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David Bolles
 

Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language

CAPITULO SEPTIMO.

Dícese el estado presente del litigio,

con que se hace mencion de algunos ministros

clérigos y religiosos.

Que el padre Francisco Hernandez, clérigo presbitero, vino con los conquistadores cuando dieron principio á la conquista, yá queda dicho cuando se trató de ella. Pero cuánto descontento diese al rey que el adelantado no hubiese traido consigo religiosos se manifesto por la cédula real de veinte y dos de setiembre de mil quinientos treinta años, dirigida á la audiencia de México, pues dice la reina. "Yo soy informada que Francisco de Montejo nuestro gobernador de la provincia de Yucatan é Cozumel, no ha cumplido lo que por nos le fué mandado y era obligado, no llevó religiosos que habia de llevar á la dicha tierra, ni los hay allí, lo cual es grande estorbo para los naturales de la dicha tierra, que es nuestro principal intento &c." Yá esta cédula se refirió toda en el libro segundo, y por esto no la prosigo. Cuán poco se habia tratado de la conversion de los indios de esta tierra por el año de mil quinientos cuarenta y cuatro, lo refiere el padre Remesal en su historia de Chiapa, y queda dicho en esta, como se ha vista, y tambien como desde que vinieron nuestros religiosos, que dice el bachiller Valencia en su relacion, tuvo efecto la conversion de los indios, quedando todos por el Santo Bautismo que les dieron, hijos de nuestro Santa Madre Iglesia Católica Romana. Vease lo que queda dicha en el libro tercero. Demas que no parece necesario sutilizar mucho el discurso para entender que en los mismos tiempos que el señor emperador Carlos Quinto tuvo tan especial solicitud que no pasasen clérigos seculares á estos reinos si no eran de vida muy aprobada, como refiere él padre Torquemada en su Monarquia indiana, en esos mismos <131> tiempos hubiese en esta tierra tantos clérigos como dicen.

Ni en el libro de gobierno antiguo donde están copiadas las presentaciones que los gobernadores en nombre de nuestros reyes han hecho, y colacion del prelado eclesiástico, se halla alguna de tales clérigos hasta el año de mil quinientos ochenta y siete, que segun el real patronato presentó Antonio de Voz Mediano, gobernador que era, al bachiller Bartolomé de Herrera, para el beneficio de la villa de Valladolid, y desde allí todos están escritos. En todo el pleito no hay nombre alguno de clérigo á quien se quitasen estas doctrinas, y no parece que el dean Miranda, que hizo la primera informacion de este pretenso despojo, ígnorase quiénes habian sido los despojados, y pusiera sus nombres en ella para mayor calificacion de la verdad si lo fuera, pues hizo la informacion luego que murió el obispo Landa, que fué quien dijo quitó las dichas doctrinas á los clérigos. No habia mas de ocho años que paso de esta presente vida el obispo Toral, que fué el que dijo se las dió. ¿Cómo en tan breve tiempo se borró de la memoria de los hombres quienes fueron? Y si la posesion habia sido antes, admira mas, pues vivian tantos que los habrian vista en ellas. Una de las cuatro doctrinas que en la ocasion del año de seiscientos dos se mando dar, fué la de Tichel. Esta por el año de mil quinientos sesenta la administraban los religiosos. Consta porque sacaron en favor de aquellos indios una real provision, para que no tuviesen los españoles osadIa de agraviarlos, y queda referida en el libro sexto, y está original en nuestro archivo y no la solicitaran los religiosos si no fueran indios de su administracion la cautela con que en esto se ha procedido, se manifiesta mas, pues otra de las doctrinas que piden en el pleito es la de Tizimin con Sucopo. Yá queda dicho lo que sucedió en tiempo del obispo D. Fr. Gregorio de Montalvo <132> pues cuando quitó el pueblo de Sucopo para el beneficio de Chancenote que le dieron los religiosos, era mas eficaz alegacion decir que le restituya á la clerecía, por habérsele quitado su antecesor Landa, que no que le quitaba á los religiosos para engrosar el beneficio por ser corto, ni habiendo sucedido el despojo tan pocos años ántes podia ignorarlo. En el tiempo que voy refiriendo, cuando el obispo Izquierdo con tanta instancia pidió en el consejo el año de quinientos noventa y ocho se nos quitasen estas doctrinas, vivia D. Leonardo Gonzalez dean actual, y que en tiempo del obispo Toral era tesorero, que no podia ignorar que beneficios hubiese dado en su tiempo á los clérigos, y no dejaria de preguntárselo si hubiese sido así, para hacer informacion, como de causa principal que habia de mover á la restitucion del pretenso despojo de que la pedia. Cuando el bachiller Aguilar hizo la informacion para ir á España (como fué con ella) era beneficiado actual de Chancenote, y sin duda conociendo allí la verdad, porque lo preguntaria á muchos indios que habia vivos, no prosiguió hacienda informacion de que el obispo Toral dió aquellas doctrinas á los clérigos, como hizo la primera el dean Miranda. Ni hubo forma especial de la observancia del real patronato, hasta que por cédula de doce de junio de mil quinientos setenta y cuatro años, dirigida á D. Martin Henriquez, virrey de la Nueva España, se dió la que se debia observar en la presentacion y colacion de las doctrinas. El virrey la hizo notoria al obispo de estas provincias, por un escrito dada en México á siete de enero de mil quinientos setenta y cinco, y como se ha dicho no parece hubo presentacion, que hacerse en esta forma hasta doce años despues, que fué el de ochenta y siete. Finalmente, mediante el concierto referido en el capítulo antecedente, quedó la posesion de las dichas cuatro doctrinas <133> en la clerecia, y aunque la provincia reclamó no habia tenido poder el custodio para hacerle, y se despacharon diversas cédulas pidiendo informes sobre la verdad de lo sucedido, se han quedado en ellas.

Con la cautela que se comenzó se deja, desde aquel año de mil seiscientos hasta el de treinta y nueve, en que sin dar parte, ni citar á la provincia, haciendo instancia en el real consejo de las Indias, los señores de el en once de agosto pronunciaron un auto en que amparando á la clerecía en la posesion de las cuatro doctrinas, de que mediante el concierto (sin poder para él) fuéron despojados los religiosos, se les mandaban dar las seis doctrinas mas que pedian. No llegó á ejecucion este auto, por la súplica que de él hizo esta provincia, alegando la justicia que tenia, y quedo suspenso hasta el año de seiscientos cuarenta y tres, que fué el R. P. Fr. Antonio Ramirez, provincial pretérito, por custodio al capítulo general, y llevó poder como procurador para todas las causas de esta provincia. Con él presentó en el real consejo de Indias un informe muy docto, ajustando el hecho y el derecho, que hizo el doctor Márquez de Cisneros, y se dió á la estampa, en que alega lo mas que se ha dicho en estos capítulos, aunque no con tanta individuacion, por falta de instrumentos, y aquellos señores redujeron el negocio á forma de justicia, porque hasta ahora parece habia andado indiferente á ella, ó á la de gobierno, como materia que depende de la voluntad de S. M., que Dios guarde, darlas á quien fuere servido, pues sin ella ninguna parte tiene derecho, como consta de la cédula de su real patronato, siendo como son ad nutum amovibles.

Despachóse real provision dada en Zaragoza á veinte y seis dias del mes de marzo de mil seiscientos cuarenta y cinco años, en que se mandó á ámbas partes hacer informacion jurídica, con citacion la una de la otra, <134> para que se alegase la justicia que tienen en pretension tan prolija, oscurecida con el tiempo. Para hacer la de la provincia, me nombró á mí por su procurador, y la hice como se ordenaba, segun lo que pude con la poca noticia que entónces tenia de las cosas de esta tierra, y se remitió al real consejo de las Indias. Si en aquel tiempo tuviera la comprension de las cosas sucedidas, que con escribir esta historia despues he alcanzado, se hubiera actuado de forma que con toda claridad constara á los señores de él que en via jurídica los despojados somos los religiosos; pero finalmente entónces hice todo lo que pude. Parece que pasados los límites, ó mezclado historia con informe, pero ¿á quién no se le hiciera pesada carga llevar que lo que sus padres y predecesores trabajaron en servicio de ámbas majestades, como lo hicieron nuestros religiosos fundadores de esta provincia, reduciendo ellos solos á todos los naturales de ella, quieran otros dar á entender, solo con decirlo, que fuéron los ejecutores de tan gloriosa accion, sin mostrar otro instrumento auténtico y verídico, ni asignar nombre particular de quién la obrase, y decir que les tenemos quitado lo que mediante la real voluntad siempre ha sido administracion nuestra?

No se ha dejado piedra (como suele decirse) que no hayan movido contra nosotros en este pleito, hasta alegar que los religiosos no sabian la lengua de los naturales, que fué como decir que el sol á media dia no da luz, sin tener impedimento alguno. El santo padre Villalpando supo tan presto el idioma, que pareció infusion milagrosa, y hizo arte de él, con que admiró á los indios. Perfeccionóle el padre Landa, despues obispo, que aun le aprendemos por él los que venimos de España, si bien mas recopilado, y es adagio comun decir que es lengua de cocina la que no se habla conforme á él. El padre Fr. Antonio de Ciudad Real, con trabajo de <135> cuarenta y seis años, compuso su vocabulario que llaman Calepino por su grandeza, donde no hay cosa escogitable que falte, obra que llenó mas de mil doscientos pliegos en limpio. El padre Solana compuso sermonarios de domínicas y santos, y un vocabulario pequeño. El padre Torralva otro sermonario de domínicas y santos. El padre Coronel, que murió poco ha, dió á la imprenta en México un tomo de pláticas espirituales y misterios de la fé, cartilla que contiene toda la doctrina cristiana, confesonario para los nuevos ministros, y arte reducido á mas breve método. De estos escritos se han valido todos los ministros, así clérigos como religiosos, para ser perfectas lenguas, y todos sus autores han sido venidos de España. Pues los nacidos en esta tierra que han entrado en la religion, bien notorio es cuán grandes lenguas han sido y son, ni mi cortedad bastará para la ponderacion que se les debe. Los mas maestros de la lengua han sido venidos de España. No entiendo cómo se pudo afirmar, porque alguno ó algunos no la supiesen, (no he olvidado una cédula real que dejo referida, ni presumo se libró sin causa, pero otra semejante vino para la clerecía), que en comun los religiosos la ignoraban.

Ni por esto digo que habiendo comenzado á multiplicarse la clerecía, no ha habido en ella grandes ministros muy peritos en el idioma de los indios, y personas de muchas y conocidas letras. Han llegado á mi noticia las del dicho bachiller D. Pedro Sanchez de Aguilar, que despues de este pleito se graduó de doctor: fué dean de esta catedral, provisor de este obispado, y murió canónigo de las Charcas, cuyo informe contra los idólatras tantas veces he citado, lleno de erudicion y celo católico, para autorizar estos escritos. Conocí al bachiller Valencia, cuya relacion tantas veces nombro, y al doctor Cano, teólogos y lucidos predicadores de españoles, naturales ámbos de la <136> villa de Valladolid en este reino. Viven de presente el bachiller Bartolomé Gómez, gran ministro y muy antiguo, sacerdote muy recogido y ejemplar, beneficiado actual del partido de Tixkokob. El bachiller D. Agustin de Magaña, que estudió en la real universidad de México, y fué colegial del colegio de Santos, persona que en los actos literarios de filosofia y teología le ví, siendo yo lector actual, siempre desempeñar con mucho lucimiento la obligacion en que el ser hijo de aquella insigne universidad le tiene puesto, y es hay beneficiado del partido de Yaxcabá. El bachiller José de Espinosa, que lo es del de Ichmul, estudió filosofia y teologia en nuestro convento de Mérida, saliendo muy lucido estudiante, y no menos aplaudido en la predicacion de españoles. Fué su condiscípulo el bachiller Francisco Chacon de Aguilar, beneficiado que es del partido de Hocobá, y ámbos se graduaron en el colegio de la compañía de Jesus por su suficiencia, habiendo acabado sus estudios. El bachiller don Fernando Pacheco es beneficiado del partido de Sotuta, y el bachiller Andres Márquez, sacristan mayor de la santa catedral de Mérida, ámbos mis discípulos del curso que leí de filosofia, y el último el mejor estudiante que en él tuve. Todos son nacidos en la ciudad de Mérida de este reino, y otros, que fuera demasiada prolijidad referir en este lugar, si bien unos y otros dignos de mayores dignidades, así por su suficiencia, como por ser de gente calificada. No es digna de pasar en silencio la memoria del padre D. Eugenio de Alcántara, que murió poco ha. Fué natural de Madrid, y viniendo á esta tierra, reconocido por la mayor lengua de estos tiempos, celosísimo de la mayor cristiandad de los indios, de su mayor útil temporal, caritativo mucho con ellos, y cuidadosísimo del adorno del culto divino. Fué examinador sinodal de la lengua, y murió beneficiado del partido de Hoctun. Y así <137> no se puede negar que lo que se hallan sabido de la lengua los nacidos en esta tierra, por hablarla ántes que la castellana, no puedan alcanzarlo con el trabajo los que vienen de fuera, como se experimenta, y de todos sea Dios bendito, hay religiosos en esta provincia que son muy grandes lenguas.

 

CAPITULO OCTAVO.

Cómo se intentó reducir á los indios infieles

de la Bahía de la Ascension,

y desgracia por que no se consignó.

Consta de las historias generales de la Nueva España, y del primer libro de esta, como desde que el inclito D. Fernando Cortés hizo su viaje, que llamaron de Las Hibueras, á tierra de Honduras, se sabe que en las que confinan á esta por la parte del mediodía, y por allí al oriente, hay cantidad de indios infieles, y aunque en diversas ocasiones se ha intentado reducirlos, no ha tenido efecto, permitiéndolo así nuestro Señor por las causas que no alcanzamos. Gobernando estas provincias Alonso Ordóñez de Nevares, se trato de pacificar los indios de la bahía de la Ascension, y para hacer aquel viaje dió su poder, en trece de enero de mil quinientos noventa y cinco años, al capitan Ambrosio de Arguelles, vecino de la villa de Valladolid, para que fuese personalmente á hacer aquella pacificacion. La causa que le movia dijo ser: "Porque ademas de los servicios que al rey tenia hechos, en prosecucion de ellos por aumentar mas señorío á la corona real, y porque nuestra santa fé católica mas se aumente, queria hacer entradas en la bahía de la Ascension y en otras poblaciones de indios idolatras, <138> que están por conquistar, y para tomar razon de la disposicion de la tierra y bahía, y procurar la pacificacion de ella, lo cual quiere hacer á su costa." Diósele autoridad para que juntase la gente de á pié y de á caballo que quisiese, ó hubiese menester, y para que hiciese el viaje por mar, ó por tierra, como mejor le pareciese, y para que reconocida la disposicion de la tierra, la gente y poblacion que en ella habia, por los mejores medios y órden que se pudiese, fuesen reducidos aquellos naturales á nuestra santa fé y á la corona real de Castilla, con órden de que fuese dando aviso al gobernador de lo que fuese sucediendo, para que segun ello proveyese lo que mas conviniese al servicio de S. M. Para los gastos le señaló una ayuda de costa con que pudiese mejor ejecutarlo.

Aquel mismo año de noventa y cinco, parece haber gobernado estas provincias algunos meses el licenciado Pablo de las Higueras Cerda, con título de alcalde mayor, porque á siete de julio confirmó este asiento en la ciudad de Mérida, en la misma forma que le habia hecho el gobernador Alonso Ordóñez. Solamente he hallado esto en este título, y así antecedentemente no traté de este gobierno entre Alonso Ordóñez y D. Cárlos de Samana y Quiñones, porque no habia llegado á mi noticia, y yá dije no hay libro de cabildo de la ciudad de Mérida que corresponda á aquel tiempo, ni el bachiller Valencia hace de él mencion en su relacion. Venido á gobernar D. Cárlos de Samano y Quiñones, confirmó ámbos nombramientos en la misma ciudad, por auto suyo de siete de setiembre de mil quinientos noventa y seis años.

Aunque el capitan Ambrosio de Arguelles permanecia en el deseo de ejecutar esta pacificacion, se dilató hasta que despues gobernando D. Diego Fernandez de Velasco, cuyo tiempo se va refiriendo, se trato de ello con mas veras. Significó el capitan al gobernador las <139> causas de la dilacion, que dijo ser: Porque los oficiales y soldados que tenia nombrados y pretendia llevar para la jornada, ponian excusas y dilaciones, diciendo que no sabian la gratificacion y la remuneracion que habian de tener por el trabajo y riesgo á que se exponian. Y que aunque cuanto era de su parte estaba aprestado para con la voluntad de Dios hacer la dicha jornada y la entrada, la retardaba lo dicho, de que se le recrecian muy grandes gastos, y que parece tendria el fin deseado si en nombre de S. M. se capitulase lo siguiente:

"Primeramente, que pudiese nombrar alférez, sargentos é otros oficiales de guerra, y hacer gente, así en la ciudad de Mérida, como en las villas de Valladolid, Campeche y Bacalar, poniendo bandera, segun el órden que en lo militar se acostumbra."

"Que los indios que redujese, los pudiese juntar en una, dos, tres 0 mas poblaciones, y ponerlos en modo de república, para que así poblados pudiesen sustentarse con mas facilidad, y ser mejor industriados en nuestro Santa Fé Católica por el religioso que para el efecto fuere en la dicha jornada."

"Que para la gratificacion, así de los oficiales, como de los soldados, la mitad de.los indios que se redujesen, se le diesen en encomienda al capitan con nuevo título, no obstante la que tenia en esta tierra, por ser corta su renta. Y que la otra mitad se repartiese en dos partes, la una en los oficiales de guerra, y la otra entre los soldados que el capitan señalase, con tal que su majestad se sirviese de confirmarlo, y hacer la merced que suele á las personas, que en semejantes servicios suyos se ocupan."

"Y si pacificada la tierra de la bahía de la Ascension, hubiese comodidad de pasar adelante, y llegar á la de los indios Ytzaes, que es en tierra firme de esta provincia, entre ella y la de la Vera-Paz y Tabasco, pudiese <140> entrar en ella á reducirlos, por ser tan perniciosos con su vecindad, no solo viviendo ellos en su infidelidad y idolatría, pero recogiendo á muchos bautizados, que de esta provincia se huyen á ellos á vivir en sus ritos y ceremonias gentílicas, y los encomendase, segun el capítulo antecedente. Con tal que esta pacificacion la hiciese en todo el año de seiscientos y dos, por la brevedad necesaria en atajar el daño referido. Pero no haciéndola, reservó el gobernador la autoridad de nombrar otra persona en nombre de S. M. Y asimismo facultad de hacer esta entrada y descubrimiento por las partes y lugares de mar y tierra que le pareciesen mas convenientes, y que los indios que en prosecucion del dicho viaje redujese, pudiese hacer de ellos segun que de los demas contenidos en los capítulos de arriba le era concedido, con el mismo aditamento de que el rey nuestro señor lo confirme." Esta capitulacion se hizo en la ciudad de Mérida á veinte y tres dias del mes de noviembre de mil seiscientos un años, por ante Luis de Torres escribano público.

Dado este asiento, los oficiales y soldados que hasta entónces habian estado remisos en la ejecucion del viaje, se animaron y dispusieron con diligencia para hacerle, con la esperanza que se les daba del repartimiento y encomiendas que habian de conseguir pacificando aquellos naturales. Grandemente alienta los ánimos el premio á la vista para la tolerancia de los trabajos, como el verlos sin remuneracion desanima cuando no se exponen á ellos por Dios puramente. Habiendo parecido mas conveniente hacer este viaje por mar, compró el capitan una fragata de buen porte, la cual proveyó de todas las armas necesarias, pólvora y municion bastante, hachas y machetes para abrir caminos. Llevaba determinacion de sondear todas aquellas costas para traer razon de ellas, y así compró una lancha larga y cuatro canoas, con que se hicieron dos falcas <141> para discurrir por todas las ensenadas, y que juntamente sirviesen para salir á tierra. Aunque todo estaba prevenido, no dieron los tiempos lugar para salir, porque los nortes eran muy récios y contínuos, y cualquiera embarcaciones peligran mucho con ellos en aquella parte de mar, por ser lo mas costa brava (que llaman) y haber muchos bajos y arrecifes.

Pasado el rigor del invierno y llegado el febrero de mil seiscientos y dos, puso el capitan Ambrosio de Argüelles toda diligencia en salir á su viaje, y el gobernador le dió todo favor, mandando á las justicias de Valladolid, Campeche y Bacalar, y á las de los pueblos de indios de esta gobernacion, le diesen toda la ayuda necesaria, pagando lo que pidiese en reales, conforme á los aranceles. Juntóse la gente en el puerto de Cuyo, ó Rio de Lagartos, de donde salieron para doblar la punta de Cabo de Catoche, adonde era su derrota. Aunque capituló llevar religioso consigo, no parece haberle llevado, sino un clérigo llamado Francisco de Aguirre, de quien poco ha se hizo mencion en el capítulo quinto; y aunque salieron con buen tiempo, no hubo el suceso que se deseaba. Doblando la punta de Catoche para dar la vuelta al mediodía, pareció una vela, que luego que los descubrió enderezó la proa á ellos. Por si eran enemigos se previnieron al combate, y lo hubieron menester porque acercándose reconocieron ser navío grande, con mucha artillería gruesa y al parecer extranjero. El los certificó, porque llegando á tiro dieron voces diciendo amainasen por Inglaterra y se rindiesen. Los de nuestra fragata, que no estaban de ese parecer, dieron la respuesta con las pelotas de la artillería, y recogidas las embarcaciones pequeñas al abrigo de la fragata, la disparó la nao de los ingleses toda la una banda de artillería, con que la maltrató en gran manera, y acercándose mas, desarboló á nuestra fragata, con que se halló <142> desaviada. Abordáronla, y los nuestros hicieron su esfuerzo defendiéndola, pero eran muchos los heridos, aunque uno solo habia muerto, con que hubieron de rendirse á la pujanza de los enemigos, de los cuales hubo tambien algunos heridos. Rendida la fragata, se apoderaron de las armas y bastimentos que en ella hallaron, y cambiando de su gente se la llevaron, echando á los nuestros en la playa. Al cabo de tres meses como habian salido de la ciudad de Mérida, volvieron á ella pobres y robados, donde contaron el desgraciado fin de su embarcacion y jornada. El capitan con esta perdida quedo muy gastado y empeñado, y los soldados cada uno se volvió á su casa, viendo que por entónces no habia órden de volver á salir, ni hasta hoy se ha hecho, con que aquellos naturales se quedaron como estaban. Aunque al intento principal no se consiguió mas feliz suceso que el referido, resultó otro bien que no se imaginaba, ordenándolo la Divina Providencia por medio para la conversion de otros infieles, cuya reduccion se esperaba necesitase de las armas, y aun con ellas ser la última de lo que podia pretenderse, como se dice en el capítulo siguiente.

 

CAPITULO NOVENO.

Vienen unos indios infieles á pedir el Santo Bautismo

y enseñanza de la doctrina cristiana.

Tiénese por cierto, por muchas experiencias que en esta tierra se han visto, que no se trata materia alguna tocante los indios, y en especial de reduccion, que luego no corra la voz entre ellos, y llegue la noticia <143> á los infieles vecinos. Y no hay que admirar, cuando se tiene por cierto que los de estas provincias se comunican con ellos muy de ordinario, llevando machetes, hachas, sal y otras cosas que de por acá no tienen, y rescatan cera y de las que por allá cogen. Ofrece ocasion para esto la poco distancia, y ser los indios naturalmente inclinados á penetrar los montes. Como el viaje referido en el capítulo antecedente se dilató tanto, hubo mas causa para que llegase á su noticia, y con ella los indios de las montañas que llaman de Sacalum, que caen á lo occidental respecto de la bahía de la Ascension y como al mediodia de la ciudad de Mérida y villa de Campeche, entre esta tierra y la de la Vera-Paz y Guatemala, temieron que sujetados aquellos, habian de bajar los españoles corriendo la tierra, y con la violencia de las armas sujetarlos á ellos, porque pacificados los otros, no les quedaba refugio donde poder retirarse ni esconderse. Habia entre aquellos infieles gran número de bautizados fugitivos, que, por vivir con la libertad que los otros les permitian, se habian acogido á ellos, y muchos que sabian leer y escribir, y aun hablar español, por haber sido sacristanes y cantores de sus pueblos en esta provincia, los cuales temian mas, como quien se hallaba con mayor culpa. Estos persuadieron á los infieles, y convinieron unos y otros en que el mejor medio para excusar el rigor de las armas y las incomodidades que á ellos, á sus hijos y mujeres amenazaba la guerra, era venir á entregarse, dando la obediencia al gobernador, y pedir ministros doctrineros que les enseñasen cómo debian vivir segun nuestra Santa Fé Católica, pues con esto los dejarian quietos y sosegados.

Aunque su determinacion era buena, no se atrevieron á proponerla públicamente por el temor que los fugitivos tenian, y para asegurarse resolvieron que en oculto se propusiese á alguno de los religiosos ministros <144> que ellos conocian, para que lo dispusiese ordenado á su conveniencia. Estaba en esta ocasion en nuestro convento de Campeche el padre Fr. Juan de Santa Maria, gran lengua y ministro de estos naturales, y era guardian actual de este convento de Oxkutzcab, donde me halle trasladando esto en limpio. A este religioso se manifestaron nueve indios de los fugitivos, que en nombre suyo y de los demas le pidieron negociase con el gobernador, obispo y provincial les diesen ministros religiosos que catequizasen y bautizasen á los infieles de la tierra donde asistian, y á ellos los reconciliasen con la iglesia, y administrasen los Sacramentos. Fué grande el gusto que el padre Fr. Juan recibió con la ocasion que Dios le ofrecia para ocupar bien el talento de que le habia dotado, y coger el fruto, que su buen espíritu le prometió y aseguro á los indios del recelo con que estaban, ofreciendo llevarlos él personalmente al gobernador, y asentar la materia de forma que se consiguiese su mayor comodidad y conveniencia en todo. Con esta promesa quedaron los indios muy contentos, y se manifestaron en público. El padre Fr. Juan cumpliéndoles la palabra los llevó á la ciudad de Mérida, y presentó al gobernador D. Diego de Velasco, diciéndole el seguro debajo de que los traia confiados, y la peticion con que venian. El gobernador, como tan gran caballero, los trato con afabilidad y amor, y en todos causó universal contento ver que parte de lo que habia de sujetarse con alguna violencia de armas, cuando no hubiera precedido la desgracia referida, se ofrecia voluntariamente, así á dar la obediencia á la majestad de nuestro rey, como á recibir la predicacion evangélica.

Confirióse entre el gobernador, obispo y provincial, y convinieron en que se les diesen los ministros religiosos que pedian, como cosa tan del servicio de Dios y del rey, pero en suceder lo referido, y determinar <145> quién habia de ir, remató el año de seiscientos tres. Empezando el de seiscientos cuatro, fué nombrado por comisario de aquella conversion el mismo padre Fr. Juan de Santa Maria, á quien se habian manifestado, así por el amor que le habian cobrado los indios con el buen despacho que les negocio, como por ser religioso de toda satisfaccion y tan gran lengua. Juntóse al buen deseo que tenia de hacer aquella entrada, el mérito de la obediencia que el provincial le impuso, y así renunciando la guardian;a, se dispuso con toda brevedad para la jornada, mas seguro que ántes fuera, pues yá no la ejecutaba por solo su voluntad, sino enviado de la obediencia, segun siente S. Pablo deben predicar los ministros evangélicos para conseguir el fruto de su predicacion.

Salió acompañado de sus nuevos hijos espirituales, y guiado de ellos penetró aquellas montañas no vistas hasta entónces de otro ministro evangélico, y anduvo todo aquel año de 604 visitándolas, acariciando y reduciendo á los indios, con los trabajos que ordinariamente hay en las nuevas conversiones. Tanta fué su solicitud, que en aquel año redujo y pobló tres provincias, de que despues al siguiente se hicieron tres guardianes. Porque habiendo dada noticia al provincial del estado en que tenia aquella conversion, y reconocida la necesidad de ministros, la provincia eligió por guardianes de la provincia de Sacalum y sus sujetos á aquella cabecera al padre Fr. José del Bosque, con título aquel convento de N. P. S. Francisco: de la de Ichbalché al padre Fr. Buenaventura de Valdes, titular del convento Los Stos. Reyes: de la de Chunhaas al padre Fr. Juan de S. Buenaventura, titular S. Juan; y despues el de S. Gerónimo del de Tzuctok. Hubo guardianes electos para ellos hasta el año de mil seiscientos catorce. El de mil seiscientos siete envio el provincial por visitador de aquellos conventos al padre predicador <146> Fr. Pedro de Beleña (que despues fué comisario del santo oficio de la inquisicion ) con comision para visitor aquellos conventos, y habiéndola ejecutado volvió dando razon del gran fruto de conversion que el padre Fr. Juan y los otros religiosos habian hecho en aquellas almas.

No se contentaba el espíritu del bendito padre comisario Fr. Juan de Santa Maria con lo reducido, sino que puesta la atencion en los indios Itzaes, vecinos suyos, deseaba grandemente pasar á ellos, y predicándoles el santo evangelio ver si á costa de su trabajo podia, ayudando la divina gracia, reducirlos al gremio de la iglesia, como yá ví á aquellos con quien conversaba. Habia yá venido por gobernador de estas provincias D, Cárlos de Lana y Arellano (como se dice luego) y repugnó ejecutase su santa intencion, con que sintiendo oposicion y disfavor en el gobernador, dejando aquello encomendado á los religiosos que allá estaban, se vino á la provincia. El dictámen cierto ó motivo verdadero que el gobernador tuvo para no dejar pasar á los Itzaes no le he alcanzado. Lo que con certidumbre se supo fué que este caballero pretendió hacer la conquista de los Itzaes y sus circunvecinos con violencia de armas y soldados, y para conseguirlo escribió al consejo real de las Indias pidiendo licencia y título de adelantado de lo que así se conquistase para un hijo suyo llamado D. Tristan. Denegósele en el consejo la licencia que pedia para entrar en aquella tierra con armas á sujetar los indios, y se le despachó real cédula para que fuesen religiosos de esta provincia, que predicándoles el santo evangelio, sin estrépito de soldados, con la amorosa eficacia de la palabra divina los redujesen. Para esta entrada mando dar el rey á los religiosos que fuesen dos mil pesos de ayuda de costa para su viático, ornamentos, calices y demas cosas necesarias al culto divino. <147>

Debió de ocasionar esta resolucion en el consejo haber escrito el provincial al rey la conversion referida, y como el padre Fr. Juan estaba con el espíritu de proseguirla en los Itzaes, á que S. M. le respondió una carta, que está original en el archivo de nuestra provincia, y dice así: "El rey: venerable y devoto P. Fr. Hernando de Sopuerta, ministro provincial de la órden de S. Francisco de la provincia de Yucatan. Vuestra carta de los trece de julio del año pasado de seiscientos y ocho, se ha recibido y vista en mi consejo de las Indias y he holgado de entender por ella el buen estado de las conversiones de los indios de esa provincia. Y pues veis cuánto importa al servicio de Dios y nuestro llevarlas adelante, os encargo que por vuestra parte ayudeis á ellas, advirtiendo lo mucho que conviene que se hagan solo por la predicacion del evangelio por media de los ministros de él sin ruido de armas ni soldados, como tambien á vos os parece. De Segovia á 19 de agosto de 1609 años. Yo el rey. Por mandado del rey nuestro señor, Juan de Ciriza."

Pudo ser que como el gobernador sabia eran los religiosos de contrario parecer al suyo, y tiraba á aquel título temporal para su hijo, se exasperase con los religiosos. Dios sabe los corazones. En lo que paró fué en que se fué perdiendo aquello ganado y desde el año de catorce totalmente no se nombran yá guardianes en aquellas guardianías á diez y siete de abril del año de mil seiscientos y once, siendo guardian del convento de Homun el padre comisario Fr. Juan de Santa Maria, á peticion del capitan Ambrosio de Argüelles (referido en el capítulo antecedente) le dió una certificacion que leí original entre sus probanzas que hizo de la desgracia que le sucedió en su viaje, y en ella manifiesta los impedimentos que hubo de uno y otro. Y tratando de la entrada que quiso hacer á los Itzaes, dice estas palabras: "Y estando para pasar á <148> los gentiles Ta-Itzaes, el dicho gobernador de esta provincia me estorbó la entrada, y por su órden el padre provincial Fr. Antonio de Ciudad Real me mando por santa obediencia que no pasase á los dichos gentiles. Y habiendo yo entendido el estorbo grande que hubo en la dicha reduccion y conversion por parte del gobernador, me volví á la provincia dejando allá dos religiosos que llevaron adelante lo que yo deje poblado y congregado &c. Despues mas adelante dice estas palabras: Lo cual no ha ido adelante, ántes algunos se han despoblado y huido algunos, por impedimentos que el dicho gobernador ha puesto, y puesto muchos estorbos, y dada muchas y grandes causas á que todo lo poblado y reducido se tornase á sus idolatrias. Y si con el ayuda de Dios, paciencia, diligencia y buena administracion de los ministros religiosos no se hubieran vencido las adversiones que ha habido hasta el dia de la fecha de esta certificacion, firmada de mi nombre, &c." Pero como he dicho poco ha, de allí á tres años yá estaba del todo perdido. Despues otro religioso lo habia comenzado á reducir, pero el desdichado fin que tuvo por la codicia de un capitan español, se dice en el discurso de estos escritos llegando al tiempo en que sucedió.

 

CAPITULO DIEZ.

Del obispo D. Diego Vázquez de Mercado,

y sucesos pertenecientes á su dignidad.

Habiendo vacado este obispado de Yucatan por muerte de D. Fr, Juan Izquierdo como so dijo, presentó <149> para él S. M. á D. Diego Vázquez de Mercado, clérigo. Llegó á esta tierra el año de mil seiscientos y cuatro, y estuvo en ella hasta el de seiscientos y ocho que fué promovido al arzobispado de Manila. El tiempo que estuvo en este obispado dió muestras de vigilantísimo pastor y prelado. Visitóle dos veces con mucha paz y justicia, y por su promocion dió su autoridad en treinta de enero de mil seiscientos nueve años al cabildo eclesiástico, para que le gobernase miéntras recibia las bulas apostólicas. Fuese á la Veracruz á esperarlas, y allí las recibió á once de marzo del mismo año, de que envio testimonio al cabildo de la santa catedral para que supiese cómo era vacante la sede. Recibióse en Mérida á veinte y siete del mismo mes, y corrió el gobierno en ella hasta veinte y siete de abril de aquel año, en que tome posesion de este obispado el R. P. Fr. Fernando de Nava, provincial actual que era de esta provincia, en nombre y con poder de D. Fr. Gonzalo de Salazar, obispo yá electo, como se dice adelante: estuvo en esta ocasion la sede vacante en solos el Br. D. Andres Fernández de Castro maestre-escuela, y el Br. D. Manuel Núñez de Matos tesorero.

Yá se dijo como en su tiempo miserablemente algunos indios engañados del demonio se daban al abominable vicio de la idolatría con poco temor de Dios ni del castigo temporal que en ellos se hacia, sobre que habiendo tenido noticia el rey, escribió deseando informarse de la causa por que seria, y le respondió á S. M. lo que allí se dijo. No solo este grave mal de parte de los indios, y estorbo de las justicias seculares para remediarle, le daba cuidado, que otras ocasiones se ofrecieron que le causaban desvelo. Sucedió que en el territorio de la villa de Valladolid, en un pueblo de indios, cierto hombre y una mujer españoles, y con ellos un meztizo y otros, llevaron á su casa á un religioso de la órden de nuestro padre Santo Domingo, <150> engañándole, y allí le quisieron ahogar con un mecate ó cordel, y á buen medrar quedo muy maltratado de los golpes que le dieron. El Dr. D. Pedro Sanchez de Aguilar (de quien se trató en los capítulos antecedentes) habia yá venido de España, y era provisor del obispo, y como vicario general del obispado fulminó proceso contra los agresores, y can el auxilio del gobernador indio hizo embargo de algunos bienes que tenian, porque corria peligro la tardanza de pedirle é impartirle la justicia española. Despues para ir procediendo en la causa, pidió el auxilio á los alcaldes de la villa de Valladolid, que no le dieron, sino que lo remitieron al gobernador á Mérida, y el á su teniente general. Este despacho receptor para la causa, constituyendo en culpa al provisor por haber procedido al embargo sin su autoridad especial, con que al parecer se barajó la materia, sin darse satisfaccion equivalente al delito.

Por esta causa se querelló el obispo del teniente general en la real audiencia de México, pidiendo juntamente se mandase diesen el auxilio real en casos semejantes cualesquiera justicias, pues donde hay distancias tan grandes, se originaban muchos inconvenientes y daños de haber de recurrir al gobernador de estas provincias, que reside en la ciudad de Mérida. A lo cual aquellos señores dieron real provision en diez de julio de mil seiscientos y siete años, en que insertaron un auto que pronunciaron. Por el mandaban y mandaron se diese real provision en forma, para que el dicho gobernador y mas justicias de la ciudad de Mérida de la dicha provincia den á las justicias eclesiásticas el auxilio real que les pidieren, conforme á la ley, justificando primero el darlo. Y los demas alcaldes y demas justicias fuera de la parte donde estuviere el gobernador, lo den tambien con la dicha justificacion. Y donde hubiere letrados, lo justiquen ellos, y no los habiendo, las dichas justicias vean bien y de qué manera dan el auxilio dicho. No parece <151> haberse proveido cosa alguna en órden á la querella contra el teniente general, y el obispo se hubo de contentar con lo proveido para reparo de lo de adelante, como refiere todo este suceso el mismo doctor Aguilar en su informe contra los indios idolatras de esta tierra.

Al año de seiscientos cinco sucedió que andando á caza en los montes del beneficio de Tihosuco un mancebo español llamado Juan Cansino, de la villa de Valladolid, buscando conejos y higuanas, halló una cueva, y en ella muchos ídolos que tenian los indios de aquel pueblo. Dió noticia de ello al beneficiado Francisco Ruiz Salvago, que fué á la cueva y sacó los ídolos que en ella estaban. Viendo los indios que su delito era yá manifiesto, y temiendo del castigo, casi lo mas del pueblo se huyó á los montes. Sabiendo Francisco Sanchez de Aguilar, que era encomendero de aquel pueblo, la fuga de sus indios, trató de reducirlos, y para los atraer envio algunos indios buenos cristianos, que con amonestaciones los persuadiesen. Estos trajeron al pueblo gran parte de los fugitivos, á quien tambien persuadió el encomendero pidiesen misericordia á la iglesia, rogándoles se volviesen de corazon á Dios, y dejasen totalmente de sus idolatrías, y que con esta condicion los favoreceria, porque no queria tener idólatras en su encomienda. Con estas amonestaciones los redujo y favoreció, hasta que fuéron penitenciados con mucha misericordia, aunque algunos se huyeron á islas que hay cercanas, y nunca volvieron. así lo refiere el mismo Aguilar en el informe dicho, y para que se vea la variedad de las cosas de esta vida y de los dictámenes humanos, prosigue diciendo: "Muy al contrario de lo cual sucedió á un encomendero, que fiado en el favor del gobernador y en la cédula antigua referida, en que mando S. M. no tuviesen los religiosos doctrineros cepos, quebrantó una cárcel eclesiástica en un pueblo, <152> y echó fuera los idolatras presos, con gran escándalo y perjuicio de su conciencia, sobre que el dicho obispo le tuvo muchos meses descomulgado, y cayendo en su yerro, como cristiano, ocurrió al metropolitano, y fué absuelto."

El mismo año de seiscientos cinco llegaron á la ciudad de Mérida los reverendos padres maestros Pedro Diaz y Pedro Calderon, para fundar colegio de la compañía de Jesus en ella; pero no tuvo efecto la fundacion por entónces, y así se volvieron á México de donde habian venido, hasta que se efectuó el año de mil seiscientos diez y ocho como ya se dijo.

El de seiscientos siete sucedió un caso que por singular y raro diré con las mismas palabras que el doctor D. Pedro Sanchez de Aguilar le escribe en otra parte de su informe, diciendo: "Demas de esto, el año pasado de mil seiscientos siete llovió en muchos pueblos del distrito de la villa de Valladolid sangre por el mes de diciembre, como fué público, y me certificó haberlo visto Fernando de Recalde, sacerdote, y los indios del pueblo de Tixcacal lo certificaron á los alcaldes de la villa, presagios y documentos manifiestos de la ruina y castigo que se puede temer contra estos idolatras &c." Y para confirmacion de su recelo trae las señales que se leen en los libros de los Macabeos, y otras que en diversas ocasiones y partes se han visto, que por no necesarias para este escrito no refiero.

 

CAPITULO ONCE.

Informa el obispo al rey que los religiosos

satisfacen á la obligacion de su ministerio,

y la causa de ello.

Quisieron en tiempo del obispo D. Diego Vázquez de Mercado unos religiosos fundar convento su <153> yo en esta tierra, y aun debia de extenderse á mas su intencion. Como si fuera buen medio prudencial para introducirse, pusieron dolo en la administracion de nuestros religiosos de esta provincia, diciendo que por su poco cuidado habia indios idolatras en ella. Que teniamos engañado al rey, y que habian de ir ó enviar uno de ellos á desengañarle, y dar noticia al papa de la mala administracion de doctrina que los religiosos teniamos, y hacer que S. M. nos las quitase y las diese á religiosos de su órden y provincia, que lo administrarian mejor y sin que hubiese idolatrias. No fué esto solamente hablillas que suele haber: dijéronlo con publicidad que causó escandalo, como cosa notoriamente contraria á la verdad.

Era á la ocasion provincial de esta provincia cuarta vez el R. P. Fr. Hernando de Sopuerta, como se dice adelante, y viendo el escándalo que habia, y el grave daño que de él podia resultar, pidió ante el obispo hiciese su señoría informacion jurídica de la gran vigilancia con que los religiosos de esta provincia habian acudido y acudian á la administracion de la doctrina y satisfaccion de la real conciencia. Y que como quien habia visitado este obispado dos veces, informase al rey lo que por vista de ojos habia experimentado, por si acaso confiados aquellos religiosos en la distancia, le hacian algun siniestro informe con que miéntras se sabia la verdad corriese detrimento el crédito de esta provincia. Hizo el obispo la informacion por abril del año de seiscientos siete, y poniendo por principio de ella las cédulas referidas en los libros sexto y séptimo de estos escritos, y habiendo testificado lo mas calificado de la ciudad de Mérida, así eclesiástico como secular, el incesante cuidado que nuestros religiosos habian tenido siempre y tenian del aumento de la cristiandad de los indios, por remate de la informacion dió el obispo testimonio suyo informatorio para su magestad <154> así de la calidad de los testigos, como de la verdad de lo que pasaba con las palabras siguientes.

"Señor. He visto el interrogatorio y demas recaudos presentados en esta causa por parte de los religiosos de la órden de San Francisco de esta provincia de Yucatan, y juntamente los dichos y declaraciones de los testigos que sobre ello han sido examinados. Y queriendo acudir á lo que por parte de los dichos religiosos se me ha pedido, y juntamente satisfacer á la obligacion que como prelado de este obispado tengo de informar á V. M., como á patron, rey y señor que es de estos reinos, de lo que pasa acerca de la doctrina y enseñanza que en los indios de este obispado han hecho y hacen los religiosos de la dicha órden, que desde su conquista la han tenido á su cargo. Hablando con la verdad que debo, y como testigo de vista que en estos dos años le he visitado personalmente todo, y advertido con mucho cuidado á lo que en esta parte pasa. Digo que lo que he visto es que por la industria, trabajo, doctrina y enseñanza, ejemplo y religion de muchos y muy graves religiosos que en esta órden y provincia han tenido y tienen á su cargo la doctrina de los indios, están muy bien doctrinados y enseñados en las cosas de nuestra santa fé católica, y en el servicio y culto divino de las iglesias, y en la educacion y crianza de los niños desde su tierna edad, no consintiendo en sus puestos pecados públicos ni escandalosos, velando porque no los haya, y desarraigando los que van naciendo. Y en la puntualidad y cuidado con que los dichos religiosos, despues de haber aprendido muy bien la lengua de los naturales de esta tierra, acuden á enseñarles, predicar. les y administrarle los Santos Sacramentos de la iglesia, así en salud como en sus enfermedades, acudiendo con mucha caridad y amor los dichos religiosos al amparo y defensa de los indios, contra los que los agravian, <155> y á socorrer y remediar sus necesidades espirituales y corporales en cuanto pueden. Pretendiendo en toda la gloria de Dios nuestro Señor, y el bien de sus almas y el servicio de V. M., como muy fieles y leales vasallos y capellanes suyos que en todo profesan ser, sin haber entendido ni imaginado otra cosa en contrario. Velando los prelados de esta provincia y órden en que se cumplan las reales cédulas de V. M, castigando severamente á quien en algo va contra ellas. Y si algunas idolatrías ha habido, digo que las han procurado descubrir y sacar de rastro: los que con gran celo de la honra de Dios son los que las buscan y manifiestan á los jueces para que se castiguen y remedien, no son otros que los mismos religiosos, que como tan fieles hijos de la iglesia católica, abominan semejantes pecados, y procuran que sean atroz y gravemente castigados, predicando con gran celo contra ellos en sus sermones, y enseñando con obras y palabras la sinceridad de nuestra santa fé católica."

Cuanto mas que si se mira la gran muchedumbre de gente que tiene esta provincia sana y entera en la verdad y sinceridad de la fé católica, es muy poquito lo que hay dañado, y casi nada con algunas idolatrias que luego se descubren, castigan y enmiendan. Y si se mira al gran aparejo que la tierra trae consigo por su mucha aspereza, braveza y montuosidad, no hay que espantar de las que hay, sino que dar gracias á Dios que sean tan pocas, las cuales siempre se hallan aun en lo mas sano, granado y doctrinado de las Indias.

Y así digo que aunque he estado en lo mas y mejor de ellas por espacio de mas de cuarenta años, y tenido administracion de doctrina y gobierno de iglesias y provincias, puedo con verdad decir que es una de las mas sanas y enteras en la fé, y bien doctrinadas y sacrarmentadas, esta de Yucatan, y que en número <156> y entereza de gente es una de las mas floridas que hay en todas ellas.

Y supuesto esto, mi parecer (siendo V. M. servido) es que en ninguna manera conviene que V. M. mude ni altere cosa ninguna en lo que toca á ministros de doctrina, ni permita que de otra religion entren doctrinas de ella, y mucho menos los padres domínicos de la isla española. así por haber muy suficientes ministros de frailes de S. Francisco que por muchos años pueden administrar, sin que haya necesidad de que entren otros, como porque cualquiera novedad en esta parte seria de grande escándalo entre los indios; y de gravísimos inconvenientes, sin poderse atajar ni remediar. Fuera de que, es muy justo que los que con esta verdad, fidelidad y trabajo han plantado y conservado la fé por espacio de ochenta años, desde que se plantó en esta provincia, no sean sin causa (pues no la hay justo) privados y desposeidos de lo que con tanto sudor han plantado. Y para que V. M. y su real consejo quede del todo y en todo satisfechO, afirmo y testifico que todos los testigos que en esta probanza van jurados y examinados, así eclesiásticos como seculares, son de los mas honrados, calificados y desapasionados, y sin sospecha, que hay en toda esta provincia, y de quienes en ninguna manera se puede ni debe presumir que no habrán dicho cosa que no sea muy verdadera y cierta. Guarde nuestro Señor á V. M. largos y felices años, para aumento de la cristiandad En la ciudad de Mérida de Yucatan á primero dia del mes abril de mil seiscientos siete años. — Diego, obispo de Yucatan. — Por mandato de su señoría: Gerónimo de Castro, secretario.

Tal fué el testimonio que dió el obispo de los religiosos de esta provincia, en cuya ocasion se halla verificada la doctrina de S. Agustin, tratando de la divina permision del pecado de nuestros primeros padres, que permite Dios algunos males para que sean ocasion <157> de obrar por ellos mayores bienes. Así fué publicarse esta calumnia contra los religiosos de esta provincia, para que se hiciese la informacion jurídica que se hizo de la verdad, y el obispo diese un informe tan honroso, y testificase, como testigo de vista, la verdad de lo que pasaba, el cual no diera, ni los religiosos con su humildad hubieran pedido, ménos que ocasionados con tan grave descrédito como contra la verdad en deshonor del comun de la provincia y de nuestra religion se habia intentado. Sea Dios bendito en sus ocultas disposiciones, que así ordena lo que mas conviene.

 

CAPITULO DOCE.

Del gobernador D. Carlos de Luna y Arellano.

A D. Diego Fernández de Velasco sucedió en el gobierno de Yucatan D. Carlos de Luna y Arellano, mariscal y señor de las villas de Siria y Borovia en el reino de Aragon. Hízole el rey la merced en S. Lorenzo á veinte y uno de junio de mil seiscientos y dos años, y la real provision, por donde consta de ella, presentó en la audiencia de México á treinta de junio del año siguiente de seiscientos y tres. Tardó en venir á Yucatan hasta el de seiscientos y cuatro, que á once del mes de agosto fué recibido en la ciudad de Mérida, y gobernó hasta veinte y nueve del mes de marzo de mil seiscientos y doce años.

Fué este caballero varon de gran gobierno en lo politico, cuya memoria dura, y me parece durar á muchos tiempos, porque aunque en el suyo tuvo con los estados eclesiástico y secular algunos disgustos, no obstante, <158> lo reconocian y confesaban. Hizo cosas muy útiles al bien comun de esta tierra, y hay en cualquiera materia grave que se ofrece, se acuerdan de su gran capacidad. Mandó abrir los caminos para facilitar el trato y comercio: como la tierra es tan breñosa y llena de boscaje, habíanlo intentado sus antecesores, pero no ejecutádose. Los mesones de los pueblos de indios, para hospicio de los pasajeros y resguardo de sus mercancías, en que habia mucho descuido de que se seguia grande incomodidad á los caminantes, los dejó con la asistencia de servicio que hoy se ven. En los pueblos que llaman de la Sierra se carece de agua, especialmente en el tiempo de seca, y los pozos por allí son muy profundos, con que entónces se pasa mucho trabajo para socorrerse de ella. Aunque para las necesidades domésticas en todos hay nórias que continuamente sacan agua, falta muchas veces, y arbitró para remedio de esto que se hiciesen lugares donde en tiempo de las lluvias se recogiesen las aguas, y se conservasen para el de la necesidad y falta. Llámanse en esta tierra xaveyes, y son á modo de aljibes aunque sin cubierta. El circuito por lo superior cercado y almenado, porque no peligren las cabalgaduras ó muchachos que por allí llegaren. Tienen cuatro arcos, que sirven de entradas, con sus escaleras para bajar á coger el agua, segun se va gastando. Es su capacidad grandisima, y el fondo de mas de dos estados de un hombre, obra verdaderamente insigne y de grande utilidad para los pueblos. Ya (como las atenciones son á otras cosas) están casi perdidos, que no recogen agua, no costando mas el conservarlos que solamente mandar á los indios que cuiden de su aderezo, con que las pobres indias sienten el trabajo presente, por ser quien la cargo para sus casas, y los que lo ven se acuerdan de la utilidad experimentada.

Parece que en algunas ocasiones, ó ya por escribir <159> al rey, ó ya para determinar otras materias concernientes á la ciudad por cabildo, se habian hecho algunas juntas, no en la sala para ello diputada, ni con todo el regimiento, de que se originaban algunos rumores en el vulgo, juzgando cada uno á su arbitrio, y de esto otros inconvenientes que suelen seguirse. Evitó el gobernador los futuros con pronunciar un auto á veinte de octubre de aquel año en que llegó, mandando que segun las leyes del reino no se hiciese junta ni cabildo privado, para determinar cosa en nombre de cabildo, si no fuese en la sala para ello diputada, pues la tenia la ciudad, y estando todos juntas, y no siendo dia señalado por la ciudad para ello, no se pudiese hacer sin dar noticia al gobernador, como persona que en nombre del rey debe asistir y presidir en el cabildo, y que en tal ocasion estaba presto de acudir á lo que conviniese al servicio de Dios y del rey, y bien de la república. Notificóse despues este auto al cabildo, y habiendo vista que era conforme á las leyes, y conveniente para la paz comun de la ciudad, le obedecieron con mucho gusto, y para que tuviese la ejecucion debida, se mando poner autorizado en el libro de cabildo, y con ella se quitó al vulgo ocasion de hablillas, y al cabildo de darla, y disgustos que de lo contrario se habian experimentado.

A desgracia singular se puede atribuir que siendo el mariscal un caballero de tan lucidas prendas, y de tan gran capacidad para el gobierno, se ocasionasen en todos estados graves disgustos, turbandose todo, con que no se gozo de un tiempo muy feliz. Vino á quejarse ante el gobernador un indio, cacique del pueblo de Zonot Aké, contra un religioso morador del convento de Tizimin, á cuya administracion esta sujeto, diciendo: que le habia mandado azotar públicamente, con achaque de que la comida que le habian dada estaba fria, habiendo ido <160> á decirles misa. Que la causa verdadera habia sido por que le habia pedido unas piedras vesares, y no se las habia dado, diciéndole que yá las habla buscado, y no las hallaba. Dió la queja el gobernador al provincial, que era el reverendo padre Fr. Antonio de Ciudad Real, pidiéndole con exagerada aceleracion castigase aquel exceso. El provincial estaba próximo á salir á la visita de aquel convento, y como tan gran lengua no quiso fiar la averiguacion para que la hiciese otro alguno, y así respondió al gobernador como estaba para salir á la visita de aquel y los demas conventos, y pues habia de comenzarla por allí, pondria el remedio necesario. No satisfizo esto al gobernador, que luego de parte del rey requirió al provincial castigase á aquel religioso con ejemplo y demostracion pública, que satisfaciese al dicho indio y á la jurisdiccion real que quedaba lesa cometida, diciendo (lo que nadie ignora) que los religiosos no tenian jurisdiccion para prender ó castigar á cualquier indio particular, cuanto menos á un cacique. Cuando los agentes de los comercios de los gobernadores, por no acabalar los intereses de sus repartimientos, los azotan públicamente, los apalean, y acocean á los caciques, entónces ni la jurisdiccion real queda lesa, aunque tan prohibidos están estos tratos y contratos, ni es aquel exceso digno de castigo. No es esto querer minorar el del religioso, pues le escribo como el indio quiso referirle, sino decir lo que pasa, se ve, y hay informaciones de ello remitidas al consejo. Respondió el provincial mandaria en el interin que iba (pues estaba para salir) al guardian del convento ejecutase lo que convenia, y llegando haria todo lo que era justo en el caso.

Mal satisfecho el gobernador, despidió al indio dándole á entender por lengua de los intérpretes que el rey nuestro señor queria y mandaba que los cacique y demas indios fuesen muy bien tratados, como los españoles, y que los frailes no los prendiesen, encarcelasen, <161> ni hiciesen otros castigos, pues tenian justicias que los castigarian. Volvió el indio á su pueblo, y lo que dijo el gobernador, siendo tan justificado, de tal modo lo trocó, y de tal suerte lo dió á entender á los indios, que perdieron mucho el respeto á los religiosos, y decian que el gobernador mandaba que no respetasen ni obedeciesen á los frailes, porque no les podian hacer castigo alguno. Era guardian de aquel convento en la ocasion el venerable padre Fr. Juan de Salinas, religioso de vida tan inculpable como se dice en el libro décimo, que viendo el descomedimiento con que yá los indios procedian, fué á la ciudad de Mérida, y dió noticia de ello al gobernador, admirado de que por su causa los indios perdiesen el respeto á los religiosos sus doctrineros. Como el padre Salinas era tan venerado de todos, le satisfizo el gobernador con la verdad de lo que habia dicho al cacique, presentes allí los intérpretes que lo dijeron, y á otro dia le envio al convento la cédula real, que no era necesario, porque ¿quién ignora que carecemos de toda autoridad para ejercer jurisdiccion real? ¿Quién habia de entender que un gobernador cristiano y tan político habia de decir á los indios que no respetasen á los ministros doctrineros? Pues cuando no hubiera esas causas, está encargado no solo á los que gobiernan estos reinos en general, sino en especial para Yucatan, que procuren tengan todo respeto á sus ministros, como una de las cosas de que tanto depende su cristiandad y conservacion, de que hay diversas cédulas referidas en estos escritos. Lo que se vió fué que los indios prosiguieron desde entónces con tanto desacato, que no remediándolo el gobernador, fué necesario dar noticia al rey, que proveyó cédula para el gobernador, la cual referiré en el capítulo siguiente. Por esto podrán ver (y lo advierto en el Señor) las justicias superiores la prudencia con que es necesario hablar á los indios en semejantes <162> casos, para que no lleguen á despreciar á sus ministros, y del desprecio se sigan en su cristiandad otros mayores males que se dejan entender.

Sobre el disgusto del gobernador por lo sucedido, se ofreció otra nueva ocasion y fué. Habia mandado el rey incorporar las salinas de este reino con los bienes de su real corona, y administrándose por su cuenta un religioso predicador de nuestro convento de Mérida predicó alguna doctrina acerca del modo de esta administracion, de que tomó ocasion el gobernador para quejarse al provincial de que habia predicado contra los órdenes del rey, y contra su gobierno de él. Que aquello era escándalo del pueblo, y dar motivo para que se menospreciasen sus mandatos, y no le obedeciesen como era justo. Parece tambien que habia dicho el gobernador en algunas ocasiones que gobernaba guardando y cumpliendo las ordenanzas del rey, y procuraba no ofender á Dios mortalmente, como por la gracia de Dios despues que estaba en este gobierno que no se acordaba haber confesado pecado mortal. Predicando el mismo religioso en otro sermon, dijo que era soberbia luciferina y satánica decirse en público, como jactándose, que se vivia sin pecar mortalmente, ó otras palabras como estas. Dióse el gobernador totalmente por ofendido, y presentó querella por escrito ante el provincial de lo uno y de lo otro, y ante el R. P. Fr. Hernando de Sopuerta, que era comisario del santo oficio, para que se calificase el haber dicho que era soberbia luciferina lo que habia dicho el gobernador, porque él la tenia por proposicion católica, y digna de que cualquier cristiano se preciase de decirla y obrarla, y que contradecirla, y mas en púlpito, le parecia herético y mal sonante. Porque Dios no mandaba cosas imposibles, y que mediante su gracia muchos siervos de Dios pasaban muchos años sin pecar mortalmente, y que habia de saber cómo sentia aquel religioso de la doctrina <163> que habia predicado, porque era el fundamento de los herejes que negaban la gracia y libre alvedrío.

Respondió el provincial á la peticion que luego haria informacion de lo tocante al primer sermon, porque lo restante pertenecia al tribunal de la santa inquisicion, y que así lo remitia al padre comisario de ella, para que como causa suya la conociese. Procedió el provincial á su informacion, y porque el religioso parecia continuar lo dicho en otros dos sermones siéndole mandado que no tratase de la materia, le desterró de la ciudad á la villa de Campeche: concluida la sumaria, dió noticia al gobernador, que dijo era truncada por no contener lo que pedia, ni haber dejado decir á los testigos todo lo que sabian, y era porque no incluia lo que pertenecia al santo oficio. Pidió al provincial que la volviese á hacer, conforme á un interrogatorio que le daria. Respondióle que haria toda lo que gustase con que las preguntas no tuviesen materia que tocase al santo tribunal, porque se lo habia de remitir como habia hecho, y era justo se hiciese, y mas habiendo yá delatado ante su comisario, que allí estaba, de los otros sermones de que se estaba haciendo averiguacion. Dijo el gobernador que así seria, y con esto se despidió.

Estando en esto el caso, y el religioso desterrado á Campeche, desde allí escribió al provincial que tenia órden del comisario general de Nueva España para ir á su presencia. Luego el provincial dió noticia al gobernador, y juntamente una patente que él mismo despachase á Campeche, por la cual mandaba al religioso por santa obediencia y descomunion, pareciese á dar cuenta de su persona, por estar yá hecha informacion sumaria, y á manifestar la licencia que tenia para que constase si era legitima. Despachó el gobernador este mandato del provincial, y cuando llegó á Campeche, yá se habia embarcado el religioso para la Nueva España. <164>

COGOLLUD.TM2 Continued
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