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La metalurgia prehispánica y colonial en Jicalán, Michoacán, México: una prospección arqueológica

Jicalán el Viejo: una primera prospección arqueológica
Los restos arquitectónicos más sobresalientes se encuentran en la parte superior (centro-sur) del sitio y consisten de una pequeña pirámide prehispánica de tipo cuadrado y escalonado que mide aproximadamente 22 × 22 metros y que tiene una altura de 5 metros (Figura 6, arriba). Al lado descubrimos restos muy dañados y apenas visibles de lo que podrían ser tres estructuras colocadas en forma de U (cada una mide aproximadamente unos 22 metros de largo y 12 de ancho) y que probablemente hayan formado un sólo conjunto con la pirámide. En la estructura poniente encontramos lajas quebradas y fragmentos muy pequeños de huesos que nos indican la presencia de entierros. Estos materiales salieron a la superficie debido a las recientes actividades de saqueadores (Figura 7, abajo).

Unos 175 metros hacia el norte, yendo cuesta abajo, existe una estructura alargada de 24 × 12 metros cuyo acceso se encuentra en el oriente donde también se percibe un gran espacio abierto y prácticamente cuadrado de 42 × 40 metros (largo × ancho) que localmente se conoce como el templo. Tanto la forma y el tamaño como la presencia de grandes piedras labradas de cantera (que pertenecieron a la fachada) sugieren que efectivamente debe tratarse de una pequeña capilla con su atrio (Figura 8 y Figura 9, abajo). En Jicalán el Viejo la construcción religiosa fue colocada en el centro y al mismo tiempo en la parte alta del asentamiento prehispánico, en el lugar donde antes se encontraban los principales templos indígenas, simbolizando el vencimiento de las antiguas deidades autóctonas por el dios de los cristianos. De esta manera la parte superior del sitio seguía siendo dedicada sobre todo al culto religioso.


La identificación de las grandes estructuras antes mencionadas no presenta mayor problema, sin embargo existen múltiples vestigios cuya interpretación es difícil sin la realización de excavaciones. Unos 50 metros al norte de la capilla, siguiendo cuesta abajo pero todavía en la zona alta del sitio, se halló una construcción que se parece a una U pero que no es totalmente simétrica. En total mide 22 metros de ancho y tiene dos extremidades de 12 y 17 metros de largo respectivamente y unos 7 metros de ancho. Al lado oriente se encuentra otra construcción llamativa que tiene la forma de una L y cuyas dos extremidades tienen las siguientes dimensiones: 28 × 7 metros y 21 × 11 metros. En el caso de ambos edificios aún carecemos de elementos suficientes para saber si se trata de una estructura precolombina o colonial.
Unos escasos 40 metros más al norte, continuando cuesta abajo, se llega a un talud artificial de 74 metros de largo que constituye el acceso a otra terraza o pequeña planicie inclinada que se encuentra a un nivel más bajo. En el extremo de la parte superior del talud se detectaron restos de muros y también de lo que parecen ser cuartos. Cuatro de ellos miden más o menos 10 × 4, uno 17 × 4 y otro 15 × 4 metros. Este último se coloca pocos metros hacia al sur y destaca por la presencia, tanto en su interior como en su exterior, de una gran concentración de escoria de la producción de cobre. Hasta el momento es el único lugar del sitio donde encontramos este tipo de materiales directamente asociados con un edificio.

Un segundo talud, que mide 121 metros, se encuentra 100 metros al noroeste, constituyendo el límite de otra terraza más baja. Un tercer ejemplar (de 96 metros de largo) se ubica todavía unos 60 metros más al noroeste y a una altura áun menor. A poca distancia (unos 60-70 metros aproximadamente) al oeste, norte y noreste, descendiendo aún más y llegando al límite norte de la mesa, se identificaron varias terrazas habitacionales con restos de muros que forman cuartos (Figura 10, arriba, y Figura 11, abajo). Si bien el mencionado conjunto es el más extenso y principal, en el extremo este de la mesa hay otra importante zona con terrazas habitacionales que tienen las mismas características (Figura 12, abajo). Un tercer y muy pequeño conjunto se encuentra en el límite centro-norte del sitio. Todas estas partes bajas del sitio llaman la atención por la presencia de petrograbados, la mayoría de los cuales parece corresponder a las llamadas maquetas que representan escaleras, edificios y un tipo de pozos o quizá fuentes con ríos (Figura 13, abajo). Tres piedras muestran elementos geométricos, otras tres figuras son de carácter antropomórfico y una última contiene un elemento iconográfico en forma de herradura (Figura 14, abajo).


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En el sitio se registró una gran cantidad de artefactos líticos de molienda: los típicos metates, manos, molcajetes, una hacha y además una serie de piedras de formas peculiares (Figura 15, abajo). En este último caso se trata de algunos ejemplares (de río) muy finos que pudieron haber sido usados para pulir. Una piedra más grande del tamaño de un metate pero del mismo material liso y fino, también pudo haber servido para este propósito. En mucho mayor número se encontraron piedras rectangulares con hoyos redondos en cada costado, piedras parecidas pero aplanadas con sólo tres costados e igualmente con hoyos, y piedras redondas con un pequeño orificio en el centro o en el extremo (mismo que no atraviesa la piedra). Sin descartar otros posibles usos, es probable que varios de estos instrumentos hayan sido empleados en la fundición de cobre y la producción de jícaras pintadas, dos importantes actividades de los habitantes de Jicalán que son mencionadas en el lienzo y en otras fuentes históricas. 2 Varios de los artefactos catalogados como domésticos, aparentemente fueron reutilizados para otros fines. Una de las piedras "tipo metate" halladas en el sitio, presenta una figura cuadrada en el centro y bien puede tratarse de un molde para la producción de hachas u otros instrumentos de cobre. Los restos de obsidiana consisten de pequeños núcleos, navajas prismáticas, puntas de flecha, raspadores, lascas, etc. Además se encontraron dos fragmentos de silex o cuarzo, uno de ellos un tipo de ornamento en forma de pétalo de flor. En cuanto a la cerámica llama la atención que sólo hallamos fragmentos o tepalcates que pertenecen a la variante monocroma y malacates de barro. Hasta la fecha no hemos encontrado piezas diagnósticas que nos ayuden a obtener un fechamiento tentativo de la ocupación del sitio.

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El sitio destaca también por la presencia de grandes concentraciones de escoria que fueron halladas sobre todo en las zonas altas y medianas pero también cerca del pequeño conjunto de estructuras en el norte-noreste donde se encuentra el acceso menos inclinado a la mesa. Los residuos encontrados en el sitio varian mucho en tamaño, grosor y textura. Algunas muestras de escoria son analizadas por Blanca Maldonado (Pennsylvania State University) y comparadas con los materiales similares que ella encontró en el sitio arqueológico de Santa Clara del Cobre. Los resultados preliminares muestran que la escoria de Jicalán se deriva del procesamiento de calcopirita y que los especialistas indígenas emplearon un método reductivo altamente sofisticado y eficiente. 3 Futuros pozos de sondeo y excavaciones arqueológicas aportarán mayores datos sobre el desarrollo y la naturaleza de las actividades metalúrgicas en el sitio. Será de mucho interés la comparación detallada de los resultados con los hallazgos de proyectos de excavación que actualmente son llevados a cabo en otros sitios de fundición como el ya mencionado Santa Clara del Cobre (Michoacán) y El Manchón (localizado en la Sierra Madre de Guerrero), este último una interesante zona que únicamente cuenta con ocupación prehispánica. 4
Es probable que los terrenos de cultivo de los habitantes de Jicalán se hayan ubicado sobre todo en las zonas de las terrazas. El imprescindible agua se encontraba en las barrancas cercanas y más accesibles al norte donde también pudieron haberse cultivado y encontrado otros productos comestibles de origen vegetal. Actualmente los habitantes del lugar acuden a un ojo de agua que se encuentra al pie norte de la mesa donde también hay una pequeña laguna que no es mencionada en las fuentes coloniales. Un último aspecto importante de la zona arqueológica es su ubicación estratégica, constituyendo un tipo de fortaleza natural que es de difícil acceso y que se encuentra protegida por barrancas muy profundas, principalmente en el extremo sur y occidente (Figura 16, abajo). También hay que mencionar su posición fronteriza entre la Tierra Caliente (al sur) y la Sierra Tarasca (al norte).

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Notas Finales
- Para información sobre la metalurgia puede consultarse (entre otras publicaciones) Dorothy Hosler, The Sounds and Colors of Power: The Sacred Metallurgical Technology of Ancient West Mexico, Cambridge and London, The MIT Press, 1994; Dorothy Hosler, "La tecnología de la metalurgia sagrada del Occidente de México", Arqueología Mexicana, Volumen V, Número 27, págs. 34-41, 1997; Dora M.K. de Grinberg, Los Señores del Metal: Minería y Metalurgía en Mesoamérica, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Pangea, 1990. En el caso del maque recomendamos la lectura de Francisco de P. León, Los Esmaltes de Uruapan, México, Editorial Innovación, 1984 [1922]; Eva María Thiele, El Maque. Estudio histórico sobre un bello arte, Morelia, Instituto Michoacano de Cultura, Casa de las Artesanías del Estado de Michoacán, Fondo para Actividades Sociales y Culturales de Michoacán, 1982. Es interesante mencionar que a principios del siglo XX, en Jicalán el Viejo se extraía la tepúshuta, una dolomita caliza que los artesanos usaban y aún usan en el proceso del maque. F. de P. León, Op.cit., págs. 22-23.
- Blanca Maldonado, comunicación personal (fecha 24-08-2004).
- Véase Dorothy Hosler, "Excavations at the Copper Smelting Site of El Manchon, Guerrero, México", sitio web http://www.famsi.org/reports/01058es/index.html, Fundación FAMSI (Fecha de consulta: 6 de febrero de 2004); también D. Hosler, "Nuevos datos sobre la producción de metal en el Occidente en la época prehispánica", en Eduardo Williams (editor), Bienes estratégicos en el antiguo Occidente de México: producción e intercambio, El Colegio de Michoacán, Zamora, 2004, págs. 335-353.
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