Image - Cacao Pod Vessel - K6706 © Justin Kerr FAMSI © 2001:
David Bolles
 

Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language

CAPITULO VI.

Vienen de España obispo y alcalde mayor.

Renuncia el provincial su oficio, y va á España.

Hasta este tiempo esta tierra fué gobernada por alcaldes <426> mayores, que enviaban las audiencias de Méjico y Guatemala segun que en diversos tiempos estuvo subordinada á ellas, como queda dicho. Desde el que ocurre ha venido gobierno proveido por los reyes. El primero á quien se dió fué el doctor Diego Quijada, y le fué hecha la merced á diez y nueve de Febrero de mil y quinientos y sesenta años, con título de alcalde mayor por seis años. Los libros de cabildo de la ciudad que se conservan, no alcanzan al año en que fué recibido en ella para gobernar, y asi no afirmo con certidumbre cual fué; si bien el bachiller Valencia en su relacion, dice, que llegó el siguiente de sesenta y dos. Trajo facultad de su magestad por cédula de doce de Enero de 1562, para poder encomendar los indios, que en Yucatan vacasen, y en ella se le dice: "Y en las tales encomiendas preferireis á los primeros conquistadores de esas provincias, que estuvieren sin indios, y despues de ellos á los pobladores que huvieren calidades para los tener, &c." Trajo tambien órden de tasar los tributos conforme á las nuevas leyes, para que eso diesen los indios al rey y encomenderos, y no mas. Prohibióse asimismo en la cédula al presidente y oidores de la Nueva España, mandando que no se intrometiesen en encomendar los indios destas provincias, sino que dejasen encomendarlos, conforme á la facultad real, que se les daba á los gobernadores de ellas, la cual siempre se ha continuado. Duro en este gobierno hasta trece de Noviembre de mil y quinientos y sesenta y cinco años, que fué recibido en Mérida su sucesor, que trajo órden para tomarle residencia, y en el título de su sucesor se dice, enviase al doctor Diego Quijada, aunque no habia cumplido los seis años, de que le habia sido hecha merced, porque asi convenia al real servicio; pero cual fuese no he hallado razon de ello. En su tiempo se abrieron mucho los caminos, que casi todos eran veredas cerradas con la espesura de la arboleda, que toda esta tierra tiene. El licenciado Valencia dice, que gobernó dos años: pero habiendo dicho vino el de sesenta y dos, consta por el libro de cabildo que fueron tres años.

El mismo año de sesenta y dos vino á esta provincia el primer obispo, que tomo posesion de este obispado (aunque tercero en presentacion, como en otra parte se dijo.) Este fué D. Fr. Francisco Toral, de la órden seráfica de mi padre san Francisco, provincial que habia sido de la santa provincia del santo evangelio de Méjico, del cual el padre Torquemada en su monarquia indiana, dice lo siguiente: "D. Fr. Francisco Toral, primer obispo de Yucatan, fué natural de Ubeda, y en su tierna edad se abrazó con el yugo del Señor, recibiendo el hábito de religion de nuestro glorioso padre san Francisco en la provincia del Andalucia. Con celo de la salvacion de las almas vino á esta de el santo evangelio, donde vivió con mucho ejemplo y observancia de su regla. Fué el primero que <427> aprendió la lengua popoloca, y la enseñó á otros frailes, y la puso en arte y método para mas facilitarla. Aprendió tambien la mejicana, y trabajó en ambas lenguas fidelísimamente en la provincia y comarca de Tecamachalco. Bautizó allí gran número de popolocas y mejicanos, y plantó en ellos la doctrina y fé cristiana, y púsolos en policía lo mejor que pudo, por lo cual en aquella provincia le tuvieron y tienen por primer apóstol de aquella nacion Popoloca, y asi le nombran, y tienen pintada su figura é imágen en el convento de Tecamachalco, en memoria de lo mucho que con ellos trabajó. Fué electo en custodio de esta provincia del santo evangelio, para el capítulo general que se celebró en Salamanca el año de 1563. Anduvo la mayor parte de España buscando religiosos observantes, y celosos del bien de las almas, para obreros desta viña del Señor, y siempre á pie con un pobre hábito de sayal remendado, con que dejaba muy edificados los conventos por donde pasaba. Dió la vuelta á esta Nueva España el año siguiente de 1554, trayendo consigo treinta y seis religiosos. Pocos años despues fué electo en décimo ministro provincial desta provincia del santo evangelio, el cual oficio ejercitó con comun aprobacion, y contento de todos sus súbditos, porque los gobernó con mucha discrecion y madureza. En acabando su oficio fué electo en primero obispo de Yucatan; porque aunque primero habia sido electo Fr. Juan de la Puerta, no llegó á su obispado. Aceptó esta dignidad el siervo de Dios constreñido por la obediencia, y por no haber en aquel obispado otros ministros del santo evangelio sino solos religiosos de san Francisco, y por el deseo que tenia de ayudar á los naturales, á los cuales siempre tuvo entrañable aficion de verdadero padre. Antes de consagrarse, se partió otra vez á España, á negocios que se le ofrecieron de su obispado deseando poner su ánima por el remedio de sus ovejas, como buen pastor (como dice Cristo) el cual no repara en morir por guardarlas y defenderlas de las bocas de los hambrientos lobos, que las siguen por matarlas. Y desde España volvió á su obispado consagrado, y con algun remedio acerca de lo que fué á negociar. Al cabo de algunos dias, deseando la quietud de su celda, pareciéndole que estaba como peje fuera de las aguas de la religion, y muy inquieto con el oficio pastoral, y tambien deseando enterrarse entre los santos religiosos, que en esta provincia del santo evangelio habia conocido. Renunció muchas veces el obispado: pero como era conocida la necesidad, que en el reino de Yucatan habia de la persona deste venerable obispo, nunca se le aceptó su renunciacion. Y dado caso, que no fué oido en sus ruegos para la dexacion que hacia de su oficio, fué oido del Señor en los deseos que siempre tuvo de morir en esta provincia del santo evangelio, entre los hermanos que en ella <428> habia dejado, y así se los cumplió; porque viniendo de Yucatan á Méjico á algunos negocios, estando aposentado en el convento de san Francisco, acabó el curso desta vida en el, como á Dios se lo habia pedido, porque sabe Dios acudir á los gustos de los que le aman y sirven con fidelidad, rodeando las cosas para este cumplimiento como mas ve que conviene. Enterróse en medio de la capilla mayor de la iglesia vieja, y allí yace su cuerpo. Murió en el mes de Abril de mil y quinientos y un años."

Tal prelado como este venerable varon, fué el primer obispo que estuvo en este obispado, que como queda dicho, se consagro en España para venir á esta tierra Habia ido de ella allá un ciudadano de la ciudad de Mérida, y volvió cuando vino el obispo. Siendo alcalde este ciudadano, y custodio el R. padre provincial Fr. Diego de Landa, sobre conservar la inmunidad eclesiástica, por haber sacado con violencia un retraido de la iglesia, debiendo gozar de ella, hubo entre los dos un gravísimo disgusto. Conservaba el ciudadano la memoria del caso, y como tuvo tanta oportunidad en el viage para informar al obispo, segun su afecto de la persona del provincial; tales cosas le dijo, que cuando llegó á Campeche trata mal concepto de su proceder. Luego que el bendito provincial supo que habia llegado el obispo á Campeche, fué á verle y darle la bien venida, y hallóle aposentado en nuestro convento de aquella villa. Habiendo llegado, aunque el obispo procuraba hacerle buen rostro, no podia disimular la mala opinion, que dél habia concebido. Dióle cuenta de los negocios que por la suya habia corrido, y de la autoridad episcopal que habia usado, y cosa ninguna satisfacia al obispo, ni le parecia bien. Conociendo el provincial su desabrimiento, se fué á Mérida pesaroso de ver que habia señales de poca paz entre el obispo y religiosos, por haber dado tal asenso á lo que se le habia dicho, sin admitir la satisfaccion que para ello se le daba, cosa bien perjudicial en los superiores.

Llegado el obispo á la ciudad de Mérida, como aun no habia casas episcopales, fué aposentado en casa de un ciudadano, y como allí los pocos afectos al provincial y religiosos, le hablaban despacio, consumó el mal concepto que de ellos habia formado. Con mas facilidad que la materia requeria, sin advertir podia moverlos pasion por los vicios que habia evitado, y por el visitador que trajo, que moderó los tributos; escribió al rey muchos defectos impuestos á los religiosos, y pidiéndole sacase de esta tierra al provincial, porque la tenia revuelta y inquieta. Sin duda por evitar estas inquietudes con el obispo, renunció el provincialato el provincial, pues en lugar de la congregacion ó capítulo intermedio, que en su trienio se habia de tener; parece hubo junta de la provincia, la cual presidió el venerable padre Fr. Lorenzo de Bienvenida en la ciudad de Mérida, á primero de <429> Marzo de mil y quinientos y sesenta y tres años, en que fué electo comisario provincial (tal título se le dá en la tabla) el R. padre Fr. Francisco de la Torre, y juntamente primer difinidor, segundo el padre provincial que renunció, tercero el padre Fr. Antonio de Valdemoro, y cuarto Fr. Roque Gonzalez. En esta junta ó capítulo se hizo ereccion del convento de Tizimin, con titular de san José, su guardian el padre Fr. Francisco Aparicio.

Supo el bendito padre Landa, cuan temerariamente habia escrito el obispo al rey, y como pedia le sacase de esta tierra, y previno todo suceso, y procuró quitar la ocasion, con salir luego para irse á los reinos de España, donde daria satisfaccion de lo que contra él y los religiosos se hubiese escrito, y solicitaría mas bien el remedio de los indios, de que se habia originado la turbacion presente. Salió de Yucatan el bendito varon, con gran sentimiento de los religiosos, por carecer de la compañía de padre, á quien tanto amaban: varon verdaderamente apostólico, y ejemplar de su regular observancia. Los indios se tenian por huérfanos sin su patrocinio, y asi lamentaban su ausencia, y clamaban por su padre. Fué en una caravela, que salia para la isla española, donde habiendo llegado enfermó: pero fué Dios servido (que le guardaba para tan grandes cosas, como se dicen en estos escritos) de darle salud, y convaleció presto. Habiendo salido de Santo Domingo en prosecucion de su viage, tuvieron grandes calmas, y en una de ellas sucedió un caso admirable. Por gozar de la tranquilidad de la mar, y refrescarse de el calor que con la calma se siente: un mancebo que sabia nadar, se echó al agua no estando presente el bendito padre. Apenas sucedió, cuando salió de su retiro donde estaba haciendo oracion, y desde el combés dió voces al mancebo, diciéndole subiese de presto al navio, que venia un gran peje á tragársele. Miraron los marineros á todos lados, y no vieron cosa alguna: pero el mancebo, dando crédito á las voces de el bendito varon, sin dilatar tiempo, se subió al navio. Tan presto como echó mano arriba, para entrar en él, llegó un peje monstruoso, que segun dijo la gente dió tales bramidos y golpes en el navío, que le estremeció, y todos temieron. El santo varon los consoló diciendo, como Dios por sola su bondad los libraba do aquel monstruo, y en particular á aquel mancebo, á quien dijo, diese gracias al señor por tan singular merced, y enmendase la vida. Mejoróse el tiempo, prosiguieron su derrota, y llegando sobre el parage que llaman Arenas Gordas, los corrió una galeota de moros, de quien Dios los libró, quizá porque llevaban en su compañía este varon apostólico. Llegó á España y á Toledo, donde habia recibido nuestro santo hábito, y allí descansó v supo como el general de la órden, salió camino de Barcelona para pasar á Italia: pero pues ya queda en España, recurramos á lo que sucedió en esta provincia, despues de haberse ido. <430>

 

CAPITULO VII.

Sepárase esta provincia de Guatemala,

y lo que sucedió con el obispo,

y á nuestro padre Landa en España.

No por haber salido de esta tierra nuestro padre Fr. Diego de Landa, se quietaron los ánimos, que habian concitado contra él el del obispo, á quien persuadieron hiciese informaciones, y las remitiese al consejo, para mas desacreditarle, y algunos decian: vuelto se ha cañamazo Landa. Hiciéronse las informaciones, y lo mas que se actuó fué, que habia hecho oficio de inquisidor, y castigado con rigor á los idólatras, de los cuales algunos estando presos se habian ahorcado, y que se veía ser inquietador de la república: pero no en que, ni hallaron defecto personal, ni mal ejemplo que hubiese dada, y remitiéronle á España.

Con estas alteraciones llegó tiempo de celebrar el segundo capítulo provincial, que se tuvo en la ciudad de Guatemala, sábado ántes de la domínica de sexagésima, año de 1564. Fué electo provincial el venerable padre Fr. Gonzalo Méndez, gran religioso, cuya suma de vida y virtudes refiere el padre Torquemada en su monarquia Indiana. Difinidores fueron los padres Fr. Francisco de Colmenar, Fr. Luis de Peñalosa, Fr. Juan de Ocaña, y Fr. Lorenzo de Salvatierra. La tabla de las guardianias que pertenecian á esto de Yucatan, no parece en el archivo, si bien dice el padre Lizana, que por vicario provincial fué nombrado el padre Fr. Antonio Quijada, persona muy docta, y uno de los primeros religiosos que trajo el padre Albalate de España: pero cuando escribió su llegada con ellos, ninguno de los seis, que dice vinieron, tiene tal nombre. La de Guatemala esta original sellada, y por ella consta habia ya en aquella tierra los conventos de Guatemala, el de la Concepcion de Almolonga, san Juan Bautista de Comalápa, Santiago de Atitlán, la Asuncion de N. Señora de Tecpanatitlán, y san Miguel de Totonicápa. Por ministro de los pueblos, que caen detrás del volcan, fué asignado el padre Fr. Diego Ordoñes.

Con deseo de consumar la planta de esta santa provincia, fué el padre Fr. Lorenzo de Bienvenida al capítulo general, que se tuvo en Valladolid, año de mil y quinientos y sesenta y cinco. Propuso al capítulo general el inconveniente de la distancia entre este reino y el de Guatemala, para gobernarse por un superior; y asi se determinó, que fuesen provincias distintas y separadas. Esta de Yucatan quedó con título de san José, como se le habia dada el santo varon Fr. Jacobo de Testera, por haber llegado á Champoton víspera de el santo, y la de Guatemala con título del santo nombre de Jesus. Con este despacho vino á Yucatan, donde á trece dias del mes de Abril <431> de 1567 años, se celebró capítulo provincial en la ciudad de Mérida, como ya de provincia separada de Guatemala. Presidiole el R. padre Fr. Francisco de la Torre, que actualmente era guardian del convento do la misma ciudad, y en él fué electo ministro provincial, por la satisfaccion que de su gobierno tenian ya los religiosos. Difinidores fueron los RR. PP. Fr. Bias de Cotelo, Fr. Andres de Bruselas, Fr. Francisco de Miranda, y Fr. Juan Martinez. Hízose en este capítulo ereccion de los conventos de santa Clara de Zizantun (Dzidzan Tun), su primer guardian el padre Fr. Diego Zazo, y de san Juan Bautista de Mutul, su guardian el padre Fr. Tome de Arenas, con que parece haber la provincia quedado en aquel capítulo con nueve conventos.

Recibió el rey la carta que el obispo habia escrito contra el provincial, ántes que el general saliese de la carta, para su viage de Italia, y mandóle llamar y preguntóle, que opinion tenia de sus frailes de Yucatan? Respondió el general: señor, muy buena, y el rey le dijo: y del provincial que es llamado Fr. Diego de Landa, qué nuevas teneis? cómo precede? Respondió el general: señor, si sus obras son como las noticias que del tengo, está en opinion de varon santo, prudente y muy celoso de la honra de Dios. Dióle entónces la carta, diciendo: leed esa, y despues volvereis, y me direis lo que sentis. Despedido el general, leyó lo mas presto que pudo la carta, y para responder á su magestad, se informó de los religiosos mas graves, que le dijeron, como el padre Landa habia salido de aquella provincia con opinion de muy siervo de Dios, y que donde estaba, sabian habia procedido religiosamente. Con este informe volvió á ver al rey, á quien refirió lo que le habian dicho, y como su magestad con su gran providencia por medios ocultos tenia noticia del proceder de sus vasallos, le mando al general, que aquella carta la remitiese á los frailes de Yucatan, con cédula suya cerrada, y otra para que el provincial fuese á España, y respondió al obispo. Despachó el general estos recaudos á la provincia, escribiendo á los religiosos, que si tenian algun defecto de los que escribió el obispo, lo enmedasen, y advirtiesen la honra, que su magestad les hacia, y que le enseñasen la carta del general, y la suya, para que viese otra vez, como escribia de los religiosos.

Reservaron manifestar los despachos, hasta la ocasion del capítulo donde despues de hecha la eleccion, hallándose el obispo en el convento, le suplicó el provincial, se hallase á una junta que el difinitorio habia de tener, para tratar cosas del descargo de su conciencia, y dijo, que si haria. Túvose la junta en el coro, y despues de agradecer el provincial al obispo haber]os honrado con su presencia, sacó de la manga las cartas. Como el obispo estaba tan cercano al provincial, conoció la suya, y levantándose con cólera dijo: Qué traicion es esta padres? Usase en la órden de san Francisco coger las cartas <432> que los prelados escriben, y mas al rey? Arrodilláronse provincial y difinidores ante el obispo, suplicándole que se sosegase, que haberle rogado se hallase en aquella junta, fué para que viese su carta y la del general, con que la habian recibido, y con esto, aunque colérico, se sentó. Leyóse primero la del general á quien el obispo conocia muy bien, y oyendo que decia que el rey le habia mandado despachase su carta á los religiosos, quedó admirado, y mucho mas cuando vió que luego el provincial le dió la carta de su magestad, que decia así.

"El rey. R. in cristo padre obispo de Yucatan, Cozumel y Tabasco, de mi consejo. Bien teneis entendido la obligacion con que tenemos esas tierras y reinos de las indias, que es, procurar por todas vias y buenos medios, la conversion de los naturales dellas á nuestra santa fé católica. Y porque de esto desde el primer descubrimiento de ellas los religiosos que han estado y están en esa tierra, han tenido muy especial cuidado; y asi han hecho mucho fruto en la conversion y doctrina de los indios. Y al servicio de Dios nuestro señor, y descargo de mi real conciencia, conviene que tan santa obra no cese, y los ministros della sean favorecidos y animados. Vos ruego y encargo, que á los religiosos de la órden que residen en esa provincia, de quien tenemos entera satisfacion, que hacen lo que deben, y se ocupan en la doctrina y conversion con todo cuidado, de que Dios nuestro señor ha sido y es muy servido, y los naturales de ellos muy aprovechados, les deis todo favor para ello necesario, y los honreis mucho y animeis, para que como hasta aquí lo han hecho, de hoy adelante hagan lo mismo, y mas si fuere posible, como de sus personas y bondades esperamos que lo harán. Y de lo que en esto hiciéredes, nos tendrémos de vos por bien servido. De Madrid á 19 de Junio de 1566 años. - YO EL REY. Por mandado de su magestad, Francisco de Eraso." Esta cédula original se conserva en el archivo desta provincia.

Como el obispo de su natural era bueno, y por lo que el rey afirmaba en su carta, conoció el yerro que habia hecho, y compungido se levantó de la silla, y de rodillas, como si fuera un fraile particular, dijo la culpa, confesando haber hecho mal en escribir de aquel modo, por solo informe de apasionados, que se dolia mucho que por su causa faltase á esta tierra un varon santo, como el padre Landa, y á los indios un tan gran ministro. De todo pidió perdon, y prometió la satisfaccion necesaria al descargo de su conciencia. Viendo al obispo con tan singular humildad los religiosos se postraron á sus pies, suplicándole se sentase en su silla, pues era mayor la edificacion, que con este acto les habia ocasionado, que la turbacion que con lo pasado habia tenido. Finalmente quedaron muy conformes, y el obispo ejecutó luego sin dilacion lo prometido, y cautelado con esto, conoció algunos defectos que castigó en <433> seglares, que fiados en su favor, ignorándolo el, vivian á su gusto.

Miéntras esto sucedia en Yucatan, sabiendo en Toledo nuestro padre Landa, como el general iba á Barcelona, se puso luego en viage, y le alcanzó en aquella ciudad. Allí le dijo lo que le habia pasado con el rey, y le dió carta para que fuese á ver á su magestad. Llegó á la carta, y alcanzó licencia para verle, y dándole la carta del general, tuvo el rey mucho gusto en ella, y con ver y hablar al santo varon, á quien mandó no se alejase de la carta, hasta que se le ordenase otra cosa. Vió despues á los señores del consejo, de quien supo la cédula, que se habia despachado llamándole. Conforme al órden de su magestad, se fué á vivir al convento de Ocaña, donde estando recogido, llegaron á la carta las informaciones que contra él en Yucatan habia hecho el obispo, las cuales mandó el rey examinasen cuatro teólogos y dos canonistas. Habiéndolas visto le llamaron y lo que contra él resultó fué, que habia hecha oficio de inquisidor, ejercitado actos episcopales, y castigado en acto público. Respondió que era así: pero que la santa sede apostólica daba omnímoda autoridad á los prelados de las órdenes en estos reinos, donde no habia obispos, para todo lo que habia ejecutado, como concerniente al mayor bien espiritual de los indios, y de los demas fieles. Vista la justificacion de la respuesta, le absolvieron de los cargos, si bien dijeron parecia exceso haber llegado á todo rigor con los indios, por ser gente nuevamente convertida á la fé; mas que en lo de los españoles lo debia hacer, y aun usar de mas rigor; pero el bien que de este rigor resultó) le pondera bastantemente el doctor Aguilar en su informe contra los idólatras destos indios, como se dice en este libro, cap. 16 adelante. Con la declaracion de los jueces, el rey y consejo real de las indias, le dieron por buen juez y ministro, digno de toda honra. Hablole su magestad muy benignamente, diciendo que no habia presumido ménos de su persona, que lo que via por la resulta de su causa, y que no se fuese por entónces de la corte, porque necesitaba comunicar con él algunas cosas. Gozó de la benignidad que el rey y su consejo le mostraba, impetrando algunos favores para los indios, y en ejecucion dellos remitió algunas cédulas reales á esta provincia.

Desocupado ya de aquellos negocios, se fué á vivir al convento de la ciudad de Guadalajara, donde dió tal ejemplo, que la provincia le hizo maestro de novicios del insigne convento de san Juan de los reyes de Toledo, donde él lo habia sido. Despues fué electo guardian del convento de san Antonio de la Cabrera, casa recoleta y de mucha perfeccion en ]a observancia regular. Allí dió mayores muestras de virtud, que hasta entónces habia experimentado la provincia: prueba de su mucha religion, pues donde florece tanto, sobresalia la suya. <434> Muchas veces le pidió el rey y el consejo en este tiempo se volviese á Yucatan, porque le pedia esta provincia, y que su magestad cuidaria de su persona. El apostólico varon con humildad se escusaba diciendo, temia ser ocasion, de que el obispo, y sus émulos la tuviesen de ofender á Dios, viéndole presente. Con esto, aunque amaba tiernamente á los indios) por cuyo bien admitiera cualquier trabajo y peligro, retardaba su venida, ocupado en los ejercicios referidos: pero tengo por cierto era dispensacion divina, para que cuando le hubiesen de ver sus queridos hijos espirituales, fuese ya su obispo consagrado.

 

CAPITULO VIII.

Solicitan los religiosos el bien espiritual y temporal

de los indios con provisiones reales.

Muchas incomodidades padecian los religiosos en la enseñanza de estos naturales, por vivir muy retirados, y en rancherías por los montes. Dejó el oidor Tomas López en sus ordenanzas se congregasen para su mejor policía espiritual y temporal; pero los religiosos no habiendo tenido en los alcaldes mayores el favor, que para la ejecucion se requería, recurrieron á la real audiencia de Guatemala, que dió toda ayuda para el bien de los indios, como consta de muchas reales provisiones, que hoy se conservan originales en nuestro archivo desta provincia.

Los indios del territorio de la villa de Valladolid, á quien administraban los religiosos de aquel convento, estaban divisos en pueblezuelos muy pequeños, y algunos distantes entre si, y del convento veinte y cinco y treinta leguas. No les era posible á los religiosos con persuaciones reducirlos á sitios buenos, cercanos y desocupados que habia. Redujeron á algunos, pero sabido por el licenciado Argueta, alcalde mayor, mandó se tornasen á sus asientos antiguos. Sintiéronlo los religiosos, porque con la distancia no podian ser tan bien doctrinados, y con la poca comunicacion tenian mas ocasion de cometer algunas idolatrías. Suplicando los religiosos á la audiencia se obviase este daño, se despachó provision dada en cinco de Febrero de mil y quinientos y sesenta años, mandando al alcalde mayor ejecutase todo lo mas conveniente á la cristiandad, policia, aumento y conservacion de los indios, con que se redujeron á mejor estado y forma los naturales, y los religiosos á mejor comodidad para la enseñanza cristiana.

Habia muchos indios y indias, que servian á los españoles de la ciudad de Mérida, y se decia, no sabian la doctrina cristiana, como era razon y teniendo noticia dello la real audiencia, despachó otra provision el dia que la antecedente. Mandó por ella al alcalde mayor y demas justicias de la ciudad, tuviesen <435> especial cuidado, que todos los dichos indios y indias se juntasen y viniesen á nuestro convento de ella los domingos y fiestas de guardar, despues de medio dia á oir y aprender la doctrina cristiana, que en el so enseñaba, y que esto se guardase sin impedimento alguno, como cosa del servicio de Dios nuestro Señor, con pena en lo contrario de doscientos pesos de oro para la real cámara. Obedecióse esta provision en la ciudad, á treinta de Noviembre del mismo año, y se observó algunos tiempos. Ya no se ejecuta, ni parece necesario, porque como es tan comun saber los que nacen en esta tierra la lengua de los indios, la rezan en casa de los españoles que los entienden y saben, si cumplen con esta obligacion. El que en su casa no tuviere el cuidado que debe, á Dios dará cuenta de la omision, pues se confia de su cristiandad, que acuden los indios á la obligacion de cristianos sabiéndola.

Muchos indios de la provincia de Chacán vivian en lugares desacomodados, para doctrinarlos, y por esto determinaban mudarse á sitios convenientes. Repugnaban los encomenderos la ejecucion, y sobre el caso habian hecho prender algunos caciques y principales de aquellos pueblos. Recurrióse á la audiencia, la cual determinó por provision dada á veinte y seis de Febrero del mismo año de sesenta, que para que esto tuviese el efecto mas conveniente, se consultase con el alcalde mayor, y que obtenida su licencia, se pudiesen mudar donde mejor les estuviese, para el aumento de su cristiandad, sin que sus encomenderos contraviniesen á ello, para que interviniendo la autoridad de la justicia, no hubiese fraude en los tributos, los indios quedasen favorecidos, y los religiosos mas aliviados para poder doctrinarlos.

Mandóse por otra provision, que por cuanto estaba ordenado, que los alcaldes mayores y jueces de residencia visitasen personalmente los pueblos de los indios, para que si estaban agraviados en las tasaciones de sus tributos, los desagraviasen y relevasen, y por ser la distancia desta tierra mucha, no podian acudir á esto, como los indios necesitaban. Quedándose los indios por agraviados en esta razon, se pudiese nombrar persona de confianza, que juntamente con el defensor de los indios los contase y ajustase sus tributos, y se remediase el agravio si le hubiese.

Por otra mandaron al alcalde mayor se informase y supiese, que pueblos habia notoriamente agraviados en las tasaciones de los tributos y que los contase y informase de la posibilidad, cantidad y calidad de ellos para proveerles de remedio; porque por parte de los indios se habia informado á la audiencia, que á acausa de las mortandades que habian tenido, habia muchos pueblos, que estaban con gran falta de gente, y que los que habian quedado, eran vejados, porque pagan el tributo que debian, conforme á sus tasaciones, y mas el de los muertos, y que con <436> la nueva cuenta cesaria, si algun daño recibian los indios.

Otra se dió el mismo dia, para que el oidor de aquella audiencia que saliese á visitar esta tierra, como se acostumbraba, tomase residencia á todos los caciques y principales de los oficios que habian tenido. Y porque no salia en aquella ocasion, y fueron representados algunos agravios, que los maceguales recibian actualmente y habian recibido de los que gobernaban. Se mandó al alcalde mayor, que hiciese esta residencia y los desagraviase, para que en todo conociesen los indios, que se les habia de hacer justicia, y se animasen y consolasen, sabiendo que tenian remedio contra sus agravios. Debian de ser mas escesivos los que padecian los territorios, que llamaban provincias de Maní y Hocaba, porque se dió para ellos especial provision, en que se hace relacion, que los caciques y gobernadores vivian tan viciosos en embriagueces y amancebamientos, como pudieran en su gentilidad, de que se seguian muchos robos, malos tratamientos y peor ejemplo á los indios maceguales contra la ley de Dios, que los religiosos les enseñaban. Mandose al alcalde mayor ó juez de residencia, y otras cualesquiera justicias, hiciesen averiguacion de estos escesos, y castigados los culpados, se evitasen tan graves daños en ofensa de Dios nuestro señor y perjuicio de los naturales.

Porque los indios del pueblo de Tichel, con la distancia de la villa de Campeche, recibian malos tratamientos de los pasageros, siendo tardo el recurso á la justicia española les sacaron los religiosos real provision, dada en cinco de Febrero de aquel año de sesenta, para que los alcaldes, caciques y principales de aquel pueblo, si algun español, mestizo ó mulato, les hiciese algun agravio en sus términos y jurisdiccion, le pudiesen prender y hacer informacion contra él. Y preso sin por ello hacerle mal tratamiento ni molestia, le llevasen á las justicias españolas mas cercanas, para que conocido el agravio, se satisfaciese á los indios.

Pareció tambien queja de los indios, en la cual decian que las justicias desta tierra hacian, que muchos sirviesen por fuerza á los españoles, porque se daban por agraviados en su libertad. Y asi el mismo dia de la provision antecedente, se proveyó otra, mandando que los indios no fuesen compelidos á servir á español alguno contra so voluntad, con paga ni sin ella, sino que libremente los dejasen estar, vivir y residir donde ellos quisiesen, como personas libres y vasallos de su magestad, con quien se debian observar las leyes, que en órden á su libertad estaban publicadas. Con tal que los indios vagamundos fuesen compelidos á trabajar y servir, y que tomasen órden y manera de vivir, como buenamente se pudiesen sustentar.

Como el congregar los indios costaba á los religiosos el trabajo que se ha dicho, sacándolos de los montes, y boscage <437> desta tierra, habian dado noticia al rey por medio de los procuradores, que á traer religiosos habian ido á España. Libró su magestad cédula dirigida á la real audiencia de Méjico en nueve de Enero de este año (que se va diciendo) de mil y quinientos y sesenta, para que en estas provincias se congregasen los indios en la forma que en la Nueva España se usaba. Presentóse esta cédula en aquella real audiencia, la cual inserta en una provision dada en Méjico, á diez y ocho de Noviembre del mismo año, se despachó al alcalde mayor destas provincias, mandándole que luego congregase los indios, haciéndolos pasar de las partes montuosas que habitaban, donde con dificultad eran doctrinados en nuestra santa fé, á sitios llanos á suficientes para sus labranzas, donde con mas comodidad los visitasen los religiosos. Que aunque los asi congregados, no pudiesen volver á morar en sus antiguos sitios, gozasen ellos y sus sucesores el señorío, como si actualmente los habitasen. Porque no padeciesen detrimento en su salud, que los sitios nuevos fuesen del temperamento que los antiguos, con que se evitaria el daño esperimentado en la Nueva España con lo contrario. Pero que esta mudanza se entendiese de los indios, que vivian en rancherías con casas de por si fuera de poblado. Mas donde hubiese poblacion cerca de los conventos, aunque fuese pequeña, no se innovase, pues estaban en disposicion para aprender la doctrina, aunque no con tanta policía en razon de lo temporal, como los pueblos muy formados. Por las datas destas provisiones, parecen haber sido negociadas de nuestro padre Landa, y la ejecucion la causa de los disgustos antes referidos entre los religiosos y algunos seculares.

Pero como la audiencia de Guatemala, mirando al bien de los indios, proveía, que no se les hiciese agravio; tambien dispuso, que los encomenderos no padeciesen fraude en los tributos. En esta razon dió dos provisiones á cinco de Enero del dicho año de sesenta. Una para que los alcaldes mayores no contasen y tasasen los pueblos de los indios, sin hacerlo notorio á los encomenderos, para que alegasen si sentian hacérseles agravio, y que la tasacion hecha de otra suerte, no tuviese valor alguno. Otra para que se obligase al ministro doctrinero del pueblo, que se habia de contar á exhibir el libro ó matrÍcula de los indios, que casaba y desposaba, para saber el verdadero número de los tributarios, porque los indios hacian grandes fraudes en las cuentas que daban, para eximirse de la paga. Mandóse al alcalde mayor, que se mirase esto con toda atencion, para que se ajustasen las tasaciones con toda verdad. El mismo dia se dió otra provision, para que ninguna persona pudiese vender, ni fiar cosa alguna á hijo de familias, que estuviese debajo del dominio de sus padres ó tutores, dando por perdido lo que les vendiesen ó fiasen, aunque hiciesen obligacion de pagarlo. Esta fué para los españoles, y presumo <438> que si hoy se observase; no estaria mal á algunos. Miren por sus familias, pues les importa.

Tambien á veinte y nueve del mismo mes de Enero, se libró otra provision en órden á los españoles, á peticion de Andres Perez en nombre de toda esta gobernacion, para que los alcaldes mayores no tomasen residencia á los alcaldes ordinarios y demas oficiales de república, durante sus oficios. Porque de ella resultaba, deponerlos sin haber pedimento de parte, y solian residenciarlos dos veces al año. Declaróse, que se determinaria quien, y cuando habia de tomarles residencia.

Y porque he dicho, que este año de mil y quinientos y sesenta sujetó el rey estas provincias á la real audiencia de Méjico, desde cuando continuadamente lo han estado hasta hoy, y lo están, me pareció referir el piadoso y cristiano celo, que le movió á ello, como consta en su real cédula, dada en Toledo á nueve de Enero de aquel año, en que espresa su magestad el notable daño, que á los vecinos desta tierra se les seguia, habiendo de recurrir á Guatemala para sus pleytos y negocios, por la distancia y aspereza de los caminos, y que el viage á Méjico, donde tenian sus contrataciones, era mas breve y acomodado, con que harian sus negocios á menos costa. Despachóse esta cédula á estas provincias, inserta en provision real, dada en Méjico á veinte y ocho de Marzo de mil y quinientos y sesenta y un años, y á cuatro de Mayo del mismo año, consta estár ya publicada y obedecida en ellas.

 

CAPITULO IX.

De los gobernadores D. Luis Céspedes,

y D. Diego de Santillan, y sucesos de su tiempo.

Al doctor Diego Quijada (que se dijo vino el primero enviado por el rey á gobernar á Yucatan, con título de alcalde mayor) sucedió D. Luis Céspedes de Oviedo, un caballero vecino de Ciudad Real en Castilla. HÍzole su magestad la merced, con título de gobernador, en Madrid á tres de Junio de mil y quinientos y sesenta y cuatro años, por cuatro desde el dia que entrase en esta tierra. Fué recibido en la ciudad de Mérida al gobierno en trece de Noviembre del año siguiente de mil y quinientos y sesenta y cinco. Gobernó hasta trece de Marzo de mil y quinientos y setenta y un años, y aunque traia facultad para nombrar teniente general desta gobernacion, no lo hizo hasta seis de Marzo de mil y quinientos y sesenta y siete años, que nombró, y fué recibido al ejercicio de este oficio el bachiller Juan de Mestanza Ribera, que residia en la misma ciudad de Mérida.

Parece que este gobernador dió muchas ayudas de costa, y entretenimientos en la real caja á deudos y parientes suyos <439> que trajo en su compañia de los de España, cuando vino, contraviniendo á las órdenes reales que habla, para que se diesen á los beneméritos de esta tierra, y hizo que los oficiales reales se las pagasen, lo cual no podia hacer sin expresa licencia del rey, como parece por cédula suya, dada en el Escurial á cinco de Julio de mil y quinientos y setenta años, en que lo declaró asi. Pero cuando le vino sucesor con órden que le tomase la residencia, se le mandó hiciese averiguacion, cuales hubiesen sido, á que personas se habian dado y que tanta cantidad fuese, y habiendo excedido de lo que por su magestad estaba ordenado, le hiciese cargo dello en la residencia y lo que se hubiese pagado, se cobrase de las personas á quien se dió. El mismo dia se libró otra real cédula al mismo gobernador, y á sus sucesores, en que universalmente se dice: que porque los gobernadores han dado algunas ayudas de costa á personas estantes en esta tierra y á criados, y allegados suyos, no pudiendo ni debiendo hacerlo, por ser contra lo ordenado por su magestad y contra su voluntad; que por esta mandaba, que ninguna se diese sin expresa licencia suya, y que todas las que hasta entónces estaban dadas por los gobernadores ninguna se pagAse por ninguna via.

D. Diego de Santillan habia servido en el Pirú algunos años, y en especial en Chile, cuando Don García Hurtado de Mendoza pacificó los ánimos alterados que tenian aquellas provincias reveladas. Fué á España á presentar sus servicios, y hízole el rey merced de el gobierno de la isla de cuba el año de 1567. Dispuesto ya para embarcarse, pareció á su magestad conveniente dar al Adelantado Pedro Melendez junta con el gobierno de la Florida el de Cuba para que mejor se socorriese la una provincia de la otra, y para que mejor se poblase. Escribió el rey una cédula honorifica, dada en quince de Octubre de aquel año, en que le dice su resolucion, y mandaba al Lic. Castro, presidente de la audiencia de la ciudad de los Reyes, le proveyese de un buen corregimiento, y que asi se embarcase para allá, y usase de las cédulas, que para pasar esclavos á Cuba, Almojarifazgos y otras cosas se le habian dada; pero no parece haberse embarcado para aquellos reynos. Habia gobernado este de Yucatan D. Luis Céspedes cuatro años, y asi el rey habiendo de proveer sucesor, dió este gobierno á D. Diego de Santillan á veinte y siete de Diciembre de 1569 años con facultad de tomar la residencia á su antecesor, y que especialmente inquiriese, como él y los demas oficiales habian tratado las cosas del servicio de Dios nuestro Señor, y lo tocante á la instruccion, conversion, y buen tratamiento de los indios. A veinte y nueve de Agosto del año siguiente de mil y quinientos y setenta, presentó sus despachos en la contratacion de Sevilla, y se avió para venir á Yucatan, donde llegó el siguiente de setenta y uno y á doce de Marzo fué recibido en la ciudad <440> de Mérida, y gobernó hasta diez y seis de Setiembre de mil y quinientos y setenta y tres, que fué recibido su sucesor. Nombró por teniente de esta gobernacion al licenciado Rodrigo Sanchez, que á veinte y uno de aquel mes en que él fué recibido al ejercicio de su oficio.

Estando ya D. Diego de Santillan en el gobierno, tuvo carta de el rey, como por aviso de D. Francés de Alaba, embajador de Francia, se tenia noticia de que en ella se aprestaba una armada muy gruesa, para venir á robar estas partes de las indias. Con este aviso recorrió personalmente todos los puertos de esta tierra, y previno todos los reparos posibles. Debió de venir, ó la armada ó parte de ella por estas costas, porque luego por el mes de Mayo llegaron al puerto de Sisal unos francéses hereges, que saltando en él, y no hallando resistencia, entraron hasta el pueblo de Hunucmá, que está cuatro leguas la tierra adentro, camino de Mérida. No hallaron en él resistencia de españoles, y asi dieron saco á nuestro convento, robando la plata y ornamentos de la iglesia, y lo que peor fué, profanaron el santo caliz, bebiendo sacrílegamente en el, y ultrajaron las imágenes. Aseguraron primero con gente la plaza, que está delante del convento, mas no se atrevieron á discurrir por el pueblo, con estár solos los indios, aunque prendieron al cacique, y algunos principales, que llegaron á ver, que gente era, y los llevaron presos para pedir su rescate. Llegó la nueva á la ciudad de Mérida, y el gobernador dió órden al capitan Juan Arevalo de Loaysa, encomendero de indios, para que con una compañía de soldados fuese en seguimiento de los enemigos. Con presteza se avio, pero con mayor se habian ellos retirado á la mar, llevando el robo, y asi llegando no los hallaron en el pueblo. Pasaron sin detenerse al puerto, mas cuando le dieron vista, ya se habian embarcado los enemigos. Dió noticia al gobernador, y hubo de estár guardando el puerto diez y ocho dias, porque los enemigos estaban surtos á la vista. Viendo que ni salian á tierra ni se iban, dió aviso al gobernador que mandó, que él en un bagel con su gente, y el capitan Juan Garzon, que iba de socorro en otro con la suya. saliesen á la mar contra los enemigos. Como estos descubrieron el nuevo socorro, que iba de tierra, dieron velas al viento, con que desvanecieron las esperanzas, que nuestra gente llevaba de cogerlos, porque se alargaron la mar á fuera, con que perdidos de vista, aunque embarcándose siguieron su derrota, no dieron con ellos.

Como sabian que la isla de Cozumél estaba sin Españoles, salieron en ella á tierra para repararse y proveerse de algun bastimento, de que tuvo noticia el gobernador. Mandó al capitan Gomez de Castrillo, conquistador que habia sido destas provincias, fuese con gente en busca de los francéses. Era este capitan persona de mucho valor, y fué con toda brevedad <441> á la isla, entrando en ella con tal disposicion, que cuando las enemigos vieron á los nuestros, queriendo retirarse á la mar, no pudieron, y asi hubieron de valerse de las armas. Peleóse varonilmente por ambas partes; pero habiendo muerto muchos de los francéses, los restantes se dieron á prision vispera de la festividad del corpus de aquel año. Vino con los prisioneros, y el robo que habian hecho á la ciudad de Mérida, y entregados al gobernador; los remitió á Méjico, donde se dijo habian quemado algunos por Luteranos.

Aquel mismo año de setenta y uno, viniendo los navíos de Flota para la Nueva España, pasando por la sonda á entrar en el seno mejicano, les dió un temporal tan recio que se derrotaron sin poder valerse. Dieron cuatro dellos en la costa de Tabasco al trabés y avisó del suceso Juan de Villafranca, que allí era alcalde al gobernador. Con la noticia salió luego de la ciudad de Mérida, llevando della personas principales, para que se cuidase de que los reales haberes no se perdiesen, y los bienes de particulares no fuesen defraudados. Llegó con presteza á Tabasco, nombro oficiales, para que su cuidado conservase aquellas haciendas, hizo sacar las mercaderias, y lavar las que admitian este beneficio, con que se reparó mucha parte dellas. Puso depositarios y guardas, para que no se perdiese cosa alguna, y especial asistencia á los azogues del rey, y si se tomaba algo sin licencia del dueño, lo castigaba, y de lo que no parecia dueño se pagaba á los que trabajaban en sacar y limpiar la ropa. Estaba la gente de los navios contenta con el buen despacho, á tiempo que vino un alcalde de corte de Méjico, con comision para el beneficio destas naos perdidas. Disgustaronse los que en ellas venian, porque era rígido con los pasageros, á quien detenia con notable molestia, por la estrecheza de aquel parage, y tardo despacho que se les daba, y aun se quejaban del gobernador, por haberle dejado conocer desta causa en su gobernacion. El obediente al órden superior que habia, habiendo estado cerca de un mes en Tabasco, dejó en manos del oidor el cuidado de los navios. Ya que se hallaba en aquella tierra, visitó la caja real, y no hallando tan buena cuenta, como se debia dar. suspendió al tesorero llamado fulano Tolosa, y nombró otro, haciendo dar nuevas fianzas, con que aseguró cinco mil pesos poco menos, que se dize estaban en riesgo, y cauteló lo futuro.

Vuelto á la ciudad de Mérida, puso gran diligencia en que se prosiguiese la obra de la santa Catedral, que habia algun tiempo no se trabajaba en ella, y trajo oficiales de la Nueva España, con que el edificio recibió mucho aumento.

Hubo aquel año grandísima falta de maiz en esta tierra, con que se padeció gran hambre, de suerte que muchos de los naturales perecieron can ella, y los mas se despoblaron vagueando á buscar su remedio, No fué la causa desta desdicha <442> la esterilidad de la cosecha, sino haberse sacado grandes cantidades de maiz para fuera de esta tierra: por donde se verá lo que deben atender los gobernadores, á no permitir tales sacas, aunque sean muy grandes las cosechas; porque llegado á haber falta, con grandísima dificultad, tarde, poco y tan caro, que apenas hay con que comprarlo, se puede proveer de fuera y se padecen las desdichas, que cuando estoy escribiendo esto año de mil y seiscientos y cincuenta y uno, se experimentan las cuales se singularizan en el libro duodécimo. Temióse gran ruina con esta desdicha en la ciudad de Mérida, y para reparo de ella, se informó el gobernador de las partes donde mas maiz habia en la provincia, y por mar y tierra trajo lo necesario para basteceria. Hizo memoria de todos los vecinos españoles necesitados, y del resto de los indios, y personalmente asistió á que se diese á cada uno conforme la familia que tenia, á precio acomodado: singular beneficio, que aunque he visto algunas necesidades como aquella, no he oido decir lo haya hecho alguno en espacio de veinte y dos años, que ha que vine de España á esta tierra. Visitó el territorio de Campeche, contó y tasó los pueblos, que allí tienen la corona real y encomenderos, para que no diesen mas tributo del que pudiesen pagar, porque parece se sentian gravados en la cuenta. Por el título de su sucesor, parece haber pedido al rey, le diese licencia para dejar este gobierno, y que su magestad le proveyese en otro; porque dice le envia antes que cumpla el tiempo asignado en la merced, por suplicacion que para ello le habia hecho. Hallóse (cuando le llegó el sucesor) muy pobre, que sin haber sido jugador ni desperdiciador, debia mas de tres mil pesos á Hernando de San Martin, vecino de Mérida (ya no se ve esto por corto tiempo que dure) pues públicamente se dice, que ha habido quien en un año ha sacado mas de cien mil pesos, siendo gobernador interino, ya pasó desta vida, Dios le haya perdonado, que segun se dice, mandó restituir alguna cantidad á los indios, señal cierta que no se grangea con segura conciencia, y no hay persuadirse á ello hasta aquel punto. Hizo D. Diego informacion de su verdadera necesidad, y nueva presentacion de sus servicios al rey, con que su magestad le dió el gobierno de Tucuman por cuatro años, desde el dia que se diese la posesion, hecha la merced en el bosque de Segovia, á veinte de Julio de 1576 años.

 

CAPITULO X.

Celébrase capítulo provincial, y dicese la vida de

nuestro D. padre Fr. Francisco de la Torre.

Gobernando D. Luis Céspedes de Oviedo, llegó tiempo de celebrar segundo capítulo provincial de esta provincia, despues <443> de separada de Guatemala, y cuarto en órden desde la ereccion de provincia. Presidióle el R. padre Fr. Antonio Roldan (no se dice de que provincia era) en Mérida á diez y ocho de Febrero de mil y quinientos y setenta años. Fué electo provincial en él el R. padre Fr. Juan de Armellones, y juntamente por primer difinidor, y los restantes los RR. padres Fr. Diego de Cazaca, Fr. Francisco de Miranda, y Fr. Roque Gonzalez. No halló aumento de conventos en este Capítulo, ni novedad alguna de como estaba la provincia, ni parece ya en el archivo de ella la tabla de la congregacion intermedia, para decir cuando se tuvo: pero porque en el trienio de este difinitorio murió el venerable padre Fr. Francisco de la Torre, provincial que fué en el antecedente, me pareció este lugar apropósito para referir su vida y muerte.

Fué nuestro R. padre Fr. Francisco de la Torre, naturaL de la Torre en el reino de Toledo, no se dice quien fuesen sus padres. Enviáronle á estudiar á Salamanca, y siendo ya sacerdote, y graduado de maestro en artes por aquella insigne universidad, le llamó Dios á nuestra sagrada religion, y recibió el hábito de ella en nuestro convento de aquella ciudad. Habiendo ido el padre Fr. Lorenzo de Bienvenida la primera vez á España por religiosos, le trajo entre otros grandes religiosos á esta provincia. Estudió con ellos en el convento de Ytzmal el idioma de estos naturales, y fué tan perfecto en el con mucha brevedad, que admiró viéndole ya que podia ser maestro de la lengua, como despues lo fué enseñando á muchos. Desde luego que la supo, se ocupó con gran fervor en la conversion de estos indios, no dejándole el espíritu del Señor, que de tan lejas tierras le trajo para este ministerio, que estubiese un punto ocioso. Viendo la necesidad de conservar los convertidos, y reducir á los que aun estaban gentiles decia misa muy de mañana, y dando órden á los indios fiscales de la doctrina de lo que habian de hacer para enseñarla á los niños: con su báculo en las manos y el Breviario en la manga, guiándole un indio, se iba por los montes á las rancherias en busca de los que en ellas se estaban. Acariciábalos con persuaciones, para que se viniesen á poblado, diciéndoles que no eran fieras monteses, sino criaturas racionales, redimidas con la preciosa sangre de cristo redentor del linage humano. Con tal eficacia les hacia estas pláticas, y tal amor les mostraba, que dejando el monte á que son tan inclinados, se iban los indios tras él, como si cada uno fuera en seguimiento de su propio padre. Con esto los traía y los acomodaba en poblado haciendo se les diesen sitios y casas, donde les daba modo de vivir, con que quedaban muy contentos.

Luego que los tenia asi reducidos, procuraba que aprendiesen las oraciones y artículos de la fé, catequizándolos para que recibiesen el santo bautismo, á que se ordenaba todo su <444> trabajo. Recibian tanto consuelo los indios con sus pláticas y doctrina, obrando principalmente en ellos la divina gracia, que en su presencia quebraban los ídolos y los escupian, habiendo poco antes adorádolos por dioses. En esta continua ocupacion pasó grandes trabajos, como se puede entender en tierra, donde el ardor del sol fatiga tanto, como esperimentamos. Eranle tan agradables estos cansancios llevados por Dios en la conversion destos naturales, que cuando se Juntaban los religiosos á tratar de lo que en ella se obraba, los exhortaba muchas veces diciendo: padres, tengan mucho ánimo en los trabajos y consuelo en las aflicciones penosas, que con el ardor del sol y sus calores pasamos; que todo se me hace fácil y gustoso, cuando considero que imitamos á cristo redentor nuestro, y me acuerdo siempre, que por una alma caminó tanto, que se fatigó y caluroso, fatigado y sediento, se sentó pidiéndola un poco de agua, porque no se perdiese prenda que tanto amaba. Que mas clara doctrina, que aquella parábola de la oveja perdida, que fué á buscar con tantas angustias, y hallada la cargó sobre sus hombros, y contento (como olvidado del trabajo) pedia se alegrasen con él, por haber hallado la oveja que se habia perdido. Asi cuando me veo con el trabajo, cansancio, fatiga y peligros de la vida que se ofrecen por una parte: y veo por otra tantos gentiles que adoraban al demonio, y hoy conocen al verdadero Dios y señor nuestro, listados ya en la milicia cristiana; no solo no me acuerdo de las fatigas y sudores; mas me alegro y hallo tan consolado, que no cabe en mi el regocijo, y quisiera que todos se alegrasen conmigo, y solo quede triste el demonio á quien se le quitó la presa. Con esta y semejantes pláticas esforzaba á los religiosos, para que no desmayasen, y que con nuevos brios prosiguiendo cultivasen las nuevas plantas, que doctrinaban.

Teniánle los indios gran veneracion y amor, y como nunca vieron en sus obras cosa que contradijese á lo que les predicaba (propiedad tan necesaria en el predicador evangélico, para que la divina palabra logre colmados frutos) recibian su doctrina con mucho gusto, y con voluntad obedecian á lo que les mandaba. Fué tanto el número de almas, que redujo al rebaño de la iglesia, que dice el padre Lizana en su libro, que afirmarlo fuera poner á riesgo el crédito de la verdad, asi por el número, como por el corto tiempo en que obró tanto. Pero que no dificultaria nada, quien sabe, que este varon apostólico, y muchos de los de aquellos tiempos fueron verdaderos imitadores de cristo redentor nuestro, y que por ellos obró su divina magestad muchas maravillas, que parece excedian las fuerzas humanas. Cooperaban con la divinA gracia en este bendito religioso muchos dones de naturaleza; porque se escribe, era en extremo hermoso de rostro, bien dispuesto en su persona, afable y blando de condicion, sus palabras tan agradables á los <445> que comunicaba, que todos se le aficionaban en conversando con él, con que docto, agradable y virtuoso hizo tan gran fruto en la conversion de los indios, de los cuales, cuando vino habla aun muchos infieles, porque cada dia se hallaban nuevos gentiles escondidos en las rancherias por los montes.

Aunque en lo espiritual trabajaba tanto, en lo temporal que conducia á ello, no fué menos solícito. Acabó de edificar el convento de Itzmal, que habia comenzado nuestro padre Landa, y se concluyó este edificio el año 1561 si bien la iglesia, y lo de la portería parece haberse consumado el año antecedente de 64 segun denota un rótulo gravado en la piedra que hace clave sobre la puerta de ella. En compañía del R. padre Fr. Hernando de Guevara, edificó el convento de San Bernardino de Sisal, que es el de la villa de Valladolid. Despues comenzando el mismo padre Guevara el de san Juan Bautista de Motul, le ayudó mucho.

Gastando los dias en estas ocupaciones con Marta, muchas horas de la noche se recogia á la oracion, gozando de la mejor parte, y mas perfecta con Maria. De ella le resultaba el fervor para muchas penitencias, disciplinas y mortificaciones, con que maceraba el cuerpo, y fortificaba el espíritu. Fué singular su abstinencia, porque con ser sus trabajos corporales, cuales se han dicho, no comia ni bebia cosa de regalo, ni aun lo ordinario. Contentávase con frijoles y otras legumbres, diciendo que no era él de mejor calidad que los pobres indios que con ellas vivian, y que su estado era mas pobre, que el del indio mas mísero, pues este podia gozar de su trabajo, y gastarlo en sus necesidades ó en lo que tuviese gusto, y que él solamente comia de limosna como pobre mendigo. Desta consideracion se seguia que no solo comia con ellos, pero aun les repartia de lo que él habia de comer. Manifestaba su caridad, en que no solo á los pobres indios enfermos daba de comer por su mano, mas los curaba y consolaba con tales caricias que admiraba. Afirmó al padre Lizana un religioso, que vivia en su tiempo, que habia tratado á este apostólico varon, que era tan sólida su santidad, que cada vez que le veia le parecia ver á N. P. S. Francisco; porque hallaba en él un celo de Elias, para la honra de Dios, una humildad tan profunda, que nunca presumió de si fuese digno de cosa alguna, y junto con esto presumia bien de los demás, teniéndolos á todos por virtuosos, y alabándolos por tales. Que juraría no pudo alcanzar á saber del cosa que oliese á pecado mortal, ni á negligencia que un religioso puede cometer respecto de su estado. Que creía era virgen, y habia deseado el martirio con grande afecto, y otras muchas virtudes, que en él habia visto. Y luego dice el padre Lizana, que lo que le dijo era poco, respecto de lo que halló escrito deste bendito religioso en un memorial de un curioso, que en aquellos tiempos apuntó cosas notables suyas. Bien <446> hubiera sido que cuando dió su escrito á la estampa, las singulariza, para gloria de Dios nuestro señor en sus siervos; porque los memoriales ya no parecen, y con esto quedan ignoradas acciones virtuosas, que nos sirvieran de ejemplar á nosotros y á la posteridad, que nos sucediere.

Aunque sentia de si tan bajamente como se ha dicho, edificio tan fijo de virtudes, fundado sobre la firmeza del verdadero monte de ellas la imitacion de cristo vida nuestra, no se podia ocultar á los ojos de los religiosos, que reconociéndolas siempre que podian, le elegian por su prelado. Ocasionávalo, que aunque para si era tan severo, tenia el don de la prudencia, que cristo encomendó á sus discípulos, con que se acomodaba con todos, dando prudentemente el pasto espiritual segun tenia necesidad. Asi siendo custodia esta provincia, le eligieron custodio de ella. Siendo una provincia con lo de Guatemala, fué comisario ó vicario provincial de lo tocante á esta tierra, cuando el provincial renunciando su oficio se fué á España. Despues de separada la provincia de lo de Guatemala, ministro provincial della: llamado siempre, como otro Aaron á esta superior prelacia, y otros oficios porque los tuvo obligado de la obediencia, y siempre cuanto á su voluntad repugnando á ellos.

No le faltó á este apostólico varon el favor, que nuestro señor suele hacer á sus siervos regalándolos en esta vida con enfermedades corporales, para mayor mérito suyo; y asi fué servido, que de las penitencias y trabajo, que en la conversion de los indios habia tenido, le procediese un corrimiento al pecho, con que quedó asmático. Levantósele con este achaque tanto el pecho, que parecia hidrópico, y la respiracion le sonaba tanto, que se oia buena distancia. Hizósele una bola en la garganta tan grande como una naranja, que subia y bajaba juntamente con la respiracion; y parecia cosa viva. Con este accidente no pudo en seis años recostarse en la cama, sino que sentado descansaba, poniendo la frente sobre un coginito de cuero, de que se le hizo en ella un callo tan duro, que ya no necesitaba ó no queria mas que una tabla, á que la arrimaba. Cosa digna de admiracion es, que con un achaque tan grave no faltase á las obligaciones de prelado, en que la obediencia le ponia: pero de mayor la paciencia con que le toleraba, pues nunca se le oyó quejar, ni palabra impaciente. Vivia con tanta alegria de espíritu, que si le daban el pésame de su enfermedad, lo sentia mucho, y decia que antes le diesen parabienes de que el señor le regalaba, y se acordaba dél, pues le deba en esta vida ocasion de mérito y satisfaccion, y que si conforme á sus pecados le hubiera de castigar, que desdichado de él. Dicho esto, conversaba con tan piadosas palabras, que á todos era motivo de alabar á Dios, viendo en sujeto tan enfermo tal tolerancia, acompañada con tanta discrecion. <447>

 

CAPITULO XI.

De la muerte del V. padre, y cosas notables en ella sucedidas,

y sentimiento de los indios.

Acabado el trienio de su provincialato, para darse mas de todo punto á Dios, se recogió á vivir en el convento de nuestra señora de Itzmal, que habia sido el primero que habitó en esta provincia, y sin duda llevado de la devocion de aquella santa imágen, que en él habia ya é quizá guiado de la Divina magestad, para que de donde salió á dar principio á la predicacion destas gentes, de allí saliese su espíritu separado de la mortalidad de el cuerpo á gozar el premio de tan felices trabajos. Seis meses antes de su muerte se halló tan impedido, que no podia subir ni bajar las escaleras del convento, y asi se recogió al coro de él, donde se le puso un altar, en que decia misa todos los dias. Llegó el de la expectacion del parto de la madre de Dios (diez y ocho de Diciembre) y habiéndola dicho llamó á un religioso mancebo que le servia, y ayudaba á. misa, y le dijo: hijo, ya he dicho misa de la vírgen sacrosanta, lleve ese ornamento á la sacristia, que ya no es menester: parece esto haber tenido revelacion de ser llegado ya el fin de sus dias.

Siendo hora de comer, le llamaron para que saliera al antecoro, donde solia comer, y respondió que su comida habia sido el santo viático de su alma, que para él ya sobraba la comida del cuerpo. Instáronle que comiese alguna cosa, y dijo: mi comida ha de ser liviana, pobre y en pobre lugar, y asi la comeré. Digan á nuestra vecina la hospitalera, que tenga guisados unos frijoles y pan de pobres, que allá iré á comerlos al hospital, y avisaré la hora. Hízose como lo ordenó, y la hospitalera con su marido, que eran españoles y muy devotos suyos, dispusieron la pobre comida que el bendito padre habia pedido. Como á las tres de la tarde llamó á su compañero, y le dijo hiciese traer una silla, para que en ella le llevasen al hospital. Hizo oracion al Santísimo Sacramento puesto de rodillas, aunque con mucho trabajo, y á la vírgen santisima con muchas lágrimas, y luego le llevaron al hospital en la silla, por no poder ir de otro modo. Entrando por la puerta dél, dijo: "bendita sea la caridad, primera fabricadora de los hospitales, para refugio y remedió de los pobres de Jesucristo." Llegando al medio del patio dijo que le parasen allí, y buelto á la hospitalera con mucha alegria le dijo: "ea hermana en Cristo, haga el oficio de Marta, póngame una mesita, y traigame mi última comida. Luego la devota muger aderezó la mesa, y le trajo una escudilla de frijoles con pan de esta tierra, y el V. P. echó la bendicion con tan devotas palabras, que causó <448> ternura en los corazones de los asistentes. Estaba á esto en pié y tomando el primer bocado dijo: ya la comida es hecha, y faltándole la respiracion, se arrimaron á él su compañero y un vecino español que estaba presente, porque no cayese en el suelo. Puso las manos juntas, levantó los ojos al cielo, y con intercadencias por falta de la respiracion dijo: In manus tuas Domine commendo spiritum meum, y levantándose el cuerpo mas de tres palmos del suelo, dió su alma al que la crió, quedando asi por un breve espacio, y poco á poco fué volviendo al suelo, quedando el cuerpo derecho. Entendiendo que no habia espirado, le llevaron á recostar en una cama: pero viéndole allí ya difunto, le sentaron en la silla, que le habian traido para volver el cuerpo al convento. Dijeron los que le llevaron, que iba liviana, como sino tuviera cosa que pesase, y el cuerpo tan derecho como si fuera vivo."

No solo vieron lo referido tres españoles personas honradas que allí se hallaron, y el religioso su compañero, sino tambien muchos indios, que habian venido con el amor que se tenian, sabiendo que era llevado al hospital, y dello se dió testimonio. Quedarónsele las manos juntas, como las habia puesto y los ojos elevados al cielo, de su cuerpo salia un olor que parecia sobrenatural, y de su rostro unos resplandores, que se le pusieron mas hermoso que era en su juventud. Si mi pluma la guiara espíritu tan superior, como á este bendito varon acompañó; materia grande le habia ocurrido, con tan particulares circunstancias, para ponderaciones misteriosas; pues parece que levantarse el cuerpo del suelo, cuando aquella dichosa alma se apartó de su compañia, fué como alegar el derecho que tenia al dote de la agilidad, consumado ya el curso de sus méritos: el breve espacio que asi estuvo levantando, como afirmacion de que le era debido, y quedar derecho la rectitud, con que le fué instrumento, para que sin torcer el camino llegase á su dichoso tráncito. Quiso morir en hospital de pobres, el que lo habia sido verdaderamente evangélico. Los ojos elevados al cielo parece, dicen quedó el cuerpo aspirando á la patria, que despues de la universal resurreccion gozarán los de los bienaventurados, y con el resplandor, y hermosura de el rostro, manifestar la magestad divina los resplandores divinos, y hermosura de que su bendita alma gozaba, para gloria de Dios, honra de su siervo, y enseñanza nuestra, pues piadosamente se puede entender de la perfeccion con que vivió hasta lo último de su vida: pero no me parece lugar á propósito para digresion mas dilatada, pues juzgo no faltará quien diga: déjelo para el púlpito.

Llevado ya al convento, con las campanas se hizo señal de su muerte, y fué tanto el concurso de los indios, que parecia haberse juntado allí toda la tierra. Lo que causo mas admiracion, fué ver luego allí muchos de pueblos distantes, tras y cuatro leguas, que no se sabe como podian haber tenido noticia <449> de su muerte, cuanto mas haber venido tan presto. Al dia siguiente se celebraron los oficios para darle sepultura, con muchas lágrimas de los religiosos. El sentimiento con que los indios daban gritos llorando por su padre, movia á ternura y devocion á los circunstantes. Unos decian, padre mio ya no tenemos á quien acudir por consuelo en nuestras aflicciones, y otras cosas lastimosas á este modo; y todos á una voz: santo, como nos dejaste tan preso? Y asi causaban llanto general en todos, con que los oficios fueron mas llorados que cantados, Pasó al señor el año de mil y quinientos y setenta y dos, habiendo venido á esta provincia el de cincuenta y tres, y fué sepultado su cuerpo en la capilla mayor de aquel convento, junto al altar de san Antonio de Padua, patron dél.

Muchos milagros se dice, que obró nuestro Señor por este su siervo: pero el religioso que anotó lo referido, aunque dice que fueron muchos en su vida v muerte; no singularizó mas de uno. Traia este venerable padre por el achaque de la asma una almilla de grana, y habiendo quedado despues de su muerte en poder del hospitalero, hallándose afligido de un dolor de jaqueca muy grande, que habia años padecia con él, y le tenia flaco y como fuera de si; con la opinion que tenia de su santidad, se la puso sobre la cabeza, sintiéndose al punto sin el dolor, y nunca mas desde entónces le tuvo. Vista esta maravilla por la muger del hospitalero, en estando alguna de parto, se la ponia sobre el vientre, y luego paria sin pena alguna, y fueron muchas las maravillas que Dios hizo con ella: el padre Lizana dice en su devocionario, que habiendo de escribirle (y fué allí en Itzmal) preguntó á muchos indios viejos que vivian, de los que habia bautizado, y que le dijeron muchas maravillas, que pudiera escribir: pero que por no tener el crédito necesario por ser indios los testigos, no las escribió. Yo las escribiera con mucho gusto; porque viniendo este bendito varon entre los indios, separado de los españoles, y ejercitando su caridad y santo zelo con estos naturales, asi en lo espiritual como en lo temporal; quien lo podia decir sino ellos, que recibian los beneficios, no habiendo otras personas que los viesen? A sus dichos deba autoridad, concordar con lo que dice escribieron dél otros santos varones sus cronistas.

Habiendo despues venido nuestro padre Landa ya consagrado obispo, como se dice adelante, se trasladó el cuerpo deste venerable religioso del convento de Itzmal, al nuestro de la ciudad de Mérida año de mil y quinientos y setenta y cuatro. Para su traslacion convocó el R. padre provincial que ya era Fr. Thomé de Arenas, los religiosos mas graves de la provincia, á ]os cuales acompañó el obispo, honrando la virtud que en el difunto habia experimentado, desde que vino de España. Cuando traian sus huesos, los indios de los pueblos que hay en el camino, os acompañaban con muchas lágrimas, y fué <450> tanto el concurso de ellos, que por distancia de dos leguas delante y otras dos detras, repartidos los pueblos llevaban muchas luces y achas encendidas, y en cada pueblo le hacian sus exequias. Cuando hubieron de llegar á la ciudad, temiendo los religiosos no les quisiese quitar el precioso tesoro que traian, ó que el obispo le llevase á la santa Catedral, entraron muy de madrugada en el convento, sin que en la ciudad se advirtiese. Sintiólo mucho porque queria salir á recibirle v honrarle, con la veneracion que sentian era debida á la perfeccion con que vivió, pues Dios le habia honrado claramente en su muerte y despues de ella. A muchos no pareció bien, que se sacase el cuerpo de aquel santuario de Itzmal, para ponerle en sepulcro comun con otros muchos, que no están con la veneracion que fuera justo. pero que se hizo con particular intencion de llevarlo á España, como se dice le llevaron (pero no adonde) y que está con gran veneracion, aunque se entiende, que no tenido por religioso desta provincia. Fué tan sentida de los indios su muerte, y tan venerada de ellos su memoria, que compusieron muchas endechas lastimosas en su lengua: y dice el padre Lizana, que hasta en su tiempo las cantaban.

COGOLLUD.TM1 Continued
Previous Section Table of Contents Next Section

Return to top of page