Image - Cacao Pod Vessel - K6706 © Justin Kerr FAMSI © 2001:
David Bolles
 

Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language

CAPITULO XIII.

Quisieron los Indios matar á los religiosos por unos españoles,

y como se volvieron á Méjico.

Indignados los Indios contra los religiosos, quisieron matarlos; pero sabiendo la determinacion que tenian, porque algunos se la manifestaron; huyeron el peligro, guardándolos Dios para mejor empleo, pues en este no morian por aborrecimiento, que los Indios tuviesen á la Fé, sino por la malicia de aquellos á quien no pudieron reducir al camino de la verdad. Saliéronse una noche los religiosos dejando á los Indios, que conociendo despues que los hallaron menos la inocencia de vida, con que con ellos habian conversado y tratado; enviaron mensageros cincuenta leguas tras ellos, rogando, que los perdonasen por la alteracion que les causaron. Los religiosos, como siervos de Dios y celosos de aquellas ánimas, creyéndoles; tornaronse á su tierra, y fueron recibidos de los Indios como ángeles: haciéndoles mil servicios, y estuvieron cuatro ó cinco meses despues, y porque nunca aquellos españoles quisieron irse de la tierra, ni pudo el Visorey con cuanto hizo sacallos, porque está lejos de la Nueva España, aunque los hizo pregonar por traidores, y porque no cesaban de hacer agravios á los Indios; pareciendo á los religiosos, que tarde ó temprano, los Indios con tan males obras se desabririan, especialmente, que no podian predicarles con quietud y sin continuos sobresaltos, acordaron de desamparar esta tierra y se volvieron á Méjico. Quedó asi sin lumbre y socorro de doctrina, y estos miserables Indios en la obscuridad de la ignorancia en que estaban, quitándoles al mejor tiempo el remedio para la salud de sus almas, cuando con ánsias iban adquiriendo noticia de Dios y de sus misterios sacrosantos.

Este caso de la venta de los ídolos, he referido casi á la letra, como lo trae el Padre Remesal en su História, y parecen ser formales palabras del obispo D. Fr. Bartolomé de las Casas, en la plática que hizo en la mar á vista del puerto de Campeche, año de mil y quinientos y cuarenta y cinco, cuando pasó á su obispado con los religiosos de nuestro Padre Santo Domingo, que consigo llevaba, de que se trata adelante, libro <138> tercero capítulo último. Por esto consta el desgraciado fin, que tuvo en esta tierra la predicacion del Venerable Padre Fr. Jacobo de Testera y sus compañeros, habiendo tenido tan felices principios. No podemos alcanzar las disposiciones divinas, en cuanto á conversiones de infieles, que las reserva para cuando mas debe de convenir. La parte por donde estos españoles entraron, que no la señala el obispo de Chiapa, dice el Padre Lizana (aunque yerra el año) y concuerda con el bachiller Valencia en su relacion, que fué por los Agualulcos, bajando á la Chontalpa y Tichel, de donde llegaron á Champoton. Que habian salido de la Nueva España, como hombres facinerosos, huyendo del Virey D. Antonio de Mendoza y del castigo que habla ejecutado en algunos semejantes é ellos por robos y otras crueldades hechas en la Nueva España. Por lo que dice el obispo de Chiapa, parece haber podido los religiosos darle noticia, como habian parado en esta tierra, pero por la distancia no pudo evitar los daños que en ella hacian.

No puedo dejar de admirarme, leyendo, que cuando llegaron estos treinta españoles á Champoton, hayan estado los Indios tan cobardes y temerosos, como se dice en el suceso, y que treinta españoles fuesen bastantes á que los señores de la tierra, quitasen los hijos y hijas á sus padres, para darselos á que los hiciesen esclavos, habiendo sucedido con Francisco Hernandez de Córdova y con Grijalva, lo que se dijo en el libro primero; pues al Adelantado Montejo no pocas veces le hicieron frente, y á los de Tabasco motejaron de cobardes, por haber recibido de paz á Grijalva, que fué la ocasion de la guerra, que D. Hernando Cortés tuvo con ellos. Cuando despues segunda vez vinieron los españoles, y efectuaron la conquista de esta tierra, los resistieron los de Champoton, y los recibieron con las armas en las manos, como se dice en el libro tercero, y en aquella ocasion no haber tenido manos, ni ánimo contra treinta españoles solos. Secretos son de la Divina Justicia, que quizá por sus muchos pecados no merecieron, que entónces se les continuase la predicacion de nuestra Santa Fé católica; pero hallo que la abrazaban, y habian entregado sus ídolos, y Dios no desecha al pecador arrepentido, cuando enmendado le busca. Su Divina Magestad sabe la causa, que yo no la alcanzo; ni tampoco importa gastar mas el tiempo en esto. Lo que de esto queda cierto es, que á ninguno de los conquistadores, que con el Adelantado vinieron, ni á los que despues sujetaron y poblaron esta tierra, alcanza la macula de estos delitos, y su infamia de aquellos tiranos, que este nombre merecen, pues el mismo obispo de Chiapa los dá por libres de ella: afirmando, que antes que esto sucediera, habian desamparado este reino los que de España vinieron á pacificarle, y cuando no lo dijera, la condicion con que los Indios recibieron á nuestros religiosos, de que no habian de entrar españoles <139> en su tierra, supone, que no los habia. Los segundos llegaron entrado el año de treinta y siete, despues de haberse ido el padre Fr. Jacobo y sus compañeros á Nueva España, con que de necesidad sucedió lo dicho en el tiempo, que medió desde cuando se fueron los primeros á Tabasco, hasta que vinieron los segundos.

Ni he de pasar sin referir lo que de los primeros conquistadores, y del Adelantado se escribió, ya que yo lo hago en esta tierra, por lo cual juzgo tener mas obligacion á singularizar los sucesos de ella, y porque se me hizo duro pasar por el peligro del crédito de la Nacion Española, pudiendo dar con fundamento razon de lo que escribo, pues no faltan émulos de esta monarquia tan envidiada, que procuren obscurecer tan gloriosas acciones, como ejecutaron en estos dilatados reinos en servicio de Dios y aumento de la Santa iglesia Romana, imputándoles otras de desdoro y tirania que no hicieron. Dice, pues, el obispo D. Fr. Bartolomé de las Casas, en aquella plática que hizo á sus religiosos, y la refiere el Padre Remesal, á quien parece seguir el Padre Torquemada, que los españoles, que habian estado los dichos años poblados en Yucatan, no habian dado noticia á los Indios, de que tuviesen Príncipe Supremo y señor, cuyos vasallos eran. Y que por esto, cuando los religiosos habian comenzado á predicarles y darsela; los convidaban de las provincias comarcanas, para que les fuesen á dar noticia de Dios y de aquel que decian, que era gran rey de Castilla. Torquemada dice, que quedaron muy admirados de que habia rey en Castilla, porque nunca tal se les habia tratado en los siete años pasados, que habian tenido de guerra.

Digo, que cuando el Adelantado y sus españoles hubiesen querido ocultar á los indios, que eran vasallos del rey de Castilla, de donde venian, no era posible, supuesto lo que todas las Historias de estos reinos refieren. Porque como en esta tambien queda dicho, y estos mismos autores dicen; cuando pasó el general Juan de Grijalva, hizo notorio á los indios como eran vasallos de un rey muy poderoso del Oriente,que era el rey de Castilla. Lo mismo habia hecho D. Hernando Cortés en Cozumél, cuando allí estuvo, y aun como dice Bernal Diaz, aquellos indios le pidieron una carta de favor, para que si viniesen á aquel puerto otros españoles; fuesen de ellos bien tratados, y no les hiciesen agravio, la cual carta les dejó. Mas por estenso se lo declaró á los indios de Tabasco, despues de haber peleado con ellos, cuando dieron la obediencia, nombrándose espresamente vasallos del rey de Castilla el Emperador. Como pues, era posible, que á los indios se lo hubiera ocultado el Adelantado, aunque quisiera, habiendo estado tres veces españoles con ellos antes, que viniese á la conquista, y las dos con las demas el Adelantado, que habiendo sido en ambas capitan, y no particular soldado, parece forzoso le conociesen los <140> indios. Demas, que una de las razones con que procuraban persuadir á los indios, viéndose tan pocos contra tan desproporcionada multitud, era decirles. Que advirtiesen, que aunque ellos siendo tan pocos por alguna mala fortuna pereciesen; eran enviados de un rey tan poderoso, que en sabiéndolo, enviaria otros muchos mas, que con todo rigor los sujetasen porque tenia muchas naciones y señorios debajo de su imperio, y que asi no se fiasen en verlos pocos, sino que diesen la obediencia á un rey tan poderoso y á quien tantos obedecian.

Ni aun parece haber razon prudencial, que persuada haber querido ocultar, que eran vasallos de los reyes de Castilla, porque esto se pudiera presumir, si ellos hubieran tenido intento de tiranizar esta tierra, alzándose con ella; porque si este no era su intento, á que propósito habian de encubrir, que tenian rey y señor natural, cuando el saberlo los indios, y que era tan poderoso, era el mayor freno para que se quietasen. No solo no tenian tal intento, pues daban noticia á todas las partes que podian de lo mal que les iba en la conquista, pidiendo favor y socorro para proseguirla; pero aun una de las grandezas que con razon alegan en probanzas auténticas, que he leido, hechas en contradictorio juicio con fiscal real, es: que en tantos años, como duró sujetar á estos naturales, no hubo motin en ocasion alguna ni alboroto, que al Adelantado ó capitanes diese cuidado. No niego tampoco, que los indios dirian á los religiosos, que el Adelantado y su gente no les habian dicho, que habia rey de Castilla, y que eran sus vasallos y que se hiciesen de nuevas en presencia de los religiosos, diciendo, que entónces llegaba á su noticia, lo creo; pero esperimentando estamos la poca verdad que tratan y la facilidad con que se perjuran, jurando falsamente á cada paso, y asi se echa de ver, que fué composicion que fingieron los indios, pues cuando no hubiera mas, que haber estado los españoles las tres veces que se ha dicho en esta tierra y comunicádolos, no parece posible ocultárseles, quienes eran los conquistadores. El obispo lo escribió, conformándose con lo que aquellos religiosos dijeron, que habian dicho los indios, pero estos, parece cierto haberlos engañado, ni el obispo estuvo en esta tierra hasta el año de cuarenta y cinco, cuando pasó por ella tan de paso, como se dice adelante en su tiempo, y no podria hacer la inquisicion de esta verdad con la asistencia que queria, como ni los escritores que le siguieron, no habiendo estado en esta tierra.

 

CAPITULO XIV.

De otras cosas que se dicen del tiempo de la guerra

con los Indios, y como vinieron otros religiosos nuestros

á Yucatan.

No menos pondera el obispo D. Fr. Bartolomé de las Casas, <141> asi en aquella plática, como en el tratado de la destruccion de las Indias, las crueldades y tiranias, que el Adelantado y sus castellanos, dice haber hecho en estos años, que intervinieron de guerra con los indios, desde que llegó de España á este reino de Yucatan, hasta que le desampararon, sin poder conseguir sujetar á estos naturales, como se ha visto en los capítulos antecedentes, y porque siguiéndole los que despues han escrito las cosas sucedidas en las conquistas de estos reinos, dicen casi trasladando unos de otros lo que escribió, diré lo que refiere, y todos como digo casi con unas mismas palabras. "Entró en Yucatan un conquistador el año de mil y quinientos y veinte y seis, con trescientos hombres, que hicieron tan crueles guerras, y tan grandes matanzas en los pobres indios, como en breve esperimentaron. Y porque no tenian oro, por hacerlo de sus propias personas y sacarlo de sus entrañas, ya que no lo hallaba en las de la tierra; hizo esclavos á todos los que dejó con vida, y cargando muchos navios, hizo de ellos tal barato, que daba á escoger entre cien doncellas una por una arroba de aceite, de vino ú de vinagre: y lo mismo un muchacho bien dispuesto por este precio, escogido entre ciento. Y acaecia vender un mancebo, que parecia hijo de un príncipe por solo un queso y cien personas por un caballo. Y en estas obras tan crueles se detuvo con su gente siete años, asolando tantas tierras y matando sin piedad aquellas gentes, por quien Jesu-Cristo derramó su sangre. Y que los tristes indios que escaparon con vida, estaban tan hostigados, que solo oir el nombre de cristianos los asombraba, pensando eran todos como aquellos, que tanto mal les habian hecho. Esto es en suma lo que escriben de este capitan y sus castellanos, lo cual mirando los sucesos atentamente, no parece haber podido suceder con el esceso que se dice, aunque sucediese parte de ello."

Estos siete años en que escriben haber hecho tan escesivas crueldades con los indios, son (como en los mismos escritos se dice) los que estuvieron el Adelantado y sus castellanos en este reino de Yucatan, desde que capitulada su pacificacion, vinieron y no pudiendo conseguirla: perdido, cuanto para este fin habian gastado, la desampararon, yéndose á Tabasco, Nueva España y otras partes, como en este libro segundo queda referido. Claramente consta por sus capítulos, cuan belicosos hallaron los españoles á los indios de este reino de Yucatan, cuan obstinados en no querer dar la obediencia ni sujetarse á ellos, pues salieron á recibirlos en Aké, recien llegados de guerra, donde tuvieron la batalla referida con perseverancia, hasta segundo dia, sin desamparar su asiento y los demas encuentros, y peligrosos trances, en que con ellos se vieron. Como obligaron á los españoles á que despoblasen la ciudad, que primer fundaron en Chichen Ytzá que se puede decir, casi fué <142> con ignominia de la nacion española, saliendo huidos de noche, y como suele decirse á cencerros tapados, porque no acabasen con ellos, pues en solo un dia habian muerto ciento y cincuenta. Los peligros en que se vió el Adelantado en Coni y Chichen Ytzá, con el indio que quitó el alfange á su esclavo, y el otro cacique, que con su espada le iba á matar. En Campeche ya se dijo, como le tuvieron en su poder para llevarlo á sacrificar, si Blas Gonzalez y otros trás él no le libraran. En la Provincia de Cochvá ya se refirio como trataron al capitan Alonso Dávila, y sus compañeros, pues la guerra tan continua que les hicieron, les obligó á despoblar la Villa Real, que habian fundado, y pasar los trabajos que padecieron. La guerra que los indios tan porfiadamente hacian á los españoles, obligó al Adelantado á retirarse á Campeche para poder embarcarse allí sin riesgo, si se viese de el todo perdido, como despues se vió necesitado de dejar este reino totalmente, como cosa por entónces perdida. Casi todas estas batallas de los indios, refiere Herrera en el discurso de su Historia General, con que conforman las probanzas de méritos de los conquistadores que he leido.

Véase por esto, quienes eran superiores á quien en estos siete años, que duró la guerra con los indios, si lo eran ellos, ó los españoles. ¡Quién se puede decir, que eran los molestados y afligidos, pues los españoles no tuvieron lugar seguro donde permanecer con la continua molestia con que los fatigaban, sin perder ocasion en que no se sujetasen los indios para ver si los podian acabar? Estos son los indios, con quien se dice usaron las crueldades referidas en estos años, que no parece haber sido posible, con la demasia que se dice. Porque si los indios fueron en ellos tan superiores á los españoles que con guerra los obligaron á que les dejasen su tierra libre, y ellos señores de ella como antes: como se compadece ser los españoles tan superiores, que tuviesen poder para hacer tanta inmensidad de esclavos, como se dice, y que pudiesen dar á escoger entre ciento uno por una arroba de aceite ó vino, y un indio, que se dice parecia hijo de un príncipe, por un queso. ¿Cuándo los españoles hubieran tenido á los indios tan sujetos, que estuviesen maniatados, y la impiedad se dilatase á rienda suelta, no pudieran hacer mas. Pero prevaleciendo en todos estos siete años los indios contra los españoles, que se vieron en tantos riesgos de perecer todos á sus manos; colija el discurso como puede convenir lo uno con lo otro?

Ni por esto digo, que no hicieron esclavos algunos indios, que si hicieron; pero serian los que en las batallas cogiesen, que segun ellas pasaron, y queda dicho, sin comparacion no pudo ser. ni con muchos millares, los que se dá á entender en los autores que han escrito. Y estando tan rebeldes, como estuvieron estos indios, lícito les era hacerlos esclavos segun <143> queda referido en la capitulacion hecha para la pacificion de este reino. Bien pudo ser hábido en estas guerras el mancebo, que el obispo D. Fr. Bartolomé de las Casas dice haber visto por sus ojos, que habia sido vendido por esclavo, siendo hijo de uno de los mas principales caciques de esta tierra, que como tal saldria en alguna de ellas contra los españoles, y estos prenderle entre otros y venderle con ellos. Lo que yo he alcanzado de los papeles que he visto, asi de estos españoles, como de los que segunda vez vinieron, y se referirán en el libro siguiente, que siempre les rogaron con la paz. Y sino, cual fué la causa, porque cogieron al Adelantado en Campeche, sino por salir á decirles, que se sosegasen, pues no les hacian mal alguno los españoles. Véase adelante la instruccion, que el Adelantado dió á su hijo, cuando le sostituyó la capitulacion, y dió su poder para hacer despues esta conquista, en que tanto le encarga, mire por el bien de los indios. El obispo de Chiapa escribió por relacion lo que dijo de este reino de Yucatan, porque no estuvo en él, cuando ello sucedió, y asi la que le dieron, pudo no tener la certidumbre que debia. Confieso, que si persona de tanto crédito diga, afirmara, que lo habia visto, que no me persuadiera á lo contrario, sin evidentísimas razones; pero quien le informó pudo hablar ó escribir la relacion apasionado, y su señoria con piadoso corazon, y amor entrañable, que á los indios siempre tuvo, condoliéndose de ello lo escribió.

Los indios de Cholula, habiendo recibido á D. Hernando Cortés y á sus españoles con mucha fiesta y regocijo al parecer; con traicion, que tenian concertada con Montezuma y con promesa de su ídolo principal, que les habia certificado acabarian con los españoles; tenian trazado de matarlos y llevar vivos los que pudiesen á Montezuma, para que él los sacrificase en Méjico. Alcanzólo á saber Doña Marina la Intérprete, que dieron en Tabasco, y dió noticia de ello á D. Hernando Cortés. Convenciólos de aquella traicion, y confesaronla, demas de esperimentar y verla, y aun dijeron, como tenian creido se habian de dar una muy buena hartazga con las carnes de los españoles, para que ya tenian aparejadas las ollas con sal, y así. Entónces hizo un gran castigo en ellos, y dice Bernal Diaz estas palabras. "Y se les dió una mano, que se les acordará para siempre, porque matamos muchos, y otros se quemaron vivos, que no les aprovechó las promesas de sus falsos ídolos. Y cerca del fin del capítulo, en que refiere todo el suceso como acaeció dice. Aquestas fueron las grandes crueldades que escribe, y nunca acaba de decir el señor obispo de Chiapa D. Fr. Bartolomé de las Casas; porque afirma y dice, que sin causa ninguna, sino por nuestro pasatiempo, y porque se nos antojó, se hizo aquel castigo, &c." y luego prosigue acabando de satisfacer con la causa que tuvieron para hacerlo. <144>

Los segundos religiosos, que vinieron á Yucatan fueron cinco, cuyos nombres no escribe el Padre Torquemada en su monarquia, solo dice, que el Padre Fr. Antonio de Ciudad-Rodrigo, siendo provincial de la Santa Provincia del Santo Evangelio de Méjico, los envió el año de mil quinientos y treinta y siete en busca de nuevas gentes, á quien predicasen la ley de Dios, y reino de los cielos. Ellos vinieron predicando y enseñando por los pueblos de Guazacualco y Tabasco, donde ya estaba poblada la Villa de Santa MARIA de la Victoria, y llegaron á Xicalanco; de alli pasaron á Champoton y á Campeche. En este camino, y entre estas gentes, dice, que se detuvieron dos años, y que hallaban en los indios habilidad y disposicion para venir á nuestra fé y creencia, y que esto era, como la ausencia del Padre Fr. Jacobo los dejó con la leche en los labios, asi oian de grado, y deprehendian la doctrina cristiana. Acabados los dos años, parece haberse vuelto á Méjico, porque no traian instruccion para quedarse, sino de volverse á la presencia de su prelado. Si el bachiller Francisco de Cárdenas Valencia, para hacer la relacion que acabó el año de mil y seiscientos y treinta y nueve, para enviar al Cronista Mayor de Indias D. Tomas Tamayo de Vargas, leyera estas Historias, no dijera en ella, que los primeros religiosos que vinieron á predicar el Santo Evangelio á Yucatan, fué en el año de mil y quinientos y cuarenta y cinco. Sin duda se rigió por un librillo escrito de mano, que hay en el idioma de los indios, que le escribieron los de muy dentro de la tierra, despues de su conversion, en que notaron algunas cosas de aquellos tiempos, desde la segunda venida de los españoles, y algo de las guerras referidas. Y aun el Padre Torquemada, habiendo dicho en el libro diez y nueve, que el padre Fr. Jacobo vino á Yucatan el año de treinta y cuatro, dice despues en el vigesimo, que vino el de treinta y uno, y que despues de vuelto á Méjico le hicieron custodio, habiendo dicho, que lo era actual cuando vino, y no lo fué mas de una vez, siendo custodio, como habia dicho antes en el capítulo de los provinciales.

LIBRO TERCERO.

DE LA HISTORIA DE YUCATAN.

 

CAPITULO PRIMERO,

 

Vienen segunda vez los españoles á Yucatan,

y resistenlos los indios como la primera.

Ya que el no haber asignado los conquistadores el tiempo determinado, y año en que sucedió cada cosa de las que voy refiriendo, sino hecho las probanzas con indeterminacion de poco mas ó menos; ha ocasionado no poder yo tampoco afirmarlo para la claridad y gusto, que diera saberse, y aun integridad á estos escritos: por lo menos la verdad de el hecho me consta, de muchísimas que he leido auténticas y legales, á que se debe todo crédito. Queda dicho al fin del libro antecedente como la mucha guerra que los indios hacian á los españoles, la falta de bastimentos, armas y otras provisiones que ya sentian, y sobre todo irse los que hallaban ocasion con la fama de el descubrimiento de las riquezas del Pirú, y poco provecho que en Yucatan esperaban de sus trabajos, donde (como en una relacion que ya he citado se dice) habia calamidades muchas; oro y plata poca, sobra de desventuras y hambres continuadas: todo esto ocasionó despoblar esta tierra. No pudo consevarla el Adelantado, aunque habia gastado toda su hacienda. Fué á la Nueva España á rehacerse de lo necesario, dejando acá algunos amigos, que no le desampararon, y habiendo comprado navios y prevencion sin duda cuantiosos, pues los escritos que he leido le dan nombre de armada, queriendo volver, se le encomendó la pacificacion de Tabasco. Para concluirla hubo de venir Gonzalo Nieto, como se dijo, á Yucatan por la gente que en él estaba. Habia quedado el capitan Alonso Dávila miéntras volvia el Adelantado, y con la nueva ocasion de Tabasco, hubo de ir allá á ayudar al Adelantado.

Dió principio á la pacificacion de Tabasco, y no queriendo venir los indios en lo que era razon, ni poner en ejecucion la obediencia, que á nuestros reyes habian dado; fué necesario sujetasen las armas los ánimos, que no podia pacificar la benevolencia. Con la llegada de los capitanes Alonso Dávila y Gonzalo Nieto, y soldados, que estaban en Yucatan, se mejoró el partido del Adelantado, que viendo en su compañia aquellos amigos conocidos á fuerza de trabajos é infortunios, se alegró mucho. Fué mas dificultosa la pacificacion de lo que presumieron, porque los indios con la comunicacion de <157> los españoles, les habian perdido en mucho el miedo. A los españoles daba cuidado la incomodidad de la tierra para hacer la guerra por el práctico dictámen, que su eleccion quisiera. Muchos los pantanos y cienegas (inconveniente grande para ayudar los de acaballo á los infantes) la numerosa multitud de indios, que la habitaba muy escesiva, con que se iba dilatando, y acabándose los bastimentos que habian traido, y por fuerza se los quitaban á los indios. Tambien de aqui se le iban los soldados, porque tampoco es tierra de oro ó plata, y andaban disgustados, porque con la demasiada humedad y calor de la tierra, enfermaban muchos y morian algunos.

Llegó esto á poner al Adelantado en mas necesidad de gente y bastimentos, de la que entendió á tiempo que quiso Dios llegase á la Villa de la Vitoria el capitan Diego de Contreras con un navio suyo, en que llevaba muchos bastimentos y otras provisiones, de que en Tabasco se necesitaba, y en él tambien iban un hijo suyo, llamado Diego de Contreras, y otros veinte españoles. Rogóles el Adelantado, se quedasen en su compañia, pues no iban necesariamente á otra parte determinada, porque estaba en condicion de perderse lo trabajado, diciéndoles el servicio grande que harian al rey en ello, y prometiendo gratificárselo despues en su nombre, con que se quedaron en Tabasco, sirviendo con sus personas, navio y lo que él llevaban. Fué este socorro en aquella ocasion tal, que se dice en sus probanzas, bastó á que el Adelantado pudiese permanecer entónces en Tabasco, hasta que con mayor ayuda consiguió (aunque á costa de muchos gastos y trabajo) la pacificacion de toda aquella tierra, que duró segun la cuenta mas cierta que hallo, hasta el año de treinta y siete. Por el trabajo y gastos, que en ella tuvo, se le adjudicó al Adelantado, juntamente con el gobierno de Yucatan, título que hasta hoy dura á los gobernadores. Por esta causa prueba el Adelantado haber poblado la Villa de la Vitoria; porque aunque por la Historia General de Herrera parece estaba ya poblada, cuando el Adelantado hizo esta pacificacion, ó se despoblo can el rebelion de los indios, ó aquello estaba tal, que fué como conquistarlo de nuevo. No he hallado hasta ahora mas singularidades que escribir de la pacificacion de Tabasco; algun dia (dejando Dios salir á luz estos escritos, como espero en él sucederá) pesará á los interesados, sin poderlo imputar á omision, pues bien notoriamente he andado rogando á todos, miéntras gasto el tiempo en ello, me dén sus probanzas, méritos, para referir todas las acciones dignas de memoria, como si me importara á mi mas el escribirlas, que á los descendientes de sus dueños el que se hagan notorias, y salgan de mucha confusion, que hay en el conocimiento de esta materia.

Pacificado Tabasco, dió órden el Adelantado D. Francisco de Montejo de componer su armada, que si era la que vino <158> de la Vera-Cruz, ya necesitaria de ello, aunque por algunos escritos fué otra, y prevenidos soldados, municiones y armas, que sabia bien eran necesarias para volver segunda vez á Yucatan, como quien tenia tanta esperiencia y tan á su costa, de los naturales que la habitaban. Solicitó tambien en la Nueva España y ciudad de Chiapa, los ánimos de algunos, que vinieron á ayudarle á proseguir la conquista de esta tierra. Salieron de Tabasco y llegaron á ella. Algunos escritos dicen, que vino personalmente el Adelantado, y en otros parece darse á entender vino su hijo: confusion que se debe de originar, de tener un mismo nombre. Tengo por mas cierto vino el Adelantado mismo á traer la armada y dar principio, y luego se volvió al gobierno de Tabasco, quedando su hijo D. Francisco á gobernar los soldados, como podrá verse, por lo que despues se dice. Solo digo ahora, que el navio en que los Contreras llegaron á Tabasco, sirvió en este viage y en ir y venir de alli á Champoton, hasta que se consumió, sirviendo en la conquista.

Eligieron á Champoton para desembarcar y asentar real, por parecerles puerto á proposito, mas cercano á Tabasco, comenzar desde allí lo mas poblado y tener á la vista los bageles con que proveerse de lo necesario y recibir el socorro de gente, que el Adelantado remitia. Desembarcaron, pues, en Champoton, segun la cuenta que me parece mas cierta el año de mil y quinientos y treinta y siete. Los indios con malicia los dejaron salir á tierra pacificamente, sin alboroto alguno, ni dar muestra de el pesar que recibian, viendo otra vez á los españoles en su tierra, cuando entendian ya los habian dejado; y viendo cuan pocos y destrozados habian salido la primera vez, tenian por cierto no vendrian segunda. Pero la divina bondad tenia determinado el gran número de almas que habian de venir al verdadero conocimiento de su Criador, por medio de esta venida, y asi fortaleció el ánimo del Adelantado, para ejecutarla, y al de los que le siguieron para acompañarle, aunque no habia esperanza de minas de oro, ni plata para despues de conseguida la victoria, y se sabia la dificultad de la empresa.

Viendo los españoles el sosiego de los indios, les pareció estaban ya mas afables y de diferente parecer, por haber sabido, tenian ya sujetos á los de Tabasco sus vecinos; aunque no por eso dejaban de estar con toda vigilancia, recelosos por las traiciones pasadas, con que diversas veces los habian asegurado para dar despues mas á su salvo en ellos. Todo les fué necesario, aunque no suficiente, para que á pocos dias, como alli habian llegado, una noche no tuviesen bien conocido peligro. Aguardaron los indios que fuese media noche, y junta la mayor multitud que pudieron, con todo silencio (que no fué poco para su natural de ellos atreverse de noche y callando) fueron, <159> como quien sabia tan bien las veredas y pasos al real, donde estaban sitiados los españoles. Cogieron de improviso á una de las centinelas, á quien luego quitaron la vida, y á las voces de éste, y estruendo, que comenzaron á hacer los indios, despertaron los demas españoles. Recurrieron á sus armas admirados, no tanto del acometimiento, como de que hubiese sido de noche, cosa tan poco acostumbrada entre ellos, y trabóse una peligrosa contienda para los españoles, que como los mas no sabian la tierra, y á eso se juntaba la obscuridad de la noche, todo para ellos era confusion. A las tres partes de tierra que tenian, Oriente, Occidente y Sur, oian voces y estruendo de los indios.

Pelearon los españoles con esfuerzo, pero no bastante, á que no muriesen algunos, aunque á costa de muchos de los indios, que rindieron las vidas á manos del valor y armas españolas. Fué aflojando el furor, con que los indios habian acometido, sintiendo los que de ellos morian, y oyendo las voces y gemidos que los heridos daban, pidiendo socorro y ayuda á los sanos, con que comenzaron á desaparecerse. Los españoles, sin noticia aun de la tierra, y como la oportunidad de la hora les era poco favorable, no los siguieron, con que murieron muchos menos de los que perecieran á ser en ocasion diferente. Juntáronse en su real, y aguardaron el dia. con que recogieron los cuerpos difuntos de los españoles, que fueron pocos, y diéronles sepultura, quedando los vivos mas advertidos de la atencion, que necesitaban tener en lo restante. En muchos dias no parecieron indios con señal de guerra, pero iban faltando á los españoles los bastimentos, porque se los ocultaban, cuanto era posible. La suspension con que en este tiempo estaban los indios, no era ocio: ocupabanse en hacer llamamiento general, convocar y atraer á si todas aquellas comarcas y sus caciques contra los españoles, que ignoraban el intento, que los indios tenian. La falta de vitualla iban supliendo los españoles con el pescado que cogian, de que son muy abundantes aquellas playas. Sucedió, que en una ocasion dos españoles se alejaron del real, y los indios, que no descuidaban punto de hacerles el daño posible, los hubieron á las manos. Lleváronlos á toda prisa, sin que lo viese español alguno, con que no pudieron librarlos, y los sacrificaron á sus ídolos, comiéndoselos despues, como tenian de costumbre, y teniendo (como dice una relacion antigua) como por reliquia la pequeña parte, que á cada uno alcanzaba, y el demonio que no se descuida, debió con esta ocasion (segun alli se dice) de incitarles el apetito, que saboreado con las carnes de los españoles; no se sació, y mataron muchos de sus muchachos, sacrificándolos á sus ídolos que debió de ser, pidiéndoles victoria contra los españoles, y despues se los comieron. Lo que resultó de la convocacion de los indios, se dice en el capítulo siguiente. <160>

 

CAPITULO II.

Juntan los indios grande ejército y vense en mucho peligro los españoles.

Fundan en Champoton una Villa, que llamaron San Pedro.

 

En el tiempo, como iba diciendo, que parecia, que los indios de Champoton dejaban descansar á los españoles, estaban haciendo liga y confederacion de todos los mas caciques de esta tierra que podian atraer á si, porque aunque son de una lengua, no toda ella estaba sujeta á un señor, que entre si tenian sus guerras, y enemistades heredadas de padres en hijos, como en otra parte se dice; pero ahora se aunaban contra el que juzgaban comun enemigo. No fué asi como quiera esta Junta, porque asentaron sus cosas debajo de sus juramentos y seguridades, segun su costumbre, y mediante ellas fué grande la multitud de indios, que de diversas partes se junten en Champoton. Dió cuidado á los españoles ver tanto bullicio de indios mas que los acostumbrados, y conocieron cuan mal lo habian de pasar, si tan escesivo número los acometia, pues no parecia poderse ordenar á otra cosa, y asi aguardaban el fin prevenidos. Juntos ya los indios confederados, acometieron con horrible estruendo al real de los españoles. Resistieron valerosamente á los indios, aunque se defendieron con todo esfuerzo; no bastaba á comportar tanta multitud de enemigos, como les habia sobrevenido. Peleaban casi con desesperacion, y asi era grande el número de los indios que morian; pero el corage con que ellos se habian determinado era tal, que daban por bien empleados mil que faltasen de los suyos, por quitar la vida á un español que tanto aborrecian. Faltaban ya algunos de los nuestros (que cualquiera falta en la ocasion era muy sensible) y conociendo, que permanecer era manifiestamente buscar la muerte y perderse todo; hubo de ceder esta vez el valor á la multitud, y se fueron retirando con buen órden á la playa á valerse de las embarcaciones. Siguieronlos los indios con gran ímpetu (que parece, aumenta el valor al contrario ver las espaldas al enemigo) y decianles mil injuriosas afrentas. Entraron el real donde habian estado alojados, y cargaron con las ropas y demas cosas que en él habian quedado, porque la repentina embarcacion no cuidó de recogerlo.

Los indios se vistieron las vestiduras de españoles, que hallaron, y con ellos desde la playa daban grita á los españoles, mofando de ellos, y enseñándoselos con escarnio. Muchas veces perderse una victoria no es por falta de valor, que los vencidos tuviesen: ni el retirarse es todas veces cobardia. Atribuian á ella la retirada de nuestros españoles, y vituperabánlos los indios, ¿diciéndoles, qué donde estaba su valentia, que como <161> habia huido? Sintieron tanto los nuestros estos baldones, que posponiendo las vidas á la estimacion y aprecio de la reputacion y fama, prevenidos de todas sus armas, volvieron á salir á tierra, que aunque resistidos de los indios la cobraron. Gran admiracion causó á los indios ver, que los que se habian retirado al parecer vencidos; tan presto volviesen con nuevos alientos á hacer rostro á sus vencedores. Mucho debió de hacer desmayar á los indios la valerosa resolucion de los nuestros, porque aunque se trabó otra muy reñida contienda entre los dos campos, viendo los indios que acercándose á los españoles perecian muchos de el los, y que los nuestros fallecian pocos y que á los que de ellos se retiraban no los seguian, fueron poco á poco dejándolos en el sitio que habian recobrado. No era por entónces otra su pretension de los españoles, pues les bastaba en aquella ocasion que los indios no quedasen con la gloria de haberles hecho perder la tierra; y el cansancio con que se hallaban no les daba lugar á seguirlos, ni aun acertarian á ello, porque aun habia indios descansados, como eran tantos. Finalmente, aunque á pesar de los indios, se hubieron de quedar los españoles en el sitio que les ganaron.

Con esta vuelta de los nuestros á tierra, perdieron mucho el ánimo los indios, y no determinándose otra vez á dar batalla, como aquella multitud era de gente allegadiza, aunque son de poco comer; les comenzó á faltar su mantenimiento de que habian hecho poca provision, presumiendo acabar presto con los españoles Ocasionó esto, que los que no eran de la comarca de Champoton, se volviesen á sus tierras, con que quedaron los españoles mas desahogados y con algunas esperanzas de mejoria en la prosecucion de su conquista. Muchos trabajos padecian con estas dilaciones, porque eran pocos para penetrar tierra tan poblada como ésta, hasta que quiso Dios, que viéndolos los indios de Champoton tan perseverantes, que por ningun modo intentaban desamparar la tierra; y que no les hacian mal, sino era provocados; trabaron alguna amistad con los españoles, y esta se fué aumentando con la comunicacion que con ellos tenian, hasta tratarse ya como amigos, aunque los nuestros no dejaban de recelarse del natural de los indios. No daban paso adelante por via de fundacion; porque aunque desde alli hacian algunas entradas en la tierra, eran tan mal recibidos de los indios, que les obligaba á volverse á reparar á su real en Champoton, único refugio de sus fatigas. Como estaban en puerto de mar, y ya habia noticia de ello, solian llegar algunas fragatas, con que los pobres españoles socorrian algunas de sus necesidades. Tal vez les quedaban compañeros de nuevo, y tal se les iban otros de los antiguos, viendo el poco fruto que se conseguia con la dilacion que pasaba. Llegó á término, que se vieron solamente diez y nueve españoles en Champoton, y lo conservaron algun tiempo, que no es poco de ponderar, ni razon <162> que deje de escribir los nombres de los que he hallado que fueron Gómez de Castrillo, Juan de Magaña, Juan de Parajas, Juan López de Recalde, Juan de Contreras, Pedro Muñoz, y si hallare los de los otros los escribiré. Estos afirman en sus declaraciones jurídicas, haber estado con ellos en ocasion tan peligrosa D. Francisco, el hijo del Adelantado, cuya prudencia y buen tratamiento, dicen que los conservó.

Desde Tabasco procuraba el Adelantado enviar el socorro, que podia á su hijo; pero inclinábanse pocos á venir por la mala voz que corria de la conquista, y asi se valió del Adelantado D. Pedro de Alvarado. Habia salido un capitan suyo, llamado Francisco Gil á la conquista de Tequepan Puchutla, y habiendo mala comodidad de poblar, bajaron al Valle de Tun y Rio de Tanochil, que me parece es Tenozic, mal pronunciado y entendido entónces de los españoles. Halló este capitan la provincia de Puchutlá con lo restante de guerra, sin quererle dar la obediencia. No se dice en las informaciones que he leido, hubiese guerra con los indios; pero hicieronsela mas á su salvo, huyéndose los indios y alzándoles á los españoles todos los bastimentos, con que perecian de hambre, y pasándolas terribles y muchas desdichas, por haberse escondido los indios, llegaron al Rio de Tanochil ó Tenozic; donde poblaron una Villa, á quien llamaron San Pedro, con advertencia que declararon: que si para su conservacion y servicio del rey convenia mudarla, se pudiese hacer, sin incurrir mala nota por despoblar aquel sitio. Proseguia en la nueva poblacion la misma necesidad de mantenimientos, por no parecer los indios, y llegó á estremo, que los que traian de servicio de otras partes, se les morian. Parece habia ido Juan López de Recalde por su muger, hijos y criados á Chiapa donde los tenia, y venia con los demas en esta ocasion, y alli se le murió de hambre un hijo pequeñuelo que traia, quedando con el dolor que se puede entender de morir aquel angelito de aquella suerte. Testificó despues Francisco de Montejo, sobrino de el Adelantado, y como ya otra vez he dicho, capitan de la conquista de Yucatan, que él fué desde Champoton á esta Villa, donde vió los trabajos y miseria, que alli los españoles padecian, que son los referidos, y los que necesariamente á ellos se siguen.

Certificado D. Francisco el hijo de el Adelantado de la poblacion, que Francisco Gil, capitan del Adelantado de Guatemala, habia asentado en el Rio de Tenozic: jurisdiccion del gobierno de su padre, que lo era de Yucatan y gobernador de Tabasco, avisado tambien, que Francisco Gil traia órden de D. Pedro de Alvarado, para que pacificado, lo que tocaba á la suya; con la gente que pudiese, pasase á ayudar á los que estaban en Champoton; fué D. Francisco á la nueva poblacion y Villa de San Pedro, con veinte soldados, y hizo notorio á Francisco Gil, <163> como aquel territorio pertenecia á la conquista de su padre, y le requirió no procediese en nombre, y con autoridad de D. Pedro de Alvarado. Francisco Gil y los suyos viendo tan manifiesta la justificacion de lo que pedia D. Francisco de Montejo, se le entregaron todos como á quien gobernaba en nombre de su padre, y en él tomo la posesion de aquella Villa, sin contradiccion alguna. Concluido aquello con la concordia referida, se volvió D. Francisco de Montejo á hacer compañia á los suyos al puerto y lugar de Champoton, dejando el gobierno de aquella Villa y españoles al capitan Francisco Gil. Conservóla algun tiempo, pasando alli los españoles muchas necesidades, hasta que viendo cuan mal lo pasaban, y pareciendo que aquella poblacion no era á proposito para adelante, y que de presente era mas acertado juntarse con el hijo del Adelantado en Champoton, que asi se conservarian unos y otros mejor; resolvieron despoblar aquel sitio, pues se habia fundado la Villa con condicion, que si para la conservacion de los pobladores no era conveniente aquel sitio, se pudiese hacer sin incurrir mala nota. Tomado este acuerdo, dió órden el capitan Francisco Gil á Lorenzo de Godoy, que era su maestro de Campo, para que recogidos todos y su bagage, con buena órden viniesen en demanda de Champoton. Su trabajo les costó la venida, porque la tierra es cenagosa y llena de pantanos, y los indios de por alli no estaban del todo pacificos; pero en fin llegaron á Champoton y se juntaron con los que allá estaban, que se holgaron viéndose mas en número, y quedaron todos sujetos á la obediencia del mismo D. Francisco de Montejo, como teniente de gobernador y de capitan general por su padre. Con este nuevo aumento de compañeros, determinaron que su residencia en Champoton fuese por via de poblacion y convinieron en que la Villa de San Pedro, que despoblaron en el Rio de Tanochil ó Tenozic, se poblase en el sitio de Champoton, para que viéndolos los indios ya tan de asiento, se quietasen mas y los españoles viviesen tambien en forma de república. En esta conformidad se elegieron alcaldes, nombraron regidores y demas oficiales, con la misma condicion que poblaron en Tanochil. No he hallado razon destos nombramientos, ni quienes fuesen los nombrados, y debió de ser la ocasion, que como fué fundacion, como por via de depósito, y no permaneció ni se hicieron viviendas para perpetuarse, no se cuidó de ello, aunque en las probanzas de los Contreras, Recalde y otros, se hace relacion de lo que alli les sucedió, hasta que despues pasaron esta Villa y la poblaron en Campeche, con título de San Francisco. Cada cosa de estas, que voy refiriendo, sin poder decir el año en que sucedió, aunque el hecho esta contestado en diversas probanzas, confieso que lo siento; pero ya he dicho otras veces, que no tengo la culpa, sino la poca curiosidad de los conquistadores, cuando lo comprobaron, que con la notoriedad <164> del hecho se contentaron quedase la memoria en comun de lo sucedido.

 

CAPITULO III.

Intentan rebelarse los indios de Champoton, remedianlo los españoles,

y quieren otra vez dejar á Yucatan.

 

Habiendo ido D. Francisco de Montejo á ver á su padre á Tabasco y darle noticia de como pasaban en Champoton, algunos indios mudaron de intento, queriendo rebelarse contra los españoles; pero como ya muchos los habian cobrado voluntad, dieron aviso de ello al capitan Francisco de Montejo, sobrino de el Adelantado, á cuyo cargo habia quedado aquello en esta sazon. Dióle gran cuidado poder asegurar por rigor, para sosegarlo con las armas, si fuese necesario, porque eran pocos para ello. Esto, y lo que luego diré, me hace juzgar sucedió algo antes de haber venido el capitan Francisco Gil y los suyos, y hecho todos juntos la forma de poblacion que se dijo en el capítulo antecedente. Consultaron, que modo tendrian para atajar aquel mal, antes que fuese menester llegar á las armas, y los indios tuviesen lugar de mas prevenirse, y resolvieron era mas acertado ir cogiendo con cautela los caciques de el territorio, que se presumia movian los Animos de los indios y remitirselos al Adelantado, que á la ocasion estaba en Tabasco, para que apartadas las cabezas, los demas se quietasen. Ejecutose, como se habia resuelto, y aunque se cogieron algunos caciques y principales, sin alteracion de los indios, se ofreció otro inconveniente, que fué no haber quien se quisiese encargar de llevarlos á Tabasco; ya por la aspereza y distancia del camino, ya por el peligro que corrian, habiendo de ir por tierra, porque no habia comodidad para ir por la mar, aunque era viage mas á proposito y mas fácil.

Ofreciose á llevarlos Juan de Contreras, hijo de el capitan Diego de Contreras (de quienes ya se ha hecho mencion) y pareciéndole al capitan Francisco de Montejo, que era persona de valor y satisfaccion, fió la accion de él, y le entregó los indios. Aseguraronle la salida y algun tanto la distancia del camino, hasta salir de la jurisdiccion de Champoton, por si acaso los indios saliesen á quitarselos, y con la mayor brevedad que pudo, llegó con ellos á la Villa de la Vitoria, donde el Adelantado residia. Recibiólos con señal de enojo; pero considerando prudentemente, que el rigor en aquella ocasion no podia dar buen espediente á lo que se pretendia, y que seria posible que los indios con recelo del castigo se harian mas dificiles de reducir sin armas: que los españoles que habia en Champoton, eran muy pocos, si los indios se congregaban, como la otra vez hicieron; templó el enojo con los presos. Reprehendiolos con alguna afabilidad, y afeóles el quebrantamiento <165> de la fidelidad y obediencia prometida al rey y á él en su nombre. Dijoles como, aunque podia castigarlos con la pena de muerte que merecian por el delito cometido, no queria para que con la esperiencia viesen como los españoles no buscaban su daño, sino vivir con ellos en paz y quietud, siéndoles buenos amigos. Despues los regaló y aun dió algunas cosillas de Castilla de las que tenia, diligencia que del todo sosegó los corazones y ánimos de aquellos caciques. Hizo de ellos, como suele decirse, del ladron fiel, y volviólos á enviar á Champoton, con que agradecidos (aunque al parecer bárbaros) ellos eran quienes quietaba á los indios, si algun desabrimiento se les ofrecia con los españoles.

Pasados algunos dias, habiendo hecho la nueva poblacion de Champoton, tuvieron noticia de que los indios que vivian el rio arriba algo dentro de tierra, andaban alterados, y temiendo no alborotasen á estotros, envió D. Francisco al Maestro de Campo de Francisco Gil, que ya se ha dicho, se llamaba Lorenzo de Godoy, con diez y ocho españoles para que lo reconociese, si era como se decia. Yendo rio arriba, dieron con mas de ochenta canoas de indios de guerra, con quien fué forzoso pelear, porque no solo les impedian el paso, viéndolos tan pocos, pero aun los acometieron con grande griteria. Pasaron nuestros españoles, aunque con peligro, y cogieron tierra cerca de unas albarradas, que los indios prevenidos tenian hechas para su defensa. Estaban de la parte de tierra muchos indios para resistir la entrada, que vistos por los nuestros, trataron de volver á dar cuenta de lo que pasaba. Los indios, que á la ida hallaron, que se habian juntado con otros en mas canoas, los aguardaron á una vuelta del rio, y dieron en ellos tal carga de flechas y varas, que los obligó á retirarse de entre aquella multitud, y salieron, que no lo tuvieron á dicha pequeña. Vencido este peligro, llegaron á Champoton ó Villa de San Pedro; mandó prevenir la mas gente de á pié y todos los caballos que habia, y quedando con algunos en guarda de la Villa, envió á los otros el hijo del Adelantado, dándoles por capitan á su primo Francisco de Montejo, para que reprimiesen el orgullo de aquellos indios. Fueron adonde los compañeros decian haber sucedido lo referido, y hallaron á los indios puestos en resistencia con albarradas y otros fuertes que tenian hechos para defenderse, pero valióles poco su prevencion toda. Rogaronles con la paz, y no valieron amonestaciones, ni requirimientos, y asi se hubo de remitir á las armas. Resistieron algun tanto los indios; pero matándoles los españoles algunos y ganadas las fuerzas y albarradas; unos comenzaron á flaquear, los mas huyeron y otros quedaron presos, con que aquel territorio se sujetó, y con los prisioneros volvieron á Champoton los nuestros, con costa de algunas heridas que sacaron, aunque ninguno de ellos peligró, á Dios las gracias. <166>

No hay duda, sino que el Adelantado fué desgraciadísimo en esta conquista, porque como para venir de España con la gente que trajo á la primera entrada, gastó tanta suma de hacienda, que hasta su mayorazgo vendió como se ha dicho; con que ya por estos tiempos estaba muy gastado, no podia acudir con tanto socorro como era necesario, á los que en esta tierra estaban. La fama de las riquezas del Pirú volaba: la de la pobreza de esta tierra era ya notoria, sin minas ni otros provechos, de que en las demas gozaban los españoles despues de los trabajos. Aficionaba poco esto á los que de fuera pudieran venir á ayudarle; á los que estaban en Champoton desazonaba mucho, que no lo pasaban bien y que no daban paso adelante ganando tierra, con que procuraban ausentarse todos los que podian, unos huyéndose en canoas, otros por tierra, como mas bien se les ofrecia la ocasion para ello. Hubo de ir el hijo del Adelantado á ver á su padre, para tratar de mejorar el estado de las cosas, y dejó el cuidado de todo al capitan Francisco de Montejo su primo. Este reconocia el peligro en que estaba, yendósele la gente, que era su perdicion manifiesta, y el que habia si se perdiese una vez aquel puerto, habiéndose esperimentado lo que les costó verse señores dél, y asi señaló algunos los mas confidentes y aficionados á la perseverancia para que sosegasen y recogiesen á los que pareciese querian irse, y hallasen que de hecho se iban. Uno de los que con singular asistencia cuidaron de esto, fué Juan de Contreras, que en no pareciendo alguno, le buscaba y traia á la presencia de los compañeros, diligencia que ocasionó perseverancia en algunos, viendo que otros que habian intentado fuga; con el cuidado que habia, eran vueltos al real, y tenian empacho de verse entre sus compañeros, á quienes habian querido dejar en la necesidad mas apretada.

No fueron diligencias bastantes, cuantas hacia el capitan Francisco de Montejo, para que los que estaban en la Villa de San Pedro de Champoton, viendo cuan á lo largo iba el mejorar partido, que la tardanza de el socorro iba muy prolongada y que ya habia casi tres años estaban alli sin poder pasar adelante, desesperados ya, no tratasen de despoblar la Villa y irse cada uno por donde su ventura le deparase, pues ya no podian conservar la tierra ni permanecer en tanta necesidad como se hallaban. Comunicáronlo con el capitan que los animó á la perseverancia cuanto pudo; pero su determinacion llegó á tanto, que los mas tenian ya hecho su matalotaje y dispuesto su avio para el camino. Los alcaldes renunciaron las varas para poder irse con mas libertad, y los regidores hicieron tambien renunciacion de sus oficios, y todos tenian puesto su fardaje para embarcarse, y solo se trataba de desamparar esta tierra y su conquista.

Tomaron mejor acuerdo, capitan, alcaldes y regidores, que <167> juntos á consejo determinaron no ejecutar tan intempestivamente aquel intento, sino dar noticia dél al Adelantado para justificarle mas, aunque sabia bien los trabajos que alli pasaban y quedar con menos peligro de la mala opinion en que podian tenerlos con tan grave resolucion. Parece estaba á la sazon el Adelantado en Tabasco, aunque juzgo (por la instruccion, que poco tiempo despues dió á su hijo y se pone en el capítulo siguiente) que ya gobernaba la Ciudad Real de Chiapa de españoles, y allá determinaron avisarle de lo que pasaba. Hubo de ir el capitan Juan de Contreras con los despachos, y esta nueva, y dióla al Adelantado con larga relacion de la última desesperacion en que quedaban los de la Villa de San Pedro de Champoton. No dió pequeño cuidado al Adelantado la resolucion de los suyos, por los grandes gastos, que en la prosecucion de la pacificacion de este reino tenia hechos, y si los españoles que en él estaban, le volvian á desamparar, casi quedara imposibilitado de poder conseguirla. Con el cuidado de ella, tenia cuando llegó la nueva Juntos algunos españoles, para que viniesen á Champoton á ayudar á los demas que alli estaban, y con este peligro á la vista, con dádivas y promesas agregó á aquellos los mas que pudo. Miéntras podrian llegar, despachó á Alonso Rosado, que era uno de los que estaban para venir á que diese noticia á los de Champoton de el nuevo y presto socorro que ya les iba, y que con toda seguridad podian esperar. Llegó Alonso Rosado y dió la nueva, con que se consolaron y detuvieron (porque no hay duda sentirian perder tanto como alli habian padecido) y con toda diligencia quedó el Adelantado previniendo el despacho, y concluido lo mas que pudo, envió á Juan de Contreras por delante á decir como ya salia.

Por algunos escritos parece poderse entender vino personalmente el Adelantado en esta ocasion á Champoton con los españoles, que de allá vinieron. Haya venido ó no (que no hallo suficiente claridad para afirmarlo) ellos llegaron, trayendo alguna provision de bastimento, ropa y armas con que los que alli estaban se reforzaron y concibieron nueva esperanza de poder pasar adelante con la pacificacion de Yucatan, y no se despoblaron como querian. Pareceme tambien ayudó haber ido D. Francisco el hijo del Adelantado á la Nueva España á juntar mas soldados, porque en las probanzas del capitan Gaspar Pacheco y Melchor Pacheco su hijo, testificó despues el mismo D. Francisco, que habiendo ido él á la Nueva España á hacer gente para pacificar estas provincias, cuando bajó á ellas, quedaba el capitan Gaspar Pacheco en la Villa de San Ildefonso, que él como capitan y cabo de los españoles que alli se hallaron,habia conquistado y poblado en la Nueva España en la provincia de los Zapotecas y indios Miges (de que tambien hace mencion Herrera en su Historia General) y como supo <168> que D. Francisco bajaba á esta tierra; despues de ya llegado á ella, luego vino con veinte hombres de á caballo que trajo á su costa, y le alcanzó en Campeche al comenzarse la conquista, y de alli á tres meses vino su hijo Melchor Pacheco, que tambien sirvió en ella, con que parece haber estado el hijo de el Adelantado en la Nueva España juntando la gente para Yucatan, por fines del año de treinta y nueve, cuando sucedia en Champoton lo referido, segun la cuenta que mas cierta he podido ajustar.

 

CAPITULO IV.

Sostituye el Adelantado la conquista en su hijo,

y refierese la instruccion que le dió, para hacerla.

Ya parece se les abre la puerta á mejor fortuna á los españoles que estaban en Yucatan, que sin duda los que perseveraron con el Adelantado de los que con él vinieron de España, merecen nombre de verdaderamente constantes, pues á tantos trabajos no cedieron. Doliase el Adelantado de la pérdida comun suya y de ellos; y asi dice una relacion antigua, que viendo la mala fortuna con que proseguia lo que tanto le costaba, y satisfecho del valor de su hijo D. Francisco, determinó poner en sus manos la pacificacion de Yucatan, y que totalmente corriese por su cuenta. Estaba gobernando el año de mil y quinientos y cuarenta la Ciudad Real de Chiapa de españoles, y desde alli le envió á llamar á Champoton, donde parece habia llevado la gente que trajo de Nueva España, con que ya estaba engrosado el número de los españoles para poder acometer alguna cosa de importancia. Fué D. Francisco á Chiapa á verse con su padre, donde le sostituyó los poderes que del rey tenia, para pacificar estos indios y poblar á Yucatan de españoles, y fué esto con tanta presteza, que en un mes ya estaba de vuelta en Champoton con todos los recaudos necesarios, para disponer por su arbitrio la conquista. Con todo eso le dió su padre una instruccion de como habia de portarse, que me ha parecido justo referir á la letra, para crédito suyo y reputacion de los demas, que como ya referí, notaron de tan crueles. La instruccion es como se sigue.

COGOLLUD.TM1 Continued
Previous Section Table of Contents Next Section

Return to top of page