplico a Vuestras Mercedes se <44r> porten, con macho recato (si acaso llegaren a esta nación de los ytzáes, cuyo patrón es San Pablo) par no perder en breve, lo que tanto se ha deseado y a Dios gracias conseguido. Ellos quedan industriados para que, en llegando Vuestras Mercedes, los reciban de paz, y les den lo que fuere necesario de bastimento, etc. a trueque de hachas, machetes y otros géneros de Castilla, lo cual desean macho, pero no sé si serán bien pagados. Es cuanto par ahora se me ofrece. Después de alegrarme de la salud de Vuestras Mercedes a cuyo servicio rindo cumplida la propia rogando a nuestro señor me les guarde muchos años que deseo en este pueblo del gran San Pablo de el Petén Ytzá, en 16 de enero de 1696 años = Beso la mano de Vuestras Mercedes, su más humilde servidor y capellán = Fray Andrés de Avendaño, comisario misionero apostólico.

Certifico y doy fe, yo, fray Joseph de Jesús María, notario apostólico, como todo lo contenido en esta carta exhortatoria, a los españoles de esta provincia de Yucatthán, o de la otra de Guatemala, es conforme, fiel y legal en todo, a la que entregó, el padre predicador y comisario fray Andrés de Avendaño, en mano propia del reyezuelo de los ytzáes, llamado Ah Canek, en señal de pacificación con los españoles, y de admisión de la cristiandad, voluntariamente ya recibida cuya testificación es el haber traído [a] sus hijos a bautizar sin violencia alguna, cuando dicho papel se escribió y juntamente haber dicho el rey que como le degollasen a su enemigo, el cacique Covoh <44v> con todos sus secuaces (que ad sumun serán de sesenta a setenta) entregaría él los petenes que están a su cargo. Todo lo cual, es así, par haber sido yo testigo de vista, y porque conste, di esta firmada de mi mano en veinte y echo de abril, de mil seiscientos y noventa y seis años = Hago mi signo, en testimonio de verdad = Fray Joseph, de Jesús Maria.

Con esta exhortatoria a cualesquiera españoles que llegasen en mi ausencia a dicho Petén Ytzá que con bastante gusto recibió el rey, ahora, fuese de temor que les asistiese, a que no me inclino; por haber visto y oído muchas cosas y razones en contrario; ahora fuesen llevados del amor o comercio que con los españoles deseaban tener que es lo más cierto, según premisas evidentes que tengo; ellos quedaron contentos con dicha carta de pacificación y exhortatoria y más cuando se la di a entender explicándoles lo que contenía al mismo tiempo, que se la entregaba en mano propia a su rey; diciéndole: - "Mira, rey gran Canek, y vosotros, principales que me oís, atended que en esta carta que entrego a vuestro señor y rey está la noticia de la pacificación y amistad que con los españoles hemos asentado para admitir su ley: con esta carta en su mano no tenéis que tener recelo, porque en ella les declaro a los españoles: (si acaso llegaren por acá como receláis) ahora sean los de Guatemala a quienes teméis, por lo que os pasó el año pasado con ellos, ahora sean los de este reino de Yucatthán adonde pertenecéis, así por los territorios <45r> y origen, como por el idioma yucateco que habláis les declaro que no lleguen de guerra ni os hagan mal (si llegaren a vuestros confines) y vosotros los recibiréis con la paz que hemos pactado porque en señal de que os entregáis voluntariamente con todos vuestros petenes a nuestro gran rey y señor (que Dios guarde! hemos admitido por ahora gran parte de vuestros hijos para que reciban el bautismo, como lo verán en esta carta exhortatoria, que pongo en mano de dicho vuestro rey, en vuestra presencia, no para que se deshaga de ella, sino para que la guarde, junto con el vestido que de regalo le ha enviado el gobernador: y todos los Santos Christos, rosarios, y las demás cosas de Castilla que os hemos dado para que, si llegaren dichos españoles, los salgáis a recibir de paz mostrándoles entonces esta carta y todas las demás cosas referidas que quedan en vuestro poder. Asimismos les daréis dichos españoles (si hubieren menester! algún bastimento, a trueque de hachas y machetes: porque así se lo dejó también declarado en este papel." Con esto le entregué dicha carta al rey, en presencia de muchos principales y la mayor parte de la plebe; que unos y otros quedaron contentos con el tal pacto y más quedando, ellos conmigo y yo con ellos en que dentro de los cuatro meses dichos volvería yo a verlos.

Hallándonos ya de próximo para nuestra partida, advierta; como después del tumulto último arriba referido, aunque es verdad que les aquietó sus ánimos la plática que entonces <45v> les hice, no obstante, no dejó el demonio de sembrar alguna cizaña en los corazones del cacique Covoh referido muchas veces, y en otro cacique llamado Ah Can, pariente del rey del Petén, y en el capitán Covoh con todos sus secuaces; que todos son chakan ytzáes. Advirtiendo que la primera ranchería que yo encontré en la entrada de dichos chakan ytzáes fue la del dicho cacique Ah Can y de su capitán Covoh, a los cuales (como dije al principio de dicha entrada) mostré lo que llevaba para el rey del Petén Ytzá. Y ellos fueron los que nos quitaron cuanto llevábamos al tiempo de embarcarnos en la laguna: a los cuales, no dejé de avergonzar, allá dentro del peten delante del rey y demás principales, quejándome no de lo que nos habían quitado del pobre uso de los religiosos y de cuatro indios cantores, que llevaban su ropa de mudar, sino, mi sentimiento fue que hubiesen hurtado el vestido entero, con su sombrero y bastón, que el gobernador me había dado, para dar en su nombre al rey. Esto les reñí en forma, diciéndoles que qué modo de recibir a un embajador era aquél, quitándole cuanto llevaba, en lugar de regalarle muy bien. Esto, con otras eficaces razones, repetí en varias ocasiones, hasta que pareció el vestido, que yo mismo vestí al rey con él.

Corridos, pues, los dichos chakan ytzáes de que en su poder hubiese parecido dicho vestido, percibieron contra mí, alguno dio; llegóse a esto, el que haciendo yo los bautismos arriba referidos, entre los que trajo el rey de su familia, trajo a una niña, hija del dicho cacique Ah Can como <46r> pariente que era suyo, la cual, al tiempo de echarle el agua bautismal, lloró. Hallábase presente el dicho cacique su padre a esta sazón y entendió que, echándole dicha agua, le había yo hecho algún mal o el padrino que la tuvo (que para todos lo fueron los cuatro indios cantores, que llevamos). Con esta mala presunción o mal juicio que hizo, junto con la picazón de lo antecedente del vestido, sabiendo yo que estábamos de partida con la respuesta de la embajada que nos dieron, en todo favorable, habiendo de volver, nosotros por donde venimos que fue por su casa y territorios, ahora fuese porque no trajésemos dicha embajada al gobernador o fuese porque los españoles no supieran el camino por donde entramos (como después lo supimos del rey) intentaron entre ellos matarnos al pasar por sus territorios, sin que el rey ni los demás del Petén lo supieran. Para esto vino el dicho cacique Can con su capitán Covoh con un calabazo grande de posole, y entrando con él a la casa del rey, donde yo actualmente estaba, me dijo que bebiera de aquello que me traía; bebílo sin recelo; que jamás lo tuve fiado en aquel texto del evangelio si morfirum quid biberint, non eis nocebit; y apenas lo bebí, cuando me dijeron que me venían a pedir a dos indios de los cuatro que llevaba, que eran los más gordos, para que por la mañana cuando yo pasara por su casa de vuelta me tuvieran hecho bien de comer; pues aquéllos sabrían, como se estilaba, darme de comer. Yo que conocí la dañada intención de dicho convite, les dije: no puedo yo andar sin <46v> éstos, ni ellos estar sin mí, cuando yo vaya irán ellos. Replicaron, pues: - "Mañana alto el sol vendremos todos nosotros por ti para acompañarte, como te trajimos." Sea enhoranbuena les respondí yo. Con esto se fueron a su pueblo muy contentos a prevenir sin duda el pib o fuego donde habían de ser asados los dos indios gordos que me pedían y las estacas donde nosotros habíamos de ser espetados como luego supimos. Luego que los dichos se fueron, me dijo el rey: - "Has hecho bien de no darles a tus criados, ni a vosotros os conviene volver por su casa, ni camino que trajisteis; sino, por el contrario, que es el del Tipú, adonde yo os acompañaré. Porque has de saber que este convite es para mataros, porque los españoles no sepan el camino por donde venisteis. Ya los indios cehaches que os guiaron dicen que los han de seguir hasta sus casas también para matarlos, y así, esta noche os iréis, y en viniendo ellos mañana, se hallarán burlados." Confirmaron esta verdad la reina y sus hijas, pues, al tiempo de embarcarnos, nos dijeron: - "Dicen que no os han de matar de otra manera. que haciéndoos menudos pedazos." Y hacían con una mano sobre otra ademanes de que nos habían de hacer gigote y comernos. Salimos aquella noche como llevo dicho y diré más claro adelante con que cuando vinieron por mí se hallaron burlados.

Con la rabia de ver su intento frustrado revolvieron para sus casas el dicho cacique Can y su capitán Covoh y el otro cacique Covoh con sesenta indios de guerra secuaces suyos. Y según supe después que salí a la provincia y el padre predicador fray Anttonio de San Román, notario apostólico; el cual con otros cuatro <47r> indios cantores, había yo dejado cuidando de los ornamentos y vasos sagrados. Vinieron dichos indios chakan ytzáes y así embijados y de guerra se entraron en el real del general Alonsso Garçía de Paredes, diciendo que yo los enviaba por los ornamentos y demás trastes que yo había dejado en el despoblado Chuntucí, tierra anexa a la nación del los cehaches, y que venían por el padre que los guardaba, y es verdad que por apagar lo insaciable de su codicia; cuando llegamos a sus casas y les dimos de 'o que llevábamos, les dije: - "Allá en Chuntucí están mis trastes y la caja de los ornamentos, allí traigo muchas cosas que daros, que ahora traigo esto sólo de principio hasta ver cómo admitís mi embajada." Al decir, pues, al general que iban por los ornamentos enviados de mí; les dijo dicho general: - "¿Pues, qué es del papel del padre comisario que traís?" Dijeron que yo no se lo di. Replicóles dicho general: - "Ni criado suyo viene con vosotros?" - "Tampoco viene," respondieron ellos, "sólo nos envió así." Entonces, les sacó vino y aguardiente que darles y bebió él con ellos y los despachó con dicho padre notario apostólico, a que entregase los trastes, y vasos sagrados a dicho pueblo de Chuntucí, distante del real algunas pocas de leguas.

¿Mala ya la ignorancia que así causa tantas pérdidas? O ¿cuánto importa la ciencia, y la experiencia, para la acertada expedición de las materias? El dicho general no tiene más ciencia ni experiencia que para cortar rústicos troncos del monte donde siempre ha estado metido, con tanta madera para fabricar <47v> los navíos que salen del puerto de Campeche: y así malogró al presente la mayor victoria que se podía conseguir en este reino de Yucatán. ¿Es posible que no le hicieran [a la] fuerza, todos los puntos de la instrucción real inserta al principio de esta relación de la que le envió el gobernador a él un tanto para que por ella se supiese gobernar? ¿Es posible que no dictó la razón, ya que ignorase los puntos dichos y las leyes de la milicia, que un sacerdote ministro de Dios no había de enviar a los sesenta indios por los vasos sagrados y el padre que los guardaba sin escribirle a él algún papel (como se lo prometí al despedirme) o a el dicho padre mi compañero, para que con ellos viniese? ¿Es posible que no le dio golpe el ver que ni aun uno de los cuatro indios que me acompañaron, ya que yo no pudiese escribir, le enviaba, para que pudiesen entregar las sacristías, para colegir de aquí, o que era falso lo que decían los sesenta indios, o que nos habían muerto, y más viéndolos venir embijados y de guerra y con desvergüenza se le entraron por el real? Perdóneme su obrar, que en este caso (aunque no entiendo leyes de milicia) la razón dicta que debió aprisionarlos y desarmarlos hasta satisfacerse si era verdad lo que decían, cogiendo a dos de ellos por guías y enviando a un cabo con la gente necesaria tras ellos a investigar la verdad de lo sucedido: y con lo que resultara obrar en esta forma: si era verdad que yo los enviaba sin carta ni señas ciertas, atribuirme <48r> la grosería y honrar a los prisioneros acompañándolos con toda su gente para tomar la posesión de sus tierras, en nombre del rey nuestro señor, pues entonces conociera que ésa era la señal que yo le di cuando del me despedí, de que dichos ytzáes querían ser cristianos y admitían la amistad de los españoles. Y, si no era verdad, usar entonces del rigor y leyes de la milicia. Que siendo falso como lo fue, el que yo los enviase y obrando del rigor de la milicia con las tres cabezas principales de ellos que eran el cacique Covoh y el cacique Can con el capitán Covoh. Todos a los cuales por respuesta de la embajada me dijo el rey del peten que si a ésos que eran sus enemigos les degollaba el gobernador, entregaría él todos los petenes. Con que entonces quedaba vencida y entregada al rey nuestro señor toda la nación de los ytzáes, y a la hora de ésta ya fueran cristianos todos, sin costar un tiro de pólvora dicha victoria que es lo que manda el rey nuestro señor en todas las cédulas que traían, de conquistar reducciones y poblaciones, como se pueden ver en el cuarto tomo de la recopilación, en los dichos títulos, y las refiere Solórçano en su Política Indiana folios 55:56.57. et sequentes, y no dejarlos ir tras el dicho padre mi compañero, algunas leguas de distancia, a riesgo de que dichos infieles matasen al religioso, sin el mérito de ser indicium fidei; y de que robasen y ultrajasen los vasos sagrados.

Mas Dios, que mejor mira por sus cosas, dispuso <48v> que al llegar dichos chakan ytzáes cerca de los ornamentos, fingiendo una necesidad, ellos dijeron al padre que los esperase allí y ellos se entraron por el monte, y se fueron a su pueblo, sin haber logrado alguno de los muchos fines con que vinieron. Lo primero por ver si a mí y mis compañeros nos alcanzaban (entendiendo que habíamos pasado por sus territorios de noche) para lograr el intento de matarnos. Lo segundo, por si podían coger a los tres indios cehaches, guías nuestras, que por allí se volvieron a sus casas para matarlos. Lo tercero, por ver cuánta gente española había en el real para el camino que iban abriendo, para huirse si eran muchos y si eran pocos resistirse. Lo cuarto, para saciar su codicia con los vasos sagrados, robándolos con los demás géneros de Castilla que presumían [que] yo llevaba, mas en todo se hallaron en vano. Séanle dadas las gracias a Dios, que así miró por sus sacerdotes y recados de celebrar y no a las inadvertidas acciones del dicho cabo principal con que hizo tampoco caso de resguardar las cosas de Dios y sus ministros. Mas así se le ha lucido todo según los fines con que ha obrado. Sic nos tu visitas sicut te colimus.

AVENDANO.EDT Continued
Previous Section Table of Contents Next Section

Return to top of page