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La metalurgia prehispánica y colonial en Jicalán, Michoacán, México: una prospección arqueológica

Introducción
Después de la Relación de Michoacán (1539-1541), una de las fuentes etnohistóricas más conocidas y estudiadas de Michoacán es el Lienzo de Jicalán (Figura 1, arriba). Se trata de un documento pictográfico que fue elaborado y usado en la segunda mitad del siglo XVI como probanza para mostrar los derechos que las autoridades indígenas de Jicalán pensaban tener sobre varios yacimientos de minerales de cobre y tierras colorantes en la Tierra Caliente de Michoacán. Según el lienzo, los antepasados que en tiempos primordiales fundaron el pueblo, eran toltecas de habla náhuatl que adoraban al dios Tezcatlipoca. Nacieron más allá de la costa de Veracruz, en el este donde cada día salía el sol que daba origen a toda la vida. Enseguida emprendieron una larga migración hacia el occidente de México, para finalmente llegar al sur de Uruapan donde fundaron el cacicazgo de Jicalán y empezaron a dedicarse a la fundición de cobre y la elaboración de jícaras pintadas (Figura 2, abajo).

El lienzo nos muestra como los habitantes de Jicalán explotaron yacimientos de cobre a lo largo de tres rutas que los llevaron a distintos lugares de la Tierra Caliente. La primera se dirigía al sur hasta topar con la orilla norte del río Balsas para luego terminar en la región que ahora corresponde al municipio de Huetamo (al sureste de Jicalán). La segunda seguía al río Marqués y terminaba a la altura de lo que actualmente es la presa del Infiernillo (al sur). El destino final de la tercera ruta era la región de Pinzandaro, en la orilla del río Tepalcatepec (al suroeste). Cuando a fines del siglo XV Jicalán fue anexado al reino tarasco, sus habitantes empezaron a pagar tributos en forma de jícaras y utensilios agrícolas (de cobre). Sus derechos a las minas no sólo fueron reconocidos por los reyes prehispánicos sino también por sus descendientes coloniales (Figura 3 y Figura 4, abajo). 1

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Mientras que en la Relación de Michoacán la Tierra Caliente aparece casi exclusivamente como zona de extracción de valiosos recursos naturales por parte de los gobernantes tarascos de Tzintzuntzan, en el Lienzo de Jicalán se enfatiza la antigüedad de su ocupación por grupos de hablantes del náhuatl que decían ser toltecas, que tenían una cosmovisión y religión propia y que además fueron anexados al reino tarasco relativamente poco tiempo antes de la llegada de los españoles. Las visiones del pasado que se expresan en ambos documentos etnohistóricos en gran parte cumplen una función legitimadora y necesitan ser manejadas con cautela, además de ser comparadas (hasta donde sea posible) con otras fuentes escritas y sobre todo con los resultados de investigaciones arqueológicas. A partir de un extenso análisis iconológico y etnohistórico del documento pictográfico, a principios de 2003 iniciamos un proyecto que abarca la prospección, inventario y mapeo del sitio arqueológico de Jicalán el Viejo, identificado como el lugar clave de la historia narrada en el lienzo (Figura 5, abajo). En el presente texto se dan a conocer los resultados preliminares de una primera etapa de trabajo de campo, para terminar con algunas reflexiones que surgen de la comparación de los datos arqueológicos con la información histórica.

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Nota Final
- Un análisis extenso del contenido y contexto histórico del lienzo puede encontrarse en Hans Roskamp, La Historiografía Indígena de Michoacán: el Lienzo de Jucutacato y los Títulos de Carapan, Leiden, Researchschool CNWS, Leiden University, 1998 (CNWS Publications, #72) e "Historia, Mito y Legitimación: El Lienzo de Jicalán", en Eduardo Zárate Hernández (coordinador), La Tierra Caliente de Michoacán, Zamora, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, 2001, págs. 119-151.
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