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David Bolles
 

Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language

CAPITULO SEGUNDO.

Como vinieron otras dos veces corsarios ingleses,

y de una eleccion capitular de esta provincia.

Como sucedió haber rendido D. Alonso el patache ingles que llegó á Campeche, segun se dijo en el capítulo antecedente, ellos, ó sentidos del mal suceso, ó con el deseo de robar, que siempre traen, volvieron el año <100> siguiente de noventa y nueve á esta tierra con mas fuerza. Dieron fondo en la isla de Cozumel, como parte ménos defendida, y separada de esta tierra; pero luego se dió aviso al gobernador D. Diego Fernandez de Velasco, y habiéndole recibido dió noticia á todos los puertos para que estuviesen prevenidos, y especialmente el de Holcoben que llamaban Rio de Lagartos, por haber en él alguna ropa y hacienda. Valió la diligencia, y tambien el hallarse Antonio Pérez alcalde de aquel puerto adelante de él hacia Cozumel, porque dió aviso á la villa de Valladolid como uno de los navíos del enemigo venia para el puerto, que enviasen gente que le defendiese, y le hallarian á él en el puerto cuando llegasen. Ofreciose á ir para la defensa Alonso Sanchez de Aguilar, alférez mayor de aquella villa, á quien se le dió comision con título de caudillo, y con los españoles que luego se le pudieron juntar, y ayuda de indios flecheros, salió aquel mismo dia ocho de abril por la tarde, y por el camino se le juntaron mas españoles, porque por aquellos pueblos suelen andar muchos, y especialmente en el pueblo de Tizimin. En dia y medio llegaron al puerto de Holcoben, y fué necesaria toda esta presteza, porque hallaron que el navío habia yá dado fondo á vista del puerto, y hecho presa de algunos barcos pequeños que estaban sin defensa. Lo primero que en el puerto se hizo fué poner en cobro toda la hacienda y géneros de la tierra, que habia de valor, y estuvieron dos dias los enemigos sin hacer demostracion de querer salir á tierra, despues de los cuales alzaron velas, y desaparecieron.

Escribió luego el alférez mayor al gobernador y á la villa como habian desaparecido, pero le fué dada órden que no desamparase el puerto, porque habia nueva cierta de que en la isla de Cozumel quedaban otros dos navíos grandes y un patache. Recibida la órden, se quedaron en el puerto haciendo prevencion de trincheras <101> en las partes convenientes, para impedir la entrada al enemigo, y con cien cueros curtidos reparo y cubrió el alférez mayor los vacíos que hacian, por el riesgo que corria la gente de ellas, asegurando primero á los dueños que los pagaria de su hacienda. En estas diligencias pasaron once dias, y al cabo de ellos dieron vista al puerto los enemigos con las otras dos naos grandes y el patache. Dieron fondo y echaron las lanchas al agua, señal de querer salir á tierra, y conocido el intento puso el alférez mayor de manifiesto cuatro banderas, representándole batalla. Echó el enemigo hasta sesenta hombres en las lanchas, que entraron con gran impetu por la canal que hace el puerto, y se fueron acercando á tiro de mosquete para tierra, desde donde le dispararon la arcabucería, y acercándose mas la flechería de los indios, con que se detuvieron sin pasar adelante. Llegó la hora del Ave Maria, y retirándose algo á la mar, dejo á la entrada del puerto quince hombres en vela con cuerda encendida. Reconociéronlos los centineles del puerto, y dieron aviso al alférez mayor, el cual envió gente que en contraposicion estuviese tambien en vela, con que unos y otros pasaron así aquella noche. El dia siguiente vieron los de tierra que los navíos bajaban la costa abajo, como para venir á la ciudad de Mérida, ó pasar á Campeche, y el alférez mayor dió noticia al gobernador, y se estuvo en el puerto con la gente hasta que recibió órden de que podia irse á la villa de Valladolid, habiendo sustentado aquel tiempo así á españoles como á indios á expensas de su hacienda.

Al año siguiente de mil y seiscientos, vinieron á estas costas, ó los mismos cuatro navíos, ó otros de ingleses, que dieron mayor cuidado, porque por medio de algunos prisioneros que en la mar cogieron, echaron voz de que venian con ánimo de entrar la ciudad de Mérida, y esto con tiempo tan anticipado, <102> que por el mes de febrero yá se habian descubierto en la costa. El gobernador, previniendo el remedio, mandó tocar arrebato, y juntándose todos los vecinos y encomenderos con la presteza que acostumbran delante de las casas reales, les hizo notorio cómo los enemigos habian robado algunas fragatas del trato, que hallaron en Rio de Lagartos, y cómo habian dicho venian á la ciudad con ánimo de entrarla. Alistó luego soldados que fuesen al puerto de Sisal, que es el que tiene camino mas abierto para ella, y con treinta despachó al capitan Ambrosio de Argüelles, miéntras se disponian mas que fuesen en su seguimiento, y salieron á nueve de marzo á medio dia, aunque el calor de la siesta por aquel tiempo es de ordinario muy grande, sin aguardar á que declinase el sol por el peligro que podia ocasionar la tardanza. Llegados á otro dia al puerto, repartió el capitan los soldados por la playa para hacer posta aquella noche, y amanecido el dia siguiente, se hicieron cuatro trincheras muy fuertes en las partes mas convenientes, para impedir la salida á tierra, cargando el mismo capitan, y á su ejemplo todos, la madera, arena y demas materiales para ellas, (que no fué pequeño trabajo; y por los calores muy sensible, y mas habiendo indios á quien pudieran dejarle), con que se acabaron con presteza, y quedó el puerto fortificado. Necesaria fué la diligencia, porque luego parecieron los cuatro navíos á la vista de él, donde estuvieron veinte y cuatro dias.

A los treinta españoles primeros que fueron, siguió con presteza muy erecido socorro, porque quedó disponiéndole el gobernador, y fortificando la ciudad y camino de ella. Dejó en la plaza mayor, que lo es de las armas, doce piezas de artillería con que habia servido el rey para la defensa de la ciudad, y marchó para el pueblo de Hunucmá, que dista cinco leguas del puerto. allí hizo alto, y envió al capitan Juan <103> de Magaña, regidor de Mérida, para que como su lugar teniente asistiese en el puerto, y llegado á él diese noticia del estado de aquello,y juntamente viniese á su presencia el capitan Ambrosio de Argüelles, para comunicar con él algunas cosas. Habiendo llegado el capitan Juan de Magaña al puerto con el crecido socorro que llevaba, visto por los enemigos, retiraron los navíos la mar á fuera, con que la gente de tierra se retiro á tener alguno descanso. Los enemigos descubrieron desde la mar que no andaba tanta gente en la playa como ántes, y presumiendo que se habian retirado, viéndolos alejar, volvieron las proas al puerto. Como ni era descuido ni falta de gente lo que pudieron tener por tal, viendo los de tierra que se acercaban demasiado, y que estarian yá como media legua de ella, salieron todos á darles vista. Juntamente avisó el capitan al gobernador, desde luego que aproaron á tierra, cómo venian, y luego que el gobernador recibió la nueva, salió con el resto de la infantería y caballos para el puerto. Pararon su curso los enemigos á la vista de la gente que en él parecio; y llegando el gobernador se alojaron los mas con bien poca comodidad, por ser corta la que el paraje tiene. Como los enemigos vieron tanta gente por la playa, y la gran resistencia que habian de tener queriendo salir á tierra, sin duda juzgando por tiempo perdido su detencion en el puerto, y dando vuelta para la mar, desaparecieron, que no fué mas visto vajel alguno en aquella costa por aquel año, habiendo estado veinte y tres dias á la vista del puerto. Detúvose en él el gobernador algunos dias recelando algun engaño de que hubiesen desaparecido para que los soldados se retirasen á la ciudad no pareciendo yá enemigos, y despues desembarazado el puerto, desembarcar su gente sin riesgo. Viendo que de ninguna parte se daba aviso de que pareciesen, se fué el gobernador á la ciudad, dejando <104> algunos soldados en el puerto por lo que pudiese acontecer, y para que con presteza diesen aviso de cualquiera acaecimiento.

Acababa yá el segundo trienio de provincial de esta provincia el R. P. Fr. Alonso de Rio Frio, y vino á visitarla el R. P. Fr. Miguel López, comisario nombrado por el muy R. P. Fr. Pedro de Pila, que aún era comisario general de las provincias de la Nueva-España. Acabada la visita celebró capitulo provincial en el convento de la ciudad de Mérida, á veinte de agosto, del año de mil seiscientos. Salió electo provincial con todos los votos de los capitulares - el R. padre Fr. Francisco Arias Bustamante, y difinidores los RR. padres Fr. Francisco Selles, Fr. Alonso Solana, Fr. Antonio de Ciudad Real, y Fr. Alonso Ortega. No hubo novedad alguna acerca de los conventos. En la congregacion que el R. padre provincial celebró despues, á veinte y ocho de abril de mil seiscientos dos años, en el convento de Mérida, se dió título de vicarías á la doctrina del convento que hay es de Maxcanú, y el pueblo de Opichen por de su administracion y anexo, y á la del convento de Telchac con los pueblos Dzemul y Sinanché por sus sujetos.

Terminando su trienio de provincial el R. padre Fr. Francisco de Bustamante, visitó esta provincia el muy R. padre Fr. Diego Caro, comisario general de la Nueva España, y celebró capitulo en Mérida á cinco de enero de mil seiscientos y tres años, siendo en él electo provincial el R. padre Fr. Antonio de Ciudad Real, y difinidores los reverendos padres Fr. Francisco de Bustamante, que acababa de ser provincial, Fr. Gaspar de Nájera, Fr. Bartolomé Dávila y Fr. Antonio de Villalon. En este capítulo se dió título de guardianes á los dos vicarios de los dos nuevos conventos de Maxcanú y Telchac instituidos en la congregacion precedente. Quedó minorado el número de los conventos de esta provincia, por los cuatro que mediante <105> el litigio que movió la clerecia, se nos quitaron, de que en este libro se da larga noticia, y así parece haber quedado con veinte y dos conventos. La tabla de la congregacion correspondiente á este capitulo no parece yá en el archivo de esta provincia, y así no doy razon de lo que en ella sucedió, ni cuándo se tuvo, así por lo dicho, como por no haber en estos tiempos religioso alguno vivo de aquellos á quien preguntarlo. En ellos habian consumado felizmente el curso de su vida algunos religiosos, ocupándola en la doctrina de los indios, administrándoles los Santos Sacramentos, y predicándoles el Santo Evangelio, y he reservado para este lugar hacer memoria de ellos, porque no la hay cierta del dia ni año en que murieron algunos, ni el padre Lizana la debió de hallar para dejarla en su devocionario, siendo quien tuvo (como dice) los memoriales de ellos, y así diré lo que nos deja escrito.

 

CAPITULO TERCERO.

De algunos religiosos de los primeros tiempos

de esta provincia, que en estos eran yá difuntos.

El primero que segun la antiguedad del tiempo me ocurre es Fr. Juan de Mérida. Fué uno de los conquistadores temporal es de esta tierra, y dejando lo que en la conquista habia granjeado, recibió el hábito de nuestra religion para lego en el convento de la ciudad de Mérida, y tan recien venidos los primeros religiosos que por la tabla del primero capítulo custodial consta era yá profeso, y está en ella asignado por morador del <106> convento de Izamal. Era arquitecto, y así proveyó Dios á la provincia de Maestro que hiciese temples donde su Divina Magestad fuese adorado y reverenciado de los nuevos cristianos que entónces se bautizaban. Edificó gran parte del convento y iglesia antigua del convento de Mérida. Todo el convento y iglesia de Maní, el de Izamal, el de S. Bernardino de Sisal en la villa de Valladolid y parte de otros, que son fábricas muy fuertes y bien obradas, y se muestra su maestría y trabajo en ellos. Y para que no se haga dificil el crédito de haber edificado tantos conventos, digo que el número de indios que trabajaban era muy grande. Todo el convento y iglesia de Maní se dice que se hizo en siete mesas, pero fué dando el cacique, que habia sido señor de aquel territorio, seis mil indios que trabajaron en la fábrica. A muchos enseñó este bendito religioso la de albañilería y cantería, y dispuso las cosas de suerte que se acababan con tanta brevedad. Como esta tierra estaba tan abundante de indios, y regados sus corazones con la divina gracia, los ministros con espíritu celestial todo parece que se facilitaba. No por estos trabajos corporales faltaba á los ejercicios del espíritu, pasando en oracion mucha parte de la noche, y á todo le ayudaba el Señor, dándole fuerzas bastantes. Murió en el convento de Mérida con mucha opinion de virtud y santidad.

El padre Fr. Antonio de Figueras fué natural de Figueras en el reino de Toledo. Recibió nuestro santo hábito en la provincia de Castilla, y paso á esta de Yucatan en la primera mision de religiosos que vinieron de España el año de mil quinientos cuarenta y nueve. Dice de él el padre Lizana: "No me peso sino que donde hallé su vida escrita no dice mas de estas razones. Vino á esta provincia el padre Fr. Antonio de Figueras el año de cuarenta y nueve con el <107> santo Landa y venerable padre Navarro, que fuéron apóstoles verdaderos de esta tierra. Y si de los dos he dicho que fueron muy siervos del Señor, y que obró por ellos milagros; no menos digo del bendito P. Figueras, el cual se crió entre siervos de Dios, que lo fueron sus padres naturales de Figueras, reino de Toledo. Tomo el hábito en la santa provincia de Castilla, y paso á esta el año dicho, donde fué apostólico varon, y muy grande trabajador y defensor de los indios. Murió santamente, y segun nuestra santa fé goza de eterno descanso, por ser su vida muy perfecta, y sus virtudes conocidas, y mas para imitar que para poderlas declarar," Y luego dice: "Estas son las palabras, si bien el que las deja escritas es digno de todo crédito, por ser religioso de mucha virtud, y que le trato mucho á este santo varon." Yo digo que me holgara hubiera escrito quién fué el que dió este testimonio, pues era mas digno de saberse que de omitirlo, siendo tan virtuoso.

De otro compañero de la primera mision, llamado Fr. Antonio de Valdemoro, dice. Que vivió en esta provincia de Yucatan cuarenta y ocho años, y trabajó en ella apostólicamente todos ellos, habiendo venido de la de Castilla. Fué muy gran lengua de los indios, y mal sufrido en las vejaciones que veia hacérseles, por cuya defensa le trataron mal algunas veces. Decia que cualquiera á quien sustentataban, ó comia algo suyo, debia defenderlos, pues estaban declarados por menores y no capaces para volver por sí. Que sus padres espirituales debian á fuer de tutores mirar por ellos, y sobre esta materia hacia varios discursos. Era hombre de los robustos y fuertes en lo natural que ha pasado de España á las Indias, y llegó á estar en el convento de Mérida, ántes que muriese, diez años, impedido de vejez sin otra enfermedad conocida. Paso aquel tiempo con mucha oracion, pobreza y celo de la religion, y murió santamente y con tanta pacificion <108> cuanto su condicion en lo natural habia parecido rígida.

Dice del padre Fr. Alonso de Sosa que fué de los primeros obreros de esta provincia, y era hijo de la de Portugal. Trabajó mucho en la administracion de los indios, y fué observante religioso. Del mucho trabajo cegó, y así padeció muchos años, mas con tal tolerancia y alegria de espíritu, que jamas dió muestra de impaciencia. Murió con opinion de gran siervo del Señor.

De por aquellos primeros tiempos fué el padre Fr. Juan Velázquez, nacido en la ciudad de Mérida de esta tierra. Dice de él el padre Lizana que fué gran lengua de los naturales, y excelente ministro, muy siervo de Dios y observante de su profesion. Fué muy cuidadoso del bien de los indios, y así dió principio á nombrar los ministros que cuidan los enfermos, repartidos por barrios, para que los visiten cada dia dos veces, y necesitando de algun Sacramento, vengan á decirlo al doctrinero para que vaya á administrárseIe, de que yá se ha dado razon en el libro cuarto, y así no se dice aqui mas de que á este bendito religioso se le deben las gracias de esta tan piadosa institucion, cuanto necesaria, conocido el descuido natural de los indios, con que quizá muchos murieran sin Sacramentos, si esto no se hubiera ordenado. Que fué uno de los religiosos de mas consideracion que hubo en su tiempo, y corona de los nacidos en esta tierra. Murió en el convento de Motul, donde quedó sepultado en la capilla mayor, año de mil quinientos noventa y cuatro, y que oyó decir á los que le alcanzaron y comunicaron que fué estimado por varon apostólico.

El R. padre Fr. Thomé de Arenas, de quien queda dicho fué dos veces provincial, vino á ella de la Castilla muy á los principios de la fundacion, y trabajó en ella como gran siervo de Dios. Obligado de la obediencia <109> fué provincial las dos veces, porque no queria otra ocupacion sino el ministerio de los Santos Sacramentos para con los indios, y para con Dios la de la oracion.

Puesto por la obediencia en la prelacía, procedió, tan á satisfaccion de todos, que jamas le visitaron defecto propio ni omision para con los súbditos: Gran fiador lleva consigo el que es llamado á las prelacías por la obediencia que ejecuta. Mal se le puede asegurar el que las consigue con violentas solicitaciones, que despues á muchos los derriban á su perdicion y descrédito. Fué este bendito varon tan pobre, que apénas tenia lo muy necesario de ropa para pasar, segun nuestro estado. Si algun religioso traia el hábito roto, se quitaba el de su uso, si era mejor, y se le daba, diciendo que él por provincial, ó muy anciano, le darian mas presto otro con que socorriese su necesidad. Vivió treinta años en esta provincia, y murió santamente, quedando de él tal opinion en esta tierra. Por el año de mil quinientos cincuenta consta de las tablas capitulares que estaba yá en esta provincia el padre Fr. Francisco de Santa Marina, religioso lego. Vino á ella de la custodia de Galicia, provincia de Santiago, donde estaba opinado de muy siervo de nuestro Señor. Segun la verdad lo era, y tanto, que no parecia haber nacido para otra cosa, ni queria la Divina Majestad que aquel su siervo se le ocupasen, porque lo estaba de su mano. Parecia así, porque siendo muy humilde y obediente, parece que nunca acertó á hacer lo que la obediencia le mandaba en las obras y trabajos exteriores de la órden, para los cuales habia tomado el hábito, y conocíase tenia voluntad y deseo de hacerlo, pues nunca repugnó á cosa alguna que la obediencia le mandase. Concurriendo en él una sencillez admirable, con tanta razon y memoria tenacísima, que se acordaba de todas las cosas que le habian pasado, y los nombres de las personas que comunicó, <110> sin que fuese necesario preguntarle circunstancia ni cosa alguna en lo que conversando trataba.

Fué muy perseguido del demonio que le azotaba y mal trataba, sintiendo no poder perturbarle su quietud espiritual. Llegó á estar tan advertido el santo viejo, que en sintiéndole, luego levantaba una cruz que consigo traía, y le decia: Anda, enemigo, que yá te conozco. Eran tantas las veces que le maltrataba, que solia el estruendo causar alboroto en el convento de Mérida, y acudiendo los religiosos á verle, le hallaban sudando y muy congojado. Preguntándole qué era aquello, decia: No duerme el enemigo, es menester velar para escapar de sus manos, Dios sea conmigo. Llegó por su mucha edad á estar como decrépito, y ya fuese por la continuacion de las tentaciones pasadas, ó ya porque tambien entónces el enemigo (como él decia) no dormia, á cualquiera que le llegaba á hablar, le decia que se fuese y no le tentase. Cuando hubo de pasar de esta vida mortal, fué Dios servido que tuviese su juicio cabal, y entera razon. Pidió él mismo los Santos Sacramentos, que recibió con mucha devocion y humildad, pidiendo perdon de sus defectos á todos los religiosos. Llegó la hora de su tránsito, y habiendo dicho cosas admirables, y de gran fervor espiritual á un Santo Crucifijo que en sus manos tenia, dió el espíritu á su Creador, quedando como un angel.

Los religiosos edificados solicitaban tener alguna partecita de su pobre hábito, y de las otras pocas cosas de que usaba viviendo, las cuales estimaron por reliquias, como al bendito varon por santo. Era hombre de mas de cuarenta años cuando vino á esta provincia y vivió en ella mas de sesenta y siete, y así murió de ciento ocho años, y aún de esta edad era de admiracion cuál andaba y acudia á los actos de comunidad, sin faltar, y siempre con su rosario en la mano. No tuvo enfermedad en toda su vida, y murió sin otra mas que <111> la vejez, consumido el húmido radical y calor natural que la sustenta.

 

CAPITULO CUARTO.

Continuase la memoria de otros religiosos antiguos.

El padre Fr. Andres Marcos, dice tambien el padre Lizana, que pasó á esta provincia de la de Castilla al principio de las conversiones, y no fué lengua de los indios, porque no la pudo aprender. Fué natural del Cubillo en tierra de Uzeda, y de tan sencillo natural, que creia todo lo que le decian, con tal que fuese en alabanza de Dios, ó de su pueblo. Con esto era observantísimo de la regla, y su inocencia daba suficientes muestras de que tenia la sabiduria del cielo. Fué estimado como santo, y tenido por tal muchos años vivió en esta provincia, que fuéron mas de cincuenta. Murió de ochenta de edad, y sesenta y cinco de religion.

Al padre Fr. Bartolomé Garzon trajo el bendito padre Fr. Lorenzo de Bienvenida á esta provincia de la de Castilla, donde recibió nuestro santo hábito en el real convento de nuestra Señora de Esperanza de Ocaña Era predicador cuando vino, y lo ejercitó con gran fervor de espíritu, tan celoso de la honra de Dios, que no sufria se cometiese en su presencia por obra ó palabra culpa alguna sin que la reprendiese, y por eso fué tenido por de áspera condicion, aunque conocido su santo celo. Ocupóle la obediencia en la predicacion de españoles y indios, y murió con la opinion de siervo de Dios con que vivió.

Otro religioso, llamado Fr. Francisco de Miranda <112> de la santa provincia de Andalucía, de los muy antiguos en esta, fué aficionadísimo á la lengua de los naturales, la cual supo muy bien. Era de apacible natural. Fué muy observante de la regla, y murió en el convento de Maní, donde está sepultado, habiendo ocupado treinta años en la doctrina y enseñanza cristiana de estos indios. Aunque el padre Lizana dice que fué provincial de esta provincia, consiguiente al santo Fr. Francisco de la Torre, consta de lo dicho en estos escritos que he dirigido por las tablas capitulares originales, no haberlo sido entónces, ni en otro tiempo, aunque sí difinidor en el capitulo celebrado el año de mil y quinientos y setenta.

El padre Fr. Francisco Perales (á quien trajo de España tambien el padre Bienvenida) fué eminente lengua de estos naturales, varon de gran tolerancia en los trabajos y enfermedades, habiendo llegado por causa de ellas á estar casi sin cascos en la cabeza, y las piernas quebradas: cuando le curaban cantaba, aunque le aplicasen hierros ardiendo. Cantó él mismo todo el oficio de difuntos estando para morir, y despues con un santo Crucifijo en sus manos con fervor de espíritu le dijo: Vamos, Señor, que nunca de mi voluntad me he detenido en esta vida, mas aguardaba vuestra venida, y pues yá llegaste, vamos, y así espiró. Bien se puede entender seria á eterno descanso el tránsito de quien tan prevenido estaba. Murió en el convento grande de Mérida, donde fué su cuerpo sepultado.

El R. padre Fr. Alonso de Rio-Frio vino en la mision que trajo el padre Bienvenida el año de mil quinientos sesenta y uno. Salió de la santa provincia de Castilla para esta de Yucatan, donde como se ha dicho fué dos veces provincial, muy prudente, y quien dispuso las ordenanzas de aquellos tiempos para el buen gobierno de esta tierra. Era persona de letras; y sus dichos muy estimados y tenidos por sentencias. Lo <113> mas necesario no le falto, que fué ser observante de la religion y administracion de doctrina á estos naturales. Fué un muro fuerte en defender las causas eclesiásticas y á los indios, pero con toda prudencia y maduro acuerdo. Vivió treinta y siete años en esta provincia, y murió con opinion de gran siervo de nuestro Señor en el año de mil quinientos noventa y ocho, segun esta cuenta.

Fr. Antonio de Tarancon de la mision del precedente, y hijo de la provincia de Castilla, sirvió al Señor en esta con alma y cuerpo. El espíritu ocupado lo mas de la noche en oracion, á que acompañaba siempre con dos disciplinas rigorosas sobre un continuo cilicio que traia, siendo muy abstinente. Corporalmente trabajo mucho, porque edificó gran parte del convento de Guadalajara en Castilla, en el de la Puebla de Los Angeles la mayor parte de él, y mucho en aumento del de Mérida en esta provincia. Obraba tan presto en ellos, que les parecia á los religiosos, y lo decian, que mas era efecto de la oracion, que trabajo suyo crecer tanto los edificios. Fué muy humilde, y así amado de todos, porque su boca era una risa y placer, y sus manos vertian caridad. Vivió muchos años en esta provincia, y murió santamente, quedando sepultado en el convento de Mérida.

El padre Fr. Juan de Padilla (de la segunda mision que traJo el padre Bienvenida) fué natural de tierra de Toledo, y recibió el hábito de nuestra sagrada religion en el convento de recoleccion del Castañar, de la santa provincia de Castilla. Era yá predicador cuando vino á esta, en que trabajó cuanto pudo para bien y utilidad de los indios, no tanto en su administracion, por no ser lengua muy consumada, cuanto en procurarles favores de la silla apostólica y reales. Fué dos veces á España, y trajo dos misiones de religiosos. Era tan dada á la santa oracion, que apénas dormia, y tan <114> amigo del silencio, que una palabra ociosa no se habia de hablar en su presencia, muy humilde y pobre. Tres veces fué difinidor y guardian del convento de Mérida, y aunque los prelados le reconocieron con la capacidad y prudencia necesaria para estos oficios, le dotó Dios de una sencillez santa, teniendo buen concepto de todos, y de que trataban verdad, con que le persuadian á algunas cosas imposibles, que le admiraban. Refiere el padre Lizana que sirviéndole por su mucha vejez en la celda un corista, le preguntó una vez: Hijo ¿á qué hora hace la media noche en este tiempo? Queriendo preguntar que á donde señalaban á media noche las estrellas que suelen llamar guardas del norte. El corista le respondió. padre nuestro, á las doce hace ahora la media noche. El bendito varon sin reparar mas, le dijo atendiendo á su concepto que habia formado en la pregunta: pues, hijo, llámame á esa hora. En ella debia de querer ejercitar algun acto virtuoso, con la quietud que ofrece. Vivió en esta provincia cuarenta y cinco años, y aunque el padre Lizana dice que cincuenta, no pudo ser, pues murió el año de mil seiscientos. Fué sepultado en el convento de Mérida con aplauso de santo é inocente, título que le daban todos los que en vida le comunicaron.

El padre Fr. Pablo Maldonado fué natural de la villa de Cifuentes y recibió el hábito de nuestra religion seráfica en la santa provincia de Castilla, de donde le trajo á esta el padre Bienvenida, ántes que fuese sacerdote. Aprendió la lengua de estos naturales con mucha perfeccion, y se ejercitó grandemente en la predicacion y ministerio de ellos, no resplandeciendo menos en virtudes que los demas de su mision. Habiendo gastado mas de catorce años en este santo ejercicio, le parecio no tenia la suficiencia necesaria para cura de almas, y por no haber estudios en la provincia, alcanzo licencias para ir á España á estudiar <115> en nuestro convento de Alcalá de Henares. Noten esto los que les parece que con solo saber la lengua de los indios, son idóneos ministros evangélicos, y esto lo advierto para dentro y fuera de la religion. Habiendo ocupado diez años en los estudios, salió buen teólogo; y viéndose ya con la suficiencia que le parecio necesaria, determinó volverse á esta provincia, donde habia escrito la resolucion con que estaba, y con esta noticia se le habian enviado poderes para pedir al rey una mision de religiosos. Hízolo así, y S. M., con el santo celo que en esto ha habido, le concedió un copioso número de ellos, que se dice fuéron treinta. Antes de traerlos á Sevilla fué á su patria á ver una hermana que tenia religiosa, por quien nuestro Señor obraba muchas maravillas, y comunicóle su venida. Al despedirse le dijo su santa hermana que no volviese á las Indias. Replicó que hacia escrúpulo de faltar á la administracion de los indios, porque era gran lengua, y habia ido á estudiar para satisfacer mas bien á aquel ministerio. Díjole segunda vez: hermano, no vaya, que el Señor no se sirve de ello. Respondióla que estaba resuelto de venir con los religiosos que habia juntado. Entónces ella le dijo: pues vaya, hermano, que no ha de llegar allá. Vino á Sevilla, y embarcado á su tiempo con los religiosos, año de mil quinientos noventa y dos, llegando al puerto de Ocoa, donde las flotas hacian aguada, murió allí, cumpliéndose la profecía de su hermana, y él con el término de su vida por ejecutar la obediencia que le mandaba traer los religiosos. Dice el padre Lizana que no se deben atribuir á liviandad estos viajes, ni á terquedad no hacer lo que su hermana le dijo, porque fué tenido por de vida inculpable y perfecto religioso. La causa de aconsejarle su hermana que no pasase otra vez á estos reinos, siendo enviado por la obediencia, queda reservada á Dios, que pudo ser la revelase á su sierva. <116>

El padre Fr. Hernando de Torquemada fué gran teologo, y muy útil en esta provincia, enseñando á muchos ministros las divinas letras, y predicando á todos. Tuvo grande humildad, con que obedecia los mandatos de los superiores. Celebraba mucho que los doctrineros predicasen á los indios, y animábalos á que lo continuasen, ya que el no sabia lengua para hacerlo. Decíales que muchas veces un soldado particular valia mas que un capitan para asaltar al enemigo, y que así un buen religioso con pocas letras y que sabia bien la lengua de los indios, valia mas que él con ser letrado, porque no sabia jugar las armas de la administracion, aunque sabia y disponia á los otros el modo. Murió como siervo del Señor, y esta enterrado en el convento de Mérida. No se dice de qué provincia era.

Fr. Cristóbal Villoldo, lego, hijo de la provincia de Castilla, y de la mision del padre Bienvenida, fué un retrato de San Diego en humildad y caridad extremada, segun refiere el padre Lizana, y que era venerado de los religiosos por varon santo y de inculpable vida, de mucho razon y tanto peso en sus palabras y modesta conversacion, que á todos admiraba. Fué observantísimo de la castidad, que ni palabra ni accion se le conoció que oliese á deshonestidad. Vivió muchos años en esta provincia, y murió con opinion de santo religioso, tenido por uno de los grandes siervos de Dios que en ella se han conocido. De comun parecer se le puso palma de vírgen cuando fué sepultado en el convento de Mérida, donde murió.

El padre Fr. Gerónimo de Arriaga, hijo de esta santa provincia, fué gran lengua de estos naturales, y muy cuidadoso ministro de su doctrina cristiana. Fuélo tambien el padre Fr. Juan de Tordesillas, nacido en esta tierra, religioso muy pobre y el mayor lengua de indios que hubo en su tiempo. Murió en el convento de Tinum, siendo guardian actual. El padre Fr. José <117> de Moyalejo, hijo de la santa provincia de Andalucía, fué observante religioso, y trabajó en esta muchos años doctrinando á los indios. El padre Fr. Juan Martinez, hijo de la santa provincia de Cartagena, fué excelente lengua de estos indios, y observante religioso siervo de nuestro Señor. El padre Fr. Juan de Santaella, hijo de la santa provincia de Los Angeles, vivió pocas años en esta, mas fué muy virtuoso. Fr. Alonso de Colmenar, religioso lego, venido de la santa provincia de Castilla, murió en Campeche con opinion de muy siervo de Dios. El padre Fr. José Muñoz, de la misma provincia, fué gran lengua de los indios, siéndoles tambien muy útil en la enseñanza de la música y órgano. Dejo muchos discípulos muy diestros en ambas habilidades y otros instrumentos con que en todos los pueblos se celebran los oficios divinos, que es digno de admiracion como en otra parte se dijo. Referidos los acaecimientos hasta el año de mil seiscientos, ajustadamente número perfecto, vuelvo á los del presente siglo en el capitulo siguiente.

 

CAPITULO QUINTO.

Litigio entre la clerecía y religiosos

de esta provincia sobre unas doctrinas de indios.

Tanto ha llegado á tener de confusa, cuanto se ha dilatado el tiempo en que se ha procedido acerca de la materia del presente capítulo. Dícese que siendo custodio ó provincial de esta provincia nuestro R. padre Fr. Diego de Landa, por andar vagueando algunos religiosos de otras órdenes. Y algunos clérigos. como <118> los nuestros no eran suficientes en número para sin increible trabajo acudir á la administracion de todos los Sacramentos, puso en algunos pueblos, para que dijesen misa á los indios, y bautizasen á los niños, algunos de aquellos forasteros, y cuando iban nuestros religiosos, que eran lenguas, suplian lo que podian haber ejercitado los que no la sabian. Usaba en esto de la autoridad apostólica que los superiores de las órdenes mendicantes tenian en estos reinos, en las provincias donde no habia obispo. Hízose despues en esta erecion de obispado, y cuando vino consagrado obispo,como yá se ha dicho, trayendo tantos religiosos, como trajo, habiendo aprendido la lengua, los repartió en aquellas doctrinas, como en administracion que era propia de los religiosos de esta provincia. De aquí tomó ocasion D. Cristóbal de Miranda, dean de la santa catedral de Mérida, luego que murió el santo obispo D. Fr. Diego de Landa, recibiendo el gobierno en la sedevacante en el cabildo, que le nombró su juez administrador, para mover litigio sobre algunas doctrinas, pronunciando un auto á veinte y siete del mayo siguiente del mismo año, sin haber pedimento de parte, y luego procedió á hacer informacion en órden á querer probar que el primero obispo D. Fr. Francisco Toral habia dado á los clérigos aquellas doctrinas y que habiéndole sucedido D. Fr, Diego de Landa, se las quito, y dió á los religiosos por haberlo sido de esta provincia, con que alegó que los clérigos habian sido violentamente despojados de ellas. Dejóse en este estado, como cosa que no tenia fundamento, por espacio de veinte años casi, (grandemente oscurece la dilacion del tiempo la verdad de las cosas que suceden,) hasta que siendo obispo D. Fr Juan de Izquierdo, cuyo tiempo de obispado voy refiriendo, renovó este pretenso despojo. A la peticion, que por parte del obispo D. Fr. Juan Izquierdo se presentó en el real consejo de las Indias, pidiendo que aquellas doctrinas <119> se quitasen á los religiosos, y se diesen á los clérigos, se proveyeron dos autos de vista y revista, el primero en diez y seis de enero de mil quinientos noventa y nueve años, y el otro en veinte y dos del mismo mes, en que se le denegó la dicha pretension y restitucion que pedia de los dichos pueblos y doctrinas.

Habiendo quedado en aquel estado, sin haber clérigo particular que hubiese reclamado, sino el dean Miranda, siendo provisor, y el obispo D. Fr. Juan Izquierdo, despues, el año de seiscientos uno, el bachiller D. Pedro Sanchez de Aguilar; queriendo ir á España á sus pretensiones, (que allá consiguió,) sin poder alguno de la clerecía, puso la misma demanda ante el obispo mismo D. Fr. Juan Izquierdo, pidiéndole recibiese informacion de testigos por la parte de los clérigos, alegando, que habia veinte y cinco años que se hizo el despojo. Presentóse esta peticion á quince de mayo de aquel año, y el obispo por su auto de aquel dia la mando hacer y recibir, siendo parte formal que habiendo hecho el mismo pedimento en el consejo, por los autos que se han dicho en vista y revista, fué contra el declarado. Esta y la precedente informacion se hicieron sin citacion de los religiosos, pero ahora se hizo con diferente alegacion. El dean Miranda intentó verificar que el obispo Toral dió las dichas doctrinas á los clérigos, y hizo probanza de esto, y ahora el bachiller Aguilar la hizo de suerte, que sin tratar de aquello dijesen los testigos que en tiempo del obispo Toral tenian los clérigos estas doctrinas, y aun hay testigo en ella que habiendo jurado lo uno en la del dean, juro despues esto otro en la segunda.

Habiendo hecho el bachiller Aguilar su informacion, presentó ante el gobernador D. Diego Fernández de Velasco una remisoria del obispo, para que con retencion de su beneficio de indios que administraba, pudiese <120> ir á los reinos de España, y para ello le pidió licencia. Reparó el gobernador en dársela, conformándose con la cédula real que ántes de ahora queda yá en otra parte referida, y proveyó un auto á veinte y tres del dicho mayo, en que dijo: "que hasta ahora su merced no le ha denegado ni deniega la dicha licencia que pide, sino exortándole asista en la doctrina y conversion de las almas que tiene á su cargo, por merced que en nombre de su majestad, conforme á su real patronazgo, se le hizo, por ser benemérito, del partido de Chancenote. La cual exhortacion su majestad le manda hacer con las personas semejantes, ántes de darles licencia para ir á los reinos de Castilla. Y de nuevo vuelve á le requerir y amonestar en nombre de su majestad, y por lo que toca al bien de las almas de los naturales, que tiene á su cargo, no los deja, y se desista de la ida, pues por sus peticiones consta con evidencia no ir á otra cosa que á sus particulares pretensiones, y para gozar de su beneficio, y defraudar el real patronazgo, lo ha pretendido colorear con decir que es enviado por el obispo á pedimiento de la clerecía. Siendo la verdad, como de los mismos papeles podrá constar y constará, si hubiera presentado el poder, como se le ha mandado, que sin preceder mandato del obispo, el dicho bachiller Sanchez de Aguilar solicitó algunos pocos ordenantes, que han venido de fuera de estas provincias, que le dieran el dicho poder. Porque los clérigos que hay naturales de esta tierra presbíteros, hijos de conquistadores y pobladores, todos tienen que comer por la iglesia, excepto Francisco de Aguirre, que por sus pocos letras y suficiencia, aunque habrá un mes se ordeno de misa, fué con aditamento que dentro de un año la cantase, para que en este tiempo aprendiese las ceremonias y un poco de Latin, y al cabo de este tiempo hay bien en que le poder ocupar. De modo que la ida es solicitada <121> para diferentes intentos y fines, pues públicamente ha dicho que no va á pleitear con frailes, sino á sus negocios. Y decir ahora que va á graduarse de licenciado y doctor, son nuevas invenciones como la del dolor de pechos que le ha dada despues de la primera exhortacion. Y el dicho bachiller lo es graduado en artes y cánones en la ciudad de México, aprobacion bastante para el partido que tiene. Y si otra cosa pretende, no ha de ser en fraude del patronazgo real y de las almas que le están encomendadas. Y decir que hay veinte presbíteros hijos de conquistadores y pobladores que podian quedar en su lugar, que son mas beneméritos que el, es querer engañar á S. M. ya su real consejo, porque excepto el dicho Aguirre, todos los demas están ocupados en sus partidos y beneficios. Y en prueba de esto declare y nombre el dicho bachiller Sanchez de Aguilar qué clérigos son estos: demas, que en todos estas provincias no hay clérigo tan hábil y suficiente como él. Y así le requiere y amonesta las veces que son necesarias, segun y de la manera que le tiene amonestado, que no renuncie el dicho partido que tiene, sino que se esté en él, pues el padre Herrera, que está en Castilla, podrá acudir á los negocios de los clérigos, sustituyéndole el poder, sin ir los curas de los partidos en cada flota á España Y si sin embargo de los dichos apercibimientos perseverare el dicho bachiller Pedro Sanchez de Aguilar en ir, dando noticia, acudirá á lo que S. M. le manda, conforme á la real cédula que manda se ponga en estos autos, con protestacion que hace de dar noticia á S. M. y á su real consejo de las Indias de lo que en esto sucediere, y de acudir á la defensa del real patronazgo, y que no se defraude con semejantes cautelas. Y así lo mando &c."

Notificósele este auto el mismo dia al bachiller Aguilar, y de ningun modo dió los nombres de los presbíteros fué habia dicho, como cosa que tal no era, y <122> prosiguiendo en su determinacion de ir á España, trató de juntar á la informacion que habia hecho los papeles que pudo para presentarlos en el real consejo de las Indias. Pero esto que habia pasado con el gobernador, como era contrario, así al pleito que movia, como á su persona, para la pretension que llevaba, lo omitió, y solo pareció esotro en el consejo, aunque despues se mandó llevar y se juntó con los demas papeles.

Por el mismo tiempo que el bachiller andaba solicitando esto contra los religiosos, quiso Dios, para que se les templase el desabrimiento que con el pleito y contradiccion del obispo podian tener, que el rey y su consejo, deseando saber cuál doctrina era mas conveniente á la conversion y cristiandad de los indios, la de los religiosos de esta provincia, ó la de los clérigos, se despacho real cédula para el cabildo, justicia y regimiento de la ciudad de Mérida, mandando informase acerca de ello, dando su parecer. Recibió el cabildo la cédula, y respondiendo á S. M. despues de hacer relacion como la habia recibido, y lo que por ella se les habia mandado informar, dijeron: "Sobre lo cual tuvimos nuestro ayuntamiento, y avisamos á V. M. el fruto que los religiosos hacian en estas provincias con su predicacion y administracion, y las conocidas ventajas que en esto hacian á otros cualesquier ministros en descargo de vuestra real conciencia y bien y aprovechamiento de las almas. Y esta han continuado siempre y conocemos al presente, y que con la vigilancia y cuidado que los dichos religiosos administran sus oficios, están estas provincias muy sujetas al gremio de la santa madre iglesia, con mucho aumento en su cristiandad, y muy pacíficas al vasallaje de V. M., &c." En conformidad de lo que el cabildo informó por esta carta, hizo el gobernador D. Diego Fernández de Velasco informacion juridica, examinando por su persona los testigos mas calificados de la ciudad de <123> Mérida, y conclusa dió certificacion de la calidad de los testigos, aprobando deposiciones, y afirmando lo mismo que ellos, hablando con el rey, termina así: "Y yo en descargo de vuestra real conciencia, y de la mia, he visitado personalmente toda esta provincia, y he visto que se descarga mucho mejor con estar religiosos en la administracion de los Santos Sacramentos entre los naturales."

 

CAPITULO SEXTO.

Prosigue la materia del precedente,

y cómo se nos quitaron cuatro doctrinas.

Llegado á España el bachiller Aguilar, presentó los escritos que llevaba en el real consejo de las Indias, y puso toda solicitud en el pleito contra los religiosos. Sucedió haber ido por custodio de esta provincia el padre Fr. Alonso de Ortega, y sin tener poder para ello (dícese que por particulares conveniencias suyas de emparentar con el bachiller Aguilar por medio de cierto casamiento, el cual despues no se consiguió) hizo convenio de que se le diesen cuatro doctrinas de las que pedia, y que cesase el pleito. Como el consejo vió que el custodio de la misma provincia venia en aquello, y el bachiller Aguilar instaba tanto, le proveyó un auto en veinte y nueve de enero de mil seiscientos dos años, en que se mando poner á la clerecia en posesion de las cuatro doctrinas, Hocaba, Tixkokob, Ichmul y Tixchel, y cédula real que en cumplimiento de él se libro.

Cuando se hizo notorio este auto así á los encomenderos <124> como á los indios, reclamaron y suplicaron de él para que se sobreseyese en su ejecucion. Los indios presentaron una peticion firmada de los caciques, gobernadores y alcaldes de los pueblos ante el gobernador de estas provincias, en que manifestaron bien su sentimiento por estas palabras: "Decimos que á nuestra noticia ha venido cómo S. M. ha mandado que los padres religiosos de la órden de S. Francisco dejen la doctrina que tienen á su cargo, y los dichos pueblos, por la relacion que el bachiller Sanchez de Aguilar hizo al consejo, diciendo que los clérigos habian morado siempre, y tenido la doctrina del dicho pueblo y provincia, lo cual no pasa así, y fué siniestra relacion. Porque los que tomaron la primera posesion del dicho pueblo y provincia, y moraron en ella y doctrinaron á los indios, fuéron frailes de S. Francisco, por el año de 548 pasado, que fué cuando se comenzó la conversion de los naturales, y se bautizaron y tornaron cristianos, y primero poblaron la casa y convento de Hocaba, que es el convento de Izamal. Y habiendo referido otras cosas, prosiguen despues. Y si despues acá, como el dicho Sanchez de Aguilar informó, hubo clérigos en el dicho pueblo de Hocabá y su provincia, fué de prestado, por falta de religiosos, y no permanecieron en ella ni predicaron á los naturales la palabra de Dios, porque no sabian la lengua de los naturales. Y cuando á estas provincias vino el obispo D. Fr. Diego de Landa, como yá habia copia de frailes, poblaron otra vez la dicha casa de Hocabá, y la han tenido y estado en ella hasta ahora. Y nosotros con mucha voluntad les hicimos la dicha casa y convento con nuestro sudor y trabajo, y hacienda de nuestros súbditos, para que los dichos religiosos morasen en ella, y nos doctrinasen con voluntad y beneplácito, que para ello hubo de su majestad. Y así es nuestra voluntad que los dichos religiosos vivan y moren en ella, y no otra <125> persona alguna, pues para ellos, como dicho es, lo hicimos. Y en decir que se manda que los dichos religiosos se despueblen de la dicha casa, y dejen la doctrina á nosotros, nos pesa mucho y estamos muy desconsolados, porque tenemos amor á los dichos religiosos como padres, y ellos nos aman como á hijos. Otro sí: presentamos la informacion ó relacion, juntamente con esta peticion, de cómo los religiosos de la órden de S. Francisco fuéron los que primero predicaron la palabra de Dios en el dicho pueblo y provincia, y bautizaron á los naturales de ella, la cual relacion dan algunos viejos de la dicha provincia."

Esta informacion, que dicen presentaban, contenia lo mismo que su pedimiento, y los testigos de ella dicen: "que el primer religioso que fué al dicho pueblo de Hocabá, se llamaba Fr. Luis de Villalpando (de quien largamente queda tratado en el libro quinto) y que entónces no habia casa de piedra en que pudiesen morar los religiosos, y que no habia algun indio bautizado, ni sabian qué cosa era ser cristianos, hasta que el dicho religioso los predicó, doctrinó y bautizó, y que en su lugar, porque se fué á otra parte sucedió Fr. Diego de Landa, que despues fué obispo, y que luego le sucedió Fr. Francisco de la Torre, y despues Fr. Roque y otros religiosos. Dicen tambien que el padre Fr. Lorenzo de Bienvenida pobló la casa de Homun, y que cuando la pobló no habia pueblo, sino que era todo despoblado, (y esta es otra de las doctrinas que piden), y que estando el sitio lleno de arboleda, el dicho Fr. Lorenzo le hizo desmontar y poblar, donde acudieron á la doctrina de los religiosos los indios. Y que yá despues de estar bautizados, vinieron algunos clérigos al dicho pueblo de Hocabá, y estaba yá hecho el convento de los dichos frailes, y los clérigos les decian misa solamente, porque no sabian la lengua de los naturales de la dicha provincia." De esto que <126> los indios dijeron se habia hecho informacion jurídica siendo provincial el R. P. Fr. Thomé de Arenas, y á peticion suya por el obispo D. Fr. Diego de Landa examinados los testigos en siete y catorce dias del mes de julio de mil quinientos setenta y cuatro años, de que hay traslado autorizado en pública forma en el archivo nuestro de la provincia.

En conformidad de uno y otro, se halla en las tablas originales de las eleccion es capitulares de ella, que Fr. Diego de Landa que dicen sucedió en la predicacion evangélica al santo P. Fr. Luis de Villalpando, fué asignado por compañero del P. Fr. Lorenzo de Bienvenida, primero guardian del convento de Izamal electo en el capítulo que primero se celebró el año de mil quinientos cuarenta y nueve, y continuado en la congregacion siguiente del año de cincuenta y uno. Y los indios dijeron que la casa de Hocabá era por aquel tiempo, y despues, de la administracion del convento de Izamal de donde fué electo segundo guardian el mismo Fr. Diego de Landa, año de cincuenta y tres, hasta el de cincuenta y seis, y por todo aquel trienio les continuo la predicacion evangélica. Al padre Landa sucedió el santo Fr. Francisco de la Torre, como dicen los indios, electo año de cincuenta y seis. Estuvo hasta la congregacion del de cincuenta y siete, y el padre Fr. Roque (que dicen) no le sucedió inmediatamente, sino el padre Fr. Hernando de Guevara, y á éste le volvió á suceder el año de cincuenta y nueve el dicho padre Torre, y en la congregacion del año de sesenta fué electo guardian el padre Fr. Roque (que dicen los indios) y tenia por alcuña de la Ventosa, y lo fué hasta el año de sesenta y uno, que habiéndose hecho la ereccion de esta provincia, se celebró el primer capítulo provincial, y haciéndose ereccion del convento de Homun en este mismo capítulo, por estar tan cerca de él Hocabá, y Izamal mas distante (como se ve), se ordenó perteneciese <127> á su administracion, como dicen los indios. Despues Hocabá se hizo convento, habiendo ya mas religiosos, y aunque las tablas de la congregacion del año de setenta y dos, y capitulo del de setenta y cuatro, no parecen, en la del de setenta y seis consta que yá era convento, su guardian el padre Fr. Pedro de Oñate, y se continuaron hasta que, como se va diciendo, el año de mil seiscientos dos mando S. M. que con las tres referidas se diese la posesion de ella á la clerecía.

Los encomenderos viendo el pleito que se movia para despojar á los religiosos de las doctrinas que siempre habian estado á su cargo, habian hecho un pedimento á 17 de setiembre de 1602 años, alegando lo mismo que los indios dijeron en el suyo, y que lo que se alegaba en el consejo carecia de relacion verdadera, como lo era decir: "Que el obispo Landa habia despojado á los clérigos de las doctrinas que tenian, no siendo así, porque por cédula real del año de quinientos sesenta, tenian los religiosos todas las doctrinas que los clérigos les pedian. Y que el dicho obispo Landa vino á esta provincia y obispado trece años despues, que fué por el de setenta y tres, y que así dicho auto y cédula, que en virtud de él se despacho, habia sido con siniestra relacion. Y que demas de ser grandes los daños que á los naturales se les siguieron de la dicha novedad que se pretendia, no era justo que á los religiosos que desde la conquista de esta tierra bautizaron y sacramentaron á los naturales, y los habian conservado y conservaban en la cristiandad que tenian, se los quiten para darlos á quien no los ha de tener con el consuelo con que los religiosos los tenian, ni acudir á sus trabajos y hambres con el cuidado y puntualidad que los religiosos." Otras cosas añaden á lo dicho, que aunque son en nuestro favor, por la reverencia debida al estado clerical no las refiero, aunque el pedimiento esta <128> con los demas papeles del pleito en el real consejo de las Indias.

En comprobacion de lo que dicen los encomenderos en este pedimento, que por el año de sesenta tenian los religiosos todas las doctrinas, dos ántes que viniese el obispo Toral, diré lo que halle en las probanzas de Hernando Muñoz Zapata (leyendo cuantas pude de los conquistadores, para escribir la conquista de esta tierra en la forma que dije desde el segundo libro.) Cúpole al dicho conquistador en el repartimiento general, cuando se acabó la conquista, la encomienda de indios del pueblo de Texul, de la otra parte de la sierra. Cuando visitó esta tierra el oidor Tomas López (como se dijo) mando que bajasen de detras de la sierra y montañas, donde vivian aquellos indios, al sitio y llano de Oxkutzcab, para que allí los doctrinasen nuestros religiosos del monasterio de Maní, de donde dista dos léguas. La causa porque lo mandó el oidor se dice en aquella probanza ser: Porque no habia clérigos en aquella sazon en estas provincias, que administrasen y doctrinasen á los indios. Yá se dijo cómo el oidor Tomas López visitó esta tierra el año de cincuenta y dos. Hizo esta probanza Hernando Muñoz Zapata por el mes de noviembre de 1567 años, (cuando vivia el obispo Toral, que dicen las dió á los clérigos, y si así fué, despojo á los religiosos de ellas para dárselas, y no por el contrario), porque corria riesgo no se dijese como estaban los indios en otro sitio que no eran los que le habian cabido en el repartimiento general de la conquista. los testigos que juraron lo dicho en la probanza, fuéron Francisco de Bracamonte maestro de campo general de la conquista, Juan Vela alférez mayor de ella, Juan de Aguilar alferez mayor de la caballería, el capitan Juan de Contreras, el capitan Gómez de Castrillo, Diego Briseño, Alonso Rosado, Rodrigo Alvarez alcalde de Mérida <129> cuando el rebelion de los indios orientales de Valladolid, el capitan Francisco de Montejo que pobló la dicha villa, el capitan Francisco Tamayo Pacheco yá regidor perpétuo de Mérida, y Fernando de Bracamonte alcalde ordinario de ella cuando se hizo la probanza. La cual ni es para cosa tocante á los religiosos como se ve, ni los testigos oculares que lo afirman de dentro de la religion. Todos fuéron conquistadores: véase si sabrian bien quien habia convertido y doctrinado á los indios, y cuyas habian sido las doctrinas.

Hallóse convencido con esta verdad el bachiller Valencia, cuando el año de seiscientos treinta y siete escribió la relacion que fué al consejo refiriendo como el año de mil quinientos cuarenta y seis volvió el adelantado á esta tierras dice: "Advocó en si el gobierno de esta tierra, y en esta ocasion trajo á ella cinco religiosos de S. Francisco, que fuéron los primeros que vinieron á la predicacion del Santo Evangelio y administracion de los naturales, por cuanto no habia mas ministro que el padre Francisco Hernandez clérigo presbítero, que sirvió valerosamente en toda la conquista, sin salvar un punto en las obligaciones de buen ministro, ni huir el rostro á tantas dificultades como se han referido, ántes permaneció en esta provincia hasta el fin de sus dias, esperando el premio de sus trabajos donde los habia padecido. Y como el era solo, y no podia acudir al ministerio de tantas almas, acudiendo á dar aviso al adelantado para que trajese ministros, y así lo hizo." Y prosigue diciendo que fuéron los religiosos referidos en el libro quinto capítulo primero. <130>

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