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David Bolles
 

Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language

CAPITULO XIII.

Sale Don Hernando Cortés de Méjico para Honduras,

y lo que le sucedió en Acalán Tabasco.

Cuando el capitan Francisco de Montejo tocó en la Habana, como se ha dicho, halló alli al capitan Cristóbal de Olid, á quien con una armada habia despachado D. Hernando Cortés, dándole cinco navios bien bastecidos con muchos soldados, armas y caballos, para que fuese á poblar la tierra de Honduras, y en sus conversaciones de este capitan, conoció que iba alzado. Dió noticia de ello á Cortés, que envió en su seguimiento al capitan Francisco de las Casas, con cinco navios bien artillados, y cien soldados, con algunos de los conquistadores de Méjico, y poderes con mandamientos bastantes para prender al Cristóbal de Olid, y gobernar el Casas aquella tierra en nombre de Cortés. Llegó el capitan Francisco de las Casas á la bahía y puerto, llamado el Triunfo de la Cruz (donde Cristóbal de Olid tenia su armada) y aunque dando fondo, puso banderas de paz; no dió crédito, y armando dos carabelas con muchos soldados, resistió á los que venian la salida á tierra. El capitan Casas, que era hombre valeroso, resuelto á salir echó sus bateles al agua, y hubo de abrir camino con las armas. <47> Echó á fondo una de las dos carabelas de Olid, de cuyos soldados murieron cuatro, y otros quedaron heridos. Con esto este capitan, por esperar sus soldados que no los tenia alli todos, movió tratos de paz con Francisco de las Casas. Este capitan con recato se estuvo aquella noche en sus navios, y porque tuvo cartas secretas de amigos de Cortés, que desembarcase en tierra en otra parte, y viniendo con su gente le ayudarian, para que prendiese al capitan Olid.

La providencia humana, como tan corta su esfera para prevenir lo futuro, esperimentó en esta ocasion la mayor desgracia del capitan Casas. Aquella misma noche se levantó un recio viento Norte, que hizo varar sus navios en tierra: perdióse cuanto en ellos iba, ahogáronse treinta soldados, los demas fueron presos, y con ellos su capitan Francisco de las Casas. El capitan Cristóbal de Olid, hizo á sus soldados jurar, que siempre serian en su favor y contra Cortés, con que presto los soltó; reteniendo al capitan Francisco de las Casas, hasta que llegaron los otros capitanes que estaban ausentes. Lo que este capitan preso, no pudo de otra suerte, venció con industria y con ella hecha informacion de el alzamiento contra Cortés, por sentencia fué degollado el capitan Cristóbal de Olid en la plaza pública de Naco, y dejando órden en aquellas provincias, como estuviesen por Cortés, determinó ir á Méjico á darle noticia, y con él el capitan Gil Gonzalez Dávila, que le ayudó y fué compañero en dar la sentencia contra el degollado.

Ignoraba Cortés lo que al capitan Francisco de las Casas hubiese sucedido, y con este recelo y por haberle dicho era tierra rica de minas de oro, y principalmente entendiendo descubrir estrecho para la mar del Sur, y la Isla de la Especeria, que mucho se deseaba: dejando el mejor órden, que le pareció convenir para la conservacion de la Nueva España (aunque le salió tan mal como se lee en las Historias Generales) resolvió ir personalmente en seguimiento de el capitan Francisco de las Casas, y visitar tan dilatadas provincias, nunca penetradas de nacion alguna. Contradicciones tuvo, oponiéndole muchos los daños que podia ocasionar su ausencia: pero ninguna bastó á impedirle la jornada, aunque los recelos no salieron vanos como manifestó despues la esperiencia. Resuelto con última determinacion, salió de Méjico llevando consigo (porque quedase la Nueva España y sus naturales sin ocasion de algun levantamiento) á Guatemuz rey de Méjico, á quien por armas se la ganaron al señor de Tacuba y otros muy principales, y aun algunos de Michoacan, y con ellos mas de tres mil indios mejicanos con sus armas de guerra, sin otros muchos del servicio de aquellos caciques, y juntamente llevó á Doña Marina la india intérprete, que ya Gerónimo de Aguilar era difunto. Acompañaron á Cortés en este viaje muchos caballeros españoles, cuyos nombres refiere Bernal Diaz, y yo solamente el de D. Francisco <48> de Montejo, hijo de el capitan Francisco de Montejo (que dije en el capítulo antecedente, fué segunda vez á España) nombrandole aqui por ser de nuestra Historia, y como despues se dice, el capitan general que en nombre y con poderes de su padre pacificó y pobló este reino de Yucatan.

Caminando D. Hernando Cortés para Guazacualco, se le juntaron mas de otros cincuenta españoles, y era cosa de admiracion, por donde quiera que pasaba, las grandes fiestas y regocijos con que le recibian. Los mas de los conquistadores que vivian en aquella Villa, treinta y tres leguas antes de llegar á ella, salieron á recibirle. En un pueblo que llaman Orizava (antes que se me olvide) casó Doña Marina la intérprete con Juan Xaramillo, y no con Gerónimo de Aguilar, como dice el Doctor Yllescas en su pontifical. En la Villa de Guazacualco fué D. Hernando Cortés recibido y regalado de todos aquellos conquistadores, con las mayores muestras que pudieron las voluntades manifestar á su capitan general, amigo y compañero en tantos trabajos. Desde alli escribió á la Villa Rica de la Vera-Cruz, á Simon de Cuenca su mayordomo, cargase dos navios pequeños de bastimentos, herraje y otras provisiones necesarias, que bajasen costa á costa por mar de el Norte, y que les escribiria, donde habian de aportar, y que el mismo Simon de Cuenca viniese por capitan de ellos. Miéntras D. Hernando Cortés estaba en Guazacualco, dice Bernal Diaz: "Ya estabamos todos apercibidos con nuestras armas y caballos, que no le osabamos decir de no, é ya que alguno se lo decia, por fuerza le hacia ir." Reparados alli para proseguir el viaje, salió con ciento y treinta soldados de. a, caballo; otros ciento y veinte escopeteros y ballesteros, sin muchos soldados nuevamente venidos de Castilla, Llevaba en su compañia al padre Fr. Bartolomé de Olmedo, que le acompañó en la conquista, y otros dos religiosos de la Orden de N. P. S. Francisco.

Llegaron á Tonalá, pasaron el Ayaguadulco, y siete leguas de alli dieron en un estero que va á la mar, donde para pasar el ejército, fué necesario hacer una puente, que tenia de largo cerca de medio cuarto de legua, cosa espantosa. De alli atravesaron el gran Rio llamado de los Indios Mazapa, el que los marineros llaman de dos bocas, y es el que nace en las cumbres de las grandes y altisimas Sierras, nombradas Cuchumatanes, y pasa por Chiapa de Indios, tan caudaloso ya, como alli se vé; y pasando por los pueblos intermedios, llegaron á la provincia que llaman la Chontalpa, que vieron muy poblada y llena de huertas de cacao. Acercándose á Tabasco, se perdieron cuatro arrobas de herraje (falta sensible por no poderse hallar con dineros ni rescates) y llegando á un pueblo que se dice llamarse Zagutan, hallaron á los indios pacificos, pero á la noche se ausentaron todos, pasándose entre unas grandes cienegas. Enviólos D. Hernando Cortés, á buscar, y con gran trabajo <49> prendieron siete indios principales y alguna gente menuda que se volvieron á huir y alli quedó el ejército sin guias, que no fué lo menos sensible. Proveyó nuestro señor á esta necesidad; porque habiendo tenido noticia los caciques de Tabasco de que venia hácia su tierra D. Hernando Cortés, fueron á aquel parage los caciques con cincuenta canoas cargadas de maiz y bastimentos; y aqui debió de ser donde dice Herrera, que paró el ejército veinte dias, por falta de quien los guiase. Para haber de pasar á los pueblos de Tepetitan y Iztápa, hay un rio muy caudaloso, llamado Chilapa, y por consejo de Bernal Diaz, D. Hernando Cortés envió un Soldado español con cinco indios el rio arriba, á un pueblo llamado Chilapa, como el rio, para que trajesen canoas en que pasar el ejército. Estos encontraron dos caciques que venian por el rio con seis grandes canoas, en que traian bastimentos al ejército, que con ellas pasó, aunque en ello tardaron cuatro dias. Pasado el rio, hallaron caminos muy pantanosos, y aqui dice Herrera que por causa de una cienega de trescientos pasos, se hizo una puente, de madera que la cogió toda, donde se pusieron vigas de treinta y cuarenta pies de largo, con que pudieron llegar al pueblo de Chilapán, donde halló dos hombres solos, que le pasaron á Tamaztepéc, y que en seis leguas que habia, tardó el ejército dos dias, por dar el cieno y agua á veces á los caballos hasta las barrigas, y que de alli pasaron á Iztápa. La puente fué la que queda dicha; porque pasado el rio, no se hizo puente, sino que aunque con malos caminos y cenagosos, fueron al pueblo de Tepetitan, que hallaron despoblado y quemado, por haberles hecho guerra otros vecinos á ellos, y de alli pasaron al pueblo de Iztápa. Los indios de este pueblo, temerosos se habian pasado de la otra parte de un rio que habia muy caudaloso, y enviados á buscar, trajeron á los caciques con muchos indios, que traian sus mugeres y hijos.

Hablólos D. Hernando Cortés con mucha mansedumbre, y mandóles restituir cuatro indias y tres indios, que en el monte les habian cogido, con que asegurados los caciques, le presentaron algunas joyuelas de oro de poco valor, y por haber buena yerba para los caballos, se detuvieron alli tres dias, y aun quiso poblar una Villa, por ser comarca de muchos pueblos, para servirla y basteceria. Informóse Cortés de su viaje, y aun mostró uno como mapa, donde se le dieron pintado en Guazacualco; pero los indios de Iztápa le engañaron, proponiendo, que para ir á Acalán como queria, habia muchos rios y esteros, y rogándoles que acompañasen el ejército para ayudar á hacer puentes con que los pasasen no lo hicieron. Salieron de Iztápa con provision de maiz tostado, y algunas legumbres para los tres dias, que entendian caminar á Tamaztepéc, y hubieron de andar siete jornadas, hasta hallar reparo, y los rios estaban sin puentes ni canoas. Aqui si hubieron de hacer una de gruesas <50> maderas en un caudaloso rio, para poder pasar los caballos y el ejército, y donde todos trabajaron, capitanes y soldados, tardando en hacerla tres dias, y comiendo raizes y yerbas que no conocian, y despues no hallaron camino alguno. Comenzáronle á abrir, creyendo irian á dar al pueblo de Tamaztepéc, y una marina volvieron al mismo camino, que á las espaldas habian dejado abierto. Alli mostró gran pesar Cortés, y aun oyó las murmuraciones que contra él habia por el viaje, pero disimulaba como prudente. Hallábanse entre unas montañas de arboledas altisimas, que apenas descubrian el cielo, y ocupaban con su mucha espesura, que desde algunos árboles atalayasen algun parage; de tres indios guias que traian, los dos se habian huido y el otro no sabia dar razon del camino que llevaban. En este aprieto se valió Cortés de su viveza en el discurso, y con una aguja de marear que traia un piloto, y con el mapa de Guazacualco, mandó abrir camino al Este y quiso Dios vieron unos árboles antiguamente cortados, y viniendo con estas nuevas, hubo gran contento, porque ya habia dicho Cortés que él no hallar camino al dia siguiente no sabia que hacer.

Con harto trabajo pasaron un rio que iba á un pueblo, el cual hallaron despoblado, pero con bastimentos de maiz, frijoles y otras legumbres, con que saciaron la grande hambre que llevaban. Con ella y los trabajos de semejante camino, habian muerto tres españoles y muchos de los indios mejicanos, sin otros que enfermaban y algunos que como descarados se quedaban á morir por aquellos montes, como gente de flaco corazon para empresa tan grande.

 

CAPITULO XIV.

Desgraciado fin de los que navegaban, y grandes trabajos

del viaje por tierra.

El pueblo referido, que hallaron despoblado, era el de Tamaztepéc, que tanto desearon, y viéndole asi, mandó Cortés á dos capitanes y soldado que fuesen á buscarlos y trajeron mas de treinta indios, todos caciques y sacerdotes de ídolos, á quien habló con muchas caricias, con que trajeron mucho maiz y gallinas. Supo en este pueblo D. Hernando Cortés, como los señores mejicanos habian cogido dos ó tres indios de los pueblos por donde habian pasado, y matandolos, se los habian comido como usaban en su gentilidad, y lo mismo habian hecho con las dos guias que tuvieron por huidas. Con esto llamó á aquellos caciques, y los riñó muy enojado, amenazándolos con grave castigo, si otra vez lo hacian, y dando á entender que solamente averiguó haber cometido un indio aquel delito; por via juridica le hizo quemar para escarmentar á los otros. Uno <51> de nuestros religiosos predicó en aquella ocasion; y dice Bernal Diaz cosas muy santas y buenas, y acabado el sermon se hizo la justicia. Para ir desde alli al pueblo de Izguatepéc á Ziguatepéc, distante como diez y seis leguas, les dieron mas de veinte indios que en barcas, y canoas les ayudaron á pasar dos rios. De estos enviaron por delante, para que dijesen á los indios no tuviesen recelo, porque no les harian daño alguno, y aprovechó porque prevenidos con esto, aguardaron en el pueblo. Dióles D. Hernando Cortés cosas de Méjico, de las que mucho estiman ellos; y preguntandoles adonde salia un rio muy grande que pasaba junto al pueblo, dijeron que iba al de Gueyatásta, cercano de Xicalango.

Desde alli pareció á propósito enviar á saber, si Simon de Cuenca estaba por la costa con los dos navios, y asi le escribió con Francisco de Medina, á quien hizo capitan juntamente con el otro. Bajó por el rio abajo y halló al Simon de Cuenca, que con los dos navios estaba en lo de Xicalango aguardando nuevas de Cortés. Presentadas las provisiones que traia Medina, sobre el mandar tuvieron palabras: de ellas pasaron á las armas, con que de unos y otros no quedaron mas que seis ó siete españoles vivos. A estos mataron los indios y luego quemaron los navios, con que hasta mas de dos años despues no se supo que hubiese sucedido por ellos. Desde Ziguatepéc envió á ver el camino para Acalán y se halló, que con hacer algunas puentes, aunque habia pantanos, se podia pasar, y asi envió por delante á Bernal Diaz y á un Mejia, para que previniesen á aquellos caciques y llevaron unos indios principales para que los guiasen. Estes la primera noche se huyeron temerosos de los de Acalán, porque eran enemigos y traian guerra entre si. Hubieron de ir sin las guias, y llegando al primero pueblo de aquella jurisdiccion, hallaron á los indios que parecia estar de guerra. Sosegarónlos con buenas palabras y algunas cuentas, y dijéronles que fuesen á Ziguatepéc á ver al capitan Malinche y llevarle de comer. A Cortés llamaban los indios el capitan Malinche, por andar siempre á su lado Marina la intérprete, y por aquel nombre era conocido entre los indios. Como su nombre era tan temido con la voz de haber sujetado á Méjico; certificados los indios de aquel pueblo á otro dia de unos mercaderes, que era verdad estaba alli Malinche con el ejército, respondieron con mejor voluntad y mas humildes, que llegando á sus pueblos le servirian en cuanto pudiesen, pero que no irian á Ziguatepéc, porque aquellos indios eran sus enemigos.

Salió Cortés para Acalán, y habiendo caminado dos dias, llegaron al Rio grande, donde se detuvieron cuatro en hacer (para que pasase el ejército) una puente de maderas tan gruesas y grandes, que despues causo admiracion á los de Acalán cuando la vieron. Con la detencion estaban ya muy faltos de <52> bastimentos, pasaban gran hambre, y dabales cuidado no saber, si hallarian de paz los indios adonde iban para proveerse. A este tiempo llegó Bernal Diaz y sus compañeros con bastimentos, por haberle enviado á decir Cortés lo que pasaba. Era de noche, supierónlo los soldados, y como tal hambre es mala de sufrir, salieron, y antes de llegar á su presencia lo cogieron todo, sin reservarle para él, ni para los capitanes cosa alguna, que á voces decian, que era para Cortés y su mayordomo clamaba, que siquiera le dejasen una carga de maiz. Por mas que se enojó, no le valió esta vez, pero Bernal Diaz le socorrió y á su amigo el capitan Sandoval, con ir despues al cuarto de la modorra por mas maiz y gallinas, que dejaba guardadas, que le habian dado los indios para el. Tal era la necesidad, que le obligó al capitan Sandoval á ir por ello personalmente con Bernal Diaz, teniendo muchos soldados que pudo enviar. Salidos de alli, como una legua adelante, dieron en unas cienegas tan peligrosas, que no entendieron salir de ellas; pero vencida tan gran dificultad, pasaron á tierra enjuta, y desde alli para poder pasar, fué necesario enviar á Acalán por bastimentos. Hubo de ir Bernal Diaz, como ya práctico; y á la noche del dia que llegó, volvió con mas de cien indios cargados de bastimentos, pero con mas cuidado que la otra vez, porque salió al camino el mismo Cortés con Sandoval y Luis Marin, avisado de que llegaba y lo recibió, con que ordenadamente se repartió entre todos, y el dia siguiente como á medio dia, llegaron á Acalán.

Por lo referido se ve, no haber ido bien ajustadas las relaciones que se le dieron al coronista general de las Indias Herrera, pues dice, que por un rio llamado Quitzalapán, que sale al de Tabasco, llamado de Grijalva, envió Cortés á saber de los navios que habian de estar por la costa, y que por alli se proveyó el ejército de los bastimentos que en ellos iban, y que con la aguja de marear salió al pueblo de Huacttecpán, habiendo sido al de Zamatepéc. Lo del peligro que tuvieron yendo para Acalán, es asi, y el estero que alli dice de quinientos pasos de ancho, es el Rio grande, que queda referido, y en la puente que para pasarle se hizo, singulariza que se gastaron ocho mil vigas de ocho brazas de largo y cinco y seis palmos de ancho, sin otra infinidad de menores maderas, que fué la ocasion de admirarse tanto los indios de Acalán, con que acabaron de persuadirse no intentarian cosa los españoles, que no saliesen con ella.

Estando ya estos en el pueblo de Gueyacála (segun dice Bernal Diaz del Castillo se llamaba) vinieron de paz los caciques de él, y trajeron maiz y bastimento, con que Cortés (por lengua de Doña Marina) dándoles algunas cosas de Castilla, les dijo llamasen todos los caciques, que venidos á su presencia, no solo le informaron de el viaje que llevaba, sino que tambien <53> le trajeron pintados en unas mantas hasta los rios, cienegas y atolladeros que habia en el camino. Pidióles Cortés, que pues habia entre ellos grandes poblaciones, les pusiesen puentes y llevasen canoas para pasar los rios. Respondieron los caciques, que aunque aquellos pueblos eran sus vasallos, no los querian obedecer, y que asi, si no enviaban algunos de sus Teules (dzul) (asi llamaban á los españoles) ni aun mas maiz, ni bastimentos traerian. por esta causa salió Diego de Mazariegos con hasta ochenta españoles por aquellos pueblos y en canoas, que les dieron los caciques que estaban en Gueyacála y otras que por allá cogieron, trajeron mas de cien canoas de maiz, gallinas, miel, sal y otras provisiones y diez Indias, que tenian por esclavas, dando todo al parecer con voluntad, y juntamente con ello vinieron los caciques á ver á Cortés. Gran provision tuvo en esta ocasion el ejército; pero cuando al parecer estaban los indios en amistad; pasados cuatro dias, se huyeron todos los caciques y demas gente; quedando solamente tres guias á los españoles, con quien pudiesen proseguir su viaje. Asi refiere Bernal Diaz la entrada y pasage de los españoles por Acalán, aunque la Coronica General de Herrera dice, que luego que llegaron á aquella provincia, vino al pueblo de Tizatpétla un mancebo de buena traza, con mucho acompañamiento, que era hijo de Apoxpalán, señor de toda aquella tierra, y le trujo un presente, diciendo que su padre era muerto); pero que él ofrecia su persona y tierra al servicio de los españoles, para quien tenia prevenido mucho bastimento. Recibióle Cortés con mucho agrado, no dándose por entendido de salber que era vivo Apoxpalán, padre de aquel mancebo, y dióle algunas cosas, entre las cuales fué para él de mucha estimacion un collar de cuentas de Flandes. Habiendo descansado alli seis dias, fueron al pueblo de Titacát, donde los recibieron. como en el pasado, y hospedaron la gente en dos temples tan grandes y de buena fábrica, que dieron lugar á ello. En uno de ellos acostumbraban á sacrificar doncellas virgenes, que criaban las mas hermosas para ello, porque el demonio se enojaba si no lo eran.

El cacique de aquel pueblos se aficionó tanto á los castellanos, que le dijo á Cortés (aunque en secreto) como Apoxpalán era vivo; pero que porque no viese su tierra y riquezas, habia dicho su hijo que era muerto, y que para que no le viese, tenian determinado guiarle por un rodeo, aunque de buen camino. Con este aviso hizo tales preguntas Cortés al hijo de Apoxpalán, que hubo de declarar la verdad, y persuadido que llamase al padre, le trajo á otro dia. Escusóse con humildad, diciendo que por temor de gente para ellos tan estraña, y de aquellos ciervos grandes que traian (decialo por los caballos) se habia escondido, temiendo su perdicion; pero que ya la esperiencia le desengañaba, de que era vano su recelo, y que asi rogaba fuesen con él á su ciudad, para que esperimentasen la buena <54> voluntad que les habia cobrado. Aceptó D. Hernando Cortés el convite, y asi en compañia de Apoxpalán y su gente, salió á otro dia el ejército de los españoles y mejicanos para la ciudad de Yzancanác (Itzam Kanac), cabeza donde Apoxpalán residia. A éste dió D. Hernando Cortés un caballo en que fuese; pero aunque lo agradeció significando mucho placer, le recibió con algun temor, como no sabia que era andar en caballo, y por poco cayera al principio pero despues cobró ánimo, y mirando como los españoles guiaban los suyos, prosiguió en el viaje.

Tenian prevenido gran recibimiento en la ciudad de Yzancanác (Itzam Kanac) para la entrada de los castellanos, por órden de Apoxpalán, con quien entraron en ella, hallando á los indios muy regocijados, por ver tan apacible la presencia de gentes, en cuya vista tenian con repetidos temores por la cosa mas cierta su perdicion y muerte. Eran tan grandes las casas de Apoxpalán, que sin salir él de ellas, hospedó á D. Hernando Cortés con todos sus españoles. A los indios mejicanos repartieron por las casas de la ciudad, para que tuviesen mas comodidad, y á todos regaló mucho. En esta ciudad dice Herrera, que D. Hernando Cortés hizo justicia de los señores mejicanos, que se dirán en el capítulo siguiente, y que Apoxpalán le dió un presente de oro, aunque no mucho por no haberlo en la tierra, y las diez indias de servicio, una canoa, y indios, para que llevasen carta á los navios, y que alli le despidió, dándole guias para el camino; pero como queda dicho, Bernal Diaz nada de esto dice, sino que se huyeron todos los caciques y quedaron solas tres guias, con que salieron de Gueyacála, y pasaron un rio en puentes, que se quebraron al pasar, y el otro en barcas, y llegaron á otro pueblo de los sujetos á Acalán, cuyo nombre no dice alli. Estaba ya despoblado, y retirando los bastimentos por los montes; pero la diligencia de los españoles los halló, con que se proveyeron. Aqui fué donde dice, que se descubrió la conjuracion, que los señores mejicanos ordenaban contra los españoles, que ó ya fuese solamente conversacion de lo que podrian hacer, segun el estado en que les parecia se hallaban los españoles, ó ya ánimo deliberado de matarlos; se descubrió y resultó lo que se dice en el capítulo siguiente.

 

CAPITULO XV.

Descubrese una conjuracion de los señores mejicanos,

y la justicia en ellos ejecutada.

Considerando los señores mejicanos, que D. Hernando Cortés llevaba consigo los grandes trabajos que iban padeciendo por el camino, y sin duda la sujecion en que se hallaban, que les seria muy penosa, habiéndose visto Reyes y Señores tan obedecidos y poderosos; pusieron en conversacion, que seria <55> bueno y facil matar á los españoles con quien iban, y volviéndose á Méjico, convocar sus vasallos, con quien dando guerra á los que allá quedaban, los acabarian y serian señores de su imperio, ó estaban ya con resolucion de ejecutario en ocasion oportuna. La dilacion en materias semejantes, donde intervienen tantas voluntades, que no todas están firmes en la traicion ó por el horror que ella misma ocasiona, ó por otros particulares intereses y atenciones, suele manifestarlas, no sin providencia divina para que los reyes y superiores sean venerados de sus súbditos como deben. Herrera dice en su Historia, que estaba tan adelante este tratado, que hubo ocasion en que por órden de Quauhtemoc, Rey que habia sido de Méjico; llegaron los indios á tener ya tomados los frenos y lanzas de la gente de caballos, para ejecutar su intento, y que lo dejaron para otra mas á propósito. Uno, pues, de los señores mejicanos: que dice se llamaba Mexicaltzin, y despues de bautizado Cristóval, descubrió á D. Hernando Cortés lo que se trataba, y dió pintadas en un papel las figuras y nombres de los señores conjurados, aunque Bernal Diaz dice, que la noticia la dieron dos caciques mejicanos, el uno llamado Tápia y el otro Juan Velazquez, que fué capitan general de Quauhtemoc, cuando la guerra de Méjico.

Con esta noticia hizo D. Hernando Cortés informacion con otros caciques, participantes de la conspiracion, y confesaron que como vian ir á los españoles por el camino descuidados y descontentos, que enfermaban muchos y otros se habian vuelto camino de Méjico, desesperados por las hambres que solian pasar, de que habian muerto cuatro chirimias y el bolteador; que queriendo mas morir que proseguir la jornada, habian tratado que seria bien al pasar algun rio ó cienega, pues eran tantos los indios, dar en los españoles y acabarlos. Quauhtemoc confesó ser asi, como los demas lo habian dicho; pero que no fué él principio de aquella consulta, ni sabia si todos fueron en ella ó se efectuaria, porque él nunca tuvo intencion de salir con ello, que solo habia pasado la conversacion referida. Sin mas probanzas, dice Bernal Diaz, que D. Hernando Cortés mandó ahorcar á Quauhtemoc, y al señor de Tacuba, que era su primo; pero la Historia General de Herrera dice, que fué dada sentencia mediante proceso juridico, y sentenciados á ahorcar Quauhtemoc, Couanoctzin y Tetepanquetzal. Ejecutóse la sentencia en los tres, por carnestolendas del año de 1525, quedando atónitos de verla; asi los demas indios mejicanos viendo acabar con semejante muerte al que habia sido su rey y señor tan poderoso, y á los otros dos; como los naturales de Acalán, que entendieron todos era su fin llegado. Murieron como cristianos, pidiendo á nuestros religiosos y al de la Merced, que los fueron esforzando y ayudando, que los encomendasen á Dios; porque dice Bernal Diaz, que para indios, eran buenos cristianos <56> y creian bien y verdaderamente nuestra Santa Fé, y que estando para ahorcar al Quauhtemoc, dijo estas palabras: "O capitan Malinche, dias ha que yo tenia entendido, é habia conocido tus falsas palabras: que esta muerte me habias de dar, pues yo no me la dí, cuando te entregaste en mi ciudad de Méjico; porque me matas sin justicia?" Dios te lo demande. Y el señor de Tacuba dijo, que daba por bien empleada su muerte, por morir junto con su señor Quauhtemoc. Remata este suceso diciendo: "Y fué esta muerte que les dieron muy injustamente dada, y pareció, mal á todos los que ibamos á aquella jornada." Y aun otros escritores dicen, que debia D. Hernando Cortés guardar á Quauhtemoc vivo, que era el mayor triunfo y gloria de sus victorias, mas no quiso tener que guardaron tierra y tiempo tan trabajoso. Fué Quauhtemoc hombre valeroso, como se manifesto en la guerra del cerco de su Ciudad de Méjico, y en todas sus adversidades tuvo ánimo y corazon real, y murió segun se colige de lo dicho.

Aunque los demas historiadores convienen en que el caso referido sucedió en la ciudad de Yzancanan (Itzam Kanac) de la provincia de Acalán en presencia de Apoxpalán, señor de aquella tierra, parece no haber sido asi, pues dice Bernal Diaz, que se halló presente, que habiendo desamparado todos los caciques en Gueyacála á los españoles y estos salido de alli con solas las tres guias á otro pueblo, que como dije en el capítulo antecedente, no le nombra; en él se ejecutó la sentencia de muerte referida en los tres señores mejicanos; con que aunque como se dice, puso temor y freno á los demas; pero confiesa que de alli salieron prosiguiendo con gran concierto los españoles por el camino, por temor (asi dice) que los mejicanos viendo ahorcar á su señor, no se alzasen, mas traian tanta mala ventura de hambre y dolencia, que no se les acordaba dello. Habiendo pasado un rio profundo en barcas, llegaron á un pueblezuelo que segun parece, era Mazatlan, y hallaronle sin gente; pero buscando de comer por las instancias, dieron con ocho indios, que eran sacerdotes de ídolos, y se vinieron con los españoles el pueblo. D. Hernando Cortés los acarició y pidió llamasen á los demas indios y trajesen comida. Respondieron que la harian, con tal que no les tocasen á unos ídolos que tenian alli cercanos. Aunque D. Hernando Cortés por medio de Doña Marina les aseguró, que no recibirian enojo alguno, les dió á entender la vanidad de los ídolos y el error que cometian en adorarlos, á que los indios respondieron que los dejarian y con esto en un árbol que se llama Zeiba (yax che), se les labró una Cruz junto á las casas donde estaban los ídolos. Trajeron veinte cargas de maiz y unas gallinas, y dieron guias para el pueblo siguiente. Aqui fué donde D. Hernando Cortés, considerando los trabajos de el camino, que los españoles enfermaban, y de los indios mejicanos morian muchos, no pudiendo reposar de noche, paseándose por la sala de <57> su hospicio, inadvertidamente dió una caida de dos estados de alto, y se descalabró.

Salieron á otro dia, y fueron á dormir junta á un estero ó laguna (sin haber precedido el encuentro y escaramuza, que un amor escribe en el pueblo precedentes) y el siguiente llegaron á otro pueblo nuevo, cuyos moradores con la noticia de los españoles, le habian dejado aquel dia, y escondidose en unas cienegas. Era esta poblacion muy fortificada con albarradas de gruesos maderos, cercada con otros muy recios de dos cercas, la una como barbacana, con cubos y troneras para flechar, y cabas hondas antecedentes, esto por la parte de la llanura. Por otra le servia de cerca unas peñas muy altas, llenas de piedras labradas á mano, con grandes reparos, y por otra una gran cienega, de suerte, que para las armas que los indios usaban, era fortaleza muy grande; y si los moradores la hubieran defendido, hubieran dado que hacer á nuestros españoles. Entraron estos libremente en el pueblo, donde hallaron gran cantidad de gallos y gallinas de la tierra, guisados y pan de maiz, con otros bastimentos de que se alegraron grandemente, pero les causa novedad hallar la comida aderezada. En esta suspension estaban, cuando saliendo de la cienega quince indios principales, y llegando á la presencia de D. Hernando, poniendo las manos en el suelo y besando la tierra con profunda humildad, llorando le pidieron, no les quemase el pueblo. Acariciólos D. Hernando Cortés, y asegurados les preguntó la causa de tener tanta comida guisada. Respondieron, que por horas aguardaban á unos indios, llamados Lacandones enemigos suyos, que habian de venir de guerra, y por si quedaban vencidos, se querian comer antes todo cuanto tenian, porque no lo gozasen sus enemigos, y que si quedaban vencedores yendo á sus pueblos, les quitarian sus haciendas, con que no les haria falta lo que se habian comido. Que en dos parages donde habian tenido el pueblo en tierra llana, los habian robado y abrasado las casas, como lo verian cuando pasasen, y que por eso se habia recogido á aquel sitio. Respondióles, que les pesaba de sus guerras y que por no poder detenerse, no los ayudaba contra sus enemigos, con que se consolaron los indios, viendo que no se les hacia daño alguno.

Ya que los españoles van saliendo de la tierra de Acalán, digo que esta provincia la sujetó algunos años despues, durando la conquista de este reino de Yucatan, el capitan Francisco Tamayo Pacheco, saliendo para ella de la ciudad de Mérida, con otros conquistadores, como leí en sus probanzas; pero aunque procuraron sujetar á los Lacandones sus vecinos, asi por esta parte, como por la de el reino de Guatemala, no se consiguió, y se están hoy año de seiscientos y cincuenta y seis en su antigua infidelidad como se dice adelante. Dieron los de aquel pueblo guias á los españoles que pasaron por los pueblos <58> quemados que les habian dicho, caminando por campos rasos fatigados de los calores. Vian en ellos gran multitud de venados, y que corrian tan poco que los alcanzaban los caballos y no se espantaban de ellos. Preguntaron á las guias la causa de aquella novedad, y respondieron: que su ídolo les habia mandado que no los matasen ni espantasen, y que como lo ejecutaban asi, no se espantaban cuando los vian; que los tenian sus Dioses, porque se les habia aparecido en su figura. Con este refresco de caza, por aquellos campos atravesaron hasta la tierra de los Ytzaex, pasando (como dicen las Historias) un mal puerto, á quien llamaron de Alabastro, porque lo parecia toda la piedra. Yo juzgo, segun la demarcacion, que es junto á lo que hoy llaman en esta tierra lo de la Pimienta, que dista como setenta leguas de los pueblos de la Sierra, porque muchos indios de ellos que suelen llegar hasta aquellas montañas, traen una piedra blanca á modo de espejuelo, de que se hace yeso blanquisimo, y cae casi al mediodia de la Sierra de Yucatan, entre él y Guatemala.

El pueblo principal de los Ytzaex está en una isleta, que hace una laguna de agua dulce, y asi no se puede ir á el, si no es en canoas, con que durmiendo cerca de unos montes altos, salieron por las veredas cuatro capitanes y hallaron dos canoas con diez indios y dos indias, que traian maiz y sal. Lleváronlos á la presencia de D. Hernando Cortés, que los trató amorosamente, y dejando consigo la mayor canoa, despachó la otra al pueblo con seis indios y dos españoles, con algunas cuentas de Castilla, que diesen al cacique, pidiendole enviase canoas para pasar á su pueblo. Cuando los españoles llegaron á la ribera de la Laguna, ya estaba el cacique (á quien comunmente llaman Canek (Ah Can Ek)) con otros principales y cinco canoas, aguardando al pasage, y despues de muchas cortesias que con él tuvieron, á que correspondió D. Hernando Cortés con mucha afabilidad y agrado, determinó ir con ellos á su pueblo. Embarcóse en las canoas con treinta ballesteros, quedando los demas en tierra con cuidado, por si acaso aquella afabilidad de los indios era cautela, para ejecutar alguna traicion, y aun la ida de Cortés se tuvo por osadia, y demasiada confianza. Recibieronle en el pueblo con regocijo, regalándole segun su posible, y alli le dió el Canek (Ah Can Ek) un presente de oro bajo de poco valor, por no haberlo en la tierra, y unas mantas, y noticia de donde habia dos pueblos de españoles, que fué su mayor alegria por el deseo que todos llevaban de hallarlos. En la Tierra firme de la Laguna, dicen Herrera y Gomara, que antes que D. Hernando Cortés pasase al pueblo, hizo que se dijese misa en presencia de Canek (Ah Can Ek) y sus principales, á que asistieron al parecer muy gozosos con el canto de la música, y atentos á las sagradas ceremonias que luego los religiosos les predicaron. A esto respondieron, que sabiendo como habian de <59> adorar al Dios que les decian, desharian sus ídolos; á que les dijo Cortés, que presto les enviarian religiosos, que les enseñasen la ley de Cristo, pero que les dejaron una Cruz que pidieron. De nada de esto hace mencion Bernal Diaz en su Historia; pero es cierto del celo de D. Hernando Cortés, que haria todo lo referido, por aficionarlos á nuestra Santa Fé católica, como tambien es cierto, que habiendo dicho á los indios muchas grandezas de nuestro rey el emperador Cárlos Quinto, se le dieron por sus vasallos, como ya lo eran los mejicanos; pero no me parece cierto haber quemado los ídolos en presencia de Cortés, Como dice Gomara.

 

CAPITULO XVI

Salen los españoles de la tierra de los Ytzaex; pasan una Sierra

asperisima con gran peligro, y llegan á Honduras.

Habiendo de proseguir los españoles su jornada, hubo de mandar D. Hernando Cortés, que un caballo morzillo, que con los calores fatigado en la caza de los venados que se dijo, se le habia derretido el unto, y no se podia tener en pie (otros dicen, que se habia estacado una mano) le dejasen en aquel parte, encomendado á los indios, diciéndoles que despues enviaria por él, como cosa tan estimada en aquellos tiempos, y á que tanto temor tenian los indio. ¿Quién dijera, que de esto habia de resultar despues la mayor idolatria, que hoy tienen aquellos indios Ytzaex (Ah Itza)? Pues la dejada del caballo, tomó el demonio por medio (quien alcanza la permision divina) para nuevo engaño de idolatria. Despedidos los españoles de aquellos indios, quedó el caballo enfermo en su poder, y aunque con toda solicitud cuidaron de él, no fué suficiente para que no muriese. Gran sentimiento causó la falta de el caballo, y como el temor que tenian á D. Hernando Cortés, era crecido, porque sabian habia sido el capitan, que sujetó la gran Ciudad de Méjico; llamó Canek (Ah Can Ek) á junta sus principales para determinar que respuesta darian cuando se les pidiese el caballo, como tenian por cierto lo haria, habiendo llegado á Honduras y visto sus castellanos que buscaba. Resolvieron, que se hiciese una estatua y figura de madera representativa del caballo, y que cuando les fuese pedido, respondiesen no haber bastado su solicitud, para que no muriese, y que en memoria del suceso habian fabricado aquella estatua para satisfacer con ella, pues no habian sido culpados en haberseles muerto, sin poder remediarlo.

Fabricaron el caballo de madera, segun se resolvió en la junta; pero es tan vigilante el demonio en no perder ocasion, con que pueda hacer daño á la naturaleza humana, que apenas ve resquicio, que no la logre, y mas cuando le ha de resultar <60> algun honor y adoracion, que no le es debida. Valióse de esta para hacer de nuevo idolatrar á aquellos miserables indios, que persuadidos, que teniendo aquella estatua en veneracion entre sus Dioses; cuando volviesen los españoles (como D. Hernando Cortés les dijo enviaria) viendo la reverencia can que la tenian, diesen mayor crédito á su respuesta. Fué poco á poco aumentandosela adoracion de aquella figura, y llegó á tanto grado, que cuando el padre Fr. Juan de Orbita y padre Fr. Bartolomé de Fuensalida, religiosos de esta provincia, fueron el año de mil y seiscientos y diez y ocho, á predicarles el Santo Evangelio, era ya el principal ídolo que los Ytzaex reverenciaban, y como á tal le hallaron en la parte mas preheminente del principal y superior á las demas abominables figuras de ídolos que adoraban como mas latamente se dice adelante, tratando de la entrada, que estos dos religiosos hicieron en aquella tierra como apostólicos varones, deseosos de la salvacion de aquellos infieles, cuyos entendimientos alumbre Dios por su bondad infinita, que aun se están idolatras gentiles.

Vuelto D. Hernando Cortés de el pueblo de la Laguna á Tierra firme, donde los suyos se alojaban: salieron, y aunque con mal temporal, por llover tres dias y noches continuadas, caminaban temerosos de la falta de bastimentos que tenian. A esta adversidad se juntó dar á los dos dias de camino con una sierra tan áspera, que se detuvieron ocho dias en pasaria. Tenia unas piedras que cortaban como navajas, y asi perecieron en ella mas de sesenta caballos, despeñados y desjarretados de los pedernales: los que pudieron salir vivos, quedaron tales, que en tres meses no cobraron su antiguo vigor. A un sobrino de Cortés, llamado Palacios Rubios, se le quebró una pierna por tres ó cuatro partes de una caida. Dieron luego con un rio tan caudaloso por las continues lluvias de aquellos dias, que se detuvieron tres en hacer una puente para pasage, que no le pasaron por vado, como un escritor dice. Estaba luego un pueblo cercano, y donde entendieron tener alivio, hallaron la mayor ocasion de desconsuelo. No llevaban ya maiz; los indios se habian huido y levantadolo todo; pero buscando por los campos Bernal Diaz otros cuatro soldados, hallaron cuatro casas llenas de maiz, frijoles y otras legumbres, con que pasaron la pascua, de Resurreccion, y descansaron alli cinco dias del trabajo de los antecedentes. Tardaron dos en llegar á otro pueblo cercado de arroyos, rios y pantanos, donde se les huyeron las guias que llevaban; y aunque tres capitanes se ocuparon tres dias, no hallaron camino ó alguna gente para que les diese razon de él; y se volvieron sin hallar uno ni otro, con que se vieron en grande aprieto, hasta que saliendo Bernal Diaz con Hernando de Aguilar, y un Hinojosa, por señales que vieron al ponerse el sol, sintieron gente en unas labranzas, y entrada <61> bien la noche hallaron en la casa de ellas tres indios y dos indias que trajeron al real.

Informóse de ellos D. Hernando Cortés, y conformaron en que por un rio abajo se iba á un pueblo que estaba dos dias de camino, y se llamaba Oculitzi, recien despoblado. Llegaron á él, y hallaron mucho maiz y legumbres, y en un adoratorio de ídolos, un bonete colorado y un alpargate ofrecido á ellos. Unos soldados dieron en unas barrancas, y en unos maizales cogieron dos indios viejos y cuatro indias, que preguntados por los españoles que buscaban, respondieron, que los hallarian á dos dias de camino, que hasta allá estaba despoblado, y que tenian sus casas junto á la costa de la mar. Por órden de D. Hernando Cortés se adelantó el capitan Sandoval, y teniendo dicha de coger una canoa de unos indios mercaderes, pasó el rio del Golfo Dulce y halló unos españoles que le dieron noticia de los demas, de la muerte de Cristóval de Olid, y todo lo sucedido en la tierra. Vino con presteza á dar la nueva un soldado llamado Alonso Ortiz, de que recibió todo el ejército increible gozo, entendiendo se habian acabado sus trabajos; pero engañóles su deseo, que se les continuaron como en las Historias Generales se dice, y yo no refiero asi por eso, como por no pertenecer ya á la de esta tierra, pues quedan fuera de ella. Viaje fué este en que puede la Nacion española gloriarse de perseverante y sufridora de trabajos, y que puede hacer competencias á todas luces, á cuantos cualesquiera otras Naciones han hecho en el mundo, pues atravesaron mas de seiscientas leguas de tierras y Naciones de gentes nunca vistas ni comunicadas, hallándose innumerables veces entre asperisimas montañas, sin caminos ni guias, obligados á gobernarse por el Norte, padeciendo desmedidas hambres, porque no solo llegaron á comer culebras y otras semejantes inmundicias; pero certificó despues un soldado llamado Medrano, que habia comido de los sesos de otro que se llamaba Medina, natural de Sevilla, y de la asadura y sesos de Bernardo Caldera sobrino suyo, que habia muerto de hambre.

Por la ausencia que de la Nueva España hizo D. Hernando Cortés con esta jornada, sucedieron las alteraciones y discordias que pusieron en término de perderse la tierra, y á riesgo la buena fortuna y crédito de tan valeroso capitan, que teniendo noticia de lo que en ella pasaba, determinó despues el año de veinte y seis siguiente, volver allá, y como esperimentado ya en las dificultades de la jornada por tierra, resolvió ir por la mar. Embarcóse en el puerto de Trujillo, á veinte y cinco de Abril, y con él el padre Fr. Diego Altamirano, de mi serafica religion, y primo suyo. Tuvieron buen tiempo casi hasta doblar la punta, que hace la costa de este la costa de este reino de Yucatan; y pasados los Alacranes, les sobrevino un temporal tan recio, que no pudiendo resistirle, porque con la violencia se <62> quebrantaban los navios, hubieron de ir á la Habana. Desde alli pasaron á la Nueva España, donde con su llegada, asi como fué indecible el contento de los indios y españoles sus aficionados, con la presencia de tan gran capitan, á quien tuvieron por difunto, y como á tal se le habian hecho exequias y dicho misas; fué grave el sentimiento de sus émulos, desvanecidos ya totalmente sus artificios. No por eso cesaban por todos caminos de desacreditar en España, las acciones grandes que en estos reinos habia hecho en servicio de la monarquia. Pero como eran tan notorias, y la grandeza de las nuevas tierras sujetas á la corona de Castilla tan manifiestas, no fueron suficientes las relaciones que contra su persona, y las de los mas de sus valerosos capitanes y soldados se escribian, para que con el Emperador y el real consejo de las Indias, se minorase la reputacion y crédito con que eran estimadas, aunque fluctuaron algun tanto, hasta que D. Hernando Cortés pareció personalmente en España, y dando razon de, si y de sus compañeros, le hizo el rey marqués del Valle, y los demas crecidos favores, con que tan aumentado de honor y reputacion, volvió á la Nueva España.

Miéntras lo referido sucedia, se hallaba en la corte de España D. Francisco de Montejo, que como se dijo habia ido por procurador general de todas las ciudades y repúblicas de estos reinos, y tenia en buen estado la licencia para poblar y pacificar este de Yucatan. Movióse á pedir esta conquista, porque le habia dicho Gerónimo de Aguilar, el que estuvo ocho años cautivo en esta tierra (como se dijo) que era fértil y abundante de los frutos que en ella se daba. No solo se le dió la licencia, como se dice en el libro siguiente; pero dándose por bien servido de D. Francisco, la Magestad de el señor Emperador Cárlos Quinto, y con atencion á sus muchos servicios y trabajos, para que quedase perpetua memoria de ellos y mayor nobleza de su casa, aunque tenia escudo de armas propias, que como dice Herrera en su Historia General, eran trece estrellas doradas en campo colorado, se las aumentó en esta forma. Que fuese un escudo, y que en el medio de la parte de arriba, á la mano derecha, hubiese una isleta cercada de mar y encima un leon dorado en campo rosado, con unos granos de oro, en señal de la Isla de Sacrificios, adonde salió cuando llegó á ella la armada de Juan de Grijalva. En la otra mitad del escudo, á la mano izquierda, á la parte de abajo siete panes de oro redondos en campo azul, en memoria de el oro que le dieron los indios, cuando en el mismo descubrimiento de Grijalva fué por capitan, segun se ha dicho. En la otra mitad de la parte superior de el escudo á la mano izquierda, un castillo dorado puesto en la Tierra firme á la costa de la mar, con tres banderas coloradas sobre el castillo, en señal de la fuerza de los indios y bandera que tenian. En la otra mitad inferior de la mano <63> derecha, cinco banderas azules en campo dorado, en señal de las banderas que le dieron los indios y que este escudo tuviese por orla las trece estrellas doradas, que eran sus armas antiguas, y que le coronase un yelmo abierto con su timbre. Con estas tan honrosas insignias, ennobleció el año de quinientos y veinte y seis, el Emperador á D. Francisco de Montejo, y le concedió la pacificacion y poblacion de Yucatan, haciéndole otras muchas mercedes, y capitulando la forma, que en ello se habia de observar por escrituras públicas, como se verá en el libro siguiente. <64>

LIBRO SEGUNDO

DE LA HISTORIA DE YUCATAN

CAPITULO PRIMERO.

Capitula D. Francisco de Montejo la pacificacion de Yucatan,

y porque se llamó asi esta tierra.

 

Como el nombre de D. Hernando Cortés se habia hecho tan célebre en el mundo con la conquista de la gran Ciudad Imperial Mejicana Tenuchtitlan (Tenochtitlan), los compañeros y capitanes amigos que se la habian ayudado á ganar, con gloriosa emulacion aspiraban á la pacificacion de las restantes provincias comarcanas. Pretendian hacerlo en servicio de la iglesia católica y de su rey y señor, cuyos vasallos eran á costa de lo que habian interesado en estas jornadas, sin que la corona gastase en ello de sus reales intereses. Accion de corazones nobles y valerosos, pues pudiendo gozar de las riquezas que ya tenian seguras, las aventuraban por el aumento de la cristiandad, gastándolas en lo que cuanto á lo temporal no tenian cierta la equivalencia. Seguros eran nuevos trabajos en las nuevas conquistas; ya tenian la esperiencia, y no todas las veces suceden las cosas con felicidades iguales. El mayor interes en los nobles, es la gloria que les resulta, y por el mayor premio tienen la inmortalidad de su fama. Aumentan los príncipes el ánimo de sus súbditos, para que los sirvan cuando con mano liberal (propiedad real) se dan por bien servidos, honrándolos por lo pasado y dando esperanza del premio en lo futuro. Ya se ha dicho las mercedes que nuestro rey y señor el Emperador Cárlos V. de gloriosa memoria, habia hecho por este tiempo á D. Francisco de Montejo, capitan que habia sido en los viajes de Grijalva, y Cortés á la Nueva España, y agradecido á la Magestad Imperial por ellas, y por el nuevo escudo de armas con que ennobleció su persona, demas de las que como Hijodalgo tenia, trato con su Magestad la conquista y pacificacion de este reino de Yucatan y Isla de Cozumél ó Cuzamil, que parece, que con la grandeza de los de la Nueva España, habia quedado como olvidada. Ofreció á hacerla á costa de sus propios bienes, aunque impetrando nuevas mercedes en remuneracion de servicio tanto.

Hallábase D. Francisco de Montejo en los reinos de España, procurador general de las ciudades y villas fundadas en la Nueva España, y por haber muerto Alonso Hernandez Portocarrero en la cárcel, donde le puso preso el obispo; solicitaban la parte de Cortés de los que acá residian, D. Francisco de Montejo, <65> y el capitan Diego de Ordaz, que ayudaban á Martin Cortés, padre de D. Hernando, contra las querellas de Pánfilo de Narvaez y Diego Velazquez con sus secuazes, porque Alonso Dávila, que habia llevado toda la recamara de Montezuma (Motecuzoma), estaba preso en Francia, como despues se dice. Con tan eficaces razones y instrumentos tan fidedignos, satisfacieron los procuradores á los señores de la junta, que el rey señaló para este pleito que Cortés y todos los suyos quedaron absueltos de los cargos y honrados con nuevos favores, y que solamente Diego Velazquez demandase los gastos que habia hecho, y de todo se dió provision real en Valladolid, donde residia la corte, á diez y siete de Mayo, de mil y quinientos y veinte y seis años.

Esta provincia ó reino de Yucatan, se dice que en el tiempo de la infidelidad de sus naturales, no tenia toda ella nombre comun, con que se conociesen sus términos y distrito; porque como estaba sujeta á diversos señores, que como reyezuelos dominaban diversos territorios: á cada parte donde residia le ponian su nombre diferente, como la provincia de Chacan (Chakan), la de Cepech (Ceh Pech), la de Choáca (Chouac Ha), y de esta suerte á las otras. Lo cierto es, que asi la hallaron los españoles cuando la descubrieron; pero antes habia sido toda sujeta á un señor y rey supremo, y asi gobernada con gobierno monarquico, hasta que la deslealtad de algunos vasallos ocasionó la division en que fué hallada, y entónces toda esta tierra se llamaba Mayapan, de el nombre de la ciudad principal, donde el rey tenia su corte, como se dice adelante. De llamarla Yucatan se dan diversas razones. Unos dicen, que cuando vino el capitan Francisco Hernandez de Córdova, costeando esta tierra, descubrió cerca de la mar un gran pueblo, y preguntando á los indios, como se llamaba, respondieron Tectetan (Tec ta than.), que queria decir: no entiendo esas palabras, y que los españoles, ó por no entender bien el vocablo, ó corrompiéndole en la pronunciacion, habian entendido Yucatan, y que asi dijeron: Yucatan dicen, y pusieron este nombre á esta tierra. Otros que se originó de preguntar los españoles á los indios, si habia en esta tierra unas raices, que nosotros llamamos Yuca, de que se hacen unas tortas, que en algunas partes se comen en lugar de pan, nombradas cazabe, y los indios respondieron Ylatli, por la tierra en que se plantan. Que de la palabra Yuca y la respuesta Ylatli, habian compuesto los españoles la voz Yucatla y de alli Yucatan. Otros, que andando los españoles por la costa, cuando preguntaban algo, respondian los indios, Tolocitan (tolo citan), señalando hacia un pueblo grande, que se llamaba de este nombre.

Lo mas cierto es, que cuando los españoles llegaron á esta tierra, de necesidad como cosa hasta entónces no sabida, habian de preguntar á los indios que tierra era, como se llamaba, que gentes eran y á quien estaban sujetos? Qualquiera de <66> estas cosas, ó otra que á los indios hablasen, como era en lenguaje castellano, tan estraño á sus oidos, no la entendieron, y naturalmente la primera respuesta parece seria decir, que no lo entendian. Esto dicen los indios con estas palabras. Matan cubi athán (Matan c'ubi a than.), ó con estas: Matan cauyi athán (Matan ca uyi a than), que es no entiendo tus palabras. Como los españoles oirian ó atenderian mas á lo último, Cubi athán ó Cauyi athán, entendieron Yucatan pues al sonido diferencia tan poco, y mas la primera vez que oyeron hablar á los indios. No fué mucho se dejasen llevar los españoles de aquella inteligencia de voz, y que les sonase asi á su oido, pues aun entre los que de presente saben muy bien su idioma, se traen por gracejo algunas versiones por asimilar á nuestro oido. Los indios dicen Dios tacunticech, para decir á uno: Dios te guarde: y algunos lo interpretan diciendo: Dios está en Campeche, Mavoheli, dicen que es: mal huele, significando: no sé eso, y otras muchas á este modo. Como tambien Bernal Diaz, que se halló en los tres viajes referidos en el primer libro, dice en su Historia, que en esta tierra llaman los indios al Gobernador Calachioni, y no le llaman sino Halach vinic, y entendió aquel vocablo, cuando los indios de Champoton pelearon con ellos, que como gritaban, que tirasen al que gobernaba á los españoles, repitiendo: Halach vinic, Halach vinic como acaba en C, y la juntaban, para repetirlo con la A, que suena el principio de la voz, pareceria que decian: Calach vini, y no atendiendo bien como andaban peleando entendieron, que decian los indios: Caliochoni, Caliochoni. Finalmente, los españoles dieron á esta tierra el nombre de Yucatan que no tenia, y hoy es mas conocida por el de Campeche, ocasionado de que dieron este nombre al palo de tintes, que de ella se saca, y de que tanta cantidad se lleva á España, y de alli á otras partes, cogida en el territorio y jurisdiccion de la Villa de Campeche.

Ya que en su lugar á propósito se me olvidó de decir, lo advierto ahora. La provincia y tierra de Tabasco, es diferente de Yucatan, donde cae Champoton ó Potonchán, y era de deversos señores en tiempo de su infidelidad, y la guerra que Cortés tuvo con los de Tabasco, y todo aquel suceso confunde el Doctor Yllescas, diciendo, que alli ganó Cortés el pueblo de Potonchán, y que fué el primero que tuvieron los españoles en Tierra firme de las Indias. Que en el templo mayor de Potonchán les puso una Cruz, la cual holgaron de adorar los indios, á quienes mandó, que de alli á dos dias viniesen á ver la fiesta y procesion de el domingo de Ramos. Ya se dijo en el libro primero, como Cortés no salió á tierra, aunque lo deseó en Champoton, y que pasó á Tabasco, que dista la Villa de la Vitoria, donde dió Cortés la batalla, treinta y dos leguas por mar y treinta por tierra. La misma confusion de Potonchán con Tabasco, pone el aumento de la Descripcion <67> de Ptolemeo, y noticia del Occidente de Cornelio Wytsliet Lovaniense, diciendo, que la Ciudad de Potonchán fué á la que llaman la Vitoria los españoles.

Esta tierra de Yucatan, pues, es la que capituló pacificar D. Francisco de Montejo, natural de la Ciudad de Salamanca, en Castilla la Vieja; y asi por la satisfaccion que habia de su persona, como por via de contrato, acabó de determinarse y firmarse á ocho de Diciembre de mil y quinientos y veinte y seis años, dia de la Purisima Concepcion de la Madre de Dios. No me admiro, que Herrera en su cuarta Decada diga, que esta capitulacion se hizo el año de veinte y siete, siendo tan á los fines del de veinte y seis; y habiendo salido el adelantado Montejo de España para este reino, el de veinte y siete. La forma que en la capitulacion se asentó, sacada de un traslado auténtico, que tengo en mi poder de la ejecutoria que á sus sucesores se les dió en el real Consejo de las Indias, habiendo litigado con el fiscal el cumplimiento della por D. Francisco de Montejo, para que se les observase lo prometido por la Magestad Imperial, se refiere á la letra en el capítulo siguiente, y dice asi:

 

CAPITULO II.

Refierese la capitulacion que se hizo para la pacificacion de

Yucatan

"El rey. Por cuanto vos Francisco de Montejo, vecino de la Ciudad de Méjico, que es en la Nueva España, me hicistes relacion, que vos por la mucha voluntad que teniais al servicio de la católica reina y mio, y bien, acrecentamiento de nuestra real corona; queriades descubrir, conquistar y poblar las Islas de Yucatan y Cozumél, á vuestra costa y mision, sin que en ningun tiempo seamos obligados á vos pagar, ni satisfacer los gastos que en ello hicieredes, mas de lo que en esta capitulacion vos será otorgado, y hareis en ella dos fortalezas, cuales convengan. Y me suplicastes por merced. vos hiciese merced de la conquista de las dichas tierras, y vos hiciese y otorgase las mercedes, y con las condiciones que de yuso serán contenidas: sobre lo cual yo mandé tomar con vos el asiento, y capitulacion siguiente."

"Primeramente vos doy licencia y facultad, para que podais conquistar y poblar las dichas Islas de Yucatan y Cozumél, con tanto, que seais obligado de llevar y lleveis de estos nuestros reinos, é de fuera de ellos, las personas que no están prohibidas para ir á aquellas partes á hacer la dicha poblacion en los lugares que vieredes, que convienen. E que para cada una de las dichas poblaciones, lleveis á lo menos cien hombres, y hagais dos fortalezas y todo á vestra costa y mision. Y seais obligado á partir de España, á lo menos el primero viaje, dentro <68> de un año de la fecha de esta capitulacion, que para ello deis la seguridad bastante que vos será señalada por los del mi consejo de las Indias. Y acatando vuestra persona y los servicios que nos habeis hecho, y esperamos que nos hareis; es mi merced y voluntad, como por la presente vos la hago, para que todos los dias de nuestra vida seais nuestro Gobernador y capitan general de las dichas Islas, que asi conquistaredes y poblaredes, con salario en cada un año por nuestro Gobernador de ciento y cincuenta mil maravedis, é por capitan general cien mil maravedis, que son por todos doscientos y cincuenta mil maravedis. E de ello vos mandaré dar nuestras provisiones."

"Otrosi, vos haré merced, como por la presente vos la hago del oficio de nuestro Alguacil Mayor de las dichas tierras, para vos, y para vuestros herederos para siempre jamas."

"Otrosi, con tanto, que seais obligado de hacer y hagais en las dichas Islas dos fortalezas á vuestra costa y mision, en los lugares y partes que mas convenga y sea necesario si pareciere á vos, y á los dichos nuestros oficiales, que hay necesidad dellas, y que sean tales, cuales convengan á vista de los dichos oficiales. Y que vos haré merced, como por la presente vos la hago de la tenencia de ellas por los dias de vuestra vida y de dos herederos y sucesores vuestros, cuales vos señalaredes, é quisieredes, con sesenta mil maravedis de salario en cada un año, con cada una de ellas. Y de ello vos mandaré dar provision patente."

"Otrosi, acatando vuestra persona y servicios, que me habeis hecho, y espero que me hareis y lo que en la dicha poblacion habeis de gastar; es mi merced, y voluntad de os hacer merced, y por la presente os la hago del oficio de nuestro adelantado de las dichas tierras, que asi poblaredes, para vos, y para vuestros herederos, y sucesores para siempre jamas, de ello vos mandaré dar título y provision en forma."

"Otrosi, os hago merced de diez leguas en cuadra de las que ansi descubrieredes, para que tengais tierra en que grangear y labrar, no siendo en lo mejor ni peor. Esto á vista de vos y de los dichos nuestros oficiales, que de la dicha tierra mandarémos proveer, para que sea vuestra propia, y de vuestros herederos y sucesores para siempre jamas, sin jurisdiccion civil, ni criminal, ni otra cosa, que nos pertenezca, como reyes, é señores."

"Y ansimismo, acatando la voluntad con que os habeis movido á nos servir en lo susodicho, y el gasto que se os ofrece en ello: quiero, y es mi voluntad, que en todas las tierras, que ansi descubrieredes y poblaredes á vuestra costa, como dicho es, segun, y de la forma y manera, que de suso se contiene: ayais y lleveis cuatro por ciento de todo el provecho, que en cualquier manera se nos siguiere, para vos, y para vuestros <69> herederos y sucesores para siempre jamas: sacadas todas las costas y gastos, que por nuestra parte fueren fechos y se hicieren en conservacion y poblacion de la dicha tierra en cualquier manera, y los salarios que mandarémos pagar, asi á vos como á otras cualesquier personas y oficiales nuestros que para la dicha tierra, en cualquiera manera se proveyeren."

"Iten, por vos hacer merced, mi merced y voluntad, es que toda la ropa, mantenimientos, armas y caballos, y otras cosas, que destos reinos llevaredes á las dichas tierras, no pagueis derechos de Almojarifazgo, ni otros derechos algunos por todos los dias de vuestra vida, nó siendo para las vender, ni contratar, ni mercadear con ellas."

"Asimismo que vos daré licencia, como por la presente vos la doy, para que de las nuestras Islas española, San Juan de Cuba y Santiago, y de cualquier de ellas podais llevar á las dichas tierras los caballos, yeguas y otros ganados, que quisieredes, y por bien tuvieredes, sin que en ello vos sea puesto embargo ni impedimento alguno."

"Y porque nuestro principal deseo, é intenciones es, que la dicha tierra se pueble de cristianos, porque en ella se siembre y acreciente nuestra Fé católica, y las gentes de aquellas partes sean traidas á ella; digo, que porque esto haya mas breve, y cumplido efecto: á los vecinos, que con vos en este primero viaje, é despues fueren á las dichas tierras á las poblar, es mi voluntad hacer las mercedes siguientes. Que los tres primeros años de la dicha poblacion no se pague en la dicha tierra á nos del oro de minas, mas solamente el diezmo, y el cuarto año el noveno, y de aí venga bajando por esta órden, hasta quedar en el quinto. Y de lo restante, que se oviere asi de rescates, como en otra cualquier manera se nos pague el dicho nuestro quinto enteramente. Pero entiéndose que de los rescates, y servicios, y otros provechos de la dicha tierra, desde luego hemos de llevar nuestro quinto, como en las otras partes."

"Otrosi, que á los nuestros pobladores é conquistadores se dén sus vecindades, y dos caballerias de tierras y dos solares, y que cumplan la dicha vecindad en cuatro años que estén, y vivan en la dicha tierra, y aquellos cumplidos lo puedan vender, y hacer dello, como de cosa suya."

"Otrosi, que los dichos vecinos, que fueren en la dicha tierra el dicho primero viaje, é despues cinco años luego siguientes, no paguen derechos de Almojarifazgo de ninguna cosa de lo que llevaren á las dichas tierras para sus casas, no siendo cosas para vender, tratar, ni mercadear."

"Y porque me suplicastes, y pedistes por merced, que los regimientos que se ovieren de proveer en la dicha tierra, los proveamos á los dichos pobladores é conquistadores: digo; que cuanto á esto, si los tales regimientos se proveyeren, habremos <70> respeto en ello á lo que vos nos suplicais y los dichos poblares ovieren servido y trabajado."

"Otrosi, que para que las dichas tierras, mejor á mas brevemente ennoblezcan, digo que haré merced y por la presente la hago por término de cinco años, que se cuenten desde que se comenzaren á poblar, de la mitad de las penas que en ellas se aplicare á nuestra cámara é fisco, para que se gasten en hospitales y obras públicas."

"Y porque suplicastes y pedistes por merced, hiciese merced á la dicha tierra, y Islas de los diezmos, que en ellas nos pertenecen, entre tanto que se proveyese de prelado de ellas, para hacer las iglesias y ornamentos, y cosas del servicio del Culto Divino. Por la presente es nuestra merced, y mandamos, que para las dichas iglesias y ornamentos, y cosas del servicio, y honra del Culto Divino: se dén y paguen de los dichos diezmos lo que fuere necesario á vista de los dichos nuestros oficiales, de los cuales dichos diezmos mandamos, que se paguen los clérigos, que fueren menester para el servicio de las dichas iglesias y ornamentos dellas, á vista y parecer de los dichos oficiales."

"Otrosi, os doy licencia y facultad á vos y á los dichos pobladores, para que á los indios que fueren rebeldes, siendo amonestados y requeridos, los podais tornar por esclavos, guardando cerca de esto lo que de yuso en esta capitulacion, é asiento será contenido y las otras instrucciones y provisiones nuestras, que cerca de esto mandarémos dar. Y desta manera, é guardando la dicha órden los indios, que tuvieren los caciques y otras personas de la tierra por esclavos, pagándoselos á su voluntad á vista de la justicia y veedores, y de los religiosos, que con vos irán: los podais tomar y comprar, siendo verdaderamente esclavos."

"Otrosi, por hacer merced á vos, y á la gente, que á las dichas tierras fueren, mando que por tiempo de los dichos cinco años no sean obligados á nos pagar cosa alguna de la sal que comieren y gastaren de la que en las dichas tierras huviere."

"Otrosi digo, que porque la dicha tierra, mejor y mas brevemente se pueble, mandaré hacer en las dichas tierras las mercedes que tienen, y habemos hecho á las dichas tierras é Islas, que ahora están pobladas, siendo convenientes á la dicha tierra, y no contrarias, las cuales luego seais obligado á declarar, para proveer en ellas lo que fueremos servido y mas convenga."

"Asimismo mandarémos, y por la presente mandamos y defendemos, que de estos nuestros reinos no vayan ni pasen á la dicha tierra ningunas personas de las prohibidas, que no pueden pasar en aquellas partes, so las penas contenidas en las leyes y ordenanzas, é cartas nuestras, que cerca desto por nos y por los reyes católicos están dadas." <71>

"Asimismo mandamos, que por el tiempo, que nuestra merced y voluntad fuere, no vayan, ni pasen á la dicha tierra de estos nuestros reinos, ni de otras partes letrados, ni procuradores algunos por los pleitos y diferencias, que de ellos se siguen."

"Y porque nos siendo informados de los males y desórdenes, que en descubrimientos y poblaciones nuevas se han fecho y hacen; é para que nos con buena conciencia podamos dar licencia para lo hacer: para remedio de lo cual, con acuerdo de los del nuestro consejo y consulta, está ordenada y despachada una provision general de capítulos sobre lo que vos habeis de guardar en la dicha poblacion y descubrimiento, la cual aqui mandamos incorporar, su tenor de la cual es como se sigue:"

No prosigo adelante, sin decir primero, que no dá lugar las mas veces la confusion de la guerra, á que las leyes tengan la precisa ejecucion, obviando los daños, que por ellas se pretende. La nueva fundacion de repúblicas, suele admitir ó tolerar desórdenes, que una vez asentada no las permite. Habiánse cometido algunos contra la intencion de nuestros católicos monarcas, no observándose las instrucciones que daban, conforme á su santo celo, con que principalmente pretendia la exaltacion de nuestra santa Fé católica, bien y aumento de los naturales de estos reinos en los descubrimientos y nuevas poblaciones que se hacian. Sintiólo nuestro rey y señor, como católico, y dispuso el remedio, como piisimo padre de estos naturales: celoso príncipe de la observancia de la justicia. Asi dando licencia á D. Francisco de Montejo para la pacificacion de este reino de Yucatan, insertó en la capitulacion que con él hizo la real provision que dice, donde le dispone la forma que ha de tener en la conquista y poblacion; para que mas bien se conozca, cuan ajustados á conciencia han procedido nuestros reyes en la adquisicion de estos reinos, y cuan conforme á todo derecho han solicitado el mayor bien de estos naturales; la pongo á la letra, como lo demas de la capitulacion.

COGOLLUD.TM1 Continued
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